Cuando éramos jóvenes y asistíamos a las mesas que sobre poesía escrita por los más bisoños se llevaban a cabo allá por los “aguerridos” años 90, siempre albergábamos la humilde y trascendente esperanza de que algún crítico o estudioso se detuviera en nuestro trabajo, en nuestros libros. Más allá de esa hasta un punto lógica pretensión juvenil, pienso, a la altura de estos años, en la contundencia de una propuesta individual que pueda superar cualquier barrera.



 

Cuba siempre se ha caracterizado por ser una tierra de poetas, si bien es cierto que en las últimas promociones se ha extendido el prosaísmo chato, la reflexión directa y poco elaborada, diría yo, poco tamizada sobre la degradante realidad que nos rodea, entre otras características que, a mi juicio, no enaltecen a la lírica de estos días. Pero no puedo generalizar. Como dijo alguien de nuestro medio alguna vez, no se puede confundir tendencia con grupo generacional. Se observa también en cierta poesía joven la falta de lecturas de poesía rimada que tanto contribuye a la formación del oído y al asentamiento del ritmo en un poeta, el desconocimiento de los recursos tropológicos. Para romper las reglas hay que conocerlas primero.

La crítica social a nuestro medio ha llevado a algunos de estos bardos, dígase los más premiados, contradictoriamente, a criticar el sistema de premios de las instituciones literarias, cuando ellos incurren en la deleznable misión de criticar ese sistema y de mandar y ganar a cada concurso e institución que critican. ¿Estamos hablando de la existencia en ellos de una especie de cinismo de supervivencia? Pero no generalicemos. Toda la poesía cubana actual no es así. Lo recuerdo una vez más: no se puede confundir tendencia con grupo generacional. Hay otras voces que han sabido distinguirse y llamar la atención desde una manera original de manifestarse. Es cierto que muchos priorizan el concepto, la idea, y se olvidan de que poesía no es solo emoción sino también belleza. Es cierto que intentar maneras nuevas es harto difícil, y cada generación tiene el deber de desandar ese camino. El poeta se hace de múltiples lecturas, de múltiples vivencias, y debe atesorar una biblioteca donde nunca falten los clásicos. La cultura no se obtiene por ósmosis, como hemos visto a muchos escritores proceder, dígase jóvenes y no tan jóvenes; ni imitando al escritor de éxito que viva aquí o afuera. Esto es muy peligroso y tentador. En realidad, podemos decir que hay tantas fórmulas como caminos.

Creo que viene haciendo falta desde hace buen tiempo la realización de una antología seria. No un inventario de nombres de todas las regiones con una característica de cada uno, a manera de ornamento en la cabeza del nuevo poeta. No. Hace falta un estudio, un enmarque y desmarque serios, que busquen causas, consecuencias, procederes, tendencias, continuidades.

A veces el poeta joven se desespera un poco porque nadie “habla” de él, y él piensa que está haciendo algo de valor, nuevo, trascendente. Eso es lo que más ocurre. Hay que tener paciencia y trabajar mucho, y convertirse, como dice un colega nuestro, en un solitario de tu propio proyecto fundacional, lo que equivale a un 99 por ciento de trabajo, como han dicho los que saben, una tenacidad sin límites y un rigor profundo que sepa distinguir siempre literatura de vida literaria.




(*) Caridad Atencio, columnista de la Revista Cubana "La Jiribilla", artículo aparecido en dicha publicación.