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domingo, 1 de septiembre de 2019

Entrevistas: Liliana Bonel, narradora






-¿Cómo y cuándo descubriste que tu destino estaba ligado a la transmisión de la cultura a través de la oralidad?
Todo lo que hice en mi vida, estuvo y está ligado a la oralidad y a la necesidad de contar historias.  Puntualmente los caminos artísticos (actuación) y técnicos (foniatría) se unieron en el año 97 cuando formé parte de la formación de un grupo de actores-narradores en el CC San Martín. Ahí dije “Esto es lo que yo quiero hacer” y desde entonces no paré. ¡22 años!

¿Con quién aprendiste a narrar?
Con Alberto Lucero, en principio. Después, fui bastante observadora, autodidacta, me deconstruí como actriz construyéndome narradora, cuentacuentos. Si tengo que elegir dos maestres, guías, fueron para mí Carlos Genovese y Ana Hidalgo Castellano.

¿Narrás para niños y adultos? En caso afirmativo ¿Cuál es la diferencia?
El repertorio, claro. Teniendo en cuenta que los cuentos para chiques también los disfrutan los adultos y los cuentos “para adultos” son aquellos que excluyen ciertos temas más por  la forma de tratarlos que por el tema en sí mismo.


¿Tu principal defecto? ¿Tu mayor virtud? (como narradora)
Ser perfeccionista, en ambos casos.  Como defecto, me vuelve ansiosa, pruebo y descarto textos, música, movimientos, me estreso y estreso a quien me acompaña, creo que no va a salir, que no llego a tiempo, que no va a gustar…
Como virtud, sé que las cosas se encarrilan, confío en lo que hago y los demás también confían en mí.

-¿Cómo seleccionas tu repertorio?
Primero por el puro placer. La mayor parte de las veces los cuentos “me encuentran” y se quedan en mí, en forma latente y cuando armo un espectáculo o una sesión, aparecen.
En veinte años armé muchos y muy diferentes repertorios. A veces me doy cuenta que hace mucho q no cuento X cuento y no es que me lo olvide, no tuvo oportunidad de salir y de repente ¡ahí está!   A veces aparece desde el fondo de la memoria y tengo que reconstruírlo o buscarlo en el libro. Otras es el recuerdo de un relato escuchado hace tiempo y voy contándomelo tal y como lo recuerdo llenando las lagunas con imágenes propias. Otras estoy desprevenida leyendo y  una voz me dice: “Este también, alguna vez”  Y alguna vez, seguro, lo contaré.



-¿Qué historias no debería desconocer ningún niño?
 Debería conocer todas las que le permitan pensarse como otro, conocer lugares increíbles, sentirse princesa, pirata, dragón, perro, cambiar de cara, de tamaño, de sexo.   No debe perderse ninguna historia que lo haga capaz de ser malo, valiente, sucio, brillante, héroe, villana, bruja buena, cordero feroz.   Y debería desconocer todo aquello que lo lleve a lo repetitivo, lo banal, masticado, previsible, aquello que lo lleve al callejón sin salida del aburrimiento.

¿Cuál fue el primer cuento que narraste en público?
Para público infantil “Cucos azules” de Iris Rivera.

  


Te convocan frecuentemente a realizar narraciones en las escuelas ¿Qué le piden los maestros a un espectáculo de narración? ¿Qué valorizan los chicos?
Los maestros ¡Que los entretengas un rato largo!!!!   Ningún requerimiento pedagógico funciona si los pibes se aburren. Después sí, puede estar presente el que trataron determinado autor, o determinado tema  (no siempre).  Los chicos valorizan reírse, participar, identificarse con algún personaje, formar parte, de alguna manera, del cuento.  Entre más participativos, más atentos están.

-¿Cómo describirías el panorama actual de la narración oral en   Argentina?
Impresionante. Muchos grupos y muy buenos, a lo largo y ancho del país.

-¿Se puede vivir en nuestro país siendo cuentacuentos?  Sí.  Como en cualquier trabajo artístico un día comés faisán y otro día las plumas del faisán.   El que se dedica al Arte, en cualquier faceta, sabe que tiene dos trabajos:  el artístico (con todo el tiempo que hay que dedicarle a la preparación del espectáculo, o sesión) y el trabajo de generar trabajo, salir a mostrar, a generar interés a “vender” su producto y que los demás entiendan que eso que hacés es tu trabajo, tiene un valor, vivís de eso.



-¿Qué público te demanda mayor esfuerzo a la hora de narrar? ¿El público infantil o el público adulto?
El infantil. La honestidad de los pibes es brutal. No te regalan nada Si no les gusta te lo hacen saber y si les gusta también. El esfuerzo vale absolutamente la pena porque te devuelven tu dedicación con creces. El premio de los “otro más”, las caritas de asombro, las risas, los abrazos y besos al final , no hay nada que te de tanta alegría en este camino de cuentos y encuentros.



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