Por María Cristina Alonso
Lo bueno de los libros es que nos llevan de unos a otros y, en ese viaje, resignificamos ideas y revisamos páginas leídas.
Eso ocurre al leer el libro álbum cuya historia escribió Germán Machado e ilustró Cecilia Varela . Se titula La jaula (Calibroscopio, 2018) y recibió el Premio Fundación Cuatro Gatos. La Fundación otorga este premio a los 20 mejores libros, a los que recomienda por sus valores literarios y plásticos.
La jaula narra un episodio en la vida de un niño llamado Nil. Un episodio de esos que dejan huella.
Todo empieza con una jaula hallada en el cuarto de los trastos y, como dice la voz narradora, “el que tiene una jaula siempre encuentra un animal para encerrar dentro de ella”. Nil entonces exige, porque así aparece representado en el dibujo y en los diálogos, un hámster a sus padres. La madre y el padre son, en esta historia, políticamente correctos. Manifiestan su desagrado por los animales enjaulados, y desgranan razones.
El niño se pone caprichoso como cualquier niño e insiste, promete cuidarlo y acude a todos los argumentos que suelen esgrimir quienes quieren que sus deseos sean satisfechos al instante.
El abuelo aparece con el hámster deseado que quedará encerrado en la jaula hasta su inevitable final.
Lejos de ser complaciente, el autor nos deja entrever a un niño enojado, caprichoso, intolerante y la tipografía de los diálogos con sus grandes mayúsculas subrayan la firmeza del pedido del pequeño.
La realidad, no obstante, siempre nos deja a la intemperie y nos da las primeras lecciones, como ocurre en este cuento. Nil termina reflexionando sobre su error y se desprende de la jaula, emblema de la opresión y la falta de libertad.
En uno de los aforismos escritos en un cuaderno con tapas de hule, Franz Kafka dice: “Una jaula salió en busca de un pájaro”. La jaula en el cuarto de Nil, acecha, desde el principio, al pájaro, en este caso al hámster, hasta que lo consigue. En el aforismo kafkiano aparecen dos conceptos que no sobreviven uno sin el otro. La jaula no es una jaula sin algo que contener en ella. Pero Kafka estaba hablando del futuro, como muchas veces en su obra, cuando toda Europa se convertirá en una enorme jaula llena de campos de exterminio.
El mismo Jaques Prevert, en su poema “Para hacer un retrato de un pájaro”, pide pintar primero una jaula con la puerta abierta y luego algo bonito y útil para el pájaro.
Inevitablemente, este cuento nos lleva de viaje a la novela de Haroldo Conti, Alrededor de la jaula. Novela de iniciación que narra la historia de otro chico, Milo, y de su cuidador, Silvestre, un anciano al que ama y con el que maneja los juegos mecánicos instalados en la costanera de Buenos Aires, frente al balneario municipal. Todas las semanas van al zoológico para visitar a los animales en cautiverio. Se hacen amigos de una mangosta que los mira desde una jaula demasiado pequeña. El viejo Silvestre reflexiona mientras ve al chico acercarse a la jaula: “La mangosta parecía más resignada a su suerte. Había encontrado a un compañero de encierro. Porque la verdad es ésa. La jaula podía ser bastante más grande, pero de cualquier manera uno se daba contra los barrotes.”
Tras la muerte de Silvestre, Milo se rebela contra la injusticia, roba a la mangosta y es detenido por la policía. La rebeldía individual contra el sistema, parece decirnos Conti, no conduce a ninguna parte. No obstante, Milo, en esta historia de pérdida de la infancia, puede sostener la mirada para enfrentar su futuro.
Como en el cuento de Machado ilustrado por Varela, aquí también aparece la jaula como símbolo del encierro, que señala lo vulnerable que es la libertad de los seres vivos y cuán fácil es caer en la trampa de los barrotes.
Es que estar en la jaula, como nos dice Alejandra Pizarnik, es también morir un poco. Escribe en un poema “los pájaros dibujaban en mis ojos / pequeñas jaulas” y, en otro: “la jaula se ha vuelto pájaro. Qué haré con el miedo.” (Pizarnik, Poesía completa)
En el cuento de Germán Machado, Nil reflexiona sobre su empeño cuando se enfrenta con la muerte. La muerte de mascotas suele ser el primer encuentro de un niño con el propio destino. Hay un poema de Roberto Themis Speroni que cuenta este primer acercamiento del niño a la muerte. Se trata de “Soneto a la paloma que maté de niño”. Un niño mata a un pájaro y el recuerdo de su último estertor persigue al poeta:
“Todavía conservo entre las manos/ el pequeño temblor de tu agonía…” y, sobre el final, en el último terceto, nos cuenta de ese íntimo y singular momento en el que sentimos que la infancia se nos escapa porque la muerte nos ha rozado con su ala:
“La infancia se me fue con el asombro:
por eso, cuando en pájaros te nombro
tu corazón regresa con el mío.”
Como la mayoría de los libros álbum, La jaula es un texto inquietante y disruptivo, que no escapa a los temas difíciles. ¿Es la muerte un tema para un libro infantil? Fanuel Hanán Díaz (2015) sostiene -en su ensayo Variaciones sobre el tratamiento del tema de la muerte en la literatura infantil-: “La muerte ha sido en la literatura infantil la gran ausente, la eludida, la disfrazada. Es difícil encontrar textos que aborden con naturalidad esa problemática. Detrás de ese fenómeno se esconde la sombra de una actitud sobreprotectora hacia la infancia, un celo de adulto que todavía no ha solventado su propio enfrentamiento con esta experiencia.”
Como todo buen libro, La jaula, de Germán Machado, ilustrado por Cecilia Varela, nos ha llevado de viaje hacia otros textos, hacia autores que arman ese gran diálogo que es la biblioteca del mundo.
[1]Germán Machado (Montevideo,
Uruguay, 1966), es escritor, gestor cultural y librero especializado en libros
para niños y jóvenes en “El PetitTresor”. Ha publicado libros de poesía y de
narrativa en Uruguay, Argentina, Brasil, México y España. Actualmente está
radicado en Vic, Cataluña. Ha publicado novelas, libros de cuentos, de poesía y
libros álbum. Obtuvo premios en Uruguay y en Argentina, por ejemplo, con Ver llover obtuvo el premio de poesía
de los Destacados de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de
Argentina (sección IBBY - Argentina) en 2010. Entre otras muchas actividades
relacionadas con la Literatura Infantil y Juvenil, ha conducido talleres y ha
dado conferencias sobre distintas temáticas.
[1] Ilustradora y profesora de dibujo y pintura.
Estudió en la ENBAPP en la ciudad de Buenos Aires (actual Instituto
Universitario Nacional de Arte). Residió en la Ciudad de México durante cerca
de una década, donde recibió el primer lugar del Catálogo de Ilustradores de
Conaculta (2007). Su trabajo ha sido publicado en medios y editoriales de
México, Argentina, Chile, Brasil, Canadá y España. Ha participado en
exposiciones en Italia: 29 Le immagini della fantasia, L’incanto del Teatrio, y
Il Colori del Sacro. Actualmente vive en Argentina, en la provincia de Córdoba.
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