Por qué se te ocurrió ser escritora?
Porque se me cerraron algunos
caminos y al mismo tiempo se abrieron otros relacionados con la escritura. Mis
padres se separaron cuando yo era muy chiquita y por sus trabajos, me quedaba
la mayor parte del día con mis abuelos. Tuve mucho tiempo para leer y para
jugar con las amigas del barrio, en las puertas de nuestras casas,
teatralizando historias inspiradas en lecturas, donde elegía ser Jo, de
Mujercitas o una pirata como las de Salgari. En la primaria, me iba bien con
las composiciones que, secretamente, también les hacía a mis compañeras. Por
esos años, un atajo que encontré para decirles cosas sensibles a mi mamá y a mi
papá, generacionalmente poco abiertos al diálogo, fue escribirles poemas. En
las vacaciones, hasta que en casa desistieron de la esperanza de convertirme en
una deportista, me mandaron varios veranos a colonias y clubes en los que me
destaqué haciendo discursos y crónicas. Y en la secundaria, como muchos de mi
división y bajo la fuerte influencia de los poetas que estudiábamos, fui parte
de los que nos intercambiábamos poemas en los que nos definíamos, celebrábamos,
descubríamos amigos, nos declarábamos enamorados y nos separábamos tristemente
en rima o verso libre.
—¿Se puede decidir ser escritor,
o se nace?
En mi caso, no me quedó otra. No solo por lo que comenté previamente.
También porque cuando nacieron mis hijos hubo muchos enamoramientos. Nos
enamoramos de ellos, de sus libros, de leerles cada noche y de sus entusiasmos
por algunos autores que gracias a sus preferencias comenzamos a conocer y
admirar. Por esos enamoramientos, con mi primer cuento impreso en una mano,
llevando a mi nena de dos años de la otra, y en la panza a mi hijo que estaba
por nacer, me presenté a un concurso. Desde ese primer cuento sigo escribiendo
hasta ahora.
—¿Cuándo escribís, dejás volar siempre tu imaginación o mirás la
realidad?
Dejo volar la realidad. Mi imaginación la precede, acompaña, o rezaga,
según el caso.
—¿De qué trabajaste antes de dedicarte a ser escritora?
Antes de ser
escritora trabajé de escritora. Redactaba tarjetas de felicitación y posters.
Creaba el concepto y sugería los temas a ilustrar. Era redactora creativa y
jefa de Arte. Y mucho antes -comencé a trabajar a los dieciocho- fui vendedora,
empleada y secretaria.
—¿Cuál fue el libro que más te
gustó escribir?
No sé si hay uno que me haya
gustado escribir más que los otros. No sabría separar esa sensación de las
muchas que se combinan o se alternan en el momento de la escritura. Pero sé que
predominó el disfruté en el proceso de los libros que hice en equipo. Como los
que escribimos con Florencia Esses. Con toda mi familia. Con mi hijo. Con Carla
Dulfano, Mariana Kirzner y Marcela Silvestro. Con Marina Elberger. Con Mariana
Weschler. Con Ángeles Durini, Mario Méndez y Franco Vaccarini. Y en muchos que
hicimos con Enrique Melantoni, mi marido.
Se habla mucho de la lectura y la escuela, ¿cómo es la relación dentro
de la escuela? ¿Cómo te gustaría que fuera la escuela de hoy para los niños?
Los autores de literatura infantil, escritores e ilustradores, cuando
nos invitan y podemos, visitamos las escuelas para charlar con nuestros
lectores o para dar talleres a docentes. Es un contacto directo. Estos últimos
años, en que se cerraron editoriales y se devastaron políticas públicas de lectura,
nosotros vimos además los problemas de algunos edificios donde entramos, lo
vapuleadas que están económica y socialmente muchas de las familias de las
alumnas y alumnos con los que conversamos y nos enteramos de esas y otras
dificultades con que se enfrentan los docentes cinco días a la semana. Se
evidencia entonces el contraste entre las circunstancias y el esfuerzo y
entusiasmo de las y los mediadores, que a pesar de todo, crean espacios de
intercambio, nos leen, nos convocan, hacen llegar esos libros, historias,
sonoridades, mundos a quienes por ahí nunca antes tuvieron un ejemplar en sus
manos o les leyeron un cuento. Yo sueño con una escuela donde esos momentos,
espacios, mediadores, se multipliquen y expandan. Pero para eso, tengo que
pensar primero en una sociedad más amorosa y justa donde cada uno de los que
integra la escuela, desde alumnos a autoridades, se sientan contenidos no
abandonados. Y donde haya preguntas y herramientas para abrir preguntas y
buscar respuestas, para así aprender explorando. Y no estoy imaginando la
escuela como un planeta aislado donde la realidad quede afuera, pero si como un
espacio que facilite hablar de lo que sucede, compartir lo que nos pasa,
ponerlo en contexto, buscar las formas de enfrentarlo colaborando. Y dada a
soñar, donde además de respetar las individualidades, haya muchos chicos
jugando y leyendo juntos.
-- ¿Sos muy sensible, como tus personajes?
De chiquita me decían que era hipersensible pero aún con poquitos años
ya me daba cuenta que según el contexto, cambiaba el significado y el epíteto
podía ser sinónimo de sentimental, exagerada, dramática, pendiente, celosa,
lírica, empática o dolorida militante de lo que fuere. Es muy posible que algo
de esa sensibilidad se encuentre en mis personajes. Aunque también tengo otros
sensiblemente insensibles. —¿Qué te hizo ser así? Ni idea… O al revés,
demasiadas explicaciones posibles.
—¿Cómo ves la literatura infantil
y juvenil en Argentina? ¿Y en Latinoamérica?
Dentro de la literatura argentina sigo encontrando cada vez algún libro
al que amar, admirar, o en el que voy a reencontrarme con escritores que ya
quiero. De la literatura Latinoamérica no conozco todo lo que quisiera. Solo
los libros que se publican o difunden aquí y que, en general son, excelentes. Y
algunos despropósitos que me traen a veces alumnos cuando viajan y que fuera de
contexto, son publicaciones inexplicables.
—Si un niño o niña quiere ser
escritor, ¿qué tiene que hacer?
Leer. Escribir. Componer canciones. Jugar. Crear historias. Escuchar
música. Ver pelis. Ir a museos. Pasar tiempo en la naturaleza. Estar atento a
la calle. A su casa. Hacer teatro, rap, títeres, muñecos, historietas, voces.
Inventar biografías. Imaginar mundos. Porque todo le será útil para escribir si
eso es lo que más desea. Pero específicamente, si quiere que su deseo de ser
escritora o escritor se sostenga, tiene que escribir, jugar con las historias
que se le ocurren, cambiar las que ya conoce. Y si puede, después de poner sus
idea por escrito, si ve que están muy alejadas de lo que hubiera querido decir,
si el resultado no es lo que imaginaba, si no le encuentra la vuelta, que no se
critique mucho, que guarde lo que escribió. Que vuelva a releerlo después de un
tiempo, cuando tenga cierta distancia con lo escrito. Y que intente
reescribirlo cuando pueda…
—¿Crees que la literatura debe ser estremecedora, conmovedora, molesta o
indomable? ¿Por qué?
Quiero y me relaciono con la literatura como con una amiga. Y a mis
amigos no les pido que sean de un modo particular. De ellos puede venir lo
esperable, la reafirmación tanto como lo diverso e inesperado. Una amiga, un
amigo, tiene el poder de hacerte fácil o difícil la relación en los momentos
menos pensados. Pero no imagino lo cotidiano sin la amistad.
@ Eduardo Raúl Burattini
Maravillosa entrevista a una maravillosa escritora. Un placer...
ResponderBorrar¡Qué gusto me ha dado esta entrevista! Eres maravillosa, Graciela.
ResponderBorrarPreciosa,amorosa e i teligente entrevista¡¡¡¡ bravo. Felicitaciones
ResponderBorrarfelicitaciones por la entrevista!
ResponderBorrarFelicitaciones!!!!!! Me emociona tu entrevista y recuerdo tus escritos y tus juegos de la infancia.
ResponderBorrarQué belleza de entrevista! Genia!!
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