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jueves, 10 de octubre de 2019

Pobreza e infancia. Narrativas sobre la crueldad



Hugo tiene hambre, Shujer, Weiss

Por María Cristina Alonso

Los libros destinados a los niños que nos muestran escenas de la infancia nos dicen más sobre los adultos que sobre los chicos, precisamente porque esas narrativas se construyen a partir de la realidad. Una sociedad inmersa en la violencia y en la que se vulneran los derechos de los más débiles se verá reflejaba, de una manera u otra en las historias que pensamos y escribimos para los niños.
Pero no todo lo que les ocurre a los niños es pasible de ser ficcionalizado, al menos en relatos destinados al público infantil. Pienso en la historia de la niña jujeña que fue obligada a tener un hijo fruto de la violación de un hombre de 60 años y que, además de negársele la posibilidad de interrumpir el embarazo -como lo disponen los protocolos para estos casos de menores de 15 años- el gobernador de la provincia ya había digitado que una “buena familia” iba a adoptar al bebé. ¿Y la niña? La niña sólo quería que todo terminara para volver a jugar.
Tan difícil de convertirla en historia para el público infantil como la de cientos de niños y niñas que hoy viven en las calles de casi todas las ciudades del mundo, huérfanos de escuela, de juguetes, de protección, de acompañamiento del Estado que, por otro lado -y en los discursos- proclama su interés por la infancia y dice considerar al niño como sujeto de derecho.

La crueldad y la violencia ejercida sobre los niños y niñas, sin embargo, impregna a toda la literatura infantil desde los albores del género.

Un médico alemán, Heinrich Hoffmann, escribió y dibujó en 1845 un libro con historias para su hijo que tituló: Struwwelpeter (Pedro Melenas). Consciente de que las imágenes tienen un efecto aleccionador, Hoffmann cuenta relatos de advertencia sobre niños desobedientes que sufren ejemplificadores castigos: Gaspar, el melindroso, se niega a tomar la sopa y, al quinto día de su negativa, muere. Hoffmman no ahorra en detalles macabros; va dibujando al personaje cada vez más flaco hasta que, en la última imagen, aparece la tumba del niño con la cruel imagen de la sopera como epitafio. Pero verdaderamente horripilante es la historia del Pequeño Chupadedo. Para evitar que continúe con el hábito de chuparse los dedos aparece el sastre con unas enormes tijeras y le corta los pulgares: “Cuando mamá vuelve al hogar, /Se lo encuentra -¡puro llorar!-/¡Sin pulgares se quedó,/el sastre se los cortó!”
Nada comparable con la historia de Paulita, que se prende fuego por jugar con los fósforos.Claro que la historia cuenta, al pasar, que a Paulita la dejaron sola en su casa. No obstante, si se prendió fuego de pies a cabeza a pesar de que los gatos le advertían el peligro y su madre le había recomendado no hacerlo, se deduce que la culpa, además, recae sobre la niña, que -como la pequeña de Jujuy de la historia real- fue abandonada por los adultos y, de víctima, pasa a ser culpable y desobediente.La niña -¡qué gran tristeza!-/ardió de pies a cabeza./ Quedaron sólo ceniza,/ y rojas, dos zapatillas.”

La indiferencia también es crueldad. Con mucha sutileza, las autoras del libro álbum Hugo tiene hambre, de Silvia Schujer y Mónica Weiss, nos narran esa violencia silenciosa que es el hambre de los niños que están en la calle. Niños que nadie mira, que parecen invisibles pero que, con su sola mirada, nos dicen que vivimos en un mundo que va perdiendo su humanidad. En este cuento, Hugo está enojado, el hambre inevitablemente nos pone irascibles. Anda con los labios apretados porque en una ciudad llena de colores, él solo puede mirar: gentes, plazas, calles, negocios, todo lo ve con la forma de su deseo: las plazas son soperas, los árboles alcauciles, y la gente y las cosas se vuelven platos de comida, golosinas, frutas y verduras.

Hugo recién se distiende y sonríe cuando encuentra a un perro hambriento como él, porque “cuando uno tiene un amigo, la panza hace menos ruido.”

Dice Mónica Weiss, la ilustradora de este libro álbum conmovedor: “Cuando me puse a trabajar en él, enseguida reparé en que -en los cuentos clásicos- el niño pobre que deambula solo y tiene hambre era un personaje corriente, pero como estaba “en el pasado”, parecía no doler tanto. En cambio, en los libros para chicos que transcurrían en aquel momento (2005), los niños pobres casi no aparecían. En mi biblioteca, entre cientos de libros donde los chicos tienen casa y comida asegurada, sólo contaba con De noche en la calle, de Ángela Lago. Así que había como un ocultamiento de algo que todos veíamos a diario en nuestra vida cotidiana. Aunque ´ver´ era una manera de decir.”[1]

En la literatura infantil el tema del hambre es recurrente, como en los cuentos de hadas recogidos por los hermanos Grimm. Los niños de esas historias deben enfrentar, como los reales en los que están inspirados, el secuestro, el abandono, la esclavitud, el abuso y hasta el asesinato.

Como el Hugo del que hemos hablado, en Hansel y Gretel el tema del hambre proyecta una realidad histórica. En la Edad Media, la escasez de comida por el crecimiento demográfico y las malas cosechas producía hambrunas. Por lo tanto, el abandono de los niños –y hasta el infanticidio- eran frecuentes, ya que no podían ser alimentados.



Ilustración de Daniel Montero Galán

Hansel y Gretell es uno de los cuentos más crueles que se puedan contar. Es la historia de dos hermanos abandonados por el padre y la madrastra en el bosque, con la excusa de que no tienen nada para darles de comer. Cuando se encuentran con la engañosa casa de chocolate, aparece la bruja que enjaula a Hansel para comérselo crudo, y encima lo engorda lentamente. Para compensar tanta crueldad, Gretel logra tirar a la bruja al horno encendido y la quema viva. Como los chicos regresan con una bolsa llena de oro, los padres los reciben contentos. ¿Tiene un final feliz este cuento? Según esta historia, hay que llevar un tesoro a casa para ser amado.

En los cuentos de hadas aparecen todo tipo de crueldades dirigidas a los niños. A Caperucita Roja se la come un lobo, Cenicienta tiene que soportar todo tipo de desprecios y burlas de sus hermanastras; a Blanca Nieves, la madrastra la manda a matar y pide que le arranquen el corazón; a Pulgarcito y sus hermanos, el Ogro los anda buscando para cortarles la cabeza y, en Pinocho, de Carlo Collodi, el Zorro y el Gato se abusan de la ignorancia del muñeco de madera: le roban las monedas de oro y  lo cuelgan de una encina.
Ángela Lago

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El libro álbum de la escritora e ilustradora brasileña Ángela Lago, De noche en la calle quiere ser un testimonio de los niños de la calle. Hay un niño que ofrece tres pelotitas con los colores del semáforo ante la indiferencia de los automovilistas. En el cómodo interior de los autos donde nos ubica la autora, la gente mira con ferocidad al niño solo, le teme, lo amenaza. Lo exterior y lo interior no se comunican, salvo en el momento en que el niño roba una caja del asiento trasero de un auto donde encontrará tres nuevas pelotas, que seguirá ofreciendo en una rueda infinita de un destino que no podrás modificarse. La crueldad y la indiferencia también aquí son tematizadas. Volvemos a Hugo tiene hambre (Shujer-Weiss). Mónica Weiss escribe -refiriéndose a los niños de la calle-: “Siempre me impresionó la naturalidad con que, en las paradas de los semáforos de las grandes ciudades, los conductores pasan por alto el hecho de que esos que están pidiendo monedas son niños. Imagino que, si vieran en esa misma esquina a uno de sus hijos o vecinitos, saldrían inmediatamente del coche y tratarían de ampararlos y de llevarlos a sus casas o con sus adultos. Sin embargo, los chicos como Hugo parece que fueran parte del paisaje urbano: con el mismo valor simbólico de una silla de plaza, un cesto, un semáforo. Como sin entidad humana, propia. [2]

Niños pobres y maltratados deambulan por muchos relatos infantiles de todos los tiempos. Lo hacen David Copperfield y Oliverio Twist, los personajes de las respectivas novelas del escritor inglés Charles Dickens, que no dudó en contar la crueldad de la sociedad del siglo XIX en la que le tocó vivir. Tanto David como Oliver se quedan huérfanos, reciben palos de los maestros, desprecios de sus padrastros y sienten hambre.
También medio muerto de hambre anda por los tres primeros tratados Lazarillo de Tormes, el protagonista de la novela picaresca española del siglo XVI. Lazarillo es un chico que queda solo en el mundo. Cuando el padre se muere, su madre le dice esta crueldad: “Criado te he, válete por ti” y lo manda a que se las arregle por los caminos. Por suerte el chico es vivo y se las ingenia para ir de amo en amo aunque siempre, con hambre. 



La orfandad es una constante en los relatos para niños y jóvenes. El héroe casi nunca tiene padres, por lo tanto, tiene que reinventarse. Los padres de Harry Potter fueron asesinados por el mago Voldemor una noche de Halloween. Tom Sawyer vive con su tía Polly en un pueblito junto al Missisippi, y el Principito, está en su planeta con la sola compañía de una rosa.


La pobreza y el hambre siempre determinan que estos personajes niños inicien un largo viaje, vivan una aventura, obtengan una riqueza o realicen una hazaña. Así Charly, el de la película “La fábrica de Chocolate”, de  RoaldDahl, se somete a los caprichos del excéntrico Willy Wonka; Bastián Baltasar Bux, el protagonista de “La historia sin fin”, que es un chico huérfano de madre, viaja -a través de un libro- al mundo de Fantasía, para compensar sus días solitarios.

Los chicos y las chicas de la literatura infantil y juvenil tienen maestros que pegan coscorrones en la cabeza a los que se portan mal, tienen padres que los abandonan o los olvidan, y andan por caminos embarrados y muertos de frío. La literatura cuenta, sin disimulo, lo que les sucede a los niños pobres en la vida real. Como la historia de la niña de Jujuy, los relatos de ficción siguen contándonos de qué manera las sociedades lejos de combatirla, abominan de la pobreza.







[1] Weiss, MónicaIlustrar ¿para niños, jóvenes, adultos? Curso introductorio para mediadores de lectura literaria juvenil del CAEU / OEI
[2]Weiss, MónicaIlustrar ¿para niños, jóvenes, adultos? Curso introductorio para mediadores de lectura literaria juvenil del CAEU / OEI



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