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viernes, 15 de julio de 2022

Poemas que tejen el aire . Puntos de contacto de Cecilia Restiffo

 

por María Cristina Alonso



 Fuera de mí, ¿quién anda? / ¿quién me despierta sin voz?” se pregunta Chantal Maillard en el epígrafe que abre el libro de poemas de la poeta mendocina Cecilia Restiffo, Puntos de contacto (Primer Premio Certamen Literario Vendimia 2020). Cada poema parece responder a esa pregunta inicial que se formula como un viaje a través de la vida, o mejor, “a través de una noche, de todas las noches que se pierden en la perplejidad de lo que no existe”. (Costura)

En el prólogo, Restiffo esboza su poética: “la palabra busca tejer en el aire un camino de encuentro con otros”. Y aparecen tres elementos que se repetirán a lo largo del libro: mapa, tejido, camino.

 Continuando una tradición de voces femeninas  que ingresan a sus poemas los festones de lo cotidiano, la voz que enuncia el pequeño mundo de todos los días, el que transitan tantas mujeres que le dan sentido, encuentra espacios para ahondar en lo trascendente.

En Costura, rinde homenaje a la abuela que canta y cose “para zurcir la trama del tiempo” y que reaparece en la memoria al abrir un ojal, un pasaje que la poeta instaura como encuentro de los mundos del presente y del pasado. Porque ella entreteje palabras para edificar el recuerdo (Metonimia) o cocina y, los aromas del pasado emanan del “plato servido como un búmeran del tiempo”.

Poemas en los que los objetos -la máquina de coser, los libros, las plantas, los alimentos- señalan la contundencia de lo real.  En ese espacio que se desarrolla en el interior de la casa, en el jardín, en las calles del barrio, se escucha esa música que nos habla sin voz para recordarnos la fragilidad de la felicidad, la fugacidad de la vida.

Retomando el  tópico del viaje como metáfora de la vida humana, el sentido de la propia existencia se busca  en encuentros entre generaciones. Hay un pasaje secreto donde ese enlace se produce.  En Dejá vu dice: “la infancia  no valdría la pena sin esa ilusión que nos iguala”. De ahí los puntos de contacto, pequeñas escenas que de alguna manera perturban, porque detrás de cada cosa late la escritura como refugio contra el desamparo.

Poemas en los que las hormigas vuelven a su tarea doméstica, las abejas colonizan las flores, las enredaderas trepan hasta el techo del lavadero, mientras se anotan las  pequeñas rutinas que van dejando un rastro de tiempo en esa casa que aparece en los poemas “como refugio, como retorno de la tormenta”.



La música, igual que la costura y la memoria familiar da sentido a estos poemas. Voz de mujer que no se deja vencer y renace: “Como la cigarra, dice María Elena, /así me levanto y vuelvo a empezar”. Lucha que se materializa en la escritura, porque escribir, también es recordar “entretejo las palabras para edificar mi recuerdo” y es también “esta música labrada por mis manos” (Puente)

Y la lectura, contada en el poema como un viaje sin brújula, la lectura que construye también el sentido de la vida, que  traza un mapa que permite explorar los parajes del miedo, esa otra vida que propone la ficción. (Tarde de lectura).

Como lo señala Cecilia Restiffo en Máquina, las cosas ordinarias nos dicen que estamos vivos. Y en estos poemas, que aparentemente se refieren a las rutinarias acciones diarias (cocinar, leer, coser) hablan también, en forma oblicua sobre las profundas razones de la existencia. Porque las cosas son, en estos poemas, lo esperado, pero también lo secreto, eso que la mirada de la poeta puede advertir y expresar con el lenguaje. El libro se cierra con los versos de Joaquín Gianuzzi que condensan lo que nos han dicho estos textos de la poeta mendocina: la poesía está ahí para ser doblada, repetida, citada. De la inmensidad de lo pequeño, de lo cotidiano, habla este hermoso libro.

Estamos sentadas bajo la luz de las lámparas,

hace frío y escucho que los pájaros vuelven,

arrinconan sus alas en los árboles y esperan

que la oscuridad termine su tarea,

que cada sonido se adormezca bajo la luna.

 

Los hilos de la conversación se anudan, se enmarañan

envuelven los silencios que ya no son incómodos,

somos dos mujeres que habitan la existencia

de reconocimiento y aceptación,

fuera del miedo.

 (Fragmento de Encuentro, Punto de Contacto, 2020. Ediciones Culturales de Mendoza. Primer Premio Certamen Literario Vendimia 2020)

 

Cecilia Restiffo, San Martín (Mendoza) es profesora de Lengua y Literatura, ejerce la docencia en el nivel secundario y universitario. Sus poemas participan de diversas antologías y ha participado en diversos proyectos literarios. Punto de encuentro obtuvo en 2020 el Primer Premio Certamen Literario Vendimia.

martes, 12 de julio de 2022

MAÑANA SE ENMAGIA, un escrito acerca de los títeres




                                       por Alejandro Seta


Tengo un mago. Es éste.


El número de títeres es muy sencillo. El mago es un mago chino: Wong. Pero nadie sabe su nombre porque es mudo. Tiene una varilla, un pañuelo, una galera.

Son estos sus elementos.


Cris es la verdadera titiritera. Cuando la conocí, ella llevaba una bolsa con cabezas de títeres. Nos conocimos en el andén de Lomas, el que va para Banfield. Yo le pregunté si era una profesora de la Universidad de Lomas, y me había confundido. No era. Le dije que era parecida. Lo único que ella tenía de la profesora era un paraguas rojo que le había prestado un día de lluvia y jamás se lo devolvió. Ese paraguas estuvo con nosotros hasta que sucumbió a la vejez y siguió el camino de toda la tierra. Pero, mientras tanto, era el vínculo real de una confusión que permitió el encuentro. Me dijo que era titiritera. Me dijo que el sábado le iban a poner el nombre de Lucho Claeyssen a una sala de la escuela. Lucho era un titiritero amigo de mi papá al que yo le había hecho una nota para una revista poco antes de que él muriera. 

 

Cada vez que hacemos el número del mago, Cris me pide que no muestre el fondo de la galera.

El fondo de la galera es éste.


El mago pone el pañuelo sobre la galera, de la galera sale una flor. A la flor la saca Cris por la galera sin fondo. Todos saben cómo es el truco. 

Pero a nadie le importa.

Esta es la flor.




Poco después de encontrarnos en el tren, entonces, nos vimos en la fiesta de la escuela de actores-titiriteros de Avellaneda donde le pusieron el nombre de Lucho a una sala. Desde eso día nos vimos siempre. 

En esos días se estaba editando mi libro de poesía “Sones de la libertá y la morte”. Es éste.


Algunos de sus versos dicen:

         

         todo lo que cuento tiene

         brújula de pájaro

         se enrieda en el árbol del mañana

         y mañana (quién sabe) se enmagia


A Cris le gustó y se lo llevó a su maestro Pablo. Pablo Di Pasquo Gall. Sin saberlo, a Pablo yo le había hecho una nota junto a otros titiriteros jóvenes, poco antes, en la misma revista donde Lucho. A Pablo le gustó el libro, y, para finalizar la cursada, prepararon la puesta en escena de la poesía con titeres. 


¿Dónde está el truco? El truco está a la vista. La magia, los magos, necesitan de trucos. Pero están visibles. En “La carta robada”, Poe propone que la mejor manera de ocultar algo es poniéndolo a la vista. 

Si querés ocultarlo, te será descubierto como una mentira. Pero no hay mentira cuando lo estás mostrando y los otros no lo ven. Sólo el elegido podrá descubrirlo; el  adiestrado para verlo es el que mira donde otros no miran, es el que está preocupado por la felicidad de los demás y que  se incluye en ellos. Se enmagia mañana. 

Pero si mirás en tus deseos, en buscar el éxito por lados donde sólo está tu egoísmo, entonces no verás el truco. 


Luna nació el mismo día en que íbamos a estrenar una obra que aún hoy representamos. Luna tiene 25 años. O sea, se suspendió el estreno (que se realizó un mes después). Desde ese día, la valija de los títeres se convertía en camita detrás del retablo. Cuando Cris estaba embarazada de ella, le hacía escuchar “La canción del jardinero” de María Elena. “Mírenme, soy feliz...”. Entonces, ya de este lado de la vida, nuestra obra empezaba con esa canción. Y se dormía inmediatamente hasta que terminábamos. 


¿Dónde está el trueque? ¿Quién o quiénes cambian algo por otra cosa en el acto de la magia o aquello que llamamos magia y no es más que dar para que otros reciban y recibir al mismo tiempo (casi de  inmediato)  porque algo fue dado? ¿O es ese el truco? ¿Al resultado llamamos magia, cuando no es más que una ley física que se cumple inexorablmente?


Choque los cinco. Las dos manos se golpean, las dos están de acuerdo, las dos manos se estrechan para pedirse perdón, para hacerse amigas, para respetarse.


Trato hecho.  


Hace diez años, casi se quema nuestra casa. El fuego se había iniciado debajo del auto que estaba en el garaje; por el techo subió el fuego y entró, por encima de las paredes, a  una de las piezas. El cartón con brea que estaba en el techo empezó a derretir esa brea encendda que caía sobre las cosas. Muebles, libros y títeres murieron aquel día. Pero todos nosotros estábamos afuera. Éramos cinco. Y un humo negro que devoró todo el oxigeno, llenaba la casa. Cris abrazaba a sus hijos y yo corría con baldes de agua. Ella habrá visto mi cara, porque me dijo: “Estamos todos bien. Hicimos una casa, podemos volver a hacer otra”. En ese momento lo supe. Puede faltarnos todo, podemos ser despojados de todo, quedar literalmente en la calle, pero todo será restablecido, si estamos nosotros abrazados. Supe por un instante que no íbamos a tener casa, pero ya no importaba. Llegaron los bomberos, el fuego no se había extendido por la falta de oxígeno, apagaron las pocas llamas, mojaron todos los libros, aún hoy las manchas de humedad en las páginas son el recuerdo de aquella lección aprendida. 


Muchas veces, el público vio el fondo de la galera. Creo. Cris se propone ocultarlo todo lo que puede. Luego, una flor con un tallo extremadamente largo sale tapada por el pañuelo de la copa cinco veces más corta que ella. El mago saca el pañuelo. ¿Estará desfondada la galera?  No importa. A nadie le importa. Nadie preguntó nunca jamás.

Te estamos diciendo: “Te propongo que lo creas ¿ves? Te estoy mostrando el truco”. Juan Rulfo decía que la literatura es una mentira para decir la verdad. Enmagiate mañana. 


Wong tiene un compañero. Es éste. 


En realidad, es el primero que aparece. Baila. El fondo musical es un flamenco español con orquesta. Una filarmónica interpretando una pieza flamenca. Es circense, en realidad. En verdad, la orquesta está tocando en el foso del picadero. El payaso baila, luego Wong. No sabemos el nombre del payaso. Es Payaso, nomás. 

Wong es el patrón. Le da indicaciones precisas de que va a salir, volver, y traerá el pañuelo para tapar la galera.

Lo hace. Sale.


Cuando  Wong sale, el payaso se queda a solas con la galera. La galera se mueve a sus espaldas y él trata de sorprenderla en movimiento. Él intuye que se mueve. Es apenas una milésima de segundo antes de que se de vuelta, pero no puede ver el movimiento de la galera, sólo ese triz de movimiento final que bien podría haber sido ocasionado por el movimiento propio de los objetos en reposo, (porque -¡no seamos incrédulos!- los objetos se mueven cuando no los vemos. ¿O por qué creen que todos los días pierdo algo y luego vuelvo a encontrarlo donde había mirado mil veces?).  Pero no es este el caso de la galera; la galera tiene vida, es un personaje, toma decisiones. La dificultad de este número titiritero es querer moverla cuando la titiritera quiere; el secreto es moverla cuando la galera quiere. Ese es el truco. El payaso no podrá verla si respetamos la forma de ser de la galera, su psicología, su duendidad. 


Otro truco más: Wong tiene un compañero. Se llama Payaso.

El truco del compañero es fácil: si cada compañero del grupo respeta la forma de ser del otro (su duendidad) entonces el truco tendrá éxito. Salida. La energía eléctrica se restablecerá, el agua fluirá,  no habrá contaminación.


Trabajé con chicos en situación de riesgo. Al principio quisieron asustarme. Me asusté. Me hablaron de sus hermanos o primos o vecinos asesinados por la espalda, porque cualquiera puede matar a un chico si es un ladrón. Yo les enseñaba teatro de títeres, pero antes siempre les leía un cuento. Cuentos para niños chiquitos, y ellos tenían diecisiete, dieciocho, diecinueve años. Los escuchaban con devoción. Un día estábamos pegando papel sobre una cabeza, y Paucci me dijo: “Me di cuenta de que no sirve robar”. Él era en quien más tenía confianza, era (es) mi amigo. Y pensé que había robado hacía unos dos años atrás y me iba a contar cómo había dejado de hacerlo. - ¿Cuándo? - le pregunté. 

- Ahora.


Cuando Wong vuelve, esta vez con la varita, la galera se detiene. La galera ya no es más la galera. Ahora es Galera. Galera , entonces, ahora no se mueve. Hace de objeto burgués. No se mueve, no se ríe, no juega, no llora, no nada. No olvidemos que Wong es el patrón del circo. Entonces, retomando, y reciclando, Galera en realidad no se detiene por obediencia, ahora se está riendo, pero por dentro, porque está jugando a que cumple las reglas del patrón. Pero minga. 


Galera está más viva que Wong y Payaso juntos, y, en verdad, si ella no estuviera viva, el número no se podría hacer. Si la titiritera creyera que manejar la galera es una tarea menor, tampoco. La titiritera, en este caso, sabe muy bien el valor de Galera. 


Cris es hija de un padre quichuista. A él lo dejaron que aprenda porque era el nieto criado por su abuela que lo consentía. Pero a los niños, en el siglo pasado, no se les enseñaba quichua, para que no se les burlaran en la escuela. Yo le digo a mi suegro que él es bilingüe, pero él hace un gesto y dice: “Qué importancia va a tener el idioma de los indios”. Le explico. Y otras veces (el revés de la moneda) me dice: “Yo soy descendiente de los Incas”. 


Wong le explica a Payaso los detalles de sus próximos movimientos. Entonces, practica (una, dos y tres veces) la bajada de la varita después de la cual se producirá la magia. Pero antes de llegar al tres, Payaso espía dentro de la galera, tal vez para ver si ya se está produciendo el efecto esperado y la varita de Mago cae sobre su cabeza de manera feroz y certera. Payaso, con dolor, se frota la cabeza. Esto vuelve a suceder otra vez. En los títeres hay cosas que suceden dos y hasta tres veces. Pero a la tercera, lo reprende y Payaso no se asoma/no se asombra. Se aleja; dice, con las manos, que no va a volver a pasar. Que esta vez no lo hará. 


Este es el segundo gran truco.  

Wong tiene un compañero: su opuesto, su sombra maldita, su amigo. Lo odiará y lo necesitará. Por momentos, no querría haber nacido. Quien vive solo nunca conocerá la magia. Tiene que ir a buscar al otro, sacarse todo el orgullo, intentarlo de alguna manera, decirle que lo necesita. Nadie puede vivir de su propia historia, porque hay mucha historia detrás de nosotros; detrás de cada alfarero hay miles de manos que pergeñaron el barro; detrás del más grande actor, hay miles de actores que inventaron fantasmas, ellos claman aplausos cuando él se eleva sobre sus propios talones; detrás y por delante, a los costados de cada oficio, de cada acto de virtud, de cada pensamiento que abrió una puerta, hay cientos y cientos de actos, pensamientos y oficios que hacen posible este trayecto, y que, a su vez, hará posibles otros.


Que nadie se sienta el dueño de sus actos porque no es verdad: detrás de cada cosa que hacemos hoy, hay una necesidad de que lo hagamos mañana. Y tal vez no sepamos que somos parte de ese itinerario que un día nos será develado, aunque es preciso de que nos demos cuenta, antes, de que es así. 


Wong finalmente toma la flor del fondo de la galera, Payaso toma el pañuelo: ambos salen por detrás. Entonces sucede lo inaudito, lo que nadie sabe: los titiriteros se sacan los títeres de sendas manos, Galera queda en el proscenio, el público se da cuenta de que no todo terminó. Ahora sí que no sé cómo lo hace. Pero juro que sí. Cada vez que nos damos vuelta, papeles brillantes vuelan mágicamente de su interior.


Mi hijo Galileo, una vez, hace muchos años, era muy pequeño, y tratando de encontrar el oficio de su futuro, dijo que él querría ser mago. “Pero sin magia” - fueron sus palabras. ¿Hay veces en que no se ve el truco? Sí. Podés hacer cursos, tener muchas estrategias, elucubrar, pergeñar planes infinitos, pero cuando te toca el amor, nadie puede decir cómo pasó.

miércoles, 6 de julio de 2022

UNA FOTOGRAFÍA QUE HABLA por Hernán Schillagi

 Compartimos la reseña del libro de María Cristina Alonso por Hernán Schillagi publicada en la revista  mendocina de poesía El Desaguadero. 

UNA FOTOGRAFÍA QUE HABLA

 Chicas que escuchaban radioteatros, de María Cristina Alonso.
Editorial Niña Pez, Buenos Aires, 2022, 48 pág.
Ilustraciones: MCA

por Hernán Schillagi*



1. Apenas abrimos «Chicas que escuchaban radioteatros», de María Cristina Alonso (Bragado, 1955), el libro presenta 16 textos intercalados por ilustraciones. Sin embargo, inmediatamente se impone la pregunta (o el desafío): ¿Son relatos? ¿Son poemas? ¿Son fragmentos rescatados de un texto perdido? Ya que, de entrada, la propuesta es observar a través de la lente de una cámara. Distancia necesaria desde el presente para convertir en pasado lo inmediato. Todo parte desde una foto familiar antigua que la autora recibió como un tesoro inesperado. Por lo tanto, mirar el pasado ajeno desde las fotografías y escribir. Escribir e ilustrar. En «El arte del error», María Negroni nos dice: «Uno de los malentendidos más viejos en materia literaria es el que se empeña en clasificar las obras en categorías, géneros, escuelas, allí donde, en sentido estricto, no hay más que autores y artistas...» Entonces, los textos se revelan como «epígrafes extendidos», relatos enmarcados que buscan su punto de fuga en la frágil potencia de la poesía:

En las tardes interminables
mi madre sueña el futuro.
Casi puedo ver ese sueño
en las fotografías
que se sacó junto a sus hermanas
la tarde de la bicicleta.

2. Las historias aparecen como fascinación. Con el incierto poder de detener la muerte y hacernos felices, como lo hacen las fotografías. El radioteatro y sus melodramas de la década del 30 son convocados en estas páginas. Para así soñar en el medio de la zona pampeana, fertilidad y vacío que permiten fantasear con otras vidas y expandir una realidad acotada por el duro trabajo y la vida de campo:  «Soñaban poco, porque era mucho lo que trabajaban / y caían rendidas sobre las sábanas ásperas…». Aunque no aparece, aquí la fotografía es testimonial. Sin embargo, además surge la poesía como un improbable artefacto de memoria registrada: «Pero cuando lo hacían, eran capaces, / las muy locas, de hamacarse en la luna con sus / piernas espléndidas a la vista de todo el universo…». Las imágenes «congeladas» comienzan a moverse por obra y gracia del poder de las palabras (como en el cuento «Las babas del diablo», de Julio Cortázar). Documentar, entonces, la alegría y la despreocupación de unas mujeres a las que no les estaba permitido el esparcimiento. Madres y tías, jóvenes y felices, hablan por boca de la autora. Cristina, por un lado, toma un registro fiel y preciso y, por otro, deja que la imaginación rompa el marco impuesto por el papel fotográfico.


 3. Debido a que toda historia narrada en prosa quiere mostrar un mundo completo, el formato o el envase del verso se convierte en una herramienta para explorar lo fragmentario. Alonso no ve por una ventana, sino que apenas encuentra rendijas, hendiduras de lo posible y, porqué no, de lo imposible. Apoya su oído de narradora experimentada y ausculta: latidos, golpes sordos, restos de frases. Así, logra amplificar el decir de estas imágenes: «La bicicleta levantó vuelo, / voló tan alto aspirando el aire / de la tarde  de otoño…». Vemos que pronto aparece la imaginación, la metáfora que nos traslada a otra realidad para escapar del cuadro, es decir, tanto del campo óptico como del campo real. Esa «bicicleta con alas» se dirige hacia un tiempo íntimo y personal, el de la madre. Ya en la introducción se nos advierte: «Si hay algo que certifica la fotografía es que todo en la vida es efímero y que no hay nada más frágil que la felicidad de un instante…». La narradora se descubre, entonces, como una testigo no presencial, pero que se esfuerza en la omnisciencia para poder entrever los sentimientos y sueños de la madre, en una época donde los mitos estaban aún por nacer:

Las chicas escuchaban radioteatros
en la llanura.
Se amigaban con las lechuzas y hasta habían creído ver
un tigre anaranjado salir de los pajonales.
Un bello y altivo animal igualito
al de un almanaque que colgaba de la despensa.

4. De este modo, el registro pasa de escritural a una modalidad de estampa. Por eso, los relatos están conectados con las ilustraciones: la llanura, el campo, el arduo trabajo, las faenas rurales, los radioteatros, entre otras cosas que van configurando un tiempo en sepia. El libro avanza y los elementos elegidos no son al azar: una bicicleta prestada y de varón sirve, al mismo tiempo, como un apoyo para estas hermanas que posan alegres, pero también como un símbolo de esa libertad tan cercana como negada. Toda bicicleta necesita de equilibrio y dirección, sin embargo, aquí se utiliza para volar. La época es la década del 30 del siglo XX, más precisamente, 1937. Gardel ha muerto ya, Evita todavía no es un heroína popular. No obstante, aparece como una mujer que salió del campo profundo para volar alto. Así, página a página descubrimos el detrás de escena de la ficción de los radioteatros: «Tormentas de papel de celofán y rayos de hojalata…». Pero el paso del tiempo hace que la magia no se pierda, sino todo lo contrario. Como ya leímos, en plena llanura bonaerense, salta un fabuloso tigre de almanaque. Por fin algo vivo y extraño, la belleza en la imaginación en medio de esta superficie plana como una hoja en blanco. La llanura es interminable, al igual que el trabajo rural y los quehaceres de la casa. El espacio para soñar resulta escaso, pero cuando pueden hacerlo, es de manera épica.

5. Hacia el final, el inevitable transcurrir del tiempo se traslada del sueño a la realidad. La rutina, la vejez, las aplastantes tareas hogareñas: «Después, la vida las obligará a nadar en las oscuras /aguas de las cacerolas, / a fregar la ropa, a limpiar los pisos…». Por lo tanto, vuelve la narradora (la poeta, la testigo) y observa desde la lejanía de los años, del espacio, del destino; ya que por ser de otra generación, su vida ha sido muy diferente, con otras libertades, derechos ganados y luchas que han dejado su huella. Sin embargo, hay puntos de contactos: imaginar desde la ficción el mundo, no conformarse con lo que le toca y salir, sonreír ante las adversidades y tomar esa instantánea para afrontar el futuro. De este emotivo y potente material está construido «Chicas que escuchaban radioteatros», como una foto que –una vez revelada– no la podemos dejar de mirar, porque además nos ha capturado.

*Texto leído en la presentación de Chicas que escuchaban radioteatros, el 27/05/2022, en el Teatro Florencio Constantino, de Bragado.

 


 Dos poemas de
Chicas que escuchaban radioteatros,
de María Cristina Alonso

1

En 1937 todavía no había estallado la guerra.
Gardel ya se había muerto en Medellín.
Las voces de la radio se evaporaban en el aire.
Unas muchachas sonreían
mientras el viendo le volaba el cabello.
El mundo se acaba en la línea del horizonte.
Mi madre era joven.
El tiempo parecía detenido.

*

15

El viento trae el eco de la radio encendida en la cocina.
Las chicas que escuchan radioteatros
tienen sueños suaves como las medias sedosas
que no pueden comprar,
y sus polleras, cosidas en la Singer,
florecen en las noches azules de la llanura.
Sueñan con el gran amor que las llevará muy lejos.

viernes, 1 de julio de 2022

Martín Fierro para niños y jóvenes. Una propuesta de Editorial Atlántida

 



 

Dr. Marcelo Bianchi Bustos

Academia Argentina de Literatura Infantil y Juvenil e Instituto Literario y Cultural Hispánico

 

 

150 años de una obra literaria es un cumpleaños por demás significativo[i]. El Martín Fierro de José Hernández es una de esas obras que ha sabido convertirse en clásico, que no pasa de moda y que es leída no solo en la Argentina sino en todo el mundo. Se trata de esas obras que superan al creador, hecho que queda demostrado por la famosa anécdota que dice que el día de su muerte un diario de la ciudad de La Plata puso un importante titular que decía, Ha muerto el senador Martín Fierro. Una obra compleja que es mucho más que los célebres consejos de Martín Fierro que siempre se difunden y que, desde mi perspectiva no solo es una creación literaria sino también una obra que puede ser leída desde perspectivas históricas, sociológicas, filosóficas y éticas.

Poseedor de un nombre atractivo, el propio José Hernández dijo sobre su libro

"..Llamé Martín Fierro al héroe de mi historia pues de fierro es el temple del hijo del desierto y no podría encontrar mejor nombre para colocar en el escudo de ese señor de la llanura, que el de Martín que es un Nombre que dejo su huella en la Historia de valor e hidalguía, como Martín de Pueyrredón patriota y ecuánime defensor de los derechos de sus conciudadanos y el ínclito general Martín Güemes que con sus valientes gauchos, hermanos de este que nació en las pampas, defendió las fronteras del avance español..."

Como se sabe 1910 fue un momento importante para darle una fama que había perdido pues rápidamente salió del canon literario a pesar del éxito que había tenido en su momento de escritura y difusión. No sé – ni me interesa – si su personaje puede ser comparado con el Cid, con Rolando o el Quijote, solo sé que este gaucho forma parte de las biografías lecturas de muchos de nosotros. Más adelante en el siglo XX vendrán las disputas con Borges y sus maravillosos cuentos El fin y Biografía de Tadeo Isidoro Cruz que en lo personal los pienso como dos obras que permiten vincular miradas, pero esos son temas para otros especialistas.

 

Una adaptación de la obra muy particular

 

Los posicionamientos teóricos vinculados con la lectura de las obras originales o las versiones son muchos y fue un tema de discusión tanto en el siglo XX como en lo que ha transcurrido de este siglo. Sin embargo, a fines del siglo XIX e inicios del XX las obras reversionadas eran moneda corriente, tal como lo evidencia la gran difusión de los libros de a editorial española Calleja que poblaban el universo de las bibliotecas de la Argentina y que eran adaptaciones de grandes obras literarias.

Una de estas versiones la editó la Editorial Atlántida y fue publicada en su Biblioteca Billiken. Esta era una de las colecciones de libros de la editorial que dirigía Constancio C. Vigil y tenía una gran difusión en todo nuestro país y en los países limítrofes. La Biblioteca estaba formada por tres colecciones que respondían cada una de ellas a un aspecto o corpus particular

- Colección Roja, “Las Grandes Obras de la Literatura Universal”, Dentro de ella estaban las versiones de grandes obras de la Literatura Universal, pero con la aclaración que estaban al alcance de los niños, es decir mediante adaptaciones.

- Colección Verde, “Biografías”, en ella aparecían biografías de grandes hombres por su acción, sus obras y sus servicios a la humanidad.

- Colección Azul, “Temas de América”, incluye vidas, obras y asuntos exclusivamente americanos. La elección del nombre de esta colección es altamente significativa dentro del pensamiento de Vigil pues cuando le preguntaban acerca de su nacionalidad, él se definía AMERICANO. Dentro de esta colección fue publicado con el número 2 el libro MARTIN FIERRO[ii].

En la Revista Billiken se promocionó de la siguiente forma este nuevo libro que servía para festejar el día de la tradición.


 

Ya en la anteportada del libro se presenta un texto que describe los motivos de la inclusión de esta obra en la colección y en la vida de los futuros lectores

 

"El poema "Martín Fierro" es, indiscutiblemente, la piedra angular de la literatura argentina, del mismo modo que "Don Quijote de la Mancha" lo es respecto de la española. Vana sería la afirmación de que se posée una mediana cultura argentina si se desconociera ésta, su obra fundamental.

No está, sin embargo, al alcance de todas las mentalidades la comprensión cabal del poema, porque Martín Fierro, como Don Quijote, son personajes de ficción literaria nacidos con una doble misión crítica y estética: corregir deficiencias y vicios de organización social, y realizar y decir actos y palabras geniales. Para comprender a "Martín Fierro" es preciso conocer la época en que surgió, el escenario de sus andanzas, y la personalidad de su autor.

Tal es la misión que cumple este libro: iniciar a la juventud argentina, a quien está destinado, en el conocimiento del espíritu del poema inmortal, en forma narrativa, y con transcripción de la mayor parte de los versos, para que su lectura sea comprensible y adecuada a las mentes juveniles. "

 



 

Lo primero que llama la atención al ingresar en la obra es la introducción en la que se justifica los motivos de la edición de ese libro en el que se hace referencia a la importancia del libro para la cultura de las nuevas generaciones, pero se aclara que para comprenderlo es necesario poner la obra en contexto y hacerle algunos cambios en lo que respecta al estilo. Este es un cambio importante pues hay una trasposición genérica al pasar de lo lírico a la narrativa, pero con la inclusión de algunas estrofas del original.

Se trata de una versión realizada por Alberto Larrán de Vere, un escritor que entre otras cosas hizo una obra de teatro para niños El alma de los muñecos que formo parte de la programación de la Subsecretaría de Cultura de la Nación del ciclo Teatro para los Niños de la Nueva Argentina durante el gobierno de Juan D. Perón. Además, se encargó de otros libros para la colección, fue secretario de redacción de Atlántida y colaboró con importantes revistas. El libro tiene además ilustraciones de Cesar Amaldi, un dibujante de origen italiano que llegó a Buenos Aires en 1928 y desde ese momento desarrolló su carrera. Además de este libro ilustró otros de la Biblioteca Billiken como Fausto de Estanislao del Campo, Simón Bolívar de Lauro Palma y San Martín de Alberto Larran de Vere, entre tantos otros.

 



 

La prosa del libro es atractiva y va llevando al lector en la compleja historia de Martín Fierro. Como se ha dicho, cada tanto Larran de Vere incorpora algunas estrofas posiblemente con el objetivo de que el joven lector de este libro conozca cómo es el original. Solo para ejemplificar esta manera de abordarlo se transcriben a continuación algunos fragmentos

 

Aquí me pongo a cantar

Al compás de la viguela,

Que al hombre que lo desvela

Una pena extraordinaria,

Como el ave solitaria

Con el cantar se consuela.

 

Así, cantando en sencillos versos criollos, comienza Martín Fierro la relación de sus penas. Como bien cristiano que es, se encomienda luego a los santos pidiéndoles que refresquen su memoria y aclaren su entendimiento, a fin de no olvidar nada y que su canto le resulte fácil y florido. (Hernández, 19 - 20).

 

Así como una traducción es una reescritura de un libro, una adaptación o una versión libre también lo es. Y al ser una reescritura de un libro pueden observarse elementos o comentarios que es necesario pensarlos como más vinculados con la perspectiva ideológica de la editorial y las creencias religiosas de Vigil que con la del propio Martín Fierro. Esto se puede observar en el cierre del libro

 

Sepan que olvidar lo malo

También es tener memoria

 

Y termina

 

Más naides se crea ofendido

Pues a ninguno incomodo –

Y si canto de este modo

Por encontrarlo oportuno –

NO ES PARA EL MAL DE NINGUNO

SINO PARA EL BIEN DE TODOS.

 

Y así fue, sus paisanos han guardado en su memoria a José Hernández, o mejor dicho Martín Fierro, el gaucho de ley, hijo de familia bien, pero gaucho en el mejor sentido de la palabra. Y su payador andante sigue señalando vicios políticos, injusticias sociales y calamidades que todavía padecen los hijos de la tierra, pero que, para bien de la Patria, van desapareciendo poco a poco barridos por la cultura, el progreso y la justicia de Cristo, triunfante siempre por encima de todo, porque es Luz, Amor y Verdad. (Hernández, 134).

 

Muchas ideas para pensar, un cierre distinto de la historia y un mensaje religioso claro que no aparece en el original.

No fue el propósito de este artículo juzgar un producto cultural que llegó a miles de niños y jóvenes sino tan solo describirlo y analizar de qué manera un libro permanece vigente a lo largo de 150 años. Esta versión aún se encuentra en muchas bibliotecas y si bien no es el original también cumple años en este 2022.

 

Referencias bibliográficas

 

Hernández, José, Martín Fierro, Buenos Aires, Atlántida.



Notas

[i] Este artículo se enmarca dentro de los festejos por el aniversario de esta obra. Se recomienda la lectura del artículo de María Cristina Alonso, disponible en https://hormiguerolector.blogspot.com/2022/04/150-anos-de-la-publicacion-de-martin.html

[ii] La fotografía de la tapa del libro fue sacada de la colección de la Biblioteca Margarita Ravioli del Instituto Superior del Profesorado de Nivel Inicial Sara C. de Eccleston.

Narradores y Cuentacuentos: Entrevista a la Narradora "Seño Norma"

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