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sábado, 14 de diciembre de 2019

Esperar para encontrar: matices de la poética de Perla Suez” (2da Parte)


                                                                                                             por Adrián Ferrero





     Abordé en un artículo anterior el modo en que la ficción de Perla Suez, mediante complejo procesos testimoniales ligados a la memoria y al modo de referirla, se hacía cargo de las tramas del dolor social. Pero veamos otras vertientes de una poética tan rica en matices, que se proyecta hacia otros contenidos y otras formas.

     Otra línea de su producción dialoga con la tradición literaria tanto popular y anónima como con firma de autor. Pero, de modo inteligente, Suez se apropia y desvía ciertos recursos o contenidos desplegándolos hacia un horizonte de expectativas con nuevos horizontes. En efecto, es productora de novedosos sentidos y que son resignificados. Motivo por el cual el público infantil disfruta, acaso sin advertirlo, del  patrimonio de muchos. En otra zona de su producción  (como veremos) se introduce el poder de la transformación o la metamorfosis a través de lo maravilloso, razón por la cual ya ingresamos en otra dimensión o, quizás, en otro orden. Pero también aquí, tampoco su inscripción es convencional. Nuevamente hay un desvío: esos procesos tienden a introducirse en contextos también perturbadores, donde los personajes se ven amenazados y esas metamorfosis se imponen como formas de la salvación. Por último, agregaría una sagacidad y una destreza tan infrecuentes como originales para manejar la puntuación, la sintaxis, las pausas, el ritmo, la sonoridad, los énfasis de la lengua literaria: una gramática de tal colosal consciencia de sus recursos como de la posibilidad de instalar sus temas.



   Administrando con sabiduría diestra sus conocimientos sobre el efecto que los recursos de la escritura son capaces de producir en el lector (y muy en especial en el lector infantil), Perla Suez artesanalmente trabaja de modo reflexivo y evidentemente paciente antes de plasmar su uso singular de la gramática a los efectos de, hacerlo con la mayor eficacia. El de saber a ciencia cierta dónde detener con precisión una historia. Cómo graduar su temperatura. De qué manera manejar las tensiones. Cómo articulas la sucesión de acontecimientos. Cómo encadenarlos en una sucesión sin ruidos. Eso confiere determinado fluir a su prosa que no queda jamás abandonada a la mera espontaneidad o la impulsividad. Produce un efecto claro y dicta, naturalmente, la fábula misma porque, como es obvio, la fábula es un producto de un cierto universo poético creado por el uso selectivo del lenguaje. Quiero decir: la historia está determinada en primer grado por la escritura, por el modo en que queda dibujada sobre la página y no en un a priori que es el que suele predominar en muchos escritores. Diera la impresión en Perla Suez que ocurre todo lo contrario. Seguramente existe una idea previa de lo que va escribirse. Eso resulta naturalmente obvio. No obstante, como escritora su método de trabajo resulta revelador de una poética atenta a producir mediante la manera en que es ejercida una construcción del relato que lo modifica de modo notable según su elaboración meditada. Su obra infantil es insoslayable y dibuja una coherencia absoluta con su narrativa para adultos. Agregaría que la narrativa infantil de Perla Suez es exigente: no busca complacer al lector con historias simplistas sino más bien narrar, incluso, momentos difíciles, sin alcanzar sin embargo emociones que afecten de modo intolerable o de modo perturbador al lector.


     El libro álbum Lara y su lobo (2014), acude a guiños de cuentos tradicionales infantiles (o acuñados como tales), esto es, a intertextos literarios populares y anónimos. Una casa construida por una niña, Lara, que no es de leña ni de ladrillos sino de libros. Una casa habitada, sorpresivamente, por un Lobo que duerme en su interior vestido con ropa de persona adulta y que, lo descubriremos, tiene hambre. Pero no de humanos sino de aceitunas, cogote de pollo y pan casero. Un Lobo al que todos temen pero que en el fondo es sumamente  manso (diera la impresión entonces más de un perro doméstico o mascota que de un animal salvaje) y, evidentemente, sólo buscaba o compañía o, como dije, alimentos. Ya ahíto de comida, llegará la invitación a un parque de diversiones  por parte de Rafael, Didí, Manuela y Sofía, los amigos de Lara. Y un paseo en una calesita montado sobre un caballo con alas. Nuevamente el motivo de los animales, este amigo del hombre, manso, se suma a la diversión. El miedo queda neutralizado y la emoción cambia de signo, como es evidente. La  calesita gira y gira, cada vez más velozmente. Hasta que, al detenerse, irrumpe una frase final: “Lobo no está”. Es aquí donde está el  intertexto claramente. En esta gran historia de Perla Suez lo previsible se entrelaza con lo inesperado y no puede sino resultarnos sorprendente su poder para recuperar legados literarios y, de modo potente, proyectarlos hacia creaciones con perfiles renovados. Perla Suez, ya vemos con estas tramas que no son por cierto vertiginosas sino que se toman su tiempo para ser narradas (y leídas) camina por la literatura por nuevas parcelas pero sin límites al mismo tiempo. Y en esta apropiación sesgada de una herencia hay una dosis de delicado humor implícito, o bien acaso un talante risueño que quizás un niño puede desentrañar a medias. Es que en verdad sus historias para niños no reconocen un público. Y esta es una de sus mayores virtudes, me parece a mí, en lo que a narrativas de la infancia se refiere. Las que la vuelven si bien propia de ese campo de la producción literaria, participan también de la posibilidad de ser disfrutadas con amplitud por un público que no conoce una sola edad.


    El cuento infantil Un oso (2014), de Perla Suez, narra, como su nombre lo indica, la historia de un oso que guarda una relación muy singular con la luna. Se podrá pensar que por lo tanto guarda una relación muy singular con la noche. Porque la luna, que suele iluminar senderos y dejar entrever siluetas, como sombras chinescas, en el mundo, precisamente durante esa etapa del día. Es ella la que precisamente lo invita a dar un paseo. Él se aventura e inicia un viaje que lo conducirá hasta el Mar Báltico. Se desconcertará allí al ver un niño, conocerá a otros que le harán regalos, algunos mágicos. Hasta llegar a una ciudad en la que hay un hombre tomando un té. Se trata de un hombre singular, con un ojo blanco. Tan blanco que atemoriza. Un hombre con un ojo blanco es un hombre que a ese oso lo asombra, pero el oso no lo discrimina. Las cosas seguro se ven distintas con ese ojo. O dejan de verse de un cierto modo. Quizás hasta se vean incluso por la mitad Sin embargo, hay miedo, y de allí en más, el viaje será una huida de ese ojo y del portador de ese ojo. Huye de él en una bicicleta, como polizón en un tren hasta llegar a un desierto: lo más distante del hielo de lo que pueda concebirse. Pero el desierto culmina en un acantilado atronado por la circulación de un curso de agua. 

  Y lo que era tan temido (el hombre y su ojo), terminará siendo su tabla de salvación. Porque el hombre tomará el ojo entre sus manos y lo convertirá en un trozo de hielo. El hombre se esfumará y luego de flotar sobre ese hielo, el  oso regresará a su glaciar donde, luego de sentirse como en casa, porque por dentro sentirá las pisadas de una manada de elefantes con sus orejas, por fin, irá a pescar invitado por el  oso grande. El viaje como metáfora de la búsqueda de lo que no se conoce pero  que evidentemente se aspira a encontrar de distinto y hasta de novedoso es una constante en este libro que, bien mirado, no es un cuento estrictamente de autoconocimiento sino, más bien, de descubrimiento de un entorno multifacético que permanecía velado. Los miedos, el rumbo que se pierde (huyendo de ese mismo miedo) y, por fin, un miedo que terminar por languidecer porque lo que se temía es lo que termina por salvar, en una vuelta de tuerca interesante e inteligente. Permitiéndole, de una vez por todas, la realización definitiva. Quizás muy lejos, exista una luna que nace o se esconde, como una luz que se apaga y se enciende, guiando con su parpadeo a una existencia que necesita de un faro, imprescindible circular siguiendo un itinerario importante.

   
  Uma (2016) es un libro álbum infantil de Perla Suez  que nos cuenta acerca de la invasión en territorios de paz por parte de grupos que no hacen sino provocar la distopía del ruido y el destrozo. Disponiendo libremente de la materia de esa inspiración, Suez mediante riquísimos matices refiere episodios respecto de la llegada a una aldea por parte de una agrupación destructiva (que puede ser leída según muchas claves). Esta intrusión remite a otras de existencia constatable que Occidente conoce de larga data. Que la protagonista sea una niña, una niña perseguida, seguramente mediante una operación identificatoria que hará que el niño experimente esa persecución y el modo en que se suele encontrar desprotegido y sentir la orfandad tanto como la hostilidad. Pero sin embargo, en este caso, el vientre de un gran pez que sabe cantar salva a la protagonista, junto a otros niños, del arrollador ataque de este grupo de hombres de cuero enfundados en botas que llegan con sus “orugas destructivas” a traer la guerra a la tranquila llanura. Un espacio de concordia y entendimiento. La vida y las emociones se vuelven intensas y cambian por completo, arrasadas. Mientras ellos destrozan todo a su paso, nuestra protagonista asistirá sin embargo a la magia o, quién puede saberlo, a un acontecimiento del orden del milagro: la multiplicación de otros peces a partir de ese solo gran pez. Un pez que la ha transportado a la orilla opuesta del río. Ella ha quedado a salvo. Y allí se detiene el cuento. Tal vez sea esa una de las aristas virtuosas más altas del libro. El instante en el que Suez decide su punto final. Uma, me parece, habla de muchas cosas. Invitación delicada al pacifismo, al ecologismo, al amor a lo que nos rodea y al cuidado hacia quienes también lo hacen. Alude a la presencia despiadada de grupos atentos siempre a ser irrespetuosos con el semejante. Y se trata de una narrativa de alianza que seres fabulosos van urdiendo con personas que miran con ojos transparentes y se dejan cautivar sin temores pero con asombro por los chispazos dorados que emiten solamente los seres más puros.



     Y cierro este recorrido incompleto por la ficción infantil de Perla Suz con su libro Espero (2015), ilustrado por Natalia Colombo. Y veremos por qué. Sabemos que los prejuiciosos  suelen confinar al desván a una literatura que a sus ojos no merece figurar en los estantes de prestigio porque no admiten que la literatura infantil sea un territorio digno de exploración ni de innovación pujante. No obstante, las fábulas que los adultos atribuyen como destinatarios a los menores pueden llegar a tener resonancias insospechadas en un lector incluso profesional. Eso me ha sucedido con este libro sorprendente. Porque en tanto el protagonista de la presente historia proyecta sus deseos o añoranzas que se traducen en una multitud de imágenes, espera algo que en verdad no esperaba llegara del modo en que lo hizo. Así, me nos encontramos con una emoción que también todos hemos sentido alguna vez en nuestra historia. Entre imágenes plásticas que realizan un sutil contrapunto con silencios, el presente cuento protagonizado por un perro pero por el que se deslizan personas, animales, árboles y máquinas, nos habla de que esperar es una manera de encontrar también. Porque para encontrar no siempre es necesario en todos los casos salir a buscar. En ocasiones una sabia y paciente espera (a tiempo) es productora también de efectos y sentidos. Este Espero fue seleccionado entre los 10 mejores libros para niños del mundo por la institución venezolana Banco del Libro y, por lo tanto, objeto de una distinción a nivel internacional. Y pienso que lo merece. Está el intertexto de la espera de Zama (1956) novela del argentino Antonio Di Benedetto (si bien la trama admite otras lectores), como bien ha explicado la autora. Y con las ilustraciones que llegaron antes que la historia estuviera delineada, el cuento alcanza un principio, su desarrollo y un cierre exitosos que en tanto que lectores ávidos, nos permite reflexionar acerca de las motivaciones y los alcances de nuestra conducta. Del modo como nos conducimos con nuestras decisiones. Porque a veces, como Perla Suez lo ha hecho con su ficción para adultos y niños, no solo se trata de hacer. Sino de esperar la llegada a lo que una vida de trabajo pero también de suerte incierta, nos deparará. En este caso de modo dichoso. Como toda su obra de jerarquía.


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