Translate

miércoles, 28 de agosto de 2019

El umbral en los libros álbum



por María Cristina Alonso

Como varios teóricos del género coinciden, el libro álbum es un género experimental, equiparable a las escrituras de vanguardia contemporánea para adultos. Como lo señala David Lewis (1999), en "La constructividad del texto: El libro-álbum y la metaficción", el acercamiento entre el libro álbum y la ficción "experimental" para adultos reconoce elementos metaficcionales, es decir pone en evidencia la condición misma de la ficción.

 Se entiende por libro-álbum a aquella producción literaria dirigida especialmente a un público infantil, en la cual se combinan imagen y texto con sentido de codependencia entre uno y otro.


Es diferente del libro ilustrado debido a que en este la imagen ilustra lo que el texto lingüístico dice y por eso, si se quitan las imágenes, se puede entender su contenido sin ningún problema. Mientras que en el libro álbum hay un aporte conjunto entre texto e imagen para generar el respectivo contenido.
Esta interdependencia del lenguaje visual y verbal propia de los libros álbum propone al lector un permanente desafío en la construcción de sentido dado que imágenes y palabras dialogan, se contradicen o amplían significaciones.
Libros que no abordan historias aleccionadoras sino que transgreden las reglas de la ficción realista y, en muchos casos, muestran las  técnicas de construcción  utilizadas para realizarlos. Así como también muchos de ellos, carecen de palabras, son los libros silentes, libros que desarrollan su narratividad y sedimentan las posibilidades de interpretación en la narración visual.
Para Cecilia Bajour (2016), en los libros álbum predomina la construcción de la sorpresa como clave principal del relato, recuerdan dos juegos emblemáticos de la infancia constituyentes de la cultura de los niños/as: la adivinanza y la escondida. Decir y callar, mostrar y ocultar propia de los juegos infantiles.



Los relatos empiezan antes de abrir el libro y terminan mucho después de acabar de leer la última frase de la historia o de observar la que parece ser la última ilustración narrativa.
 Un ejemplo es el libro Trucas del ilustrador mexicano Juan Gedovius. El verde personaje que aparece en la cubierta se asoma a nuestro mundo con cara de preocupación invitándonos a abrir el libro para enterarnos de lo que le ocurre y que no es más que una travesura gráfica.
Por lo tanto, la combinación entre imágenes y texto se realiza en forma sinérgica. Cada uno de los códigos que conforman el “texto” poseen medios expresivos particulares y sus propias convenciones.

Como obras posmodernas, los libros-álbum representan un mundo polifónico en el que se multiplican y diversifican distintas líneas narrativas obligando al lector a establecer coherencia entre ellas.

Otra de las cuestiones que plantean estos libros innovadores, como lo señala  Colomer (1996), es en torno a su temática. Aparecen temas duros que buscan un impacto emotivo y que antes quedaban fuera de la literatura infantil.


Rosa Blanca de Christophe Gallaz y Roberto Innocenti (Lóguez Ediciones, 1987),  es un libro ambientado en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial y en él aparecen niños en campos de concentración nazi.
En general, los libros-álbum ponen en tensión las maneras de percibir el mundo cotidiano. Son libros incómodos, libros que invitan al lector a cuestionar, a mirar las cosas desde otros ángulos que no son los convencionales. Son libros que piensan en nuevos lectores y en nuevos modos de leer, productos de una sociedad en la que impera la imagen. Libros que esperan un lector activo desafiando marcas genéricas y proponiendo intertextualidades en el campo de la literatura, de las artes visuales, del cine, de la publicidad.

 Libros como los de Isol, interpelan a la infancia desde personajes que alteran lo esperado por la tradición, rompiéndola. Libros que demuestran que el humor es territorial y que, en oportunidades provocan ciertos desacoples entre la realidad y el contexto. 

El umbral en los libros álbum


Las historias en las que aparece el umbral que lleva a los personajes del mundo real a otro lugar donde las cosas funcionan diferente, se presenta también en los libros- álbum.



 En el libro La pequeña niña grande de Uri Orlev y Jacky Gleich, (Norma,1999)  Daniela, la niña protagonista,  parece preocupada desde el comienzo del relato por su tamaño. Hasta que un día, Daniela se despierta y se encuentra convertida en una persona muy grande mientras que sus padres han empequeñecido. Si bien el sueño aparece como el umbral en donde la niña pasa a ese “mundo del revés” en el que ella asume el rol de los padres, los apresta para ir a trabajar y los reprende frente a sus faltas, el umbral aparece en la imagen: una puerta que lleva a ese otro mundo en donde Daniela es grande y cambia de rol:







Así como los personajes de las novelas de aventuras suelen vivir las peripecias y los peligros como algo natural sabiendo que la aventura es los contrario de la vida cotidiana, en Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak, (Anagrama,1977) las travesuras de Max, el protagonista, son castigadas por la madre que lo manda a la cama sin cenar. La habitación de Max se convierte en un bosque poblado de monstruos al que el niño llega después de navegar en una pequeña embarcación. Sendak resuelve el pasaje de un mundo a otro a través de la diagramación de la página. Si al comienzo las imágenes del mundo real aparecen enmarcadas -son las seis primeras páginas- a medida que Max transita hacia  otro espacio y tiempo, el mundo de los monstruos, sin que se diga que es un sueño o una fantasía, la habitación se puebla de árboles y  la imagen se ensancha y ocupa todo el espacio de la página.



 Es decir el pasaje del mundo de Max al de los monstruos, se produce de manera paulatina, especialmente en la imagen, y sin que se expliquen con claridad las razones del cambio de mundos. En ningún momento se dice, ni en el texto ni en las imágenes, que se trata de un sueño o de una fantasía de Max, lo que, en definitiva, daría una explicación al extraño acontecimiento.




 En Flotante de David Wiesner, (Océano Travesía, 2007) el mar trae a la playa una antigua cámara de fotos que recoge un niño. Al revelar el rollo aparece un mundo marino surrealista y fantástico, extraños peces mecánicos, pulpos sentados en sillones burgueses, extrañas edificaciones hechas con caracolas. El mundo real, dibujado con un realismo extremo, contrasta con este otro que aparece en las imágenes rebeladas. El umbral, aquí se manifiesta a partir de un artefacto tecnológico, la vieja cámara que permite al niño vislumbrar un mundo distante en el que otros niños también usaron la cámara para retratarse. Es decir que se invierte el sentido de la credibilidad de la imagen. Se supone que a diferencia de la ilustración, la fotografía captura lo real, sin embargo aquí, descubre un mundo maravilloso.


Como sostiene Pablo De Santis al abordar la novela para niños, las entradas a esos mundos fantásticos son inolvidables para el lector, porque estos umbrales funcionan como metáfora de la lectura misma. “El héroe tironeado entre la realidad y el reino mágico se convierte en metáfora del lector,siempre vacilante entre la vida cotidiana y el oscuro poder de la ficción.También la lectura consiste en atravesar un umbral.” 




No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Narradores y Cuentacuentos: Entrevista a la Narradora "Seño Norma"

  -¿Cómo y cuándo descubriste que tu destino estaba ligado a la transmisión de la cultura a través de la oralidad? Desde pequeña me encant...