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sábado, 24 de agosto de 2019

Entrevistas. Nora Hilb, ilustradora






Cuándo descubriste tu gusto por las artes plásticas? ¿Dibujabas de niña? ¿Provienes de una familia con sensibilidad artística?

Siempre dibujé... siempre. Llenaba de garabatos pequeños blocks de mi mamá que se encontraban al lado del teléfono para anotaciones. Inventaba historias ilustradas, hacía libritos, era una pasión. Y lo sigue siendo.

¿Qué te aportaron tus estudios académicos de Bellas Artes ?

Soy autodidacta... no tuve estudios académicos y gracias a la generosidad de colegas y amigos fui adoptando ciertas técnicas y adquiriendo nuevos conocimientos. De pinturas, técnicas, de diferentes tipos de papeles, sus gramajes, etc.

Durante algún tiempo fuiste y sos profesora de artes plásticas de niños. ¿Qué influencia tuvo esa etapa en tu quehacer profesional posterior?

Nunca fui profesora de artes plásticas. Me recibí de maestra jardinera pero solo ejercí una semana... Osada juventud la mía... Es que de verdad no sabía que podía ser una profesión la de ilustradora, por lo que seguí los estudios de jardinera, que era lo que había sostenido siempre que haría. Pero supe de un grupo de cine para chicos, y para allí fueron mis ganas, por lo que renuncié al trabajo en el jardín de infantes que me había convocado y comencé a dibujar para películas de animación. Como todos los integrantes del grupo, ad honorem, en C.IN.E. – Cine Infantil Educativo, con sede en Vicente López. De allí, muchos de nosotros emigramos a México en 1976, en los albores del golpe de estado, cuando comenzaron a perseguir a los grupos culturales.

¿Qué te atrajo de la ilustración de libros para niños y cómo te insertaste profesionalmente en ese mundo?

Lo que me gusta ilustrar, lo que busco plasmar en mis dibujos, es el humor y la ternura. Y sobre todo, me gusta ilustrar historias. No dibujo si no hay historia, si no hay relato, es lo que me gusta hacer. No dibujo nunca por el gusto de dibujar. Ponerle imágenes a un cuento, propio o ajeno, es lo que me mueve y conmueve.






Cuando se observan las ilustraciones de tu etapa inicial y las más recientes, se intuye un largo camino de búsquedas expresivas y de maduración profesional. Hoy día posees un estilo muy personal y fácilmente reconocible. ¿Cómo llegaste a conseguirlo?
Ilustro para los más chicos... quizá porque mi estilo a los editores les parece más adecuado para la infancia. O porque me causa placer pensar en un lector jovencísimo y agregarle pequeños detalles juguetones a las ilustraciones que ellos disfrutan y que quizá ni aparecen en los textos... Yo misma me defino como ilustradora de libros para los más pequeños.
Dibujo, buscando que la escena, los gestos, me conmuevan. Esto es algo muy personal... Siento que si me provoca determinado sentimiento o sensación la forma en que interpreté y dibujé alguna escena, también se la provocará al lector. Pero somos todos muy diferentes, y lo que me sucede a mí puede no pasarle a otro. Por lo que celebro la diversidad de ilustradores que somos. Tanto a la hora de elegir algún libro para mirar, leer, como para ilustrarlo desde la perspectiva del editor.

¿Con qué técnicas te sientes más a gusto, más vos?

Me encanta ilustrar con lápices de colores o simplemente con lápiz negro de grafito. Luego, gracias a la tecnología, corrijo los dibujos digitalmente, los retoco. Pero también uso tintas al agua.

¿Qué esperas del lector que se enfrenta a tus imágenes gráficas?

Espero siempre que el lector se emocione con lo que me emociono yo al ilustrar tal o cual texto. Que se ría y divierta como lo hago yo al inventar las imágenes...

¿En qué género te sientes más cómoda ilustrando: poesía o narrativa? ¿Tienen exigencias diferentes para ti?
Me gustan ambos géneros, por igual. Pero eso sí, me tengo que enamorar del texto. Si no es así, prefiero no ilustrarlo.

¿Qué libros de los que has realizado sentís que representan mejor tus búsquedas como creadora?

Hay libros que quiero especialmente... Libros ya de hace muchos años: "Tutú Marambá", de María Elena Walsh (Espasa); "Miedo" y "Azul", de Graciela Cabal (Sudamericana/Random); la colección del "Lobo Rodolfo", escrita junto a mis hermanas Vera y Claudia (Loqueleo); la colección "Cosas cositas", escrita por mí y con fotografías de mi hija Marcela Cabezas Hilb (La Brujita de Papel) y también de la misma editorial, "Bicho Patudo", de Norberto Rey; la colección de "Gastón Ratón y Gastoncito", escrita por mí (AZ Editora) y "Cu Canguro", de Gabriela Keselman (Norma). Y libros para el exterior, algunos de los cuales fueron para mí grandes desafíos. Entre ellos, "Nora´s Ark", escrito por Eileen Spinelli (Zonderkidz, USA).
Hay más... pero este es un resumen de algunos que me representan en mis búsquedas como ilustradora.



¿Qué creadores han marcado tu trabajo, bien como referentes o como paradigmas?
Me cautivó la ternura de un ilustrador español, Ulises Wensell, y el humor de uno alemán, Helme Heine. Luego hay muchos argentinos que admiro, pero no voy a mencionarlos porque temo olvidarme de alguno.

¿Cómo concibes la relación escritor-ilustrador-editor?

Concibo esta relación como una relación donde todos intentamos crear el mejor libro posible. Socios en una tarea. No siempre creo que sea necesario el intercambio con el escritor, pero puede resultar muy rico. Puede suceder también que nuestra interpretación, nuestra lectura del texto, varíe con la del escritor. En tal caso, quizá agreguemos elementos impensados a la historia, sin hacerle perder su esencia. Y quizá enriqueciéndola... todo es posible. También la insatisfacción del escritor al ver su obra, de algún modo diferente, a como la concibió.
Los ilustradores no adornamos los textos, los interpretamos, volvemos a contar la historia con imágenes, de un modo personal. El mismo cuento ilustrado por diferentes profesionales, será absolutamente distinto en todos los casos. Con improntas personales, con interpretaciones y lecturas varias. Concibo el libro resultante como un todo, donde interactúa el texto con la imagen y no se puede desprender uno del otro. Porque en muchas ocasiones el dibujo suele "decir" lo que el texto no...

¿Qué elementos de un texto son importantes para vos a la hora de acercarte a él plásticamente?
La tristeza, la alegría, la soledad... noche, día... todos elementos que me hacen "pensar" la ilustración desde diferentes perspectivas, en cuanto a colores, tamaños... Un ejemplo de esto es como pensé los miedos del chico en el libro "Miedo" (Graciela Cabal), de hace casi 20 años. Escenas oscuras... y a medida que los miedos se disipan cambia la técnica en cuanto al uso del color y la luminosidad de las escenas.

Cuando miras hacia atrás tu obra publicada, ¿qué piensas de ella?

Miro atrás... y querría que un montón de libros no existiesen más. Veo algunos y me sonrío... Se crece, en todo. En la ilustración también.
Fue un enorme camino de aprendizaje, sobre todo porque comencé a ilustrar en un momento de grandes posibilidades, en editoriales que daban oportunidades a recién llegados a la profesión. Tengo muchos agradecimientos que dar a aquellos editores que confiaron en mí. Los recuerdo a todos. Y gracias a libro tras libro tras libro he llegado hoy a ser una ilustradora cuyos libros "viven" en los jardines de infantes, las aulas y los hogares argentinos. Este, es para mí, un valiosísimo premio...


¿Qué libro te gustaría ilustrar?

Estoy esperando ilustrar el quinto libro de la colección del "Lobo Rodolfo" (Loqueleo), cuyo texto ya fue aprobado. Es uno de los proyectos más entrañables que tuve y tengo, junto a mis hermanas Claudia y Vera Hilb. Si hablamos de otros autores, querría seguir ilustrándole, entre otros, a Margarita Mainé, a Gabriela Keselman, cuyas obras disfruto verdaderamente.
Por último, para ser sincera, mi mayor deseo de ilustrar un libro determinado se cumplió. Fue "Tutú Marambá", de María Elena Walsh, hace muchísimos años. Siempre había querido ilustrar la Canción del Gato Confite incluida en el libro... Y lo hice. El libro fue editado por Espasa, los colores sobresaturados, una edición imperfecta. Pero yo, a pesar de eso, me sentí inmensamente feliz.



@ Eduardo R. Burattini

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