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jueves, 26 de enero de 2023

¿Dónde vas a ir, Alicia? Otra mirada sobre Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll

  Por María Cristina Alonso

1. Cómo nace la historia

Desde la biblioteca de Chist Church College de Oxford, donde  tiene un despacho como subdirector,  el Reverendo Charles Lutwidge Dodgson mira con deleite a las hermanas Liddell que juegan al cricket.

Ilustración: Mirella Musri

El aburrido profesor de matemática, un poco tartamudo y asimétrico como sostienen sus biógrafos y muestran sus retratos, oye las risas de Lorina, Alicia y Edith Liddell, hijas del decano del College  y quisiera volar hacia ese jardín para jugar con sus amiguitas.  Porque si en algo destaca  este solterón exigente, irritable y asexuado, es por su enorme facilidad para entablar relación con las niñas. Por ellas, abandona su adusta expresión de catedrático y hace un ratón con un pañuelo, un barco con  papel, les enseña a jugar el ajedrez, inventa acertijos, juegos, rompecabezas y trucos de magia.





Tiene otra pasión además de la de frecuentar  niñas entre siete y diez años con las que entabla amistad. Ha sido fotógrafo por más de 24 años hasta el punto de convertirse en un maestro de ese incipiente arte. Fotografía paisajes, animales, esqueletos, personas y muchas, muchas niñas, algunas de ella con poca ropa o desnudas. Llega a acopiar más de 3000 imágenes en su estudio de las que sobreviven un tercio de ellas.

En la rígida sociedad victoriana, no se ve mal que un adulto se entretenga con niñas despiertas e imaginativas como Alicia Liddell. Por lo tanto, la famosa tarde del 4 de julio de 1862, el profesor Dodgson acompañado por su amigo el becario del Trinity College Robinson Duckworth, lleva de paseo a las tres hermanas Liddell a una excursión en barca por el Támesis.

En su diario, Lewis Caroll, como firmaría sus ficciones el Reverendo Dodgson, consigna que el recorrido fue de tres millas, desde Folly Bridge hasta el pueblo de Godtow en cuya orilla tomaron el té.  Y siete meses más tarde añade:”En esa ocasión les conté el cuento de las aventuras de Alicia bajo tierra.”


De regreso, Alicia le pide a su amigo que escriba la historia que había inventado mientras navegaban. Dodgson pone manos a la obra y escribe el libro que se convertirá en uno de los más leídos no solo por niños sino por adultos de todos los tiempos: Alicia en el país de las maravillas que, en su primera versión, se titula Las aventuras subterráneas de Alicia. Aquella historia que comenzó a inventar la tarde del paseo fue creciendo en encuentros posteriores. Y si la escribió, fue por la insistencia de Alicia, su amiga de diez años, que quiso ver el relato convertido en un libro.

Así nace la primera versión de Alicia en el país de las maravillas. Dodgson reconstruye las insólitas aventuras de Alicia en un manuscrito con letra cuidada y clara para facilitar la lectura de la niña y lo ilustra con dibujos hechos con pluma.

En noviembre de 1864 Alicia recibe el manuscrito con la historia requerida e ilustrado por el mismo Dodgson. Tiene 90 páginas y una dedicatoria: «a una niña querida, en memoria de un día de verano»

 

Original de Lewis Carroll

El libro que hoy leemos y releemos fue publicado en mayo de 1865 por la editorial Macmillan and Co. Esta vez ilustrado por un dibujante profesional, John Tenniel, cuyos dibujos han quedado grabados en la memoria de lectores de todos los tiempos y son los más populares y reconocidos.

 

Original de Lewis Carroll
 

Años más tarde, en 1871 escribe una continuación, ilustrada también por John Tenniel , Alicia a través del espejo.

 La amistad con la Alicia real dura poco, La señora Liddell comienza a sospechar que Charles Dodgson se ha enamorado de su hija y que pedirá su mano cuando alcance la edad de casarse. El rumor es que la madre de Alicia aspira a casar a Alicia con el hijo de algún miembro de la realeza. Por algún motivo, Dodgson no es más recibido en casa del decano y se le prohíbe ver a las niñas a partir de 1865. Se sospecha que algo ocurre y que se contaría en el diario de Dodgson  y no nos enteramos porque esas páginas fueron arrancadas después de la muerte del autor.

 


Las sesiones de fotos y los paseos por el campo contando historias a las chicas Liddell se terminan. Sin embargo Dodgson, que firma relatos infantiles como Lewis Carroll, no olvida a su amiga y le sigue enviando cartas.

 Lo cierto es que más allá de las extrañas aficiones de Lewis Caroll, lo que la madre de Alicia no pudo desterrar de la imaginación de sus hijas - y la de todos los niños y grandes que leyeron sus libros- es a ese gato que sonríe y desaparece por partes emitiendo paradojas, al Conejo Blanco que anda siempre apurado e inicia a la niña en su aventura, ni a la Duquesa que lleva en sus brazos algo que parece un bebé pero es un cerdito, y jamás, jamás olvidaremos esa mesa de té donde un Lirón, un Sombrerero y una Liebre de Marzo toman el té incesantemente porque siempre son las seis y las tazas se acumulan y no hay tiempo para lavarlas.

 2. El pasaje

 La novela fantástica que escribió Lewis Caroll propone un pasaje de un mundo racional y ordenado a otro donde las cosas funcionan diferentes. Pablo de Santis llama a esta y otras obras para niños que le sucedieron como El mago de Oz, Peter Pan, Charly y la fábrica de chocolate, “novelas de umbral”, porque en estas ficciones siempre hay un umbral que nos lleva a un mundo con sus leyes propias.

 


Ilustración: John Tenniel

 Un mundo sin adultos, sin padres que regañan, sin ejemplos moralizantes como había sido la literatura para las infancias hasta que aparecieron Edward Lear y Lewis Caroll. Ambos escribieron historias llenas de disparates, de acertijos, donde el verdadero protagonista es el lenguaje. Una burla, si se quiere, a la educación represiva que había caracterizado a la estrecha moral victoriana. Es entonces necesaria la fantasía para liberarse de la realidad que oprime y encorseta.

 Dice la irónica Alicia ante la duda de beber de la botella que encuentra sobre la mesa de tres patas: “No, primero mirararé y veré si dice o no veneno, porque había leído algunos deliciosos cuentos sobre chicos quemados o devorados por las fieras, entre otros hechos desagradables, todo por no haber recordado los fáciles consejos de sus amigos…” (Alicia, Capítulo I)

 Las aventuras subterráneas de Alicia comienzan con un sueño. Aburrida junto a su hermana que leía un libro sin ilustraciones y embotada por el calor, comienza a adormecerse. De pronto aparece el apresurado Conejo Blanco que mira el reloj con angustia porque se le hace tarde. Dicho esto, entra en una madriguera a donde Alicia no resiste la tentación de seguirle.

 


 Así se inicia una de las mejores historias, con  alguien que se anima a pasar por el umbral, como esta Alicia que está dispuesta a sumergirse en lo desconocido con tal de saber por qué a ese Conejo de chaleco se le hace tarde.

 La madriguera se convierte en un pozo y Alicia desciende por un túnel lleno de armarios y bibliotecas, mapas y cuadros colgados. Un descenso largo que Caroll demora para que los lectores disfrutemos ese pasaje, esa brecha que une el aburrido mundo cotidiano de ese otro en el que suceden cosas extraordinarias.


 Nos cuenta Martin Gardner en su Alicia anotada que en tiempos de Caroll se especulaba sobre qué sucedería si una persona cayese en un agujero que pasara por el centro de la tierra. Francis Bacon, Plutarco, Voltaire habían planteado esta cuestión. Parece que Galileo dio con la solución correcta: “el objeto caería con aceleración creciente pero con aceleración decreciente hasta que llegase al centro de la tierra, en cuyo momento su aceleración sería cero. A partir de ahí, su velocidad disminuiría al aumentar su deceleración, hasta alcanzar la abertura del otro extremo; entonces volvería hacia atrás otra vez.”

 En Alicia, como en otras novelas del género, el descenso le permite a la niña  entrar en un mundo donde todos están locos, hablan con acertijos, realizan acciones sin lógica, dicen disparates porque, el sinsentido, es la esencia de la geografía subterránea.

 La protagonista de la novela de Caroll es una niña sensata que observa el mundo y toma distancia. En ese mundo donde las palabras quieren decir una cosa y también lo contrario, ella, como señalan algunos críticos, es una niña adulta que se resiste ante los disparates de unos adultos que parecen niños. Pues, como dice el gato de Cheshire que aparece y desaparece, a veces dejando su sonrisa en el aire: “Aquí estamos todos locos”.

En la época de los viajes a lugares desconocidos, lo que cuenta Lewis Caroll es un viaje iniciático, de transición del niño al adulto. Alicia debe afrontar nuevos retos, encuentros casi de pesadilla, incomodidades propias de toda persona que crece.

 

 

3. Nonsense

 

Dice Chesterton en su ensayo Defensa del desatino que Charles Dodgson vivía con un pie en cada uno de los dos mundos: el de los serios profesores de Oxford y el de las historias absurdas que escribe bajo seudónimo. “Su país de las maravillas es una región poblada por matemáticos locos. Sentimos que todo es evasión hacia un mundo de mascarada; sentimos que si pudiéramos penetrar sus disfraces, habríamos de descubrir que Humpty Dumpty y la Liebre de Marzo eran profesores y doctores en teología disfrutando transformando sus reglas de un feriado mental.”

 En Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, el mundo absurdo y los juegos de palabras organizan los encuentros  de la niña con los habitantes de una geografía donde nada tiene lógica.

 En los dos relatos sobre Alicia, Lewis Carroll propone juegos conocidos transformando las reglas. Hay carreras que largan en cualquier parte y en la que todos ganan y reciben premios, un partido de cricket en la que los mazos son flamencos rosas y las bolas erizos. En el primero de los libros se alude al juego de cartas. Jardineros, soldados y aún el Rey y la Reina pertenecen a un mazo de cartas. En el segundo libro, detrás del espejo hay un enorme tablero de ajedrez y toda la aventura intentará seguir sus reglas. Así como en la primera parte Alicia cambia de tamaño incesantemente, en la segunda parte va cambiando de lugar de acuerdo con los movimientos de las piezas en el tablero.

 Ilustración: John Tenniel

 Pero las reglas en estos juegos siempre se traicionan o cambian caprichosamente. Porque lo que inventa Carroll es el mundo del revés. Todo está patas arriba como ocurre en la poesía inglesa del nosesense (sin sentido, disparate).

 Antes que Carroll. Edward Lear (1812-1888), un escritor y pintor británico cultivó el nonsense o poema disparatado.

Lo que estos escritores decimonónicos presentan son juegos del lenguaje, asociaciones fortuitas de sonidos, mensajes que producen  desconcierto porque estamos en el reino del absurdo.

—Toma un poco de vino —dijo la Liebre de Marzo en tono conciliador. Alicia miró por toda la mesa, pero no había más que té.

—Yo no veo vino —comentó.

—No lo hay —dijo la Liebre de Marzo.

 —Entonces, no es muy cortés por su parte ofrecérmelo —dijo Alicia con enfado. (Alicia, capítulo VII)

 


Como lectores de estos diálogos absurdos tendemos a pensar como Alicia que, aunque parezcan carecer de sentido, resultan disquisiciones correctas.
Parece confusa esta afirmación, pero el nonsense no es algo reñido con el significado de las cosas, sino que se trata de formar un nuevo significado bajo otro sistema referencial.

 

4. Sueño dentro del sueño

 

Borges, que en un cuento de su libro Ficciones, “Tlön Uqbar Orbis Tertius”, había imaginado que una de la escuelas de Tlon, un planeta desconocido que figura en una reimpresión de la Encyclopaedia Britannica,  sostenía que, mientras dormimos aquí, estamos despiertos en otro lado y que así cada hombre es dos hombres.

Por eso  escribe un artículo que titula “El sueño de Carroll” pensando en los innumerables casos en la literatura cuyo tema es el sueño y nos dice que los más ilustres se hallan en los libros de Lewis Carroll.

Es que las dos aventuras de Alicia son sueños. Alicia en el País de las maravillas concluye con el despertar de Alicia que le cuenta el sueño de sus aventuras locas a su hermana y esta se adormece contemplando la puesta del sol y sueña con Alicia y vuelve a pasar el Conejo Blanco y el Ratón asustado chapoteando en un charco cercano. Y de paso imagina, en el sueño a Alicia adulta contando a unos niños que la rodean el sueño remoto del País de las maravillas.

Ilustración: John Tenniel


El tema del sueño dentro de otro sueño reaparece en Alicia a través del espejo  Alicia sueña con el Rey Rojo, pero el Rey Rojo está soñando con Alicia que también está soñando con el Rey Rojo. Un espejo frente a otro espejo.

Y dice Borges en su artículo sobre Carroll “Alicia sueña con el rey Rojo, que está soñándola, y alguien le advierte que si el rey se despierta ella se apagará como una vela, porque no es más que un sueño del rey que ella está soñando. Los dos sueños de Alicia bordean la pesadilla.”

 


Ilustración: Gabriel Pacheco

Encuentra Borges detrás de los sueños de Lewis Carroll la melancolía y la soledad de un hombre que no conoció el amor y no tuvo otros amigos más que algunas niñas de amistad efímera y la pasión por la fotografía que, en su época, aún no era valorada.

Como concluye Carrol en la segunda Alicia: “La vida, acaso, ¿no es más que un sueño?”

 

5. Lectores de Alicia

La chica que lee Alicia en el país de las maravillas en la década del 40 se llama Flora y más tarde escribirá poemas que firmará como Alejandra Pizarnik. Hija de inmigrantes ruso- judíos que llegaron a la Argentina huyendo del nazismo, crece escuchando historias del Holocausto. La tristeza de esos relatos llenos de persecución y muerte la destierran  de la Infancia, que se convertirá en un lugar inaccesible. Escribe:

 

Hora en que la yerba crece

en la memoria del caballo.
El viento pronuncia discursos ingenuos
en honor de las lilas,
y alguien entra en la muerte
con los ojos abiertos
como Alicia en el país de lo ya visto. (Pizarnik, Infancia, de Los trabajos y los días).

 


Ilustración de Ana Juan

 

Alejandra se siente expulsada de la infancia donde está el jardín al que Alicia accede cayendo por la madriguera. Reescribe Alejandra ese viaje hacia el mundo subterráneo que el personaje de Carroll realiza con cierta lentitud. Titula su relato “El hombre de antifaz azul” que está incluido en su libro El deseo de la palabra.

 Alejandra juega con las palabras como aprende en  Alicia. En su diario anota el 31 de marzo de 1963: “Me desperté a las cinco de la mañana muerta de risa. Recordaba, después de tanto tiempo, las aventuras de Alicia. La Reina, el Rey, el Sombrerero, la Liebre Loca, el Lirón, los flamencos para jugar al cricket, los hongos que hacían crecer y disminuir, el niñito que estornuda en la cocina llena de pimienta. Pero la tortuga llorona… sobre todo ella.”

Alejandra Pizarnik

  A., el personaje de Pizarnik quiere entrar a un bosque, ese lugar perfecto aunque vedado y peligroso. “Bébeme y serás la otra que temes ser” dice la etiqueta de la botella que encuentra la niña. Duda, pero bebe, su deseo de llegar al bosque es enorme.

 “— ¡Qué sensación psicodélica! —exclamó A.—. Debo de estar achicándome como un toro observado desde muy lejos por un pajarito miope que se quitó los anteojos.” (Pizarnik, El hombre del antifaz azul)

 Así como la Alicia de Carroll declama que solo quiere ver un jardín, el personaje de la reescritura de Alejandra, A., intuye que ese jardín es la infancia de la que fue arrancada.

Alejandra lee en Lewis Carroll uno de sus temas predilectos: la infancia y sus espejismos, la expulsión de ese paraíso y el  regreso desde su propia escritura.

 No es fácil describir a la Argentina de 1976, en plena dictadura. Nadie escapa a la censura, pero Charly García se las ingenia, inventa metáforas para contar lo que nadie se atreve. Escribe y canta “Canción de Alicia en el país”, una canción que originariamente es compuesta para una película que intenta satirizar a la dictadura en clave de fábula.

 


Ilustración Yayoi Kusama

 

Charly se inspira en el disco de Génesis, Nursery Cryme que parodia las nursery rhymes, las rimas de las canciones infantiles británicas del siglo XIX. Y, a partir del libro Alicia en el país de las maravillas, escribe Canción de Alicia en el país. Omite deliberadamente la palabra “maravillas” y cuenta el mundo de pesadilla que se vive en tiempos en que ya no hay tortugas, refiriéndose al ex presidente Illia, ni morsas como el dictador Onganía, ni brujos como el ministro de Isabel Perón, López Rega.No cuentes lo que viste en los jardines,/
el sueño acabó/ ya no hay morsas ni tortugas”.



 Pasan cuatro años de aquel 76 y Charly le hace algunos cambios a la canción para incluirla en el repertorio de Serú Girán. Aunque la canción es una crítica directa a los militares parece que ellos no la entienden y no es censurada.

 Un río de cabezas aplastadas

por el mismo pie
juegan cricket
bajo la luna

Estamos en la tierra de nadie,
pero es mía
los inocentes son los culpables,
dice su señoría,
el rey de espadas

No cuentes que hay
detrás de aquel espejo,
no tendrás poder
ni abogados, ni testigos


Ilustración de Ester García

 El universo que inventa el reverendo Dodgson para la niña de sus ojos invierte los sentidos, Charly, además,  cuenta el horror. De todos modos, como en el mundo de Alicia, en la Argentina están todos locos, con la diferencia de que la locura de la dictadura no consiste en jugar con las palabras, hacer retruécanos y plantear enigmas, los locos asesinan, desaparecen, exilian.

 

Estamos en la tierra de todos,
en la mía
sobre el pasado y sobre el futuro,
ruinas sobre ruinas,
querida Alicia

Quién sabe Alicia, este país
no estuvo hecho porque sí
te vas a ir, vas a salir
pero te quedas,
¿dónde más vas a ir?


Ilustración: Mirella Musri

6. Final del juego

Los libros de Alicia proponen juegos.  Ludwig Wittgenstein nos dice que las palabras son cáscaras a las que encontramos significado por el contexto y a este fenómeno lo llama juegos del lenguaje. En las matemáticas como en el lenguaje ordinario, se trata, de hecho, de aplicar reglas.

 

Lewis Carroll nos propone en sus relatos para niños, que descubramos cómo construimos el lenguaje, cómo experimentamos con él.

 

 Carroll era un maestro de la experimentación. Ya hablamos de su amistad con diversas niñas, además de Alicia. Cuentan sus biógrafos que les escribía muchas cartas, entre ellas ideó la carta-jeroglífico, las cartas en forma de molinete circular, cartas que sólo podían leerse si se las ponía frente al espejo, las cartas mínimas que sólo podían leerse con lupa, las cartas con efectos visuales por las que se deslizaba una araña o un escarabajo, cartas con garabatos, chistes y dibujos.


Alicia Liddell

 

Solía pasear por la playa con un maletín negro que contenía rompecabezas de alambre y pequeños regalos insólitos para atraer a las niñas. Pero nada le dio más resultado que atraer a las infancias de todos los tiempos con los dos libros de Alicia. Y también a los grandes.  Dadaístas y surrealistas pusieron atención en el mundo absurdo de Carroll. El absurdo y la exploración de lo onírico fue la estética predominante  de principios del siglo XX.



Los dibujos de John Tenniel contribuyeron a crear ese mundo de ensueños, ese juego infinito que nos propone Alicia y todos los habitantes del mundo subterráneo. Lirones, tortugas, sombrereros, duquesas, reyes, cerditos, orugas, grifos, dodos, gatos con sonrisa, reyes y reinas, ratones y conejos nos enseñan a los lectores que todos somos partes del sueño de Carroll y que, como escribe Borges, esos sueños son porciones de nuestra felicidad. “Ojalá- nos dice-  compartan esa felicidad quienes, más allá de los años y la repetida vigilia, siguen, como yo, volviendo sus páginas.”

 

Bibliografía

.Borges, Jorge Luis, El sueño de Lewis Carroll , El  país, 9 de febrero de 1986

.Carroll, Lewis. Alicia en el país de las maravillas. A través del espejo. Edición de Martin Gardner. Akal Ediciones: Madrid, 1984 

.Chesterton, Gilbert Keith “Defensa del desatino”. En Baeza, Ricardo (comp.): Ensayistas ingleses. Buenos Aires, Jackson. 1901

.De Santis, Pablo. Las narrativas para niños y el género fantástico. Diploma Superior en Culturas y narrativas para la infancia y la juventud, 2018.

.Garralón, Ana, Historia portátil de la literatura infantil. Ed. Anaya. 2ª edición. Madrid, 2005.

.López Orcón, Mónica. En busca de la infancia perdida, Caras y Caretas, Año 60 N°2376 Abril de 2021

.Pizarnik, Alejandra. Prosa completa. Lumen, Palabra en el tiempo, Barcelona, 2001.

.Wittgenstein, L. Investigaciones filosóficas. México: Instituto de Investigaciones Filosóficas. 1988.

 

 

 

domingo, 8 de enero de 2023

El callejón de los cuentos

 

El callejón de los cuentos | Por Irene Vallejo

El atlas de Pandora

Contar cuentos cada noche a las infancias sigue siendo hoy un rito mágico y crucial.

Un buen día le contaste a tu hijo el primer cuento antes de dormir. Desde entonces, noche tras noche, exploráis juntos un atlas interminable de aventuras y fantasías. En vuestro ritual nocturno, con sus ceremonias y su liturgia repetida, querrías llevarle a recorrer los pasajes más íntimos de tus propios paisajes, tus autores amados, tus queridos mitos. Pero el niño reclama una y otra vez sus historias preferidas, vigilando que no cambies ni una sola palabra: su libertad está aprendiendo a hablar.

Durante siglos, la niñez fue una edad sin voz, un tiempo de silencio. La palabra latina infantia significaba ‘sin habla’. Había poco interés por el mundo interior de los niños, a los que consideraban seres incompletos, bocetos del futuro. Con frecuencia, los artistas los representaban como hombres y mujeres en miniatura. Los investigadores afirman que esa indiferencia se debía a la altísima tasa de mortalidad infantil: era una estrategia para evitar el apego. Esa mentalidad cambió con los avances de la higiene, la medicina y la pedagogía ilustrada. Los pintores Chardin y Goya empezaron a reflejar los juegos y las miradas infantiles sin gestos encorsetados. Dickens denunció en sus novelas la crueldad contra los más pequeños, y Freud subrayó la trascendencia de esos primeros años en nuestra personalidad. Tras un largo movimiento pendular, hoy está bien visto afirmar que mantienes vivo al niño que llevas dentro.

En una vieja caja metálica guardas la única posesión que conservas de tus bisabuelos. A través de los desgarros de la guerra y los años de privaciones, tu abuela protegió como un tesoro la colección de cuentos de la editorial Calleja. Desde esos libritos en miniatura, del tamaño de tu meñique, te hablan zorros con gafas, hijas de molineros y habitantes de Jauja. Cada historia incluía ilustraciones y la biografía de un personaje célebre. Sus páginas popularizaron aquel “fueron felices y comieron perdices”, un desenlace glotón que todavía sobrevive. A finales del siglo XIX, en un país que pasaba hambre y donde aún pocos niños sabían leer, Saturnino Calleja quiso llegar a todos los bolsillos y a todas las escuelas. Lanzó larguísimas tiradas abaratando los precios para divulgar la lectura y regaló ejemplares a los colegios más pobres. Reclutó a los mejores ilustradores y a escritores como Zenobia Camprubí o Juan Ramón Jiménez. En esas minucias, que caben en la palma de tu mano, latía una revolución: la letra entraría, no con sangre, sino con sueños.

Quizá por eso, la fábrica de sueños se interesó pronto por los cuentos. Uno de los más asombrosos encontró su “érase una vez” en Teruel. Allí había nacido un joven delineante que, en 1899, tuvo la estrafalaria idea de emigrar a París y enrolarse en la enloquecida tripulación del gran invento de la época: el cinematógrafo. Segundo de Chomón, que aunaba el espíritu del ingeniero con la fascinación de un mago, se convirtió en el maestro internacional de los efectos especiales, contratado en su época por los mejores cineastas europeos. Deslumbrado por los cuentos de Calleja, Chomón los adaptó a películas protagonizadas por demonios y duendes saltimbanquis, donde los objetos se movían solos o donde Gulliver descubría boquiabierto gigantes y liliputienses. A partir de esas narraciones tradicionales creó prodigiosas fantasmagorías, cimentó un trabajo pionero en la animación y nos legó ilusiones inolvidables.

En aquellos primeros tiempos, el cine era mudo –como debían serlo también los niños–, y, tal vez por eso, muchas voces lo despreciaron por considerarlo un espectáculo pueril e insustancial. Intelectuales como Unamuno y Antonio Machado criticaron aquellas primeras películas sin ser capaces de ver en ellas, como Chomón, la llamada al asombro, la magia y la maravilla que late desde siempre en los relatos susurrados alrededor de la hoguera. Saturnino y Segundo confiaron en el poder de la imaginación: sus innovaciones cambiaron el paisaje de nuestras ficciones. Contar cuentos cada noche sigue siendo hoy un rito mágico y crucial: en la vigilia del sueño, los niños descubren las palabras, la infancia sale del silencio.


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© Irene Vallejo

Narradores y Cuentacuentos: Entrevista a la Narradora "Seño Norma"

  -¿Cómo y cuándo descubriste que tu destino estaba ligado a la transmisión de la cultura a través de la oralidad? Desde pequeña me encant...