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lunes, 27 de enero de 2020

El desafío de los libros álbum




por María Cristina Alonso




La mayoría de los libros álbum cruzan el límite del realismo de tal manera que permiten que lo extraordinario y hasta lo innombrable aparezca en ellos con cierta regularidad. Y, además, el hecho de que utiliza dos códigos, palabras e imágenes, quedan abiertos a múltiples lecturas e interpretaciones. Como lo señala Teresa Colomer[1], el libro álbum aborda  temas que  suponen un desafío a las convenciones sobre lo que los niños son capaces de interpretar a causa de la riqueza de mensajes implícitos que han incorporado e incluso, de su apelación a una experiencia adulta.

La autora integral Isol Misenta  en “Cosas que pasan” (Isol, FCE, 1998) incluye hay una voz narradora que enuncia una posibilidad en una página  y la niega en la siguiente a través de la imagen y el texto:



En este libro álbum, la niña protagonista expresa deseos que no puede cumplir (ni ser más alta, ni cantar como un pájaro, ni tener los ojos verdes)  hasta que aparece un genio con un catálogo de deseos y le dice que puede pedir uno por ser la que más ha pedido deseos en el mes. La niña duda y pide “todo”, deseo que no está en el catálogo. El genio le concede a cambio un conejo gris. Como en casi todas las historias de Isol, no hay un final, siempre es posible imaginar otra historia:

La historia, como en otras de la misma autora, presenta una desestabilización de los mandatos sociales de belleza (tener los ojos verdes, el pelo lacio, ser alta) e incluye intertextos que vienen de los cuentos tradicionales (la aparición del genio que cumple deseos como en Aladino, el conejo gris que remite a Alicia en el país de las maravillas) y de la publicidad (el genio tiene un catálogo de deseos, la niña ha cumplido la cuota de pedidos del mes). Discursos que deconstruyen la idea habitual del género “relato para niños” poniendo en tensión los modos de percibir lo cotidiano.


Marjolaine Lerayen  en Una Caperucita Roja (Océano Travesía, 2009), plantea también un desajuste entre el relato tradicional de los hermanos Grimm o Perrault y le pone el peso de la acción desbastadora en la niña que es más fuerte que el lobo porque es más inteligente.  Una versión posmoderna del clásico infantil que Perrualt pensara como advertencia a las mujeres para que se cuiden de la ferocidad de los varones. Esta nueva Caperucita se narra sin escenarios, en fondo blanco con unas pocas líneas para señalar espacios. La niña y el lobo en dos colores, rojo y negro que los representa. Y lo disruptivo en este libro álbum es que el final, en lugar de que el lobo coma a Caperucita es la niña la que destruye su moral diciéndole que tiene mal aliento y dándole un caramelo mortal.








La misma autora se pregunta si Una Caperucita Roja es para niños o para adultos, y se responde: “Esta es una buena pregunta. Yo no sé realmente. No pensé en los lectores cuando escribí esta historia. Además, yo no sabía que iba a ser publicada algún día. Sólo traté de expresar de una manera divertida, la visión que tenía de este cuento. La información que tengo ahora es que el final es lo suficientemente abierto, que hay muchas interpretaciones posibles de acuerdo a las diferentes edades. Y los dibujos son lo suficientemente simples para atraer a un público muy joven. Yo también creo que se puede hablar con los niños sin hacerlo todo dulce, pero manteniendo un lenguaje accesible. Pero, a veces, me encuentro con padres más sorprendidos por el final de mi historia que sus hijos”.[2]
. Temas sombríos en libros para niños

No hay temas tabúes para los libros álbum . Tampoco la muerte y la violencia porque, como señala Mariano Kairuz “la violencia y la muerte “están en nuestras vidas desde chicos y lógicamente forman parte de los relatos que nos rodean desde que nacemos. Lo que diferencia una historia destinada a los chicos de una pensada para el público adulto es cómo se abordan esos mismos temas”.  Los libros álbum son textos inquietantes y disruptivos.

Sendak, el autor ya citado de Donde viven los monstruos, dice en un reportaje  que a los chicos hay que decirles todo. “Diles todo lo que quieras. Si es verdad, dícelo”. Para él, “no hay verdaderas distinciones entre la infancia y el resto de nuestras vidas”. "Me niego a mentirles a los niños", afirma Sendak. "Me niego a atender la mentira de la inocencia".[3]

Cuando Sendak recibió la medalla de la asociación de libreros en 1964  por su libro Donde viven los monstruos explicó que la clave de su obra estaba en la fantasía que le servía como arma para enfrentarse a todos los demonios y en  la necesidad de revelar la infancia con toda honestidad y crudeza.

Fanuel Hanán Díaz (2015() sostiene en su ensayo Variaciones sobre el tratamiento del tema de la muerte en la literatura infantil:
“La muerte ha sido en la literatura infantil la gran ausente, la eludida, la disfrazada. Es difícil encontrar textos que aborden con naturalidad esa problemática. Detrás de ese fenómeno se esconde la sombra de una actitud sobreprotectora hacia la infancia, un celo de adulto que todavía no ha solventado su propio enfrentamiento con esta experiencia.”




El pato y la muerte de Wolf Erlbruch  (Bárbara Fiore,2007) aborda el tema de la muerte a través de un diálogo entre Pato y Muerte. Una conversación que plantea todos los interrogantes a los que los humanos no encontramos respuestas.
  

No se dan respuestas porque no existen y son trasladadas al lector. Un pato que está llegando al final de su vida descubre que alguien lo sigue, es la muerte que el ilustrador ha personificado como un esqueleto. “¿Quién eres?”, le pregunta. “Ah, por fin te diste por aludido. Soy la muerte y he venido a buscarte” -le contesta la muerte.

Lo que sigue son austeras ilustraciones sombrías y sencillas para que los diálogos cobren real importancia.
Pato y Muerte estrechan lazos y comparten algunas experiencias: van al estanque, se suben a los árboles hasta que llega el día en que Pato siente frío y muere. La muerte lo despide con una flor roja y la vida sigue.

Quienes estudian y analizan a la LIJ sostienen que la muerte debe ser trabajada en los libros para niños y que, en palabras de Hanán Díaz “los libros de este tipo no deben focalizarse en un solo momento narrativo. La muerte de un ser querido es un proceso que afecta a los deudos en tres etapas: el duelo, la aceptación y el recuerdo”.

Por lo tanto vamos a abordar otro tipo de temáticas vinculadas a la muerte en contextos políticos de estados represores.

 Camino a casa, de Jairo Buitrago (texto) y Rafael Yorkteng (ilus.)  (México : FCE, 2008) aborda el tema de la ausencia del padre. Una niña le pide a un melenudo león que la acompañe de regreso de la escuela hacia su casa, en la periferia de la ciudad. En ese recorrido reconocemos los rasgos de  cualquier ciudad latinoamericana. No lo dicen las palabras pero sí las imágenes: vendedores ambulantes, gente que escarba en la basura, una anciana que necesita ayuda y muchas casas agrietadas que acentúan la marginalidad y el abandono

El libro se puede leer como una alegoría política o como una simple historia. La niña, acompañada por el león compra alimentos, va a buscar a su hermanito, cocina mientras espera a la madre y, cuando esta llega, despide al león: “Puedes irte de nuevo, si quieres pero vuelve cuando te lo pida”.

Sólo con la imagen descubrimos que el padre ha muerto, lo vemos cuando la familia duerme, en la foto del porta retrato aparece el padre con una melena similar a la del león, y en la pila de periódicos junto a la mesa de luz, un titular nos informan en qué circunstancia ha muerto el padre: es uno de los desaparecidos del Palacio de justicia en 1985, en Colombia, después de la toma del M19.





Dice Buitrago en una entrevista[4] que “al escribir libros también uno tiene su posición política, su posición sobre los temas sociales que lo afectan. Colombia, México y Argentina tienen una historia dolorosa de trasfondo, como muchos países latinoamericanos. Chile particularmente con la dictadura; Colombia con un conflicto armado que generó muchísima represión y México, pues que la historia ya la conocemos: años y años de represión política a muchos sectores.”
Y refiriéndose a Camino a casa: “De lo que yo quería hablar era de la desaparición de alguien, forzada o no, pero la desaparición de algo. Las ilustraciones tienen ciertos guiños a algo un poco más complejo político, pero son guiños adultos que los niños no tienen por qué ver.”
En este libro álbum el autor da cuenta de realidades vividas por muchos países latinoamericanos, los abusos de poder, las injusticias, la opresión política.
 Frente a ese panorama tan doloroso, la niña protagonista es mostrada con toda la valentía que requiere sobreponerse -por medio de la imaginación- a la dura tarea que lleva sobre sus hombros: hacer las compras, encargarse de su hermanito y hacer las tareas de la casa.
La muerte del padre ha ocasionado desplazamientos en la vida cotidiana.
Siempre se pensó en un libro infantil,- reflexiona Buitrago-a pesar de que el tema es muy duro. Veo en el libro-álbum una manera muy completa de expresarme, que se asocia a la literatura infantil pero sin estar ligado a la fantasía impuesta para niños; nunca he pensado que los temas tabú se tengan que evitar, ni creo que los temas tabú existan para los niños”,.

Buitrago define al libro álbum

Para terminar con este recorrido anexamos esta definición de Jairo Buitrago sobre lo que él, un creador de este tipo de libros, piensa sobre ellos:
Yo creo que los libros álbum son subversivos. Pondría de ejemplo a Janosh, que es este escritor alemán que hizo personajes inolvidables y al mismo tiempo súper transgresor. Su manera de narrar y dirigirse a los lectores jóvenes es muy simple: si tú tienes que decir algo, pues lo dices de frente. Yo lo veo así. No disfruto mucho el álbum que es muy elaborado. Sé que hay gente que colecciona estos álbumes como objetos de arte y sé que a los niños presentarles un álbum muy bonito estéticamente es su primer acercamiento al arte, pero al mismo tiempo siento que les falta ese elemento transgresor, que digan cosas a los niños.
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Bibliografía

- Lewis, David. (1999) "La constructividad del texto: El libro-álbum y la metaficción", en El libro-álbum: invención y evolución de un género para niños (Caracas, Banco del Libro,. Colección Parapara-Clave).
-Bajour, Cecilia y Carranza, Marcela: “El libro álbum en Argentina”. En: Imaginaria, N°107, Buenos Aires, 23 de julio de 2003, http://www.imaginaria.com.ar/10/7/libroalbum.htm
-Clase 5. Entrevista a Isol: La ilustración en la literatura infantil. Diploma Superior en Culturas y narrativas para la infancia y la juventud - Cohorte 1, FLACSO.
-Colomer, T. (1998). La formación del lector literario, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez
-Colomer, Teresa, (1996) El álbum y el texto, revista, Peonza, N° 39,
-De Santis, Pablo. Clase 3. Las narrativas para niños y el género
fantástico. Diploma Superior en Culturas y narrativas para la infancia y la juventud - Cohorte 1, FLACSO.
-Díaz Rönner, María Adela (2000) “Literatura infantil: ‘de menor a mayor’” en: Jitrik,Noé  Historia crítica de la literatura argentina, Vol. 11: “La narración gana la partida”
-Hanán Díaz, Fanuel (2007). F. Leer y mirar el libro álbum ¿un género en construcción?. Bogotá: Norma,.
-Hanán Díaz, Fanuel, (2015) Temas de literatura infantil. Aproximación al análisis del discurso para la infancia, Buenos Aires, Lugar Editorial.
-Jitrik,Noé (2000) Historia crítica de la literatura argentina, Vol. 11: “La narración gana la partida
-Kairuz, Mariano. Elogio de la oscuridad - Crecer es morir un poco. Diploma Superior en Culturas y narrativas para la infancia y la juventud - Cohorte 1, FLACSO.



[1] Colomer, Teresa. « El álbum y el texto » Peonza 39 (1996) : 27-31.
[2] Un periodista en el bolsillo, http://www.unperiodistaenelbolsillo.com/la-caperucita-roja-de-marjolaine-leray/.
[3] Maurice Sendak: Me niego a mentirle a los niños The guardian, recuperado en https://www.theguardian.com/books/2011/oct/02/maurice-sendak-interview
[4] Recuperado en http://www.fundacionlafuente.cl/entrevista-a-jairo-buitrago/

La ilustración del libro infantil en la época de la cultura de la imagen”


                                                                                                  por Adrián Ferrero






     Me proponía reflexionar en este artículo acerca del modo como en los últimos tiempos ha  cobrado un protagonismo sustantivo en los libros infantiles la ilustración. En efecto, si bien la dimensión icónico siempre estuvo presente en los libros para niños, ha crecido y se ha complejizado proporcionalmente en desmedro del discurso propiamente literario. El código verbal ha sido absorbido por el discurso visual. En épocas de una cultura de la imagen (puesta de manifiesto en diversos contextos y soportes) esto no debe resultar sintomático. Se propone una poética de la imagen mediante una narrativa de la imagen que corren en paralelo con la narrativa verbal. Esta circunstancia plantea varios dilemas. Uno de ellos (y no el menor) es que se introducen en el seno del libro infantil, una suerte de doble lectura. ¿Se opta por alguna de ellas? ¿se opta por la más directa e inmediata? ¿se pone en un primer plano a una por encima de la otra? Este es uno de los puntos. Y no el menor. La convivencia no la considero equivalente sino, en un punto, desde una más dominante que la otra.

     Dentro de este panorama, del que, en un marco muy diferente participaba el cómic, el uso de la lengua literaria no solo se ve restringido en su desarrollo narrativo, poético o dramático. También en sus significados. En efecto, si la imagen define mediante una función de anclaje, en términos de Roland Barthes, esto es, si la ilustración plasma algunos de todos los significados libres y flotantes de la escritura, los significados de la escritura literaria quedan retringidos. Es poco lo sugestivo y demasiado lo denotado. Esto es: lo denotado supera mediante el discurso visual a lo supuestamente connotado por la dimensión literaria. En virtud de que, como es sabido, la polisemia y el rasgo connotativo es lo que caracteriza al discurso literario.

     De este modo, el lenguaje devenido lengua literaria, con todas sus posibles resonancias, significados y sentidos se ve acotado. En lugar de desplegar mediante potentes imágenes o una retórica plagada de metáforas u otras figuras retóricas sugestivas (en los casos de excelencia), se acude a un lenguaje que, si bien puede ser de talento, no tiene la misma riqueza de matices, desde mi punto de vista, que el verbal. El repertorio de colores y formas, la estética visual dependerán ya no del autor de la trama literaria, sino del talento de un ilustrador o ilustradora que sepa, según los casos, interpretar y traducir a imágenes según su singular criterio, la estética de ese escritor o escritora. Esta punto, aunque no lo  parezca, resulta crucial. Porque define la identidad que tendrá un libro. Si está volcado más hacia su costado connotado que el denotado, como  dije.

     Simultáneamente, si como dije el discurso visual no es polisémico, como sí lo es el lenguaje literario y muy especialmente la poesía, la capacidad expresiva también se empobrece. Se trata de un tipo de discurso con contornos demasiado nítidos y, por más que sus figuras sean abstractas y cuenten con la apertura que permita que los significados no se vean menos reducidos, evidentemente eso ocurrirá de modo inexorable.

    El lenguaje visual es de naturaleza concreta, aún el abstracto. Goza de formas, contornos, colores, figuras, transmite o no perspectivas, sugiere volúmenes y dimensiones. De modo que aún acudiendo a una ilustración abstracta, la lectura tampoco será completamente connotativa. Siempre habrá elementos que ese ilustrador definirá en términos descriptivos en un diálogo con el escritor que no siempre depende de un intercambio. Hay ocasiones en que no hay comunicación entre ambos. En otros, los de mayor riqueza, si hay entendimiento, el resultado puede ser magnífico. De modo que la ilustración llegará, en ocasiones, “a posteriori”, esto es, llegará a destiempo para la construcción de significados. Y puede condicionar vivamente la índole del libro. Pero conozco casos en que el trabajo puede ocurrir a la inversa: en que llegan en primer lugar las ilustraciones para inspirar historias y tramas. Lo que resulta una posibilidad de carácter prodigioso. Este sí me parece un trabajo sin precedentes y pone de manifiesto el señalado carácter creativo de los ilustradores cuando son destacados.



    Sabemos por otra parte que hay ilustradores más dotados que otros. Así como hay humoristas más dotados que otros en el cómic. Hay una especialización en ilustración de libros infantiles que se ha ido perfilando en términos cada vez más profesionales hasta devenir un oficio. Esto corre parejo con una cierta formación, una experiencia y bajo la consigna de una determinada clave de lectura de esos textos literarios. Se lee para ilustrar según una determinada manera de implementar ese trabajo. De modo que se supone que los mejores ilustradores están entrenados para interpretar y luego realizar una traducción a otro código aquel en el que ha sido originariamente concebida la trama. De modo que no estoy planteando que toda ilustración resulta limitante, nociva o hay que eliminarla para que el caudal vigoroso de la literatura infantil sea calificado. Simplemente tomo nota del rol dominante que, frente al espacio que tradicionalmente se le otorgaba a la ilustración en la Historia literaria del libro infantil, ha adoptado ahora. En este presente histórico se ha vuelto una tendencia hegemónica.

    No desestimo la ilustración ni la minimizo sino, más bien, busco las razones de su carácter predominante. Lo atribuyo a la potencia que en el marco de la sociedad contemporánea ha adquirido el discurso audiovisual y la cultura de la imagen. Y a la cultura digital, en segundo término. Desde que venimos asistiendo a las grandes revoluciones mediáticas y luego la de la Internet se ha producido una intrusión de lo visual (y lo audiovisual) en el orden de lo cotidiano y de los discurso perceptible por ejemplo en los diarios mediante la fotografía, pero también la ilustración y el cómic en la Sección de humor. Tampoco conviene olvidar las caricaturas que tienen una larga tradición en los medios gráficos. Y en las revistas que se remontan a épocas tempranas en la industria cultural no deja de llamar la atención el espacio otorgado en el seno de la representación frente a la escasa cuando no una mera nota a pie aclaratoria de innumerables fotografías. De modo que no se trata de un fenómeno aislado. Forma parte de una cierta clase de cultura, de modo de relacionarse entre el trabajo gráfico con la dimensión icónica. No olvidemos tampoco la fotonovela. Todos elementos que, en mayor o menor medida, han tendido a acentuarse y a instalarse en un desplazamiento de la palabra en la imaginación colectiva, instalándose, arrinconándola en espacios cada vez más restringidos al discurso verbal. Hago todo este desvío para poner en un contexto mayor de lo que considero la hegemonía de la cultura de la imagen a una sociedad que ha entronizado más lo que puede y hasta debe ser visto que decodificado mediante el lenguaje. Como si lo que en verdad fuera capaz de dar cuenta del fenómeno de lo real (además de sus variantes más atractivas) fuera su dimensión icónica.

    El surgimiento de los libros álbum no me parece casual. Su concepción, su emergencia, su desarrollo y despliegue son las notas que definen a una cultura de la imagen en la cual también el orden de lo tridimensional ha comenzado a interactuar con los sujetos infantiles, aunque no se trate de un dispositivo de naturaleza tecnológica, al mejor estilo de La invención de Morel  (1940), de Adolfo Bioy Casares, un gran precursor en lo que sería la gran revolución del universo de la imagen en el orden del discurso literario de la alta literatura. Doblemente meritorio porque lo hizo en épocas tempranas.

    Probablemente el cine haya contribuido a empapar también como otro antecedente fundamental y fundacional a los libros de la dimensión icónica, junto con, previamente, la fotografía y el daguerrotipo. No obstante, está claro que las políticas editoriales más recientes en lo que hace a la industria del libro infantil colocan al discurso literario en un espacio día a día más secundario, llegando incluso a casos extremos en ciertas oportunidades, en especial de los pequeños lectores, en que prácticamente las palabras quedan suprimidas o limitadas a su más mínima expresión.

     Sinceramente emitir un juicio de valor en este sentido me parece apresurado. Tal vez estemos asistiendo a otra clase de objeto estético que no responde al formato libro tradicional o convencional al que nos tenía acostumbrados o nos venía acostumbrando la cultura literaria antes de este revolución de la imagen. Sino a novedosos formatos en los que la ilustración ha cobrado tanta pregnancia como la propiamente verbal. Lo que no le resta riqueza. Hay ilustradores de talla. Puesto en estos términos, cabría una revisión de en qué términos por esta época se está presentando el fenómeno de la literatura infantil para proceder a un abordaje crítico acorde a su corpus. Quiero decir: ya las antiguas herramientas de la crítica literaria no alcanzan. Hace falta entonces un abordaje crítico interdisciplinario del libro infantil en el que tanto lo icónico (diagramación, diseño, ilustración) esté contemplado junto con su dimensión puramente literaria. Razón por la cual harían falta dos clases de expertos o una formación en los estudiosos en dos especialidades: en el orden de lo visual (o audiovisual llegado el caso) y el universo de los sentidos propios de la crítica literaria. Me refiero a si aspiramos a realizar trabajos serios.

     De manera que el único aspecto que era tenido en cuenta por parte de los estudiosos de la literatura infantil en el estudio del canon en su sentido más estricto hasta donde estoy informado y también en los análisis de las obras literarias debería ser fuertemente revisado. En este momento entonces un trabajo crítico sobre fenómenos editoriales recientes demanda preparación en las dos dimensiones de la representación social y de la propuesta estética.

     También pueden surgir nuevas versiones de viejos clásicos esta vez ilustrados en nuevos formatos. Esto contribuye indudablemente la posibilidad riquísima de volver más atractivas historias que parecían confinadas a un desván en el que ahora pueden ser revisitadas gracias a que han sido remozadas merced a lápices, pinceles, pinturas y computadoras, además de una evaluación ideológica por parte tanto de editores como del ilustrador que se supone tendrá en cuenta los tiempos contemporáneos, para no incurrir en anacronismos ni en un sentido ni en otro.

     Hay un punto importante, me parece a mí, y que no quisiera dejar pasar, del que tomé  nota pero no desarrollé. Toda ilustración de un libro infantil supone una lectura en cierta clave de la historia. Por lo tanto, la puesta en juego de una determinada ideología ¿quién será el responsable de definir esa dimensión interpretante? ¿solo el dibujante o ilustrador? ¿habrá una intervención editorial? ¿qué criterios se adoptarán? Estas me parecen preguntas elementales que plantean claves de lectura en el plano de la creación pero que no son inofensivas sino hasta decisivas en la industria del libro infantil. Dado que revisten un impacto de naturaleza incluso ética.

    No obstante, para quienes somos escritores, somos lectores y lectoras de literatura también para adultos habitualmente, vivimos esta presencia de la ilustración como una invasión intrusiva que viene a pauperizar la posibilidad expresiva de la lengua literaria. Esta circunstancia a mi juicio debería ser repensada. Comenzar a manejarnos según una libertad subjetiva que ennoblezca las tramas Claro: somos adultos. No requerimos de una motivación más que la de leer el libro. Sin embargo, los libros con fotografías resultan sumamente interesantes. Y hasta hay algunos con pinturas u otras formas de arte, como los libros objeto. De modo que también el orden de la imagen ha alcanzado al universo de los para las edades más adultas y ello no los descalfiica. Trabajar con ilustradores, entonces, sería interesante si supusiera un diálogo y una colaboración en el mejor sentido de esta palabra para la realización del libro: el más fecundo. En el que el valor de las historias se amplifique en y para la ilustración. Así, se verá iluminada por historias contundentes que las vuelvan más brillantes.

    Por otra parte, también el dibujo puede ser de naturaleza sumamente original y creativa. Lo que habría que deslindar entonces es qué clase de libro esta sociedad ha contribuido a dar por resultado en este presente histórico y sus razones, lo que constituye el punto de partida de este artículo. Cuál es la mejor manera de que esos libros sean realizados con excelencia sin pensar bajo ningún punto de vista que se trata de opciones dilemáticas sino complementarias. Según las cuales lo verbal es tan relevante como lo visual, o bien uno en el que la trama no diverge sino confluye entre lo visual y lo verbal. Me parece que generalizar no es pertinente sino, más bien, atender a estudios de caso y asistir al modo como interactúan imagen y discurso verbal en cada ejemplo. De ese modo, el análisis será más fructífero y más certero..

jueves, 23 de enero de 2020

MARÍA ELENA WALSH, UNA VOZ INOLVIDABLE



                            por


La literatura no es solo un espejo, es también un mapa, una geografía de la mente. Nuestra literatura es un mapa tal, si aprendemos a leerla como literatura nuestra, como el producto de quiénes y dónde hemos sido. Necesitamos desesperadamente ese mapa, porque aquí es donde vivimos. Para los miembros de un país o de una cultura, el conocimiento compartido de su lugar, de su aquí, no es un lujo sino una necesidad. Sin este conocimiento no podemos sobrevivir.
Margaret Atwood (Canadá)

LA VOZ INOLVIDABLE

Se cumplen hoy nueve años de la desaparición física de María Elena Walsh, el 10 de enero de 2011 en Buenos Aires.
Los que vivimos en Argentina podemos decir indiscutidamente que María Elena forma parte del mapa de nuestra literatura, al decir de Margaret Atwood. Aunque desempeñó diversos roles: poeta, traductora, libretista, compositora, dramaturga, cantante y actriz.   
Nos ha modelado como lectores de su obra y anida en el interior de muchos de nosotros como una voz amiga con quien mantenemos una conversación íntima y valiosa. 

DE AYER Y DE HOY

María Elena Walsh irrumpe en la década del ‘60 con Tutú Marambá, libro que entró a la escuela de contrabando, se transformó en fetiche para adultos y niños y mucho tiempo más tarde devino parte del canon poético infantil, hasta el presente.
Mi nieta Maite, que tiene cinco años, conoce las canciones de “La tortuga Manuelita” y “La Reina Batata”, al igual que innumerables chicos de su edad en el país o en el extranjero. 
Los personajes literarios de Walsh son parte entrañable del imaginario infantil: el Perro Salchicha, el Enanito Carozo, el Gato que pesca, los Ratones que viajan a Tucumán, el osito Osías, la hormiga Titina, Doña Disparate, Bambuco y tantos otros, habitan nuestro mundo gracias al genio de su creadora, que los hizo interactuar en sus cuentos, poemas, canciones y comedias musicales. 
Es curioso el paralelismo entre estos chicos actuales, que cantan las canciones, y la niñez de su autora. 
Ella tuvo un padre inglés, que le enseñó las Nursery Rhymes, unas rimas divertidas y disparatadasque todos los niños de habla inglesa en el mundo conocen cuando comienzan a balbucear su idioma y se encuentran fácilmente en Internet. 
María Elena “amasó” cuando estaba en Francia estos poemas con la materia prima de las Nursery Rhymes.
Los versos, de carácter narrativo, nacieron “pegaditos a la música”, música folkórica de Latinoamérica, que los hizo populares en todos los países de habla hispana. Emplea los modernos medios de comunicación durante la década del ‘60 y la siguiente, para difundir sus creaciones; es pionera en grabar sus poemas musicalizados por ella y narra sus cuentos en discos de vinilo. 



MARÍA ELENA WALSH, EN MÚLTIPLES LENGUAJES

Trabajó como guionista en los inicios de nuestra televisión.  En 1960 ganó el Premio “Martín Fierro” al mejor guión televisivo por su programa infantil “Buenos días Pinky”, y la Medalla de Oro de la Asociación Argentina de Autores (ARGENTORES) a la mejor telecomedia, “Carola en el Balcón”.
Cuando la entrevisté en S.A.D.A.I.C. junto a mi amiga Mónica Amaré en 1999 nos confesó que había destruido todos los guiones que había escrito para la televisión de Argentina. ¡Qué lamentable pérdida!


Creó comedias musicales para chicos como: Canciones para mirar y Doña Disparate y Bambuco, que se estrenaron en el Teatro San Martín de Buenos Aires y que se han venido representando hasta el presente con un éxito de crítica y de público.

UNA MIRADA DEL MUNDO

En los años ’70, Buenos Aires vivía el auge del café-concert y en ese momento se produjo un giro en la carrera de María Elena Walsh:  estrenó en 1971 en el Teatro Regina un espectáculo unipersonal titulado: “Juguemos en el Mundo” donde cantaba canciones para adultos a la manera de sus maestros franceses Brassens y Trenet.
Crea una canción popular donde pasa revista a los temas candentes del momento, con una mirada irónica, que coincide con las canciones de protesta, como: “¿Diablo, estás?”, de gran actualidad, o “The kana”, donde satiriza a la policía, o “Fábula de Cocofantes y Eledrilos”, donde aborda el tema de los sucesivos gobiernos militares de facto en Argentina. 
Trata los temas urticantes con gran osadía y se transforma en referente ético, por lo que tiene gran cantidad de seguidores cuando publica sus artículos de opinión en los diarios de actualidad.

MARÍA ELENA EN LOS AÑOS DE PLOMO, VALENTÍA Y CONVICCIÓN IRREVOCABLES.

Políticamente, María Elena se declaró pacifista al estilo de Gandhi y Martin Luther King, defensora a ultranza de los derechos humanos; en Argentina participó firmando las solicitadas por la desaparición de personas durante los años de plomo, junto a otras personalidades de la cultura como Ernesto Sábato, Magadalena Ruiz Guiñazú y el Premio Nóbel Adolfo Pérez Esquivel. 
Como periodista, desafió a la censura de los medios. El 16 de agosto de 1979 en plena dictadura militar, escribió una nota para el diario Clarín, titulada:

“DESVENTURAS EN EL PAÍS- JARDÍN- DE- INFANTES”

Donde declaraba:
“Sí, la firmante se preocupó por la infancia, pero jamás pensó que iba a vivir en un País-Jardín-de-Infantes. Menos imaginó que ese país podría llegar a parecerse peligrosamente a la España de Franco, si seguimos apañando a sus celadores. Esa triste España donde había que someter a censura previa las letras de canciones, como sucede hoy aquí y nadie denuncia; donde el doblaje de las películas convertía a los amantes en hermanos, legalizando grotescamente el incesto.”(…)
“En lugar de presentar certificados de buena conducta o temblar por si figuramos en alguna “lista” creo que deberíamos confesar gandhianamente: sí, somos veinticinco millones de sospechosos de querer pensar por nuestra cuenta, asumir la adultez y actualizamos creativamente, por peligroso que les parezca a bienintencionados guardianes.
Veinticinco millones, sí, porque los niños por fortuna no se salvan del pecado. Aunque se han prohibido libros infantiles, los pequeños monstruos siguen consumiendo historias con madrastras-harpías, brujas que comen niños, hombres que asesinan a siete esposas, padres que abandonan a sus hijos en el bosque, Alicias que viajan bajo tierra sin permiso de mamá.” (…)
“Todos tenemos el lápiz roto y una descomunal goma de borrar ya incrustada en el cerebro. Pataleamos y lloramos hasta formar un inmenso río de mocos que va a dar a la mar de lágrimas y sangre que supimos conseguir en esta castigadora tierra”. 
Ese artículo marcó un hito en la historia del periodismo argentino.  Al día siguiente toda su obra estuvo prohibida en Argentina y tuvo que viajar al exterior.

LUCHAS PERSONALES Y SOCIALES

Un año antes, en 1978, había decidido dejar de componer y de cantar en público, aquejada por un cáncer de fémur.  Soportó varias operaciones dolorosas y quimioterapia, pero en 1982 está recuperada de su enfermedad gracias a la asistencia de su compañera de toda la vida, la artista Sara Facio, pionera de la fotografía en nuestro país, y heredera de la propiedad intelectual de su pareja.
Varias de sus canciones, “Como la cigarra”, “Canción de cuna para un gobernante”, “Oración a la justicia”, “Balada de Comodus Viscach”, “Postal de guerra” o su versión de “We shall overcome”, emblemática marcha por los derechos civiles de Estados Unidos, que tradujo como “Venceremos” fueron símbolo de la lucha por la democracia.
En su larga vida siguió componiendo canciones y escribiendo para adultos y niños, y se desempeñó en el directorio de S.A.D.A.I.C hasta su muerte.

¡GRACIAS MARÍA ELENA!

PORQUE EL IDIOMA DE INFANCIA ES UN SECRETO ENTRE LAS DOS,
PORQUE LE DISTE REPARO AL DESARRAIGO DE MI CORAZÓN…

ALICIA ORIGGI


Narradores y Cuentacuentos: Entrevista a la Narradora "Seño Norma"

  -¿Cómo y cuándo descubriste que tu destino estaba ligado a la transmisión de la cultura a través de la oralidad? Desde pequeña me encant...