Para cuando las mujeres logremos nuestros derechos
por María Cristina Alonso
Una joven docente es puesta a responder qué lecturas
la apasionaron en su infancia o adolescencia y cita, en pleno silgo XXI, a Papaíto piernas largas, una novela
juvenil norteamericana escrita por Jean Webster
en 1912 y que, en el años siguientes, se convirtió en un éxito
descomunal. No sólo fue adaptada para el
teatro y estrenada en Broadway sino
que, posteriormente, fue llevada al cine en varias oportunidades. En las
primeras representaciones, en 1913, se vendieron muñecas como merchandising
para recaudar dinero para una campaña que promovía la adopción de huérfanos.
En apretada
síntesis, la novela de Webster cuenta la historia de una huérfana, Jerusha Abott,
que sale del asilo John Grier, al cumplir los dieciocho años gracias a una beca
que le otorga un síndico anónimo para pagarle
los estudios universitarios. A cambio, debe escribir cartas a su benefactor dándole cuenta de los avances en el estudio.
El síndico no se dará a conocer ni responderá y, a veces, sólo hablará a través
de su secretario.
Por medio
del epistolario de Jerusha, pues sólo escucharemos su voz, los lectores no sólo
nos enteraremos de sus descubrimientos, de su humor desbordante, orillando la
tomadura de pelo, de sus progresos y sus deseos, sino que asistiremos, además,
a la iniciación de una muchacha de principios del siglo XX en el mundo de la
literatura.
Detrás de la
edulcorada historia de amor entre una joven y su protector, leemos el camino de
una escritora en formación. Jerusha cuenta a su protector sobre los libros que
lee y sobre los cuentos que escribe, sobre lo que escribe y reescribe, sobre
los borradores que termina tirando a la basura.
En primer
lugar, y desde la primera carta que le escribe al Papaíto, la narradora fija su
posición al construir a su interlocutor anónimo: será el primer personaje que
irá armando y endilgando vicios y virtudes a lo largo de los cuatro años de
cartas mientras completa su formación. Desde el nombre que elige para el
destinatario de sus cartas, Webster decide en qué tono se dirigirá a su
personaje, y elige el humor en una época en que las muchachas llevaban un
estrecho corsé hasta en sus discursos. Papaíto piernas largas -Daddy-Long-Legs- es una araña común en los Estados
Unidos, y así lo imagina y lo dibuja porque cree haberlo entrevisto en la
sombra proyectada sobre el muro cuando el síndico salió del orfanato.
De ahí en
más, Jerusha recurrirá a la ironía para hablar de sus carencias o para tomar en
solfa la prosapia de algunas de las familias de sus compañeras de estudio.
Y además,
irá construyendo una voz de mujer emancipada en tiempos en que las mujeres no
votaban, hablará de sus deseos de construirse una carrera independiente, de su
interés por la economía y la política –se proclama socialista- y no perderá
ocasión en señalar que trabajará para devolver la deuda que contrae con su mudo
protector. Se piensa en el futuro como
una mujer que adquirirá, merced a su trabajo, independencia económica.
Y aunque las imágenes del asilo donde pasó su
infancia la suelen asaltar, le sirven a la muchacha para apreciar aún más el
mundo que disfruta y al que, lo sabe en lo profundo, no pertenece.
¿En qué
medida una novela escrita en 1912 sigue vigente en el siglo XXI? Podría decirse
que es un hipertexto de la Cenicienta,
una reelaboración de la historia de la Cenicienta, con príncipe incluido, dado
que el papaíto anónimo termina siendo ese “tío Jervie” que tanto menciona en
las cartas. Pero quizá lo más interesante para el lector actual está en el
relato de la formación de una escritora que imprime marcas femeninas al
lenguaje y que sabe que la escritura confiere un poder, el acceso a un mundo donde
todavía gobiernan los hombres.
Y aunque la
novela mantiene los supuestos culturales de las mujeres de principios de siglo
y no deja de ser esta una novela para “niñas”, su autora plantea muy seriamente
cómo se hace una escritora y cuánto cuesta encontrar la propia voz.
Daddy-Long-Legs - Mary Pickford
En primer
lugar, Jerusha describe su formación literaria, cuenta a su benefactor los
libros que está leyendo y los entusiasmos que le provocan sus autores.
Podríamos armar una pequeña biblioteca con las obras mencionadas y comentadas por
la narradora: Orgullo y Prejuicio, Alicia en el país de las maravillas, Hamlet,
Ensayos de Emerson, Vida de Scott de Lockhart, Cumbres borrascosas de Emily
Brönte, Retrato de una dama de Henry james, Jane Eyre de Charlotte Brönte, La
isla de tesoro de Stevenson. Y no ahorra comentarios sobre esas lecturas: “Estas Brönte tienen algo de fascinante. No
solamente sus libros, sino también sus vidas, su espíritu ¿de dónde lo sacaron?”
“Durante la semana de lluvia me di un
banquete de lectura en el altillo…en su mayoría de Stevenson. La personalidad
del escritor es más interesante que la de cualquiera de sus personajes. (…) ¿No
le parece magnífico que haya invertido los 10000 dólares que le dejó su padre
en un yate y que saliese navegando en él a los mares del sur?”
En segundo
lugar detalla en las cartas sus
vicisitudes como escritora en ciernes. Ha sido escogida por el anónimo síndico,
según se relata en el capítulo inicial, para ir a la Universidad gracias a una
composición que la joven ha escrito ridiculizando al orfanato y que tituló
“Miércoles Negro”. Y luego, ya en la universidad, comienza a escribir sus
primeros cuentos que envía a revistas para ser publicados y empieza sus
primeras novelas. Como todo escritor novel se inventa argumentos poco
convincentes hasta que le aconsejan que escriba sobre lo que conoce. Abandona
el romanticismo y se pone a escribir una historia sobre el asilo donde ha
pasado su infancia. Escritura que da
cuenta del oficio.
“¿Dónde cree que está
mi nueva novela?, pregunta en una de las cartas a su interlocutor. “En el cesto de papeles”, se responde.
Escribe y tira sucesivos borradores, manda sus obras a las editoriales y le son
rechazadas. Reescribe, da cuenta del dinero que le pagan por las publicaciones
que consigue, deja entrever al lector que una buena página se logra con
esfuerzo y con un sustento de lecturas previas.
Jean Webster
fue una escritora de avanzada. Vivió en un hogar de mujeres activistas. Su
bisabuela, su abuela y su madre lucharon por la igualdad racial y el derecho al
sufragio femenino. Fue una mujer que alcanzó una educación inusual para su
época. Se especializó en inglés y economía, tomó cursos de bienestar social y
de reforma penal. La problemática social era el centro de sus preocupaciones y se
interesó por los más pobres de Nueva York trabajando como voluntaria durante
toda su vida. Se declaraba socialista y bregaba por la transformación de las
instituciones de caridad. Escribe varias novelas: When Patty Went to College,
publicada en 1903, una precuela de Papaito…, Just Patty en 1911 entre otras. Sin duda, los lectores de habla hispana conocemos
a Papaíto piernas largas en la amarilla edición de la colección Robin
Hood.
Jean Webster,
no sólo aborda en sus obras el tema de la infancia desvalida sino que
desarrolla sus propias ideas sobre la situación de la mujer trabajadora, el
divorcio, el alcoholismo, la demencia hereditaria.
Muere joven, a los 39 años, al dar a luz a su única hija.
Pero nos deja a Jerusha, ese personaje inolvidable que nos saca sonrisas y
emociones. Sobre todo porque reivindica a las chicas de su época. El mito del amor romántico no es el eje de su vida. Está ávida de
aprender, de leer, de viajar, de asimilar nuevas costumbres. No se victimiza y
toma el destino en sus manos, se prepara para “cuando las mujeres logremos
nuestros derechos”.
Muy buena nota.
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