-¿Cómo y cuándo
descubriste que tu destino estaba ligado a la transmisión de la cultura a
través de la oralidad?
Era el año 2004. Yo me encontraba colaborando con un comedor
y parte de la capacitación incluía formarse como narradores comunitarios. Fue
una propuesta que abracé con alegría porque me transportaba a los tiempos de la
infancia, en los que un tío narrador, en
el campo, nos abría un espacio imaginario inolvidable con sus relatos.
Definitivamente, eso de ser una contadora de historias, era que lo yo quería
hacer con otros.
¿Con quién aprendiste
a narrar?
Con Liliana Bonel, durante mis primeros
años. Luego tomé clases con Vivi García y cursos en el CELCIT, más los talleres
que ocasionalmente da algún narrador extranjero. En la actualidad, me asiste en
más de una oportunidad mi hijo menor que es actor.
¿Narrás para niños y
adultos? En caso afirmativo ¿Cuál es la diferencia?
Cuento a ambos y las historias que narro a los niños también
se las cuento a adultos. No tengo el prejuicio de que hay historias sólo para
niños. A la inversa no es lo mismo, por ejemplo, si narro cuentos
eróticos. En mi caso no lo hago porque
no tienen que ver con mi perfil narrador.
¿Tu principal
defecto? ¿Tu mayor virtud? (como narradora)
La ansiedad es el punto flaco con el que debo batallar al
narrar. Sobre todo cuando se trata de romper el hielo al inicio de una
presentación y debiera tomarme todo el tiempo necesario para introducir la
historia. Mi virtud: la confianza en la elección del texto para compartir. Creo
que la selección que hago resultará del agrado de quienes escuchan.
-¿Cómo seleccionas tu
repertorio?
Todo lo que cuento debe gustarme. Lo que narro tiene que
revelar una veta poética pero también
asidero en la realidad. Elijo aquello que me cuenta lo real usando la metáfora.
No elijo leyendas pero sí cuentos de tradición oral y mucho texto literario.
-¿Qué historias no
debería desconocer ningún niño?
Todas las que lo respeten como individuo. Las que tengan en
cuenta sus emociones e intelecto y que
lo sumerjan en un mundo simbólico posibilitador de sueños. Las historias que tratan todos los temas,
incluido el de la muerte, pero mediatizado por un lenguaje poético que permita
poner en palabras lo innombrable.
¿Cuál fue el primer
cuento que narraste en público?
La leyenda de la ballena. Un cuento Tehuelche.
Te convocan frecuentemente a realizar narraciones en las
escuelas ¿Qué le piden los maestros a un espectáculo de narración? ¿Qué
valorizan los chicos?
Los maestros quieren cuentos que atrapen, capturen la
atención, el interés, o sea, piden
eficacia narrativa. Los profesores en el secundario, cuentos que conmuevan a
los adolescentes, que logren sacarlos de la apatía. La queja que más se escucha
es que no leen. Los chicos valoran el reír, emocionarse, poder gozar de un
humor y vocabulario transgresores. Quieren ser partícipes activos del relato.
-¿Cómo describirías
el panorama actual de la narración oral en
Argentina?
Creo que ha habido un desarrollo más que interesante de este
arte. Hoy es más difícil que alguien no sepa o no haya oído de la narración
oral, pero cantidad no es lo mismo que calidad y muchas veces se observa falta
de formación en presentaciones de cuentacuentos. Trabajar la voz, los
silencios, la corporalidad, los desplazamientos, la percepción del clima del
auditorio, entre otros elementos del trabajo narrativo, deben ser tenidos en
consideración a la hora de asumir la responsabilidad de contar.
-¿Se puede vivir en
nuestro país siendo cuentacuentos?
Hay quienes están profesionalizados y viven de ello, son los
menos. En mi caso no se trata de mi fuente de ingresos y no tengo dedicación
full time a la narración. Creo que en Argentina la narración es aún la Cenicienta entre las artes y para poder
vivir de este oficio hay que diversificarse bastante: contar, dar talleres,
escribir, etc. La demanda de narración
todavía no guarda relación con la oferta. Esta última ha crecido y por eso es
dable observar mucho público de narradores escuchando a otros narradores. No
obstante, considero que es posible
incorporar público genuino y que esto requerirá de la gestión cultural de los
mismos cuentacuentos.
-¿Qué público te
demanda mayor esfuerzo a la hora de narrar? ¿El público infantil o el público
adulto?
Me siento muy cómoda contando a niños. Creo que con el público adulto me
clavo más puñales. De todas maneras, en uno u otro caso, me lanzo a contar. Es
lo que he elegido y me hace feliz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario