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sábado, 21 de septiembre de 2019

Sacamos boleto para el mundo de la narración: entrevista a Liliana Farfal

Invitamos a una narradora que se las trae, por su pasión, por su originalidad en llevar el mundo de la narración, los relatos, la lectura a todos los públicos y de todas las formas, algunas de ellas muy creativas... como el subirse al transporte público de pasajeros (colectivos)... y sacar Boleto a la lectura, hablamos de LILIANA FARFAL.






-¿Cómo y cuándo descubriste que tu destino estaba ligado a la transmisión de la cultura a través de la oralidad?

Era el año 2004. Yo me encontraba colaborando con un comedor y parte de la capacitación incluía formarse como narradores comunitarios. Fue una propuesta que abracé con alegría porque me transportaba a los tiempos de la infancia, en los que un tío narrador,  en el campo, nos abría un espacio imaginario inolvidable con sus relatos. Definitivamente, eso de ser una contadora de historias, era que lo yo quería hacer con otros.

¿Con quién aprendiste a narrar?

Con Liliana Bonel, durante mis primeros años. Luego tomé clases con Vivi García y cursos en el CELCIT, más los talleres que ocasionalmente da algún narrador extranjero. En la actualidad, me asiste en más de una oportunidad mi hijo menor que es actor.


¿Narrás para niños y adultos? En caso afirmativo ¿Cuál es la diferencia?

Cuento a ambos y las historias que narro a los niños también se las cuento a adultos. No tengo el prejuicio de que hay historias sólo para niños. A la inversa no es lo mismo, por ejemplo, si narro cuentos eróticos.  En mi caso no lo hago porque no tienen que ver con mi perfil narrador.


¿Tu principal defecto? ¿Tu mayor virtud? (como narradora)

La ansiedad es el punto flaco con el que debo batallar al narrar. Sobre todo cuando se trata de romper el hielo al inicio de una presentación y debiera tomarme todo el tiempo necesario para introducir la historia. Mi virtud: la confianza en la elección del texto para compartir. Creo que la selección que hago resultará del agrado de quienes  escuchan.




-¿Cómo seleccionas tu repertorio?

Todo lo que cuento debe gustarme. Lo que narro tiene que revelar  una veta poética pero también asidero en la realidad. Elijo aquello que me cuenta lo real usando la metáfora. No elijo leyendas pero sí cuentos de tradición oral y mucho texto literario.

-¿Qué historias no debería desconocer ningún niño?

Todas las que lo respeten como individuo. Las que tengan en cuenta sus emociones e intelecto  y que lo sumerjan en un mundo simbólico posibilitador de sueños.  Las historias que tratan todos los temas, incluido el de la muerte, pero mediatizado por un lenguaje poético que permita poner en palabras lo innombrable.


¿Cuál fue el primer cuento que narraste en público?

La leyenda de la ballena. Un cuento Tehuelche.


Te convocan frecuentemente a realizar narraciones en las escuelas ¿Qué le piden los maestros a un espectáculo de narración? ¿Qué valorizan los chicos?

Los maestros quieren cuentos que atrapen, capturen la atención, el interés,  o sea, piden eficacia narrativa. Los profesores en el secundario, cuentos que conmuevan a los adolescentes, que logren sacarlos de la apatía. La queja que más se escucha es que no leen. Los chicos valoran el reír, emocionarse, poder gozar de un humor y vocabulario transgresores. Quieren ser partícipes activos del relato.

-¿Cómo describirías el panorama actual de la narración oral en   Argentina?

Creo que ha habido un desarrollo más que interesante de este arte. Hoy es más difícil que alguien no sepa o no haya oído de la narración oral, pero cantidad no es lo mismo que calidad y muchas veces se observa falta de formación en presentaciones de cuentacuentos. Trabajar la voz, los silencios, la corporalidad, los desplazamientos, la percepción del clima del auditorio, entre otros elementos del trabajo narrativo, deben ser tenidos en consideración a la hora de asumir la responsabilidad de contar.



-¿Se puede vivir en nuestro país siendo cuentacuentos?

Hay quienes están profesionalizados y viven de ello, son los menos. En mi caso no se trata de mi fuente de ingresos y no tengo dedicación full time a la narración. Creo que en Argentina la narración es aún  la Cenicienta entre las artes y para poder vivir de este oficio hay que diversificarse bastante: contar, dar talleres, escribir, etc. La demanda  de narración todavía no guarda relación con la oferta. Esta última ha crecido y por eso es dable observar mucho público de narradores escuchando a otros narradores. No obstante, considero que es  posible incorporar público genuino y que esto requerirá de la gestión cultural de los mismos cuentacuentos.

-¿Qué público te demanda mayor esfuerzo a la hora de narrar? ¿El público infantil o el público adulto?

Me siento muy cómoda contando  a niños. Creo que con el público adulto me clavo más puñales. De todas maneras, en uno u otro caso, me lanzo a contar. Es lo que he elegido y me hace feliz.



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