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jueves, 21 de noviembre de 2019

ENTREVISTA A LA ESCRITORA IRIS RIVERA










—¿Por qué se te ocurrió ser escritora?

Más que ocurrirse-me, diría que me ocurrió. Cuando una es lectora, se va cargando de sentires y palabras. Algunas personas necesitamos devolver esa riqueza que entra en la gente que lee. Como si fuéramos un envase que desborda emoción y decires. Una de las formas de desbordarse podría ser crear con palabras. A veces, esa necesidad de decir desemboca en una de las formas del arte que puede volverse profesión. Creo que es eso lo que me ocurrió y me sigue ocurriendo. Las palabras nadan en el mar que somos, así lo dice Graciela Montes, nadan vivas y una trata de pescarlas sin que se mueran. Si me distra
igo y no las escribo, se sumergen otra vez y acaso ya no salgan o salgan de otra manera, cosa que también puede ser interesante.


—¿Se puede decidir ser escritor, o se nace?

No lo sé en general. Puedo hablar por mí. Es que me sentí sensible a las palabras desde que era una nena. Y desde entonces escribí en cuadernos míos, además de hacerlo en los cuadernos de la escuela. En un momento, ya adulta, recuerdo haber pensado “yo quiero trabajar de esto”. Fue una decisión que partió de una pasión. Y como la pasión persiste; la decisión, también.


—¿Cuando escribís, dejás volar siempre tu imaginación o mirás la realidad?

Ambas opciones. Miro la realidad. Es ella la que pone a funcionar la imaginación que se despega de la realidad y vuelve a ella, se despega y vuelve. No lo plantearía como imaginación o realidad, sino como imaginación y realidad. En diálogo una con la otra, y otra con la una. Nuestra maestra, Laura Devetach, nos decía que las cosas no son así o asá: son asisá. Fue un gran descubrimiento para mí. Desde entonces rechazo la disyuntiva que se expresa con una “o”. Me resulta excluyente, simplificadora en la mayoría de los casos.




—¿De qué trabajaste antes de dedicarte a ser escritora?

Trabajé y sigo trabajando como docente. Dos pasiones que se alimentan una a la otra y otra a la una.


—¿Cuál fue el libro que más te gustó escribir?

Todos y no lo digo de agrandada, sino porque sé cuántos son los que no me gustaron. Esos que no me gustan, se quedan en el cajón como intentos fallidos,  borradores borroneados, no se vuelven libros.



-Se habla mucho de la lectura y la escuela, ¿cómo es la relación dentro de la escuela?

Depende mucho de qué escuela se trate, de los objetivos que se planteen, de la concepción de lecturas y de infancias que tengan quienes organizan y llevan a cabo los proyectos, de qué tan lectores y lectoras sean los/las docentes, de su percepción del valor de los bienes culturales y la necesidad de transmitirlos, de la formación continua que busquen, de su talento para contagiar la pasión por leer.



¿Cómo te gustaría que fuera la escuela de hoy para los niños?

Imagino una escuela como la del maestro Iglesias y siempre nombro al maestro Horacio Cárdenas, a Carlos Skliar, a Jorge Larrosa, a Cecilia Bajour, Graciela Montes, Laura Devetach y  María Teresa Andruetto por mencionar unos/as pocos/as.
Muy difícil de explicar, la diferencia entre leer a esta gente y no haberla leído y/o escuchado.

Me gustaría una escuela donde los/as docentes estén leyendo cómo piensan estosas y otros/as autores/as.


—¿Qué te hizo ser así?

Se nace, se hace, te hacen. Lo que te toca vivir, la vida que te toca en el doble sentido del verbo: te toca en suerte y te toca de tocarque, te deja marca. Las personas que te vas encontrando en el camino, con sus luces y sombras que coinciden o no con tus sombras y con tus luces.






—¿Cómo ves la literatura infantil y juvenil en Argentina? ¿Y en Latinoamérica?

En Argentina florece, en Latinoamérica florece. El problema de hoy es que las empresas que podrían ofrecer ese florecimiento a los/as lectores/as no están queriendo o pudiendo apostar, seguir apostando. El llamado mercado, con sus números que mandan, está retrayéndose. Mientras tanto, los/as creadores/as resistimos como podemos. Hay emprendimientos autogestivos. Estamos otra vez en trance de reinventarnos para seguir ofreciendo estos bienes culturales de los que hablaba antes.


—Si un niño o niña quiere ser escritor, ¿qué tiene que hacer?
 
Te lo digo en tres pasos:      

1-Creer en sí mismo/a.

2-Leer y seguir leyendo siempre.

3-Escribir, mostrar sus textos y/o guardarlos como algo muy valioso.


—¿Crees que la literatura debe ser estremecedora, conmovedora, molesta o indomable?¿Por qué?

Otra vez reemplazaría  la “o” por una “e”. La literatura es estremecedora, conmovedora, molesta e indomable. Si no fuera todo eso, no sería literatura.





@ Eduardo Raúl Burattini


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