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miércoles, 4 de marzo de 2020

;Adela Basch: la literatura infantil como función crítica

                                                                                                             

                                                                                                                por Adrián Ferrero



Adela Basch (Bs. As., 1943) abre su proyecto creador con una obra teatral “de
comienzos” en términos de Edward Said que será trascendente para sentar las bases
según las cuales ese proyecto tendrá lugar. Me refiero a "Abran cancha que aquí viene
Don Quijote de la Mancha" (1990). En efecto: encontramos allí ya, por un lado,
fortaleza. Por el otro, un efecto letal y socavador (pero encantatorio) sobre el canon
occidental en lengua española. De modo que toma por asalto a una figura paradigmática
y ejemplar de la tradición para su idioma, nada menos que en el que escribe. También,
en un gesto pacífico pero desafiante a la vez, arrebata un capital simbólico al prócer
literario identitariamente con mayor excelencia de la literatura española: Cervantes. Y,
por añadidura, de la capital imperial del dominio de la lengua española (volveré sobre
este punto). Toma prestado el nombre de su héroe ejemplar para elaborar su parodia. Y
la apuesta es más radical aún porque lo hace desde un territorio considerado subalterno
en el marco del sistema literario, como lo es la literatura infantil. Y más subalterno aún:
Sudamérica. Y otro más aún: siendo escrito por una mujer. Entre esa toma de posición
insurgente y lo que siga, no perderá una gota de inteligencia creativa coherente.

 Porque, bastante más tarde (es cierto), con ¡Que sea la Odisea! (2003) repite el gesto valiente a
partir de un trabajo sobre un clásico esta vez de naturaleza fundacional del canon
occidental, en términos de Harold Bloom. De sus bases racionales, de sus premisas
teóricas, literarias, filosóficas, en especial filológicas y todo lo que significa la
Antigüedad Clásica Griega para Occidente. Un fermento que aun hoy es fuente de
investigaciones y perplejidad. Se le consagran desde estudios literarios, académicos,
escolares hasta reescrituras literarias también para adultos por parte de otros escritores o
escritoras también europeos, como el propio James Joyce, autor del “Ulysses”, una obra
de la modernidad narrativo del siglo XX en lengua inglesa, Incluso la Grecia Antigua
aún es fuente de expediciones arqueológicas. La cosmovisión del sujeto infantil ya
queda fundada, y con ella un pacto de lectura de naturaleza inamovible. Al niño y a la
niña no se los subestima. No se les narran o refieren historias edificantes. Se les habla
sin solemnidades pero de los mismos temas o fabúlas que leen o hablan los adultos.
Salvo que con varios reparos a mi juicio de naturaleza específica en una escritora
infantil: se lo hace a través de operaciones concretas de síntesis, condensación,
traducción y transposición literarias desde los significantes y desde el orden de lo
semántico. De modo que, atenta a la retórica, Adela Basch será cuidadosa con lo que
escribe (además de selectiva, porque no puede referirlo todo) y cómo lo hace. La
apuesta a la dramaturgia, naturalmente, resulta otra opción audaz. Reviste otra clase de
aventura. Una aventura que supone temeridad (pero que de modo triunfal conquista, su
éxito lo permite comprobarlo) y de una aventura que requiere también de ciertas
astucias. Porque, como es sabido, el teatro constituye otro género marginal dentro de los
géneros literarios. Si bien sabemos que Shakespeare, el pilar del canon occidental, fue
dramaturgo y su corpus, salvo los Sonetos (a lo que sumo sus poemas Venus y Adonis y
La violación de Lucrancia) consiste en obras dramáticas. Si a ello agregamos que Adela
Basch lo hace en el contexto de la literatura infantil, el trabajo de conquista (en su doble
acepción de logro pero también de posesión de un territorio simbólico de un continente
literario o corpus de la literatura nacional) es sustantiva. La dramaturgia de Adela
Basch, por otra parte, no es de naturaleza irreflexiva y espontánea. Sino es una ficción
calculada con destreza, habilidad de premisas ideológicas que reenvían a una función
crítica sobre la literatura más pedagógica infantil y, por analogía, sobre las operaciones
de críticas literaria y cultural sobre ella ejercida. En efecto, se trata de una literatura que
plasma posiciones que no son complacientes son el poder que nos guste o no es el que
ha codificado los así llamados géneros literarios y que en la actualidad dicta y ha
consagrado el mercado bajo sellos y colecciones para el caso infantiles.


 De hecho, la editorial Abran Cancha, fundada por Adela Basch nada menos en que
en 2002 (un momento culminante de crisis institucional para el país) viene a iluminar un                      territorio por el que las personas y la literatura se movía a tientas en una oscuridad desorientada.
Adela Basch nos permite vislumbrar una la realidad argentina alternativa propagando
buenos libros en ese clima difícil para la cultura literaria. Muy especialmente la infantil,
siempre de carácter marginal. Pero también desplazado por la crítica.

Con los padres de la patria, las gestas independentistas y la labor emancipatoria la
labor de desmontar la estereotipia y el poder consagratorio será exactamente la misma.
Se mantiene el humor pero se los desacraliza, se neutraliza toda moraleja nacionalista
pero sí se acentúa su importante rol patriótico. Sin ser jamás irrespetuosa Adela Basch
insiste en lo verdaderamente valioso de todos ellos: sus convicciones fundacionales. En
una nación necesitada de referentes nítidos estos libros resultan de naturaleza
primordial. En una temporalidad macroscópica como la Historia argentina (con
mayúsculas) Adela Basch nos regala versiones no oficiales, bajo la forma de historias,
esto es, dramaturgias infantiles de referente constatable intervenidas. Asimismo, el
trabajo fundamentalmente con anticuados o bien demasiado complejos libros de
Historia (una disciplina para expertos) o bien manuales, es trabajada en una doble
operación. Por un lado, se democratizan los contenidos disciplinarios de los libros de
Historia en tanto que disciplina mediante la representación literaria. Por el otro, a los
manuales se los parodia porque si ellos presentan representaciones más o menos
simplistas de los héroes de la independencia argentina o de América Latina, Adela
Basch desde el orden de lo ficcional (en la variante de la dramaturgia) los dotará de
contenido y recorridos por el orden semántico de naturaleza múltiple y jamás unívoca.
Siempre connotativa y en mucho menor medida denotativa, como ya lo he estudiado
previamente, su dramaturgia realiza un trabajo creativo de reconstrucción de un figuras
cuyas representaciones están fragmentadas por múltiples miradas y perspectivas. Sus
libros no están en este mundo para ratificar certezas sino para ponerlo todo en cuestión,
incluso a los discursos sociales, como el de la Historia en tanto que disciplina. Y esas
discrepancias son las que hacen de la suya una poética crítica. Una discrepancia desde
muchos puntos de vista, como los hemos analizado abordado, pero en lo primordial
contra el poder.

"Colón agarra viaje a toda costa" (1999) es una pieza también de su primera etapa. El
referente es nítidamente de naturaleza constatable. Pero si toda parodia se caracteriza
por detentar una cara parodiante y una cara parodiada ¿cómo se daría esta premisa
teórico o retórica (en todo caso) en la presente pieza de Basch? Diría que, naturalmente,
la cara parodiante sería su obra. Y la cara parodiada podrían ser varios discursos
sociales. Desde las crónicas de Indias a los manuales o libros de Historia disciplinarios
o, como hemos visto en el caso de los héroes de la patria, los libros disciplinarios.
Se trata de una obra de teatro que invierte, como dije, mediante la parodia, el desparpajo y
el humor más desopilantes la lógica de la dominación, nuevamente, imperial. Pero lo
hace volviendo en contra del poder colonial una voz tonante en su misma lengua nativa.
Basch juega una pulseada con el español oficial. El español postulado desde lo
normativo por la Real Academia Española centralizado con sede en la metrópoli de
España, esto es, el castizo, será cuestionado. Si, como afirma la teórica y crítica de la
literatura latinoamericana Josefina Ludmer en su libro Aquí América Latina (2010), la
mayor riqueza de capital en la época contemporánea es flujo de capital financiero
concentrado en el caso de la literatura, concentrado en grandes oligopolios, por un lado.
Y la centralización del español hegemonizado que irradia luego al resto de las de todas
las Academias de la Lengua Española distintas de la madrileña, el trabajo de Basch
resulta incuestionablemente transgresor.

La recuperación del sustrato de los pueblos originarios es lograda en el caso de
Basch. Porque en otra obra, mediante estrategias que desarticulan desde las
temporalidades, las especialidades, hasta el uso de esa lengua española mismo cambia
de signo nuevamente el poder del conquistador. Se trabaja la traducción en un sentido
de metaforizació. Se logra así una operación compleja desnaturalizadora y de inversión
en torno de los significados sociales. Esto habla de la concepción por parte de Adela
Basch de un sujeto infantil que, al igual que en las gestas emancipatorias por ella
representadas, se aspira sea independiente, se libere de sujeciones y limitaciones (pero
no de límites, porque las reglas con Adela Basch son siempre limpias, pero también
siempre claras). La labor sutil con la lengua y los procedimientos siempre merece ser
destacado en Basch. Se trata de una escritura cuidadosa, meticulosa, con consciencia de
recursos que se permite una enorme libertad expresiva.


Si a todo esto sumamos que sus obras teatrales suelen ser corpus para la enseñanza y
la didáctica de la lengua y la literatura en escuelas primarias, o acaso las académicas en
mucha menor medida, la capacidad propagatoria del discurso literario de Adela Basch
resulta sin precedentes. Su presencia tangible en esos espacios institucionales, dictando
talleres, conferencias, con puestas de sus obras, diálogos con el alumnado y los docentes
y las docentes es enriquecedor. A lo que agregaría el que ejerce en centros culturales o
centros educativos rurales, Ferias del Libro del interior del país y, en otros casos, del
extranjero. Así, el trabajo queda coronado por una opción y una decisión llena de
integridad. E integral. El sujeto infantil será humanista, tendrá valores y principios
éticos (no respondiendo a una moraleja aleccionadora, sino a una evaluación del mundo
axiológicamente connotada de modo positivo) a partir de estas iniciativas encomiables
de Basch.

Que no calle la calle (2019), uno de sus libros más recientes, solo en principio es
uno para adultos. Bautiza a una Buenos Aires “que no tenía nombre” porque nadie se lo
había puesto o cantado bajo esa entonación jubilosa. O, en todo caso, nadie había
jugado a hacerlo en ese tono singular. Allí, las tramas verbales de lo lúdico con la risa
de los sonidos y las formas de la lengua literalmente son desarticuladas por la
proliferación significante una vez más junto a una narrativa urbana de la diversidad que
se conjuga con el discurso icónico. El trabajo verbal se articula aquí sobre todo a partir
de la nominalización. Cada calle pertenece a un barrio (con un referente social nítido) a
partir del cual los distintos poemas adoptan sus notas creativas. Del uso literal (del
nombre propio) la creación parte de él o lo toma como foco para alumbrar nuevos
sentidos. Las calles hablan, cantan según esta melodía cautivante. Y como correlato, en
el seno del libro un discurso icónico que acompaña al verbal que, a diferencia de otros
libros de Basch (en términos generales), más registra que dibuja, pinta o ilustra, dado
que es de índole fotográfica. En efecto, la fotografía es la coprotagonista en este caso,
de la mano de Silvia Sergi: su combinación culminante pero complementaria a la vez.
Ambas coautoras crean un libro/objeto que enriquece el corpus de nuestra literatura
nacional desde sus zonas menos transitadas: la calle.

Como para cerrar, la narrativa y la poesía de Adela Basch, de no menor relevancia,
que no hago a un lado, siempre abren las puertas a la libertad subjetiva y a la vitalidad
más plena porque por ella suelen circular personajes (por lo general adoptando la forma
de animales o plantas personificados, pero no exclusivamente) que salen al mundo,
irrumpen en él para descubrirlo de modo que promueve el espíritu de apertura. Lo hacen
para encontrarse con lo inesperado pero también lo que permite explorar lo desconocido
con vistas a la inclusión. Estos libros son la punta de un ovillo que Adela Basch sigue
desplegando de modo incesante, junto con un proyecto creador que se reformula paso a
paso. Se revisa a sí mismo en el camino hacia la excelencia. Nada puede detener un
proyecto creador formativo e informativo a la vez. Que de la metaforización y la
función literaria (según es definida la de la literatura en términos del teórico ruso
Tinianov) cunde en el resto las series sociales. Las afecta y tiene un impactante efecto
sobre ellas.

Frente a los discursos hegemónicos de una lengua española castiza que pretende el
borramiento de las cualidades de las variedades del español de toda América Latina,
normalizándolo mediante dispositivos como diccionarios, glosarios, manuales,
documentos curriculares o didácticos, la poética de Adela Basch se planta frente a esos
discursos sociales de la dominación y desde una literatura por y para Argentina (en el
marco de América Latina), descubre el continente en sus riquísimos matices lingüísticos
y retóricos, además de trabajar para la invención de una tradición (en términos de
Raymond Williams) específicamente argentina de una dramaturgia infantil que atiende a
asuntos propiamente argentinos y americanos.

Desde la privacidad de su estudio en Buenos Aires, Adela Basch se proyecta
poderosamente hacia la entrañas mismas del universo social, porque, precisamente, lo
hace hacia su zona más entrañable: los niños y las niñas.

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