Translate

jueves, 31 de diciembre de 2020

"El loco"

 



 

Por Mario Escobar Castex (*)


Dedicado a:

“El caballito Bazán”

 

(En mi pueblo hubo alguien que bien pudo llamarse Bazán o Pérez, -eso no  tiene importancia-, que estará para siempre en mi memoria y en mis ojos de mirar distancias. Para él, éste mi emocionado recuerdo)

 

-Qué solo me he quedado

De mi mismo

De estar solo,

Sin saber si el aire

Es piedra

O mi locura la cordura del pez

O el jabalí.-

 

Y el loco Bazán agregaba: -nací de padre ausente_ En un pueblo como éste, eso es llevar una condena atada a la suela de los zapatos.

Yo lo miraba desde mi tiempo y mi estatura. Aún lo estoy viendo con mis ojos de mirar distancias. Desde aquel balcón en aquella calle polvorienta, cuando Enero quemaba o llorando agosto su pena de neblina o aguacero. El loco Bazán.

Que de recuerdos en tropel se precipitan al evocarme el tiempo su figura y volver a revivir algunos hechos. Por ejemplo aquel, cuando se inauguró la plaza. Primera y única plaza en un pueblo sin plazas.

Entonces hubo himno, pericón y hasta fuegos artificiales, que muy pocos conocían aún, menos Bazán por supuesto.

El pobre loco miraba extasiado ese fuego tan extraño de mil formas y colores y las explosiones de los cohetes en el suave aire de abril. Las interminables piruetas de las llamas eran en sus ojos enormes un calidoscopio multicolor y alucinante, mezcla de curiosidad y miedo. Por eso cuando comenzó a quemarse esa enorme figura humana en lo alto de la pirotecnia fue como demasiado para él. –Así no se mata a un hombre carajo-, gritó. Y la furiosa patada fue directa a una de las rodillas de Fernández, intendente del pueblo muy de corbata y traje oscuro, y con cara de circunstancia.

Los gritos, las patadas y los relinchos de Bazán fueron recordados y comentados durante muchos soles y muchas lunas por toda la gente de ese pueblito pintoresco perdido en la inmensidad de la llanura bonaerense. Porque Bazán, en sus delirios, era muchas cosas. Y entre esas muchas, caballito de trote.




Cuando alguien lo veía pasar trotando y le preguntaba -¿adónde vas, Bazán?-, el respondía: -a buscar al viejo- Porque él buscaba a su padre por el campo, los potreros, los caminos del pueblo, siempre corriendo, relinchando, tirando patadas al aire. Otras veces remontaba multicolores barriletes que les quitaba a los chicos del barrio. Entonces el mundo era vasto y conocido porque decía que sus ojos estaban cosidos con hilos invisibles al papel de aquellos barriletes.

Entonces regresaba por las tardes con sus ropas hechas jirones y con metros y metros de hilo enlazados a su casi etéreo cuerpo de pobre alucinado. También pedaleaba doradas bicicletas por los aires livianos de rubios atardeceres y degustaba deliciosas flores en elegantes banquetes en palacios de mármoles opacos y desflecadas alfombras. A deseos de sus ojos florecían las piedras y guijarros de los campos y rodaban rumorosas las flores por los ríos de plata y cielo. El tiempo se detenía de puro andar por las encrucijadas de todos los caminos. Los barriletes, los trenes, las golondrinas transportaban su frágil cuerpo por los vastos senderos  de su mágico universo, por su mundo sin vallas ni límites.

Un día, acariciando a un perro flaco y triste, dijo súbitamente: -mañana me voy a morir.-

-¿Y vos cómo lo sabes, Bazán?-, preguntó alguien como al descuido.

-Yo lo sé- dijo. Y salió trotando con sus ojos más llenos de paisajes y ausencias que nunca.

Al día siguiente nadie trabajó en el pueblo. Los negocios cerraron sus puertas. La escuela suspendió las clases. La calle principal se llenó de gente. Todos querían estar con Bazán: niños, ancianos, perros.

Había cumplido su promesa de morirse.

Fernández, el intendente, tuvo una idea feliz: pidió que diez caballos con sus respectivos jinetes acompañaran el féretro con los restos de ese caballito tan querido por todos en el pueblo. Además, como tenía veleidades de escritor fue el encargado de despedirlo con algo que decía más o menos así:

 

Remontando barriletes te recuerdo

Con tu mirada perdida allá en el cielo

Y las flores cayendo desmayadas

 bajo el peso tan leve de tu cuerpo.

 

Y recuerdo tu ropa hecha jirones,

Tus sandalias de loco pescador,

Y esos ojos lejanos en el tiempo

Con su mezcla de ausencia y de dolor.

 

¿Qué míticos seres, qué figuras

Vislumbraban tus ojos soñadores

Esas tardes de abril

 cuando el otoño

se poblaba de vientos y de alondras?

¿Qué locas fantasías te creabas

 en el tiempo sin tiempo de tus sueños?

¿Qué formas, que colores se agolpaban

en tu virgen y tan vasto universo?

 

Remontando barriletes te recuerdo

 con las luces del otoño y sus sombras

 mientras tus manos dibujaban espirales

 en tu mundo de vientos y de alondras.

………..



Yo también, pese a los años, te recuerdo caballito.

Asomado ahora a este balcón enorme que es la vida, imaginándote correr libre y feliz por un cielo de estrellas y luceros; barriletes y bicicletas; mamá y papá. Sobre todo papá, a quien tanto buscabas.


 (*) Mario Escobar Castex, nace en Moquehua, Partido de Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires, un 1ro de Enero de 1931. De su lugar de origen dijo alguna vez: "Nací en un pueblo pequeño de casas blancas alienadas y calles de tierra, secas y polvorientas, cuando enero quemaba o cubiertas de barro llorando agosto su pena de neblina o aguacero". A los 17 años se instala en Buenos Aires y en 1962 se radica en Estados Unidos, allí colabora en los suplementos de la Opinión y en la Revista Master de la Universidad de California U.C.L.A.

Con su poema "Las horas demoradas", la cadena NBC hace un programa televisivo bilingüe para Navidad con gran repercusión y críticas.

Vuelta la democracia a partir de 1983, Marío vuelve a respirar los aires argentinos llenos de libertad y creación.

Ha obtenido varios premios y distinciones tanto en nuestro país como en el exterior. Es asiduo colaborador de nuestra Biblioteca Popular Madre Teresa de Virrey del Pino.

lunes, 21 de diciembre de 2020

REGRESAR

 


por SILVIA NOU

 Parada frente a la tumba de los abuelos maternos, Catalina lee las fechas y los lugares de nacimiento: Fermoselle y Mieza. Comunidad autónoma de Castilla y León responderá Google ante la búsqueda. Muchos momentos se acumularon en su memoria menos el nombre de estos dos pueblos rurales. Curiosa se detiene ante la información que aparece en la pantalla del celular. Compara los miradores desde donde se pueden contemplar pintorescos paisajes y el río Duero con la planicie elegida por sus antepasados para arraigarse, asentarse. Sus ojos sobrevuelan el texto:”Los romanos podrían haber adoptado este nombre de las tribus celtas que habitaron a lo largo de su curso y que adoraban al dios Durius, personificación del río Duero y que se le representaba sosteniendo una red de pesca”.


 

Dispuesta a armar el árbol genealógico había decidido después de desayunar en el Hotel Astur, empezar por visitar el cementerio. Los bisabuelos y los tatarabuelos  yacen en la tierra. No los conoció en persona. Se acerca; copia los datos; toma cuatro fotos. Le dio trabajo encontrarlos pese a que en su infancia casi siempre acompañaba a su madre y a sus tías en el recorrido de colocar calas, dalias, gladiolos o margaritas en los floreros de metal adosados a las lápidas. Deshojar una,” Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere”, la ayudaba a resolver sus dudas sentimentales de colegiala ingenua. Pasa la mano sobre  los retratos desvaídos, los saluda y camina hacia la puerta de salida envuelta en un balanceo de barco a vapor abandonando el puerto de La Coruña  rumbo a Buenos Aires.

Imagina el mareo y el vómito de Consuelo embarazada. Aspirar el perfume de los limones arrancados a último momento y masticar un gajo no ha servido de nada. Teresa, la hija mayor, su “Noni”, cubre con aserrín la viscosidad. A la noche hay baile en la cubierta, faltan pocas horas para mover los pies y bailar la jota como en las fiestas patronales del Toro y de la Virgen del árbol.

Imagina el abrazo de despedida de Manuel quien no volvería a ver ni a sus padres ni a sus hermanos; no caminaría otra vez por las calles estrechas y empinadas robando un geranio de alguna maceta colgante; ya no escucharía en los próximos agostos el tañido de la campana torera ni sostendría sobre sus hombros la imagen de la Virgen de la Bandera, patrona de la villa. Sólo quedan cartas de prolija caligrafía_que ella ha digitalizado una por una_”…reciban el amor de éste que os quiere y verlos desea”. El pañuelo blanco con las iniciales bordadas, regalo del abuelo, lo lleva apretado en su mano. Se lo regaló cuando perdió el primer diente para que lo envolviera, explicándole además que debía dejarlo bajo la almohada para encontrar a la mañana siguiente un regalo... Almohada, algodón, almidón, ratón.


 

Ahora le sirve para secar unas lágrimas de tristeza. No serán las únicas.

Se sienta en un banco de granito ubicado en la avenida de álamos. A pocos pasos el cuidador barre la calle interna lateral, una mujer desecha el agua con verdín y vierte agua limpia de una canilla en un ánfora de terracota. El tiempo de la caminata ha sido de minutos; el de los recuerdos, de medio siglo. Acá la hermana Erlinda, la que le enseñó a leer, allá la modista que confeccionó su vestido de novia, médicos colegas de su padre, amigas de su madre, una profesora admirada, vendedores, mozos, comisionistas, el señor que le vendía las entradas en el cine Hispano, el que inflaba las cubiertas de su bicicleta, los Mattarazzi panaderos y sus alfajores de hojaldre, los Strausfeld dueños de la disquería, Kika su madrina de confirmación.

 Cuando estuvo en el cementerio de Montparnasse, un lugar sencillo, sin grandes mausoleos, con mucha connotación emocional para ella, dio  muchas vueltas  junto a su hermana hasta encontrar la tumba de Julio tantas como las que termina de dar antes de desplomarse en el asiento. ¿Cuándo como por arte de magia lo dejó abandonar el mundo de los vivos y  Cortázar se convirtió en letra de imprenta para siempre? ¿Se acordarían sus sobrinos de llevarle un ramito de muguet en el día de la madre?

Una visita iniciada para completar una genealogía se ha convertido en un flash back de su propia vida.

No puede irse sin pasar a verlo.”Primer amor ¿dónde estás, dónde?”Como si alguien la llevara de la mano se desliza entre panteones con ángeles y placas lustrosas, cruces de bronce labrado, algunos apellidos conocidos grabados en rectángulos de mármol, tres suntuosas coronas apoyadas contra una pared, ramos secos, pétalos marchitos, hormigas. Recuerda a quienes le contaron sobre la disyuntiva del abuelo ante la elección de su destino de inmigrante: ¿Cuba o Argentina? Miles de zamoranos jóvenes ante el mismo interrogante. Veinte años tenía.

Veinte el muchacho de ojos celestes cuando eligió el lazo de la muerte sin dudar; un absurdo pendiente que aún no ha logrado entender. Unas flores amarillas recién cortadas le llaman la atención, siente el perfume al aproximarse,” ¿Quién estuvo antes?”

No tiene más que su intensa nostalgia para dejarle. Besa el retrato en blanco y negro como aquel día besó y abrazó a su mejor amiga, la novia desconsolada. Disimulando su dolor aún más profundo porque estaba hecho de silencio. La acompañó en los meses de duelo hasta el comienzo de los estudios universitarios, luego los caminos se separaron. Una se fue a Córdoba y la otra a Rosario. Una tarde cualquiera se encontró con las aguas pardas del  río Paraná separando provincias y de a poco lo convirtió en el límite natural entre el pasado y el presente como el  océano Atlántico lo hizo con los emigrantes.

 Atraviesa la reja de salida. Se sienta en el auto. Al observar el asiento del acompañante vuelve a sentirse confundida,” ¿Y los folletos? Pero si antes de bajar les di una mirada. Hice una cuenta.”Busca  en la cartera, en el piso, desciende  y revisa por si se le cayeron a un costado. Advierte al mirar la patente que ese no es su auto,” En mi pueblo nadie traba las puertas. No estoy en la  gran ciudad. Relax…”

_Siempre fuiste un poco despistada.

Las voces no envejecen, tampoco está tan cambiado como para no reconocerlo y ella aún se parece a la que fue o por lo menos es lo que le han dicho desde su llegada”Estás igual, igual” Se quedan charlando con Santiago. Como antes.”Hoy es el aniversario de la partida de mi mujer por eso vine. Le gustaban las fresias”.”Necesitaba unas fechas, quiero escribir la historia de la familia; nos vamos a reunir todos los primos en una casa de eventos al mediodía”.”Fue un accidente automovilístico”.”El de mi esposo, también”.

Repasan las fechas calculando cuántos años hace que no se ven.

_Fue en Ezeiza en  mayo del 89 cuando volví del exilio.

_Sí, había ido a despedir a mis padres_ asiente con seguridad_ Viajaban a Francia, Enriqueta estaba en las últimas y yo estaba embarazada. No pude acompañarlos.

Él escucha el relato sin interrumpirla y luego pregunta:

_ Ezeiza… ¿te acordás? La vuelta a la Argentina. Fuimos juntos a esperarLo. Después de a poco nuestros caminos se separaron.

Ya sentados en el cordón de la vereda abandonan el campo de las ideas y se muestran las fotos de los nietos, se dicen los nombres,  se cuentan las anécdotas, llega el silencio. La conversación interrumpida da un giro impensado cuando le confiesa  entre risas que fue el amor de su adolescencia.

_ ¿Por qué no me lo dijiste antes?

_Porque estabas enamorada de mi mejor amigo. Tal vez fui el único que se dio cuenta…

 Y siguen hablando de la timidez, de los desencuentros, ¿del fin del amor romántico? ¿son los protagonistas de la última utopía?

Cuando ella mira la hora se apura a explicarle acerca del viaje en barco a la tierra de los antepasados, de las ganas que tiene de hacerlo, enumera los puertos donde pueden ir descendiendo, los itinerarios terrestres posibles.

_ Podríamos armar un grupo, reencontrarnos, tirar la idea, entusiasmar a los demás.

 Las manos se entrelazan, se sueltan. Él le acaricia el cabello.

_ Viajar no puedo,  pero sí llevarte hasta el puerto, ir a buscarte_ le dice mientras se despiden con un abrazo_ ¿Dieciséis  días navegando? ¿Qué vas a hacer?

_Volvería a leer “El amor en los tiempos del cólera”. Hacer lo que ellos no pudieron.

Se seca unas lágrimas de emoción y agrega:

_Regresar.

_Llamáme.

Pronunciar la misma palabra al unísono los hace reír a las puertas  del cementerio.

Adentro, la muerte y los recuerdos.

 Afuera, la vida y los encuentros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

martes, 8 de diciembre de 2020

Anuario 2020 del Hormiguero Lector

 



Bueno..., bueno, acá está entre nosotros el ANUARIO 2020, del blog de LIJ "EL HORMIGUERO LECTOR", de la BIBLIOTECA POPULAR MADRE TERESA de VIRREY DEL PINO, LA MATANZA, con una selección de las notas que fueron apareciendo durante todo este año, con una tapa obra de un gran Maestro Ilustrador como Marcelo Sosa que nos regala su versión de nuestra "alma mater" La Hormiguita Viajera". Gracias a nuestros colaboradores, a nuestros lectores, a todos los que hacen posible este encuentro con la palabra y la lectura de LIJ. Para leer, para disfrutar, para pensar.... y sobretodo compartir.

María Cristina Alonso, escritora, docente, Hormiguita Maestra y Coordinadora del blog y del Anuario del Hormiguero Lector.




Un gracias a dos colaboradores incansables con sus notas con sus trabajos, uno de ellos, Adrián Ferrero, siempre dispuesto a darnos lo mejor de sí, a través de su trabajo profundo y crítico, que se refleja en sus artículos y por otro lado a nuestra Hormiguita Maestra María Cristina Alonso, que a su labor de escritora, docente y estudiosa de la LIJ, suma su función de Coordinadora de nuestro blog y de nuestro Anuario, poniendo garra, corazón y toda su inteligencia para hacer del Hormiguero un lugar de calidad y de encuentro.

A pesar de ser un año duro..., muy duro, con una pandemia que asoló al mundo, en el Hormiguero, pusimos todo el amor, toda la fuerza, la inteligencia, para acompañar a nuestros lectores, gracias por su fidelidad, gracias por acompañarnos, por darnos fuerzas, por visitar nuestras páginas y nuestros espacios en las redes sociales, por recorrer nuestros senderos de este Hormiguero que es la la Casa de todas las Hormigas que llevan sus alforjas llenas de palabras, de cuentos, de leyendas, de colores y formas, gracias a los bibliotecarios y docentes por estar siempre, en especial en este año de dolor, de lucha, donde nos dimos cuenta de que material de calidad estamos hechos, y así, pudimos compartir con nuestros lectores, rompiendo barreras, achicando distancias, abriendo puertas y ventanas, y tendiendo puentes de lectura y de amor. GRACIAS A TODOS Y TODAS, por ser, por estar, por compartir....!!!



BRAVO...., BRAVO.....!!!

(debajo va el enlace para recorrer todo el Anuario 2020)


https://drive.google.com/file/d/1BsxRXQ_ga4ROELjshTVYpsomtjT5YmcR/view?usp=sharing

lunes, 7 de diciembre de 2020

Bibliotecas domésticas en una ciudad lectora

 




Es una compañera ineludible en la instrucción de una persona porque contribuye a desarrollar no solo la imaginación en los niños y en los adultos, sino que también ayuda a adquirir un pensamiento crítico. La lectura, como una fuente fundamental del conocimiento, viene perdiendo terreno en las últimas décadas; afortunadamente, con alguna frecuencia, se plantean estrategias para recuperar el hábito de leer.


Hay propuestas interesantes como “Tucumán ciudad lectora. Bibliotecas domésticas barriales. Espacio de integración social y cultural”, cuya autora, la doctora en Letras, Honoria Zelaya de Nader, dio a conocer hace un par de años. En su fundamentación se afirma que atender problema de la lectura exige definir proyectos estratégicamente coherentes, así como estructurar una fundamentación conceptual a partir de la cual se logren generar líneas de trabajos y acciones específicas para poner en marcha bibliotecas domésticas de literatura infantil juvenil, en zonas carecientes de la ciudad. “Al iniciar la elaboración del proyecto estábamos seguros y lo seguimos estando, de que para lograr tal anhelo era insoslayable contar con el compromiso de los progenitores, conscientes de que sin mediadores mínimamente calificados en la disciplina, el proyecto era inalcanzable”, se indica.


A partir de una encuesta realizada por la Escuela para padres animadores de la lectura, fundada por Zelaya de Nader, en 20 manzanas de San Miguel de Tucumán, en hogares de distintas clases sociales, se llegaron a algunas conclusiones: los hábitos lectores se forman fundamentalmente en la escuela, sin tener en cuenta que el comportamiento lector en el hogar registra una importancia mayor y que la de la falta de lectura y la ausencia de libros en el seno doméstico es alarmante. Se mencionan sondeos de las universidades nacionales de Lomas de Zamora y Tres de Febrero: sobre 2.974 personas de todos los niveles sociales, un 52% no había leído un solo libro a lo largo de 2015 y el 61,9% no pudo dar ni siquiera el nombre de un escritor.




“Es necesario visualizar el tema no solo desde la perspectiva del desarrollo económico social y cultural del medio, sino también desde la participación de la familia, mediante investigaciones sobre perfiles lectores de padres y más aún desde la apertura de bibliotecas domésticas en barrios carecientes, que funcionen diariamente, dos o tres horas en casas de familias, atendidas por progenitores o voluntarios previamente capacitados por especialistas en literatura infantil juvenil”, se explica.


La iniciativa busca habituar a los niños de sectores desfavorecidos de la sociedad a utilizar las bibliotecas domésticas con finalidades recreativas, informativas y de educación permanente; establecer un primer contacto con el libro de forma lúdica; incrementar el interés y el gusto por la literatura como expresión de cultura y despertar la necesidad de elaborar sus propias creaciones.




Nos parece importante que esta iniciativa que ya ha sido desarrollada en Japón, pudiese convertirse en realidad en nuestra sociedad, donde cada vez más crece el protagonismo de lo superficial en desmedro de lo espiritual. Si niños y padres adquieren el hábito de la lectura, estaremos contribuyendo a forjar ciudadanos más sensibles, y tal vez más solidarios y comprometidos


Artículo extraído del periódico La Gaceta de la Ciudad de Tucumán, ARGENTINA

07/12/20. Enviada por la Dra Honoria Zelaya de Nader para el Hormiguero Lector.

domingo, 6 de diciembre de 2020

María Elena Walsh: "poeta para adultos”







por Adrián Ferrero

 



      Los poemas de María Elena Walsh (tal el título bajo el que fueron reunidos), datan en su compilación de 1994, al menos así consta en la edición de la que dispongo. La portada del libro lleva fotografía de Sara Facio, una de las que las más emblemáticas de esta autora, la que la ha vuelto perenne de entre su álbum público.

     Ahora bien: ¿cuántos libros contiene esta Summa? En principio tres, y luego una sección titulada Otros poemas (1978-1994). Los que no dieran la impresión de estar compuestos de  modo atomizado sino orgánico, son los libros Otoño imperdonable (1947), su debut, Baladas con Ángel (1952) y Hecho a mano (1965), organizada según secciones. Pese a que pudiera dar la impresión de obra exigua, sin embargo cabe recordar que María Elena Walsh escribió asimismo toda una serie de poemas para niños (que no están aquí contenidos), que recopiló de la tradición popular otros tantos y que compuso canciones para adultos y niños, de parte de las cuales ya me he ocupado de abordar, cuyas letras bien pueden ser leídas como piezas poéticas. Esta capacidad de María Elena Walsh de dar cabida al género lírico en todos los campos de su trabajo (que se multiplicaron), nos dan la certeza de estar ante una poeta de una enorme ductilidad. Es como si asistiéramos a una artista capaz de desplegar un registro de producciones de una densidad que tiende a condensar más que a expandir materiales con una carga ideológica pero a la vez lúdica o simplemente estética que la vuelven infrecuente en el panorama de los escritores argentinos. Por otra parte, no son tantas las autoras que por la época en que María Elena Walsh da sus primeros pasos en la poesía lo hacían. También en eso fue figura precursora. Alfonsina Storni firmaba en algunas de las revistas en las que publicaba María Elena Walsh, al igual que el propio Borges.



     Hay varios temas que regresan a los distintos poemarios. Uno muy recurrente es el de la condición femenina, su sojuzgamiento histórico pero que aún se mantiene completamente vigente, si bien de 1994 a 2020 han pasado varios años. María Elena Walsh rastreará escenas desde la vida en los barrios, con momentos de agresión o prepotencia, la bravuconería de cierto machismo, los mandatos femeninos bajo distintas dimensiones, las tareas domésticas obligatorias y de una circularidad paralizante que impide la realización más plena, la maternidad como destino, una forma compulsiva pero no siempre vocacional de mandato de la condición femenina. Y frente a este sistema hegemónico hay toma de distancia y hay rebelión. Una rabiosa toma de posición que la ubica en el espacio de la transgresión y también de lo prohibido. Por supuesto que rescata figuras axiológicamente connotadas modo positivo entre los varones, como este Ángel de las baladas. Pero no son las figuras más frecuentes. Sí evoca la de su madre con recurrencia, en particular como la transmisora de tradiciones que ella prosigue pero que no son las estrictamente ligadas a una ideología de género de carácter normativo. Sino en todo caso las asociadas a una identidad propia de una cultura familiar que se aspira a proseguir.

     Otra constante es la de la ensoñación nostálgica por un tiempo que se ha esfumado, del que se gozaba porque no suponía ni prisas in apremios y ahora se ha o esfumado o acelerado. Un tiempo devorado por lo relojes, muy asociado a la vida barrial en lugar de a la vida citadina. En efecto, Walsh distingue tópicamente con claridad entre lo que ha sido esa vida de antaño, vecinal, a este tránsito urbano que atropella, evita las relaciones humanas entre conocidos sino se da en medio del anonimato. Esta perspectiva sitúa al presente como un momento que no ha avanzado en progreso en lo relativo a la comunicación social. Y sitúa al sujeto en una instancia de desconocimiento del semejante frente al que sin embargo debe convivir, en una situación paradojal. La vida de otros tiempos era la que sumía en los libros, en escritura de cartas o poemas, en el diálogo interpersonal más que en la conversación fugaz del tránsito por el centro en un día de actividad laboral, en un ómnibus o en un subte.

     Y en lo relativo a la situación de la mujer, señalaría que el yo lírico, con un sospechoso aire de familia con la firma autoral, repite sin embargo tradiciones heredadas de su madre, como dije, una figura que ella reivindica en más de una oportunidad. Por ejemplo, se refiere concretamente a la ceremonia de la preparación de los dulces y mermeladas. Pero lo hace indicando con énfasis en que en su caso se trata no de una obligación sino de proseguir una costumbre de sus antepasados que no quiere que sea sustraída por el tiempo. Recupera esa ceremonia cuidadosamente, deteniéndose en cada paso que requiere la preparación, siendo respetuosa de cada paso pero también de todo el proceso que suponen los cambios en una sustancia.

     El amor se presenta tanto dichoso o como desdichado, según los casos, y las dedicatorias son los suficientemente elocuentes como para sacar las conclusiones del caso. Lo cierto es que el amor no ha sido de resolución fácil en la vida del yo lírico, eso queda a las claras. Y sin embargo hay chispazos de una enorme felicidad que pone a raya a la amargura. Pero de todos modos subyace el conflicto. El yo lírico recién puede sentar las bases de un vínculo verdaderamente afianzado en la madurez, cuando todo lo más apasionado de la vida ha transcurrido, y queda este “otoño” (para ser fieles a la condensación del título en una palabra) que sin embargo no deja de deparar sorpresas. Lo inesperado, anuncia Walsh con palabras esperanzadas, llega incluso en momentos en que la vida parecía confinada a ser clausurada, carente de todo sobresalta. Hay aquí una suerte de apacible morosidad por dentro de la cual el amor maduro restituye la calma y la posibilidad de gozar la vida cotidiana con serenidad.

     En la primera etapa de este conjunto de su poesía completa predomina un tono elegíaco. La nostalgia, todo aquello que se ha dejado detrás y, también, ya no se será pero se podría haber sido, aún no ha sido asumida. Cuando sin embargo en la medida en que los poemarios progresan los rasgos identitarios así como el tono de las creaciones dieran la impresión de ser cada vez  más plenos. Como si el yo lírico conquistara una plenitud (o se la permitiera), que antes permanecía en un plano completamente retraído.



Se recuperan otras geografías, incluso otros países, como Francia, con la evocación de un hotel que ha sido espacio de aventuras en el sentido de que ha cobijado a quienes se atrevieron a visitar París no como turistas de lujo sino como habitantes que llegan no a vivir en el lujo. El campo argentino, con sus ceremonias, sus habitantes, sus costumbres y ese aroma propio de la naturaleza que no se encuentra, al igual que el tiempo que se disfrutaba, en las ciudades está presente bajo el sonido de sus guitarras, la geografía de un espacio que no depara demasiadas sorpresas a quien se interna en su superficie, como otros países ricos en un relieve que no es el de la pampa. El campo argentino sin embargo, como geografía por excelencia de nuestro país es descripto con pinceladas certeras y sin lugares comunes, más a partir de sus sonidos que de imágenes plásticas asociadas al orden de lo visual.

     Hay un poema dedicado a Eva Perón, significativamente el que cierra el conjunto de todo el libro. Si bien es una apología de esta figura pública por todas las conquistas que logró para la mujer, también se pone el acento en el modo como ella acudió a la beneficencia como un recurso que sin embargo no avergüenza ni debe avergonzar a juicio de Walsh. Simplemente fue su forma de encarar el auxilio a una población necesitada de recursos primordiales. Fue una política según la cual su decisión definió un estilo de gobernar socialmente. Pero esta mujer pese a ello torció el curso de la Historia, a ojos del yo lírico. Es diría yo que, por fuera de los poemas de reivindicación de género, el único de todos las piezas que componen el libro que aborda un contenido político explícito con tono apologético. Y se nota que la atención de María Elena Walsh está concentrada, lo repito, en conquistas de género pero también en el contrapunto que esta mujer tan poderosa desde el punto de vista de su determinación fue desafiante frente a las clases dominantes. Mucho tiene que ver en esto la militancia de María Elena Walsh en torno de los derechos de las mujeres, el acceso a nuevas conquistas, a nuevos espacios de creación, recreación y para un crecimiento en paridad con el varón. Tal vez tenga mucho que ver en esta dimensión la situación que seguramente le tocó afrontar a esta artista a lo largo de toda su carrera, siendo mujer frente a un sistema de consagración y promoción de las figuras públicas con fuertes componentes patriarcales pese a que su trayectoria nadie podría negar que no fuera exitosa. Frente a esos obstáculos sin embargo María Elena Walsh no se arredró ni tampoco el sistema de sexo/género le denegó por ello el consagración. La confirió en cambio un lugar en el que estuvo, precisamente, a la vanguardia, innovando en territorios que no solían ser los más frecuentes para una mujer. Le esperaba a María Elena Walsh la celebridad más encendida.

     Los poemas por lo general en verso libre sin embargo por momentos sorprenden con el virtuosismo de sus sonetos o de otras composiciones que dan la pauta de que la musicalidad de la que luego haría gala en la letrística de sus composiciones ya despuntaba y podía entreverse en esta capacidad de urdir mediante el lenguaje formas estables según ciertos parámetros propios del arte poética. En efecto, Walsh es avezada en la construcción de formas verbales, los tropos, un manejo de la retórica que denotan destreza en la manipulación de la lengua poética, articulando significado y forma, sonido y sentido. Lo que da por resultado una cierta clase de poesía en algunos casos según la cual el acento está puesto en ciertas partes de la construcción poética.

     Los  poemarios alternan la dicha y la desdicha como estados de ánimo que más que conjugarse como en toda personalidad se alteraran según momentos de la vida del yo lírico. Hay avatares estables que sumen al yo lírico en un estado determinado, de congoja o de alegría o hasta euforia que demarcan el territorio de estos poemas. Esta circunstancia bien puede ser pensada en términos de que al no ser tantos poemarios los que componen el libro, también estarán fechados según las etapas en las que han quedado plasmados. Esto es: los momentos de escritura y publicación serán el indicar más claro de un determinado momento personal pero también histórico. Escribir en tiempos oscuros constituye una forma de ahuyentar a los fantasmas, de conjurarlos. Y, por otro lado, dejar sentado aquellos instantes de euforia o de alegría inaudita también es un modo de perpetuarlos. De que de modo inmarcesible no perezcan.

     También María Elena Walsh es terminante en su simpatía por los artistas y su antipatía por los hombres de negocios, los hombres machistas, los represores y toda figura que atente contra la libertad de las personas pero, sobre todo, de las mujeres. Traza una divisoria de aguas neta entre lo que considera las personas que favorecen la realización de las personas, el progreso de la sociedad, la positividad creativa y recreativa del arte. Y quienes, de modo censor, acallan, siembran de miedo o de silencio la poesía, la música, expresión manifestada a través de la voz. Tener la voz, dar la voz a otros pareciera ser un punto que a María Elena Walsh le resulta primordial. Mediante estrategias de representación literaria ella construye figuras de la realidad social que de otro modo permanecerían sustraídas a la sociedad, sin posibilidad de representación, de ser visibilizadas o bien de ser escuchadas. Esas voces son las que María Elena Walsh aspira a que resuenen en la sociedad como canto pero también como verbo, plasmadas en poema.

    La música también aparece como una presencia recurrente, no solo, como dije, provocando ciertos efectos fónicos producto de la combinatoria de las palabras, sino de la vida del artista o la artista que se consagran a ella. Los instrumentos musicales (el piano, la guitarra), entre otros elementos que remiten al universo de la vida artística asociada a esta vertiente de la producción estética. Y también hay poemas que están titulados con el nombre de cierta clase de composiciones musicales, ciertos géneros, remitiendo de ese modo un universo sémico a otro. Y componiendo un conjunto al tiempo que poniendo en contigüidad lo que es evidente a ella misma le sucedió en su carrera. Fue música, fue compositora, fue escritora y fue también intérprete.



     Los recuerdos son una constante. Porque así como está esa evocación nostálgica por la vida en los barrios, la vida sin relojes, la vida por fuera de las prisas, también está la evocación de ciertas ceremonias propias de otros momentos de la vida del yo lírico, sobre todo vinculados a su pasado. A encuentros, a visitas, a costumbres que se tenían por frecuentes o habituales a cierta altura de la vida.

     Estamos hablando en este artículo de un libro que permite vislumbrar una poética que, en progresión, se desenvuelve diacrónicamente y permite apreciar los grandes desencadenantes de los cambios en un yo lírico que María Elena Walsh construye de modo plural pero por detrás del cual es su voz, una voz inconfundible, traza los contornos de fases, momentos, transiciones pero, sobre todo, en que la identidad compone un friso de escenas.

     Si la evocación, como dije, es un leitmotiv, el recuerdo de un episodio trascendente de su vida regresará. Es el del que mantiene con el poeta Juan Ramón Jiménez, en cuya casa ella residió durante una temporada siendo muy joven por invitación del poeta, radicado por entonces en EE.UU. Esta estadía en verdad a ella la ubica en una situación descolocada, fuera de lugar. Yo lírico y yo empírico se conjugan en ese poema para dar cuenta de una experiencia que no fue del todo grata para María Elena Walsh, pese a que en su descripción no hay ni violencia ni maltrato. Hay malestar, decepción, sensación de permanecer en el lugar equivocado. Una amargura propia de quien no se siente a gusto ni tampoco se siente presente en el momento justo en el lugar adecuado. Es más bien la descripción de alguien que permanece en un espacio más por fatalidad o compromiso que por convicción.

     Ahora bien: ¿qué vienen a aportar estos poemas de una artista como María Elena Walsh al resto de su producción y a su imagen de autora? Diría en principio que la vuelven una escritora más completa y más compleja a la vez. Alguien capaz de atravesar por públicos muy distintos, de diferente grado de maduración, con la misma habilidad y la misma capacidad inspirada. Esto la confiere entonces un efecto totalizador a su proyecto según el cual ya debemos atender a cuentos y poemas infantiles, canciones para niños y para adultos, obras de teatro, novelas para adultos y para jóvenes, participación en films, participación en TV, escritura de guiones, musicología, interpretación, escritura de ensayos y artículos para diarios y revistas. En fin, una personalidad multifacética que logró mediante una plasticidad que se da en muy pocos casos de la cultura artística de un país la construcción de un sujeto mujer que incursionó por casi todos los territorios de la cultura artística. Aquellos por los cuales alguien con inquietudes pero también con solo un talento superlativo puede hacerlo. Y alguien que lo hizo con excelencia y jerarquía, además de con ética profesional.

     Lo que sí señalaría de estos poemarios es que no se da el fenómeno del nonsense, el desparpajo, el absurdo, pero sí la burla a la solemnidad, como por ejemplo un poema consagrado a la burocracia en la que no se la toma en serio sino que María Elena Walsh se mofa de ella con sus mismas armas que institucionalizan uno orden represor. Queda claro que en su producción poética para adultos, María Elena Walsh acudirá a otra de las facetas en su formación y, por otro lado, la dejarán por escrito según otros recursos que en nada se parecen a todo lo que hizo en otros campos de su producción, en particular la infantil. No mezcla los registros. Cuando escribe poesía para adultos circunscribe los recursos, las formas, la índole de esa práctica a ese universo poético.

     La reivindicación es un rasgo potente que en varios planos de la condición femenina María Elena Walsh deja a las claras forma parte de un principio de justicia. Ella solo aspira a no ser atropellada, por un lado, así como no atropella. Se trata de “el buen modo”. Y, por el otro, a disponer de los mismos  derechos que sus pares varones. No me parece pedir demasiado. Me parece pedir lo justo. Y ella lo hizo en épocas tempranas, motivo por el cual sus inquietudes en esa lucha por la equidad revisten un valor agregado.



     Como para cerrar diría que como noción de conjunto nos llevamos la imagen de una María Elena Walsh que también es poeta para adultos, no que simplemente esporádicamente la ejerció de a ráfagas. Fue un género frente al que se manifestó curiosa, avezada, en el que se preocupó por formarse y también se interesó.  De hecho fue en el que comenzó su producción creativa y fue coronada por un coloso de por entonces como Juan Ramón Jiménez. Me parece que todo ello contribuye a hacer de ella una figura que también en esta dimensión de la invención destaca. Y lo hace con brillo. Las tramas complejas de una producción literaria riquísima se ven entonces reforzadas por este otro corpus, que aborda nuevos temas, según otro lenguaje, desplegando otros códigos, pensando en otra clase de interlocutor que a su vez la leerá ya no solo como la autora infantil en que el lugar común ha querido situarla, sino como la escritora adulta, madura, preparada, para adultos, que también destaca de modo sobresaliente y sabe tocar fibras íntimas. Lo hace de modo eficaz sin alardes. Y lo hace de un modo que mantiene esa excelencia que jamás decae en Walsh. Una poética, un proyecto creador que incorpora, nutriéndose de muchas fuentes, procedimientos para luego volcarlos a todas las dimensiones de labor creativa. De modo logrado, María Elena Walsh vuelve a triunfar esta vez, anexando un nuevo territorio

jueves, 3 de diciembre de 2020

Cuento: "El frasco"

 

                                                                     por Silvia Nou (*)

Finalizando la temporada estival había elegido ponerse como sobrenombre Vir. Era una

costumbre que tomaba en vacaciones. Llegaba el momento en que los turistas le

preguntaban “¿Cómo te llamás?”. Para hacérsela fácil respondía con dos sílabas o un

monosílabo. Un enero fue Caro, un febrero fue Mini y un marzo fue Cande. Nunca

Anastasia Romanov ni Wendolin. Bajo el sol playero importaba más el factor de

protección del bronceador; cargar las reposeras; arrastrar la heladerita; remontar las

dunas; mirar los colores de la bandera flameando aterida sobre el techo de la caseta del

guardavidas con tatuaje de dragón en el hombro derecho o que no hubiera aguavivas o

qué hacer si aparecen tres tiburones que averiguar si la chica, la que los atiende, tiene

nombre histórico o del título de una canción.

Era su forma de solidarizarse con ellos y no complicarles la existencia. “Traéme una

mila”;”Unos tallarines con crema”;”Te olvidaste el pan”;”Flan con crema…no, no…con

dulce de leche.”

En las tarde libres paseaba por el bosque recolectando algunas piñas para guardarlas

junto a otras recogidas en parques, plazas, plazoletas, patios de iglesias o de escuelas

para luego convertirlas en vecinas de una que la bisabuela se llevó de recuerdo del

Unzué.



A su muerte, cuando desarmaron la casa ella se quedó con un anillo de oro con rubíes y

con un recipiente que originalmente había contenido aceitunas negras. Aún recordaba con

qué parsimonia introducía el cucharón para servirlas; sus manos, inmaculadamente

blancas. Por aquel tiempo no le gustaban, después de su primera temporada, sirvió cien

ensaladas “Caprese” condimentadas con aceto no con vinagre, con vinagre no.”Con

acheto” pedían las señoras arrastrando las eses mientras ella se las comía a las eses y a

las olivas que a veces quedaban en los platos con monograma lila.

Al regresar a su ciudad la cuarentena la sorprendió sola, en el departamentito que

alquilaba. Durante días para no violarla se encogía y de un salto se introducía en el

frasco donde había guardado las piñas más pequeñas, frutos de roble, agujas de pino,

algunos caracoles.



Desde ahí escuchó las fuertes discusiones de la pareja vecina; los llantos del bebé

nacido el 16 de marzo según habían comunicado, a través de un cartel en el ascensor, los

del 6to A y voces de locutores y locutoras repitiendo: covid, covid, covid. Cerrando los

ojos podía revivir la humedad de la lluvia mojándole la piel, recordar las sudestadas y los

abrazos.



En ese refugio liliputiense que frecuenta a diario sopla aire marino, hay rumor de olas y

silenciosa soledad de bosque. Se enteró de que hay otros que se recuestan sobre blanca

arena capturada en frascos que una vez tuvieron mermelada; le contaron que hay quienes

bucean junto a estrellas de mares lejanos regaladas por marineros que navegaron en

sampanes. Una amiga íntima le confió que se ha armado una laguna con restos de

perfumes franceses. Cuando aspira la fragancia recuerda cómo llegaron a sus manos,

cuándo los usó y con quiénes.”De cuarentena en Grasse” decía el wasap.

De noche sale y se estira.

Mientras sus conocidos devoran la cuarta temporada de una serie de papel, ella

nostálgica mira el cielo estrellado, las formas de las nubes, la Superluna rosa de abril.

Ruega que el próximo verano pueda reencontrarse con la población de riesgo, con los

pequeños que no pueden acercarse a sus abuelos para no contagiarlos y con los de 43

¿la edad promedio ?Los rostros desfilan. No quiere pensar en posibles ausencias. No

importa que estén indecisos con lo que van a almorzar ni que protesten por el punto de

cocción del asado.

“Mejor quedarme en casa entrando y saliendo de mi refugio mental quince días más” se

dice a sí misma tratando de convencerse. Pero el final de una videollamada la ha hecho

dudar.

_Tengo ganas de verte. Ya. “Mis amigos saben lo que yo siento…lalala…aaa”

_”No como ni duermo sin vos pero no se puede…”_ responde cantando_, falta poco_

agrega con un suspiro.

.El diálogo se desvanece. Silencio.

Se sirve una copa de vino Malbec. Necesita volver a escucharlo. Sobre el hombro aún es

nítida la marca del bretel de la bikini. Extiende la mano en la cama. Revuelve las palmeras

de las sábanas estampadas .Busca el celular. La foto de la tabla de surf no está más.

Bloqueada. Blo quea da.

Bloqueada llora hasta la inundación y se hunde en las fauces del dragón, decenas de

rocas puntiagudas sobresalen del agua semejantes a afilados dientes; el océano entero

escupe su espuma y castiga la playa. La tormenta no deja nada en pie .Se pierde en la

inmensidad del mar de la impotencia. Le han puesto un tapabocas a la fuerza. La ha

dejado sin la posibilidad de intercambiar una palabra.

Ahoga un grito contra la almohada pero alguien le pone sonido a su película muda.

Escucha con atención tratando de identificar de dónde provienen los gemidos.

Se pone el jean, abre la puerta, recorre el pasillo en tres pasos largos, toca el timbre.

Ludovica tiene una marca en la cara. La mira sin saber qué decirle, qué hacer. Tiene

ganas de meterse de nuevo en su refugio y no salir más, encerrarse en su mundo y no ver

el otro, quedarse apocopada, callada, quieta, haciendo la plancha y que el gusto salobre

sea el del mar no el de las lágrimas. “Dejáme probar, yo te dejo probar del mío, no hablés

más, se te derrite el helado, beso limón, beso frutilla, TOCO TU BOCA…”

La oscuridad dura unos minutos. Cuando automáticamente regresa la luz, su vecina no

está más. Lo ve en un primer plano. ¿Es el mismo tatuaje? Baja la cabeza presintiendo el

peligro pero en vez de moverse, pierde el control y arremete con una rabia equivocada,

golpea con los puños cerrados, clava las uñas. Sus pies descalzos abandonan el piso de

cerámica gris y en un instante el dolor en el corazón traba una alianza con el dolor del

puñetazo en la mejilla izquierda.

Entonces el verano ya no es el que fue, es apenas un puñado de granitos de arena que

caen de sus bolsillos y se estrellan contra la pared.

Es un frasco roto.


(*) Silvia Nou, escritora y docente, egresada de la carrera de letras de la Universidad Nacional de Rosario, Provincia de Santa Fé, ARGENTINA. Ha participado de diferentes concursos, obteniendo premios y menciones. Hoy comparte con El Hormiguero Lector uno de sus trabajos.

(En la actualidad reside en Firmat (StaFe).Vivió muchos años en la ciudad de Rufino donde formó su familia.

Ejerció la docencia hasta su jubilación(Licenciada y Profesora en Letras).

Publica en "El Correo de Firmat ".

Durante 2020 recibió premios literarios por parte del Centro de la emigración castellano leonesa;del Centro Vasco Francés(BsAs).Segundo premio por su cuento "La señorita Dulce" en los  15º Juegos Culturales Evita/StaFe.)

Recorriendo los senderos de nuestra Patria Grande y sus Hacedores de LIJ: Oscar Pantoja, pionero de la novela gráfica en Colombia

  Reflexiones sobre literatura del escritor colombiano Öscar Pantoja ¿Qué y cómo leen hoy los jóvenes en Colombia?  Se está escribiendo desd...