Translate

martes, 29 de septiembre de 2020

¿Por qué leer libros en la era digital es importante?




por ANTONIO FERNÁNDEZ VICENTE (*)



 Un ensayo fotográfico de André Kertész, donde las instantáneas nos muestran momentos de recogimiento y fascinación en torno a la lectura, se tituló sencillamente Leer. En una de las fotografías, tres niños húngaros desharrapados devoran con avidez, encorvados, el mismo libro.

¿No sería hoy una estampa más significativa la de niños (y adultos) absortos en la lectura de sus dispositivos digitales?

Al igual que hay oyentes que oyen sin escuchar, y videntes que miran sin ver, los analfabetos secundarios -en palabras predigitales de Enzensbergerhace más de 30 años- no son capaces de leer entre líneas ni de explorar e indagar en los textos.

Las formas de leer a través de dispositivos digitales privilegian lo que la neurocientífica Maryanne Wolf llama skim reading: sentimos impaciencia cognitiva al mismo tiempo que nuestra capacidad para la lectura profunda, para el análisis crítico, la ausente y renombrada empatía, se empobrece.

En realidad son los valores de nuestra sociedad, la velocidad, la interconexión y el pragmatismo, los que se encarnan en el uso generalizado de tabletas y smartphones. De ahí la valoración del speed reading, a través de aplicaciones como la RSVP (Rapid Serial Visual Presentation).

Se trata de economizar el tiempo y los movimientos oculares incluso aunque sea a costa de la calidad y profundidad de la lectura.

La lectura como desaparición

Recuerda la imagen inicial de los niños el comienzo del prefacio que Marcel Proust escribiera en 1905 a Sésamo y lirio, de John Ruskin: “Quizá no hubo días en nuestra infancia más plenamente vividos que aquellos que creímos dejar sin vivirlos, aquellos que pasamos con un libro favorito”.

La lectura atenta, que trata de descifrar los entresijos y complejidades de los textos, es una forma de vivencia en tiempos lentos y, además, un modo de desaparecer de sí. Olvidamos nuestras vidas para sumergirnos en otras. ¿No es esto realidad aumentada?

pintura1.jpg

Mujer que lee en el tren, de Edward Hopper.
Mujer que lee en el tren, de Edward Hopper.

Son lecturas en silencio, creativas, frente al ruido ensordecedor. Las experimentamos en la intimidad de una precaria iluminación, sustraída a la comunidad, como la ilustrada por el pintor flamenco Matthias Stom. La luz y la imaginación corresponden al lector.

pintura2.jpg

Painting of man reading of candlelight, de Mattias Stom.
Painting of man reading of candlelight, de Mattias Stom.

Al contrario, la hiperestimulación y la hiperconexión dan lugar a lecturas volátiles. No hay retiro posible cuando caemos presos de la doctrina del Always on descrita por la socióloga Sherry Turkle.

Siempre conectados y por tanto anclados de forma inexorable a nuestros contactos, como en la lecto-escritura compartida y comentada por los propios lectores de Candide 2.0. ¿Por qué esa obsesión con escribir y contribuir a la infoxicación? ¿Por qué no enorgullecerse, con Borges, no de lo que hemos escrito, sino de lo que hemos leído? La lectura también es activa y creativa.

La degradación de la lectura se expande por el colonialismo digital y sus modos normativos de lectura. El papel sabe a poco: nos parece una prisión cuyos lindes son infranqueables porque requiere el esfuerzo de imaginar por uno mismo.

La lectura como encuentro con lo diferente

En todas las fotografías de Kertész esa mirada escrutadora e incierta, absorta en las peripecias y pensamientos arrojados por otros, revela que la lectura es un viaje a lo desconocido.

pintura3.jpg

Kertész.
Kertész.

Como nos decía Italo Calvino en Si una noche de invierno un viajero, leer “es ir al encuentro de algo que está a punto de ser y aún nadie sabe qué será”. Olvídate de la televisión, nos decía. ¡Olvídate del dispositivo digital hiperconectado!

Habría que dejar, con Calvino, que todo el mundo que nos rodea se esfume en lo indistinto, más allá de cualquier estímulo o preocupación egocéntrica. Leer para salir de uno mismo y encontrarse con lo que no eres tú. Pero no para huir de este mundo, sino para comprenderlo mejor desde otros puntos de vista diferentes al nuestro. Es una práctica contraria al narcisismo gregario presente en las redes sociales. Leer para entender en profundidad a los demás.

Leer no es cómodo. No es para consumidores ni clientes. En una carta de 1907, Kafka nos conminaba a leer los libros que nos estremezcan y golpeen: “Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros”. Las mejores lecturas suelen ser las que propician zozobra en el lector y conmueven sus creencias más arraigadas.

Decía Kafka que leemos para hacer preguntas. ¡No para responderlas! Y mucho menos para habitar la burbuja de los filtros en las redes.

Es lo propio de la curiosidad: preguntar de continuo ¿por qué?, como harían los niños fotografiados por Kertész. De hecho, ése es el origen de las narraciones: inventamos los relatos para dar forma a nuestras preguntas.

Lectura trivializada

El historiador de la cultura Roger Chartier advirtió cómo, a partir del siglo XVIII, tomó forma otra clase de lectura. En lugar de centrar la atención en la lectura intensa de un texto, es decir, la lectura que lee y relee, que aprende de memoria y recita, se empezó a prestarle menos atención al acto de leer.

Se leía a modo de carrera extensiva -leer más y más textos-, donde la velocidad y el ansia de novedad corrían parejas a la merma en la atención lectora. Más no es mejor.

La saturación de (micro)textos online trivializa el acto de leer y lo despoja de sus dimensiones profundas de análisis e inmersión. Lo convierte en una práctica mecánica y anodina. Analfabetismo secundario digital.

*Este artículo fue escrito por Antonio Fernández Vicente, doctor en filosofía de la comunicación, de la Universidad de Castilla-La Mancha para THE CONVERSATION.

El placer de escribir. Reflexiones acerca del taller de escritura desde una óptica personal.



por María Cristina Pizarro de Iriberri


Introducción

 Este trabajo está constituido por una serie de reflexiones sobre el taller de escritura, las que representan la elaboración y el fruto de experiencias muy gratificantes en mi trayectoria docente. Los hilos conductores que me comprometen en esta tarea van, desde el recuerdo intacto de felicidad que sentíamos algunos niños y yo durante las clases de redacción cuando muy ansiosos me consultaban, alegres entregaban los trabajos y contentos percibían que los demás habíamos comprendido su mensaje, hasta la participación en talleres literarios a cargo de poetas y narradores; y desde mi amistad con escritores de distintas corrientes literarias hasta la coordinación de talleres destinados a niños, adolescentes y, actualmente, a docentes del nivel inicial y primario. Mi objetivo es contribuir con los docentes a una práctica total del acto de escribir, que valorice las posibilidades de inventar, representar, construir, actuar, interpretar, cambiar, transformar, con la finalidad de lograr un mejoramiento individual y colectivo en el marco de la vida social. Mediante la explicitación de algunos principios teóricos persigo la intención de ir perfilando líneas directrices en el ámbito de la creatividad verbal, de modo tal que cada destinatario sea capaz de descubrir y orientar sus propias acciones.

Fundamentación teórica de las experiencias

Siendo la escritura un legado que recibió el hombre como testimonio no sólo de sus capacidades sino también de su necesidad de perpetuar y transmitir sus deseos, sentimientos, ideas y, al mismo tiempo, considerando que el ser humano es proclive a expresarse muchas veces por el único motivo de dar sentido a su vida, utilizando para ello la danza, el canto, la imagen y la palabra, propongo una práctica del acto de escritura tomando como punto de partida la elección de lo placentero que, en forma paulatina, hará surgir nuestra propia imagen como si la escritura se conformara en un espejo, superando la necesidad narcisista que pervive en cada sujeto, en tanto que ese universo de significados entretejido por signos, le permite salir de su soledad, irrumpir el ensimismamiento y potenciar las virtudes del encuentro con el yo. Tomando como premisa básica que la escritura es comunicación, es sumamente importante reconsiderar el vínculo que se establece entre los distintos elementos de ese proceso comunicacional: el vínculo entre el que * Profesora de Lengua y Literatura Infantil y Lengua y Literatura Preescolar. encodifica y el que ayuda a procesar; el vínculo con el texto; el vínculo con el otro y el vínculo con el mismo acto de escribir. En la búsqueda de un clima apacible, de alegría constructiva, generadora de libertad interior y en el encuentro de un marco cordial, será lanzada la primera consigna, que dado el carácter evocador posibilitará promover otras consignas en relación con los discursos obtenidos, ya que la esencia de la palabra es la relación y toda palabra engendra otra que la confirma o contradice, la reanima o la destruye. A través de lo dicho, se cumple la función de motivar la tarea y el rol del coordinador es aprovechar el estímulo para orientar la concreción, mediante el acto de escritura, de las fantasías del mundo imaginario, manteniendo un incesante movimiento de operaciones lingüísticas. Así la creatividad verbal se verá favorecida por la seguridad, la autoconfianza, la responsabilidad y el compromiso de los participantes del taller. La interacción con el texto brinda la oportunidad de descubrir lo inconsciente del discurso creado, despertando sorpresa, inquietud, maravilla y ejerciendo así el poder terapéutico del misterio de la palabra como símbolo y revelación de lo desconocido. El proceso de construcción de cada discurso estará estructurado en un marco de significados posibles y probables que se vinculen con nuestros deseos o vivencias poetizadas o metaforizadas por la utilización del lenguaje en toda su plenitud, incluyendo la diversidad de recursos que enriquecen nuestra expresión interior. Cuando escribimos, nuestro interlocutor ausente puede aparecerse ante nosotros con una ansiada imagen especular, que observamos, por ejemplo, en las comparaciones y analogías donde un objeto devuelve imagen a otro. Nos unimos en un pacto secreto buscando la descarga de emociones que inciertamente recibirá el otro. En ese encuentro con el otro está la cura del alma. La escritura nos permite conectarnos más de cerca con nuestra propia intimidad y, en esa veracidad, en esa búsqueda de la verdad también queremos comunicar ese discurso que nos identifica, al destinatario que sabrá interpretarlo dentro de un marco interactivo.



Consideraciones sobre el modo de abordar el taller de escritura

 Con la finalidad de que la construcción del texto sea un intenso proceso de selección, combinación y organización en procura del desarrollo de nuestra capacidad creadora, trabajamos la palabra sola, el verso aislado y el texto, los que se constituyen en pilares esenciales para la producción de la escritura, registrando así todas aquellas experiencias significativas. Propongo, para la iniciación de la tarea, revitalizar la función poética del lenguaje, la sonoridad y el poder evocador de la palabra asociada a las primeras vocalizaciones, el ritmo de andar, la respiración, el latido, etc. Retomando la idea de que la literatura es reflejo de la vida, se vislumbra en ésta, la lucha, la búsqueda del triunfo y su relación con el juego. De allí la importancia de aprender a jugar la vida acentuando las vivencias infantiles que otorgan la visión de las cosas cotidianas y elementales como un signo positivo de prosperidad y satisfacción en el quehacer humano. Por ello, invito a rastrear lo escondido en el mismo juego que encierran las palabras, a rescatar del olvido las imágenes de nuestra infancia, a agudizar la observación sensorial, afectiva y reflexiva, a reinventar propuestas creativas para establecer la riquísima comunicación lúdica como un sitio de encuentro y proceso abierto a la transformación. En esta etapa de búsqueda de placer por la palabra, trabajamos con juegos lingüísticos, asociaciones libres, personificaciones, collages de textos, recreación de estructuras para que el participante sienta confianza y satisfacción por el discurso producido espontáneamente. En forma progresiva, intentamos lograr un mayor compromiso con la historia y con el discurso, engarzando temas referidos a la creación de un paisaje efectivo y a la construcción de personajes que van tejiendo una trama más compleja. En la elección y combinación de palabras se van estructurando el pensamiento y la afectividad, por lo que el texto constituye un valioso aporte del estilo personal de quien se ha dado el permiso de transitar libremente el universo de ficción. El modo de vivir el espacio facilitará el acto de escritura. Deambular por las calles, recorrer las veredas, contando las baldosas, saltando en la rayuela, tocando los timbres, corriendo, jugando a las escondidas, a las estatuas, remontando barriletes. Así, respetando nuestras leyes de juego y las normas del código lingüístico nos habremos adueñado del espacio vehiculizando la comunicación. Ese espacio interior e imaginario quedará transformado según el archivo de nuestra memoria afectiva y el registro que de ello haya hecho nuestro cuerpo. Considerando que en el cuerpo están almacenadas las sensaciones y conflictos (ej. gestos, perturbaciones corporales), nos proponemos buscar en el cuerpo las claves de la identidad y la expresión humanas con la finalidad de participar con la totalidad de uno mismo y ordenar nuestras vivencias, emociones, sentimientos, pensamientos, en forma creativa. Creemos que el conocimiento, valoración y aceptación del esquema corporal involucra la toma de conciencia de la presencia del cuerpo en el espacio y de allí surgirá la proyección de la imagen en el espacio social y mayor nitidez en los mensajes que deseamos transmitir, logrando asimismo un reencuentro con nuestra naturaleza interior y una comunicación globalizadora mediante un proceso de interacción con los otros.

Conclusiones       


Las imágenes cobran vida, nacen acciones y palabras. Desde el movimiento y el lenguaje gestual y verbal se va perfilando lo dramático. Actúa el personaje, aparecen el conflicto y las interrelaciones entre escenas narrativas y dialogadas. Esos actos de habla afianzan la real situación comunicativa mientras se está levando a cabo un aprendizaje creador. En la escritura como en el sueño se condensan escenas, se aglutinan elementos de la naturaleza adoptando sentidos diversos. Por medio de la sustitución se transforma la imagen y nos otorga el permiso y el placer de rebalsar nuestra capacidad creadora. Convencida de que ese contacto con el placer que otorga la escritura expandirá la capacidad de amar –la que es capaz de provocar reciprocidad y, por consiguiente, necesita del otro–, pienso que es importante destacar que mediante esta fuga repentina en el mundo imaginario alcanzamos a nutrirnos de elementos esenciales para adoptar las decisiones más acertadas en el transcurrir de las crisis vitales, en la bifurcación del camino elegido de nuestras vidas.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

“Jorge Luján: escritor y juglar de América Latina”





 por Adrián Ferrero

 

    Conocí la obra literaria de  Jorge Luján (Córdoba, Argentina, 1943)  gracias a algunos libros que me facilitó una colega,  experta en literatura infantil, residente en la ciudad de La Plata, donde resido, en virtud de que lo había invitado a participar de una Jornada sobre este campo de estudios en Argentina. Jorge Luján finalmente por un imponderable no pudo asistir, pero yo sí leer sus libros, en varias oportunidades ilustrados por la argentina Isol, ella misma asimismo autora infantil. Me causó tal impacto la poética de Jorge Luján, que de inmediato comencé una búsqueda en torno de su trayectoria y su poética. Tiene más de 40 libros publicados, traducidos a 12 idiomas. Ha grabado varios álbumes y recorrido el mundo dando recitales. Sus libros han recibido reconocimientos por parte del New York Times, el Ministerio de Educación de Francia, el Banco del Libro de Venezuela, ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil Argentina), IBBY-Brasil, The White Ravens List y A Junior Library Guild Selections, ente otros.

     Una vez en contacto con sus libros, leí su poesía y sus cuentos. Difundí sus poemas por las redes sociales. Me parecieron de una sutileza, un cuidado, una atención selectivarespetuosa desde la palabra dispensada al lector infantil, en una época que se ha consagrado precisamente a todo lo contrario: profanarla. Este ejercicio de Jorge Luján resulta verdaderamente encomiable. Además de serlo la fundación de una poética de la restitución a la palabra de su dignidad hurtada. Había un trabajo de artesanía, de sopesar cada palabra, cada verso, cada silencio, su relación con la imagen, el contrapunto entre ambas bajo la forma de un pentagrama. Se presentía por detrás de cada poema un proceso creativo y madurativo notables. Dos poemarios como Palabras manzana (2003) y Un ángel todavía (2011), cada cual en su singularidad, trazando un arco de tiempo que evidentemente también afectaba una evolución en su poética, no dejan de explorar zonas que los ponen en diálogo así como nos ponen a nosotros en contacto con su poética desde rincones distintos. En su faceta como narrador, sus cuentos, por lo general ampliamente desplegados en el espacio con ilustraciones ricas, coloridas y siluetas variadas, brindan otro paisaje igualmente diverso, que en conjunción con la palabra dan por resultado una poética que se proyecta hacia nuevas perspectivas de la investigación creativa infantil. Por otra parte, iniciativas poéticas dan lugar, indudablemente, a búsquedas paralelas en el orden de la ilustración igualmente ricas, porque la una es disparadora de la otra.     

     También Jorge Luján es compositor, intérprete, canta y conjuga todas estas artes en un proyecto creador sin fisuras. Actualmente imparte clases en la Maestría de Creación Literaria en Casa Lamm y en el Colegio Williams, además de que se presenta en diversos foros con sus espectáculos para niños y el grupo musical Baúl de Luna.

 
 

                          

  Como para conocer su formación y su recorrido, podría sumar en lo relativo a su vida de estudios y profesional que se graduó de arquitecto en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina; obtuvo una beca Fullbright para perfeccionamiento en Antioch College, Ohio, y realizó una pasantía con los arquitectos Harrison & Abramovitz en Nueva York. Asimismo, en la Universidad de Córdoba terminó dos años de Composición Musical y dos de Cinematografía pero debió interrumpir sus estudios ante el golpe militar de 1976. Emigró a México donde se Licenció con Mención Honorífica en Lengua y Letras Hispánicas en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Todo ello nos habla de un creador con una educación y una capacitación (además de un talento) que evidentemente le brinda las herramientas para dotarlo de una ductilidad indudable en el terreno de la invención.

      Tiene un canal de Spotyfie, donde se puede acceder a su producción musical y mediante diversas estrategias que van desde el libro a los álbumes, desde los recitales a la docencia en espacios específicos, tiende puentes entre todas las distintas zonas de América Latina, en especial  Argentina y México, desde una perspectiva continental, si bien su poética es de naturaleza universalista. Su refinada producción infantil es de lento proceso creativo, como me lo confió. Los ilustradores de sus obras son profesionales de dotados en consonancia con el autor. Como si la palabra solicitara de una cierta clase de ilustración que la ratificara en su excelencia.

     Le envié una solicitud de amistad vía Facebook, tuvo la amabilidad de aceptarla y con atrevimiento le envié uno de mis cuentos infantiles, “Dicho y hecho”. En ese preciso momento él estaba rodeado de unos niños, a quienes se los leyó, y me escribió de inmediato acerca del efecto que mi cuento había concitado. Este gesto en el que un colega consagrado dispensa generosidad hacia otro que en etapa de crecimiento profesional, denota humildad al mismo tiempo que pone el acento en la importancia que le otorga más al brindar y el brindarse a otros que a hacer una carrera en la que solo importa su propio beneficio o la celebridad que eventualmente le confiera su trabajo. También, en el rol de importancia para él que tiene la literatura, más allá de la antiüedad en el oficio. Para el presente caso, traza también una congruencia entre los contenidos que su poética postula, y su traducción en acciones concretas en lo relativo no solo a sus colegas, sino al semejante en general.

     Los niños seguramente si son estimulados en su justa medida e informados en todo su alcance encuentren en él un caudal inagotable de riqueza recreativa. Y también de calidez humana que he podido verificar a través de videos y grabaciones. Jorge Luján empapa de un carácter que está en sintonía absoluta con lo que ha escrito o está interpretando. Su accesibilidad, su ternura, su veracidad, hacen de él un individuo confiable y e íntegro. Pongo el acento en estos rasgos de personalidad, lo que no suelo realizar en mis abordajes críticos, porque no son frecuentes de encontrar conjugados en un colega que brinda un arte de excelencia del mismo modo que se brinda a través de él con el mismo desinterés y la misma sinceridad. En este sentido, estamos ante alguien coherente entre lo que predica y lo que practica. Entre lo que es y lo que hace.

     ¿Cómo definir a Jorge Luján? ¿como un escritor? ¿como un músico? ¿como un artista? A mí me gustaría, si me lo permiten, acudir a la palabra “juglar”. Esa que nos remite a épocas antiquísimas de reyes y reinas, tan propia de la Edad Media, en las que en la plaza pública la palabra o bien reinaba, tanto en el carnaval del pueblo o bien, por el otro, en la corte. El teórico Mijaíl Bajtín se ha ocupado de estudiar el fenómeno del carnaval durante esa etapa, lo que me resulta sobresaliente para comprender precursores en estos roles culturales en Occidente. El trabajo de los juglares era siempre divertimento. No hay aquí un mecenas al cual hace falta rendirle cuentas de lo que se hace o dice, de entretener. Porque Jorge Luján por sobre todo trabaja con la mayor libertad subjetiva que imaginarse pueda en virtud del resultado de sus producciones. Jorge Luján es un poeta y un narrador para quien las palabras tienen un peso específico, un volumen, una superficie a la par que una contundencia que se proyectan hacia un orden estético que viene a desordenar este mundo mediante una estrategia cuidadamente estética. Y, por otro lado, subvierte un uso del lenguaje instrumental que tiende a volverse agresiva o bien excesivamente simplista. Más bien Luján logra crear (sin moralejas) universos (verbales, musicales, visuales) que en tanto que alteridad se oponen a este otro que ha cobrado hegemonía: el unívoco. Su poética, destaca lo deseable de que la palabra sea ambigua, polisémica, en el sentido de semánticamente connotada.

     Su poética no está organizada según estructuras rígidas. Sino que por el contrario explora, juega, investigando en la dimensión lírica del lenguaje. Pone en diálogo la dimensión visual del texto, la icónica (además de las ilustraciones propiamente dichas) con el blanco del papel, los significantes con los significados provocando toda clase de cadenas asociativas. Pero también se ajusta a un público olvidado (del cual no resultaría interesante reflexionar por qué los autores y autoras suelen ser olvidadizos) por la poesía: el infantil. La poesía infantil conoce los aportes de la literatura popular, pero no tanto por las poéticas de autor, si las comparamos en la cantidad de plumas que se han consagrado al público adulto, que han sido tan caudalosas.



     Cierta vez, Jorge Luján me explicó el largo tiempo de acopio y corrección que dedicaba a sus poemas antes de “echarlos a volar”, en una metáfora aérea, según la cual aves y pájaros, palabras y aire en suspensión, organizaban una ecuación perfecta. Los poemas de Jorge Luján despiertan multitud de resonancias, de ecos, reminiscencias, de reverberaciones. Están tan rigurosamente construidos, que cierran en su estructura por de modo perfecto, pero se abren hacia los múltiples significados. Suscitan el admirable milagro de plasmar la belleza pero también de que el lector prosiga un largo viaje por sus versos de modo interminable. E indetenible sin perder la posibilidad de contemplación. Son obras poéticas más para releer que para simplemente leer. Sus poemas son eso: interminables. Uno cierra un libro de Jorge Luján con la convicción más profunda de que no ha cerrado una puerta detrás de sí, sino que la ha dejado entreabierta para, más tarde o más temprano, regresar a ese sitio infinito donde la relectura, como lo ha expresado el propio Luján, resulta a sus ojos tan esencial. Y pensemos un poco: ¿qué significa releer? En su sentido más obvio, superficial, volver a transitar los signos de una obra poética. Pero en un sentido profundo, en desandar nuevamente por los caminos de sus formas y sus significados, sus nervaduras más hondas, habiendo conocido su índole pero teniendo la posibilidad de investigar en todos los caminos que en tanto que propuesta estética, perceptiva y receptiva, permite una obra viva. Invita a encontrar nuevos significados en un reencuentro con los antiguos. A partir de esos recorridos que las primeras lecturas trazan, por lo general lineales, resulta posible ahora un trabajo desde el punto de vista de una perspectiva de revisitación.

    Probablemente María Elena Walsh pueda ser otro referente que también se dio a conocer a través de manifestaciones tan dispares como Jorge Luján: la canción popular infantil, la canción popular para adultos, la narrativa infantil, la  poesía popular infantil, el ensayo, la poesía para adultos, dos novelas para adultos. Si bien no estoy planteando que se trate de personalidades idénticas ni de un paralelismo literal, sí me gustaría ensayar como hipótesis: la de una cierta cualidad de semejanza parcial entre ambos proyectos creadores. En el caso de María Elena Walsh se sumaron sus trabajos en torno de la musicología, la TV y los films. Jorge Luján, en cambio, también hace docencia, como dije, en instituciones específicas, lo que Walsh no hacía. Y pertenece a esta tradición de artistas que han consagrado a la infancia su vida con afán totalizador, de modo que se vislumbra aquí una vocación compleja que en su vida ha articulado disciplinas, artes y prácticas sociales hasta la configuración de un resultado con atributos que le confieren una definitiva identidad pero que permanece abierta también a nuevas posibilidades indetenible. Para regresar al anterior ejemplo: la docencia es seguramente para él un marco por dentro del cual seguir experimentado. Junto con los recitales en los que capta de modo inmediata el impacto de sus creaciones en el público infantil, sin mediaciones, además del adulto.  

     Sus premisas son claras: existe un universo de valores. Pero lo que se ha  propuesto como proyecto es indagar en las infinitas posibilidades de la palabra poética y del lenguaje en su dimensión estética. Un lenguaje que en ocasiones es abordado siempre desde la sutileza. Por mi parte, vengo releyendo sus poemarios y cuentos desde hace tres años. Y encuentro cada vez que me interno en ellos la sensación de que estoy frente a nuevos libros. La misma frescura en cada relectura. La misma condición que pareciera previamente inédita. Esta condición no es de calidad habitual. La idea de relectura como premisa a la hora de escribir un libro o un poema, en primer lugar sienta las bases de un principio exigente que se le imprime a la creación y, muy en especial, al lenguaje poético. Eso por un lado. Por el otro, una intención mediante la cual el lector entra en contacto con el libro según una serie de procesos, en los que nada queda ligado a la espontaneidad sino a un riguroso trabajo artesanal que jamás es ingenuo porque se espera de ese trabajo la eficacia de que lo haga ser nuevamente otro al momento de un retorno del lector a sus páginas. Y con un alto grado de perfección. Precisamente, diera toda la impresión de que la poética de Jorge Luján reniega de toda clase de uso  naïve del lenguaje. Sus claves son otras. Hay una consciencia sobre el uso de los procedientos y las formas poéticas de naturaleza eficaz. En su poesía cada componente ocupa un lugar (y no otro) con el objeto de provocar un efecto que resulta de naturaleza irrepetible. Sin acudir a fórmulas sino a la innovación, Jorge Luján no está dispuesto a hacer concesiones ni al mercado ni a la literatura con pedagogías. Elige el siempre el camino más difícil, no por rebuscado sino por aspirar al mejor producto estético. 

     En México, se dedica a sus diferentes oficios, pero uno tiene la impresión (o al menos yo la tengo), de que está cumpliendo un mismo objetivo que se ha propuesto, en diferentes dominios de la producción cultural. Del cuento al poema, de la música popular infantil a los talleres, de los estímulos en sus semejantes (en el marco de diversos contextos) a los resultados producto de esa creación que también acepta la improvisación creativa, las asociaciones libres, el juego. 

     En el medio hay ya una larga trayectoria, según la cual Jorge Luján tiene un oficio en el arte que se articula en la creación en el espacio (¿en la página, como el trazo de un  plano? ¿con la pluma del arquitecto como precursora?) con la creación en el tiempo: la progresión del lenguaje poético o la música (¿y la partitura a la que ya me referí?).



     Los niños de América Latina y del mundo encuentran en él la figura que llama a lo lúdico, al desafío sofisticado del hallazgo feliz de forma elaborada con contenido imprevisible. Jorge Luján ubica a sus lectores y lectoras en un rol activo en el orden de la recepción porque así han sido concebida su poética y sus espectáculos. En esa génesis respetuosa tiene en cuenta tanto la excelencia, la atención dispensada a lo que hace, con énfasis en el público al que va dirigido, motivo por el que está doblemente atento a que la preparación sea exhaustiva. Pero también su literatura y sus espectáculos son sinónimo de gratificación inteligente de naturaleza inclusiva. Me sentí de inmediato convocado por su poesía personalísima y al mismo tiempo dichosa, de un humor delicioso que convoca de forma automática la complicidad. Trabajando las formas breves, Jorge Luján logra el contrapunto perfecto entre condensación y expansión creativa de orden polisémico.

     Abre un espacio específicamente a la lírica, a la narrativa y al cancionero popular de autor de naturaleza excepcional que le permite pensarnos desde el punto de vista de la pertenencia cultural con perspectiva continental. Su nacimiento y primera formación en Argentina, su radicación posterior en México y su trabajo por el mundo entero lo proyectan sin embargo hacia todas las zonas planetarias, si tenemos en cuenta la cantidad de idiomas a los que ha sido traducido y su vigoroso caudal de giras.

     Con esta visión de conjunto definiría (de modo siempre parcial) el arte incomparable y la poética de Jorge Luján a grandes pinceladas, pinceladas que merecerían el trabajo de una urdimbre crítica atenta a sus más mínimas inflexiones. Un trabajo que solicita para el crítico la mirada atenta de quien no descuida la forma en que la poética ha sido concebida. De orden casi pictórico en el caso de Jorge Luján, con trazos finísimos, pero también atento a un mensaje que descansa en una poética humanista en la que los vínculos entre humanos son fundamentales. Por dentro de la cual, hasta donde pude apreciarlo, subyace una contundente perspectiva existencial dispuesta a encontrar sentidos con el objeto de revitalizar vidas ávidas mediante una imaginación estimulante. Hasta terminar, de modo culminante, con estos versos de Como si fuera un juguete (2013) “Si lo que escribimos no toca el corazón de nadie aún no se ha escrito. Si lo que dibujamos no enciende una mirada aún no se ha dibujado”.

 

lunes, 14 de septiembre de 2020

Lo pequeño (Seres ínfimos que habitan en la literatura para niños y jóvenes)

 Por María Cristina Alonso

Duendes, gnomos, enanos, hadas pequeñas del tamaño de una mariposa, países de habitantes diminutos pueblan los relatos infantiles. El mundo de lo pequeño  dialoga con el tamaño de los juguetes que la industria crea para la infancia, acorde con  las manos que los manipulan. En la tierra de los niños y niñas, todo se organiza a una escala acorde a quienes lo habitan. Casas de muñecas, la casa en el árbol, los playmóbil que reproducen oficios, los indios, los transformers, los piratas, los aviones, los autos, los soldaditos de plástico, los camiones en miniatura, los juegos de té del tamaño de un dedal, los muñecos, los animales de plástico…

 

                                                                             Ilustración de Mark Yyden

 Del mismo modo, los relatos destinados a los más pequeños, se han poblado, desde el fondo de los tiempos, de enanos y duendes, de elfos y gnomos, de ínfimas criaturas con alas y sin ellas. 

Niños mineros

 Por analogía con el tamaño del público al que están destinadas, los enanos son protagonistas de muchas historias. En Blancanieves, uno de los cuentos más famosos recogidos por los Hermanos Grimm, hay siete enanos que brindan ayuda a la princesa cuando se refugia en el bosque huyendo de la madrastra. La amparan con la condición, claro, de que les mantenga todo limpito y ordenado. “-Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, hacer las camas, lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltará nada.”  Los enanos del cuento no tenían un pelo de tontos. Habían conseguido servicio doméstico completo y en negro.

                                                         Ilustración  Francesca Dell’Orto

Lo cierto es que los enanos en cuestión del relato recogido por los Grimm  tienen su correlato. Según algunos investigadores, en un hecho real.

Un historiador alemán Eckhard Sander, investigó el origen de Blancanieves y descubrió que se basaba en una figura histórica, la de Margaretha von Waldeck, una condesa del siglo XVI, hija de Felipe, conde de Waldeck-Wildungen, un hombre muy rico que tenía minas de cobre. Muchos de los mineros que trabajaban para extraer el metal eran niños pequeños que vivían solos en una villa cercana.  Para no lastimarse con la rugosidad de las piedras, llevaban gorros y abrigos largos. Ese parece ser el origen de los enanos mineros del cuento.

 Snowhite por Ana Juan


Otro historiador alemán, Karlheinz Bartel, rebate el dato de Sander y sostiene que la Blancanieves real fue la joven alemana María Sophia Margaretha Catharina von Ertha, nacida en 1792 en un pueblo minero de Lohn. Una muchacha bondadosa y caritativa que se pasaba el día rodeada de los desnutridos niños que trabajaban en las minas de Von Waldek.

 

Como vemos, los cuentos esconden en sus múltiples pliegues, las violaciones a los derechos de la infancia que se vienen perpetrando desde el fondo de la historia. Sin duda la minería es una de las formas más crueles del trabajo infantil, y no es sólo cosa del pasado. Cuando usamos nuestros teléfonos y computadoras solemos ignorar  que, UNICEF, calcula que unos 40.000 niños y niñas trabajan como mineros artesanales en el sur de la República Democrática del Congo. Esos niños son los que extraen el  cobalto que hace funcionar las baterías de las que dependen nuestros teléfonos y otros dispositivos electrónicos portátiles.


 

Blancanieves ilustrado por Iban Barrentxea


Niños y niñas mineros, algunos de siete años en el Congo,  en las minas de Potosí, en Bolivia, realizando trabajos extremadamente pesados como cargadores, haciendo  los orificios para colocar explosivos, en tareas que les insumen más de diez horas al día, niños pequeños en las minas de oro de Tanzania. La minería, uno de las peores formas de trabajo infantil quedó sutilmente registrado en el cuento Blancanieves que recogieron los hermanos Grimm y que Disney se encargó de edulcorar y suavizar.



Niños mineros en el Congo y Perú


¿Cómo se inventan las historias?

 Gianni Rodari, un escritor y maestro italiano, vivió y sufrió el fascismo. Tal vez por eso, en sus cuentos siempre se siente un aire libertario. Él pensaba que inventar historias era una cosa seria y, para dar respuesta a la pregunta de cómo se inventan las historias, escribió la Gramática de la fantasía. En ese libro explicó algunos recursos creativos para ayudar a los niños a contar historias.


Volviendo a los seres pequeños, uno de los cuentos de Rodari tiene como protagonistas a un grupo de enanos que quieren dejar de serlo: Los enanos de Mantua. La historia se despliega en varios niveles. Comienza con la visita de un escritor y un grupo de niños al Palacio Ducal de Mantua, antigua residencia de los Gonzaga. En él hay una  serie de habitaciones muy pequeñas, conocidas como Appartamento dei nani, diseñadas -según se creía- para albergar a los enanos de la corte. El escritor y los niños al ver una zona con habitaciones en miniatura inventan una historia de enanos y de gigantes, la transcriben y dibujan en cartones.  Desfilan con ella por el pueblo como los antiguos juglares. Y entonces, un poco en verso y otro poco en prosa, se despliega el relato de los enanos, humillados por los poderosos duques y sus esbirros, el capitán Bombardo y el bufón de la corte, Rigoletto, robado a la ópera de Giuseppe Verdi.


Infelices por ser enanos, intentan mil y una tretas para crecer y siempre son derrotados y humillados. Uno de ellos, Habichuelo, se escapa del palacio para encontrar el secreto que los hará crecer. En el Palacio de Té, construido por los duques en el Renacimiento para descansar, los gigantes de un fresco donde se los muestra derrotados por Júpiter y arrollados por las laderas del monte Olimpo, le dan al enano una críptica clave: “¿Quieres saber por qué tú y tus compañeros sois enanos? ¡Porque vivís en habitaciones de enanos!”


Como buen maestro, Rodari va dejando en el texto referencias al arte, la literatura clásica, la música, la historia del Medioevo y, de paso una lección de autovaloración y dignidad conseguida por medio del trabajo. Ayudados por los habitantes de los barrios humildes, los enanos terminan venciendo a sus perseguidores: “Huye, capitán Bombardo! Cuéntale a toda la gente que los enanos unidos en gigantes se convierten”.

 

Liliput

 

No es verdad que Los viajes de Gulliver es una novela dirigida a los jóvenes lectores de aventuras, pero ellos se la apropiaron. No es verdad que Jonathan Swift escribió en 1726 las aventuras del cirujano náufrago Lemuel Gulliver para solaz de los lectores ávidos de mundos exóticos. Lo hizo para denostar a la raza humana de la que pensaba que era “la más perniciosa casta de gusanos que la naturaleza permite que se arrastren por la tierra”. Y aunque es un libro cruel porque encubre una sátira de la Europa de su época, es también una historia llena de fantasía y encanto. De las cuatro partes que conforman el libro, la más recordada, adaptada, convertida en dibujos animados y llevada al cine, es el primer viaje de Gulliver cuando, después de naufragar llega a una costa y despierta rodeado de seres diminutos, de quince centímetros de altura. Y no es del todo amable la recepción recibida en Liliput.

 


Prisionero primero, y luego favorito de la corte liliputiense, Gulliver se convierte en un observador de la política del pequeño país. Es que lo Liliputienses están en guerra con un país vecino, Belfuscu, al parecer por una disputa trascendental sobre cómo se cascan los huevos hervidos. Los liliputienses sostienen la postura de que deben ser cascados por el lado más angosto, mientras que los blefuscuenses creen en cascarlos por el lado más grueso.”

 

Jonahtan Swift escribe en Los viajes de Gulliver, una sátira  desencantada de la política inglesa de su tiempo, pero para ello abreva en los relatos maravillosos de la imaginería popular que fascina a todas las edades. El tema del personaje diminuto se encuentra en muchas historias populares como Pulgarcito, el relato recogido por Perrault que cuenta la historia del más inteligente de los hermanos, y el más pequeño.



En Liliput se opinan cosas que excluirían al libro de la mirada de los niños: “los liliputienses se niegan a aceptar que un niño deba sentir reconocimiento hacia su padre por haberlo engendrado”; “… (los liliputienses) sostienen que los padres son los últimos a quienes corresponde confiar la educación de sus hijos”. Sin embargo Gulliver siguió viajando por los siglos en miles de adaptaciones. El mundo de los seres pequeños siempre es fascinante. Se supone que Swfit se inspiró la descripción de un cuadro que hizo Filóstrato en el siglo III. En él aparecía Heracles rodeado de pigmeos. Los cuadros a los que alude Filóstrato se perdieron, pero sobre la base de sus descripciones, los hermanos Dossi, pintaron el lienzo con Hércules y los pigmeos, diminutos habitantes que ya habían sido mencionados por Homero en la Ilíada.

 

Los liliputienses triunfaron sobre el mal humor de Jonathan Swift y eso que Swift llegó a escribir: “Para cuando sea viejo: no amar a los niños y evitar que se me acerquen”. No obstante, gracias a él Liliput es propiedad de la literatura infantil de todos los tiempos.

 

Para no crecer nunca

 

La cuestión de la pequeñez fue un problema para James Matthew Barrie (1860-1937), el autor de Peter Pan, que apenas llegó a medir de adulto un poco más de metro y medio. Sus biógrafos sostienen que padeció trastornos de crecimiento por un trauma de la infancia. A los seis años su hermano David murió. La madre no pudo recuperarse de la pérdida y, en muchas ocasiones, le hablaba a James como si fuera su hermano.  Lo cierto es que desde niño intuyó que el mundo de los adultos era un lugar incómodo y, por eso, inventó a Peter Pan, el niño  de diez años que nunca crece y puede volar gracias al polvo que el hada Campanilla -otro ser pequeño- esparce sobre su cuerpo.

Como Peter, Barrie nos dice con su historia que a veces no es bueno crecer y que, para vivir aventuras en el País del Nunca Jamás hay que olvidarse del  mundo de las personas grandes que nunca entienden nada, solo ven un sombrero en lugar de un elefante tragado por una serpiente, como nos contó Saint Exupery.



Peter Pan ilustrado por Antonio Lorente


Entre los más pequeños de este relato de gente que no crece, el hada Campanilla no sólo arregla ollas y teteras, sino que es la poseedora del polvo mágico que permite volar.  En la obra de Barrie la existencia de las hadas depende de la creencia de los otros. Viven porque nosotros creemos que existen. Pequeña y frágil, Campanilla  por su tamaño no puede tener más de un sentimiento a la vez.

 

La obra de teatro Peter Pan y Wendy se estrenó en Londres en 1904 y más tarde se transformó en un libro para niños. En una breve síntesis, es la historia de tres niños ingleses que una noche reciben la visita de Peter Pan, otro chico con poderes mágicos, que los lleva volando a la isla donde vive, el País del Nunca Jamás.


Campanilla ilustrada por Antonio Lorente


Peter Pan es una obra que se convirtió en mito y que fue visto por los psicólogos como un síndrome que  padecen personalidades que se caracterizan por la inmadurez y el narcisismo, que incluye rasgos de irresponsabilidad, dependencia y  negación al envejecimiento. Barrie plasmó en su Peter Pan un personaje válido para todas las épocas como Otelo, Don Juan o Hamlet, un arquetipo básico de la psicología humana.

 

Esta historia inolvidable se le ocurrió a Barrie, en los jardines de Kensington, mientras contaba historias de hadas a los hijos pequeños de un matrimonio amigo.

 

 

 

Ilustración de Robert Ingpen


Adiestrando brownies

 

Otros seres pequeños como los Brownies, susurran en el oído de los escritores interesantes argumentos. Tal es el caso de Robert Louis Stevenson, el autor de La isla del tesoro, que aseguraba haber domesticado a una familia de brownies que se mantenían alejados con prudencia, pero que, en sueños, le sugerían argumentos, entre ellos el de Doctor Jekill y Mr Hyde.

 En su ensayo sobre los sueños escribe Stevenson: “Y en cuanto a esta Gente Menuda, confesaré que no son otra cosa que mis Brownies, ¡Dios los bendiga!, que hacen para mí la mitad de mi trabajo mientras duermo a pierna suelta y que, con toda la verosimilitud humanamente presumible, igual hacen para mí también el resto cuando estoy bien despierto y orgullosamente supongo haberlo hecho por mí mismo.”


Robert Louis Stevenson


 Y no sin un poco de culpa continúa: “… me siento a veces tentado a suponer que no soy en absoluto un narrador de historias, sino una criatura con no mayor entidad que la de un fabricante de quesos o incluso la de un queso, y un realista hundido hasta las cejas en la actualidad; de suerte que, visto así, mis publicaciones de ficción deberían ser en su totalidad producto de la mano de algún Brownie, algún familiar e invisible colaborador al que mantengo confinado en un desván, mientras yo cosecho todos los elogios y sólo le dejo compartir (pues no puedo evitar que lo coja) un trozo de pudding.”

Provenientes de la mitología celta, también se los llama Brùnaidh, “marroncitos”. Como los enanos y los gnomos son bajitos, visten con harapos y chaquetas gastadas. Llevan botas enormes y botones brillantes en sus chalecos. De todas las criaturas mágicas son las que más a gusto se sienten entre los humanos.





Borges en El libro de los seres imaginarios los describe así: “Son hombrecillos serviciales de color pardo, del cual han tomado su nombre. Suelen visitar las granjas de Escocia y, durante el sueño de la familia, colaboran en las tareas domésticas. Uno de los cuentos de Grimm refiere un hecho análogo. El ilustre escritor Robert Louis Stevenson afirmó que había adiestrado a sus brownies en el oficio literario. Cuando soñaba, éstos le sugerían temas fantásticos; por ejemplo, la extraña transformación del doctor Jekill en el diabólico señor Hyde, y aquel episodio de Olalla en el cual un joven, de una antigua casa española, muerde la mano de su hermana”.

 En esa realidad paralela de la que participa la infancia, en ese territorio imaginario, los seres de pocos centímetros esconden secretos que sólo revelan cuando nos convertimos en adultos y ya hemos sido  expulsados del mundo de lo pequeño para siempre.


 


Narradores y Cuentacuentos: Entrevista a la Narradora "Seño Norma"

  -¿Cómo y cuándo descubriste que tu destino estaba ligado a la transmisión de la cultura a través de la oralidad? Desde pequeña me encant...