por CRISTINA PIZARRO
Preliminares.
En
este breve artículo, me propongo señalar ciertas cuestiones que inciden en la
construcción del sujeto, ligado a los modos de leer discursos líricos que
privilegian un lenguaje puramente genuino, en el uso preciso de la palabra, el
encantamiento del plano fónico los que irradian sentidos plurívocos en la
escucha placentera, en la fruición gozosa cuando se unen, en alianza dialéctica,
el cuerpo y la palabra, en una cosmovisión global, en tanto el niño capta la
totalidad en su conjunto sonoro, lúdico y que va directo a su corazón expectante. Iré incluyendo citas de
diversos libros de poemas de M.C. Ramos, sin hacer ningún tipo de análisis ni
interpretación de los mismos.
“Te
busco y te pillo/ nariz y flequillo/ carita de sueño/corredor pequeño/ te pido
consuelo/ pájaro con cielo/ te espero en la esquina/ de arena marina/ con una
barcaza/ de papel estraza/ con un bergantín/ con puerto aserrín/ y con un
velero/ de papel te espero/ te espero en la huerta/ que no tiene puertas/ y en
esta vereda/ donde el sol se queda/ y peina con brillo/ con peines de seda.” (“De
papel te espero”)
El
asombro y la sorpresa en el tratamiento de las cosas, los elementos de la
naturaleza, la exaltación de lo minúsculo que solo puede percibir quien se
entrega de lleno a su tarea, ya sea tanto la poeta Ramos cuanto el destinario
niño y la necesidad de la impronta de los mediadores, es decir, docentes,
bibliotecarios, especialistas y adultos en general, responsables de la
formación educativa en su integridad, desde lo afectivo, expresivo, cognitivo,
interpretativo y productivo. Cada texto generará un nuevo discurso en el
transcurrir de la vida de los niños, cuyo fruto ha de madurar según sus propios
ritmos, intereses, necesidades, deseos. Sabemos que no todos los frutos maduran
al mismo tiempo, así como también conocemos que el período de gestación y
también su duración vital es diferente en cada especie de la naturaleza.
“Se
me ha perdido un botón/ y el ojal está asustado, /¿Alguien ha visto pasar/ a un
gordito nacarado?/ Dicen que rodó esta tarde/ despeinado y con hilachas, / con
aire de distraído,/ algo dudosa su facha”[…] ( “¿Y el botón”?)
Una
autora que es testigo de su aquí y ahora.
María
Cristina Ramos, escritora argentina coetánea, pone de manifiesto en su extensa
obra literaria, su maestría en los diferentes discursos literarios destinados a
los niños y jóvenes de hoy. Una lectura atenta a su vasta producción
escrituraria nos demuestra su interés y compromiso por despertar el deseo que
favorecerá la conquista creativa y la invención lingüística.
Podemos
soslayar que de sus textos emergen aspectos fundamentales acerca de su
concepción poética: desde la sutil intención de ‘captar los misterios de la
naturaleza’, hasta ‘insinuar ese mundo representado y ficcional a través de
sombras, silencios, transparencias y reflejos’.
Su
escritura se detiene, con suspicacia, para descubrir los detalles del mundo.
Serán las pequeñas cosas las que su mirada capta con un zoom y de ese modo, les
otorga grandeza sin par hasta que logra penetrar en su secreto.
Personajes
etéreos, elementos de la naturaleza, objetos de la vida cotidiana adquieren
otra dimensión. Estos se ubican en una categoría semántica que juega con las
oposiciones, con asociaciones, con ritmos en la rima y la métrica. Utiliza
recursos tradicionales de la poesía que remiten a una intertextualidad, ligada
a las coplas, romances, canciones, rondas que constituyen el acervo de nuestra
cultura. En sus poemas, los versos se despliegan con un lenguaje metafórico que
combina elementos conocidos, ya que pertenecen a los campos referenciales de
los chicos.
“La
luna en el patio/ se peina y se pinta,/ se pone un sombrero,/ se cuelga una
cinta./ Se pone unos aros/ de colores raros/ y el collar violento/ de anunciar
el viento[…]” (“ La luna en el patio”)
Con
respecto de los objetos, me animo a expresar que los niños intuyen algo
diferente a una común realidad. Acaso, podríamos pensar que cuando el objeto ha
adquirido vida, el artista y el niño estarían en contacto con dicho objeto como
si se tratara de su verdad psíquica. Es en ese proceso de creación, en que el
objeto tiene vida propia, en esa nueva invención que hasta podría generarnos
percepciones emocionales insólitas.
“Con
este ruidito/ de llave llavero/ de llave que llave/ la puerta de acero./ Con
este barullo/ de vara varilla/ del árbol que sombra/ membrillo membrilla./ Con
esta jarana/ de lana madeja/ que teje la rana/ festejo festeja.[…]
( “Jarana”)
He
allí, en donde se provoca el desconcierto, lo inesperado, lo que irrumpe
sagazmente en nuestro mundo íntimo cuando leemos, especialmente en voz alta, o
escuchar la sonoridad y el efecto de significados múltiples en esa galaxia
poética.
“Vestido
en verdes limones/ sonreía el limonero,/ y emplumaba en hojas verdes/ su azar
de pájaro nuevo./ Vestido de nubes blancas/ lo pensaba el cielo entero/y lo
tocaba la sombra/ con el aire de sus dedos.”/[…]
( “Al amor del limonero”)
Justamente,
en ese universo gestado dará a luz lo que ‘sucede’. Lo que ‘sucede’ en lo
geográfico y, también, en los espacios internos. Las escenas provocan una
infinita red que no solo se circunscribe al entorno familiar y cercano. Se
abren puertas y ventanas a lo desconocido, a lo ignoto, a lo insospechado que
existe y que permanece en el universo poético, tejido con hilos de oro, con
hebras de luz y de misterio.
“La
cebolla ha dicho/ que está enamorada/ y en la estantería/ no ha quedado nada.”
[…] (“Los enamorados”)
Desde
lo teórico, se hace preciso considerar que el poeta busca lograr la verosimilitud en tanto trabaja mediante el lenguaje en la
transformación de lo confesional y espontáneo en materia poética. Esa ruptura
del lenguaje estaría ligada con la dimensión vacilante del lenguaje, en el
despliegue imaginario y de la dicción poética puesta de relieve en el poema.
“Todo árbol que crece/ mece la historia, / milenios
de equilibrio/ sabia memoria./ (“ Bosques”)
El poeta se
fusiona, de modo invisible, al mismo tiempo que se desdobla y busca ser el
otro, el otro con el lenguaje, el otro que se mira en el espejo. Se produce una
metamorfosis evocada en la experiencia, que ofrecerá, sin dudas, el rasgo
distintivo de lo verosímil, es decir, de la ficción.
Aquí la escena
es diferente en el tiempo, en el espacio. Predomina la imagen y la materia
poética metaforiza cada trazo, cada señal esbozada en los niveles de
significación, que podrá interpretar el lector según sus experiencias y
competencias literarias.
“[…]Barco que
busca un oleaje/ que le asegure su viaje/ y un agua de libre andar/ de un lado
al otro del mar.” ( “Oleaje”)
A modo de
cierre y nueva apertura.
En la obra
total de María Cristina Ramos se ponen de relieve cuestiones inherentes a la
condición humana: el amor, la libertad, el tiempo. El amor perpetrado en los
follajes de un bosque, que no será solo el del paisaje patagónico, sino que se
irradiará a otros sitios de la vida suburbana y barrial.
Observamos un
campo semántico constituido por lo propio de la escritura y la comunicación:
papel, carta, tinta, balbuceo.
“ […] La espada
ha matado al aire/ en la calle de papel,/ castillo de naipes sueña/ que sopla
sobre su piel/ […] (“ Espadas”)
Los juegos
lingüísticos y la invención de palabras se ubican en lo que transgrede, se sale
del límite convencional, se sitúa en ese espacio transicional dominado
por el símbolo y el deseo.
“De aguasombra
es la estrella/ que también es / en el nogal del
cielo/ pequeña nuez./ […] ( “ Aguasombra”).
Un espacio que
genera libertad de sentido y sonido. Los contrarios nos conducen a pensar en la
complementareidad de los opuestos, ligadas a nuestro ser: luces y sombras,
blanco y negro, cielo y tierra, solar y lunar. Estos sistemas binarios están
presentes en las culturas de los pueblos primordiales, no solo de Asia, sino
también en nuestra América.
Fantasía y
libertad deambulan en el reino del absurdo y del disparate que afirman, una vez
más, que la Literatura es ficción y lenguaje en el más alto plano de la metaforización.
“Botón
trapecista/ se cuelga de un hilo/ con aire de artista./ […] ( “Botón
trapecista”).
Cristina
Pizarro
Buenos Aires, 9 de noviembre de
2019.
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