por Beatriz Ré
“El álbum es la única contribución que la literatura infantil ha hecho a la literatura, los demás géneros han sido puramente imitativos”.
Peter Hunt. Children’s Literature. Oxford: Blackwell, 2001:288
La ilustración es fundamentalmente una visión, una lectura, una explicación del propio texto, que por su imaginación, coloración, proyección, estilo, forma, amplía, diversifica y supera la propia lectura de la narración del texto concreto.
Tiene que explicar cosas, en el sentido más amplio de la palabra. Sirve para ir más allá de las referencias concretas del propio texto, y para hacer volar la imaginación del lector, para llegar a explicar aquello a lo que no alcanza el texto por la sencilla razón de su concreción específica.
No es la propuesta una ilustración vinculada al texto, tan sólo para encuadrar lo que este describe, sino plasmar imágenes con creatividad, para crear un clímax en el que el receptor puede desarrollar su propia imaginación con respecto al texto.
Es saludable concebir el libro como un todo: en el que no se pueden disociar texto e imagen. Porque los autores lo son en conjunto. En un libro ilustrado, la imagen crea la atmósfera del texto y así el modo imaginario del lector juega sobre dos andamiajes: el plástico y el conceptual.
En este sentido los autores son tanto quien lo escribe, como quien lo ilustra.
El escritor infantil debe tener en cuenta al concebir la historia que ésta se extiende hasta otro lenguaje: el gráfico. A su vez el ilustrador debe analizar la narración e ilustrarla para que armonice con el texto y evitar las redundancias innecesarias.
La pintura permaneció durante años sometida a los dictados de la realidad. El pintor más admirado era aquel que poseía la técnica para reflejar esa realidad.
Con la llegada de los llamados impresionistas; Renoir, Gauguin, Cezanne, se rompe esa relación servil de la pintura con la naturaleza. Simplemente extraían de ella lo que necesitaban sus cuadros y rechazaban lo innecesario. Estos proscriptos mostraron un sendero virgen que las generaciones posteriores exploraron.
Luego se vuelve a recuperar la relación con la realidad, pero de manera más serena y fresca, sin compromisos.
La literatura, la arquitectura y la música se vieron afectadas por estos cambios. Es por eso que el arte impreso también comenzó a liberarse de las ataduras del texto y a consolidarse autónomo. Su objetivo, más que servir a la narración, es servir al libro.
Lo gráfico es portador de un mensaje artístico con connotaciones ideológicas, filosóficas, culturales. Imágenes y texto son capaces de decir cosas, de expresar. Se trata de complementación y no de subordinación y es importante destacar la posibilidad significativa de la imagen. No sólo refuerza la significación del texto escrito sino que constituye un modo de ver, de concebir y de mostrar la realidad. La ilustración siempre pone de manifiesto un imaginario social, propio de una sociedad en un momento histórico particular.
En la literatura infantil la imagen dice cosas importantes, aporta contenidos culturales y es portadora de mensajes. Las imágenes sirven de puente entre el lenguaje que el niño posee y la forma escrita del lenguaje. Posibilitan al niño junto con los objetos y las acciones de su experiencia el paso del lenguaje oral al escrito. Por eso la importancia de la ilustración en los libros para los más chicos.
Dice Leo Lionni
“Uno de los más importante ingredientes de ese mundo que rodea al niño es el libro ilustrado. Porque es allí donde tendrá su primer encuentro con una fantasía estructurada, reflejada en su propia imaginación y animada por sus propios sentimientos.Es allí donde, a través de la mediación de un lector adulto, descubrirá la relación entre el lenguaje visual y el lenguaje verbal. Luego, cuando esté solo y repase las páginas del libro, una y otra vez, las ilustraciones le harán recordar las palabras del texto. Entonces articulará su primer monólogo interior. Y con el recuerdo de la voz que le leía, que le dará color y ritmo a sus silenciosas palabras, tendrá su primera lección de retórica. Sin percatarse de ello aprenderá acerca de principio y final , y lo más importante, experimentará el descubrimiento de un nuevo tipo de mundo verbal, tan diferente en estructura y en forma del caótico tráfico verbal que hasta entonces lo ha rodeado. El libro ilustrado, en medio de un entorno complejo, con frecuencia represivo e incomprensible, es para el niño una isla imaginaria. Como los terrarios de mi infancia, los libros ilustrados representan el mundo alternativo donde el niño puede reconstruir el relato e incluso anticipar su propio asombro “.
Nuestra formación comparada con la de los chicos de hoy, en términos generales es más literaria que gráfica, a excepción de quienes se dedican al diseño gráfico. Los chicos son críticos más avezados para los estímulos gráficos.
En general cuando se habla de libros, se piensa en textos de diferentes tipos: literario, filosófico, histórico, ensayístico, etc., impresos sobre las páginas. Escaso interés suscita el papel y la encuadernación del libro, el color de la tinta y todos aquellos elementos con los que se realiza el libro como objeto. Escaso interés se le dedica a los caracteres tipográficos y menos aún al espacio en blanco, a los márgenes y a todo el resto.
El ilustrador juega con estos elementos y como cualquier otro artista, crea con un interés, con un objetivo: influir en el mundo de su receptor. Sabe que es ése, el momento de la percepción, el que valida su creación y dónde ésta se afirma a sí misma como valor artístico.
Es por eso que la ilustración interroga al niño y le concede la palabra. Y una vez que el niño despertó del sueño, espera. Miró la realidad, la transformó con el toque magnífico de su imaginación creadora e hizo significar otra realidad.
Es condición del arte su poder de emocionar al receptor.
Literatura infantil impresa es arte por partida doble.
Fuente del artículo: Ré Beatriz. “Ilustrar = dar luz”, en Zoom. Un espacio para mirar-nos, Año 3, Nª 3, junio de 2012, p. 46 a 48.
La cita de Leo Lionni fue tomada de: Lionni, Leo. “Antes de las imágenes”, en: El libro-álbum: invención y evolución de un género para niños. Caracas: Banco del Libro, 1999, (Parapara clave), p. 136.
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