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sábado, 31 de julio de 2021

“La poética de Gabriela Casalins: la imaginación desatada gana la partida"

 



por Adrián Ferrero

 

     En el presente artículo no ocultaré una relación con su autora de ya muchos años, de compartir experiencias vitales, existenciales, metafísicas, expresivas y afectivas que desde una amistad franca nos mantienen en continuo intercambio fecundo. Ello no es sinónimo bajo la ningún punto de vista de una ponderación hiperbólica, imprudente o bien de una ausencia de toma de distancia crítica. Tampoco la de ser su apólogo. Pero sí la de reconocer sus méritos. En todo caso, garantiza el conocer a fondo su trayectoria por haber asistido de cerca, que ese sendero ha sido transitado con honestidad intelectual, con sentido de la ética. Y también haber comprobado su capacidad en virtud de que hemos compartido tanto trayectos formativos y profesionales como colectivos de arte. Por un acto de franqueza intelectual quisiera poner estos datos sobre la mesa para evitar equívocos o improcedencias. De modo que de entrada pongo sobre aviso de que hablaré de una poética a cuya génesis de escritura he  asistido, de suya productora cultural pudo dar fe actúa desde el sentido de la ética. Y se compromete con el semejante. . Pero vamos a la cosas.

     Rosemary Jackson, la investigadora norteamericana, ha estudiado los alcances de la literatura fantástica o lo que ella ha dado en llamar “fantasy”, en su libro Fantasy. Literatura  y subversión (versión original en inglés de 1986) que, en un sentido amplio, comprende a todo campo de la producción literaria que transgreda las leyes de verosimilitud propias de la literatura realista. En esta categoría ingresarían naturalmente obras fantásticas en primer lugar, pero también el cuento extraño, la ciencia ficción, el gótico, entre otros géneros desde lo temático afines. En tal sentido, habría toda una serie de unidades que el fantasy y su construcción tanto desde lo semántico como desde lo formal pondría en cuestión. La unidad de personaje (adoptando formas, tipos, figuras, encarnaciones, figuraciones) que rompen con el estereotipo de la literatura realista. En efecto, se trata de una literatura que a la noción de personaje entendida en los términos más estereotípicos y tradicionales la desarticula. Existen personalidades múltiples. Los personajes cambian de identidades. Las identidades nos son fijas, estables, hay metamorfosis, entre otras variantes. Igualmente ocurre con la unidad de tiempo y la unidad de espacio, que por ejemplo en la ciencia ficción se ven fuertemente comprometidas. En estos géneros son frecuentes la discronías y las ucronías. Y, en el orden de las relaciones humanas, las distopías, entre otras formas de la transgresión también del universo social, lo que genera confusión, destrato, caos o bien violencia, tal como lo apreciamos en su dimensión de la realidad empírica, constatable. Estas son algunas notas que plantea el fantasy (no todas) muy a grandes rasgos. Por otro lado, sí diría que la hipótesis de Jackson es que el fantasy lo que sí hace es plantear (en sus palabras) “imposibles semánticos”, esto es, circunstancias, episodios, hechos, acontecimientos, relaciones, vínculos, sucesos, climas, atmósferas, que según las leyes del convencional discurso realista, más lineal, más naturalizado, más unívoco, en lo relativo al referente no solo imaginario, no tendrían cabida bajo ningún punto de vista. A la luz de estos atributos, dibujados muy a grandes trazos sí diría que la escritora de La Plata (Argentina) Gabriela Casalins (La Plata, 1961), autora de literatura para niños y para adultos, de poesía, narrativa, obras para títeres, entre toda una amplia diversidad y variedad de registros por dentro del orden de la producción literaria, en ocasiones manteniendo la unidad de sentido, es un ejemplo cabal de este tipo de literatura. De una poética que desde la representación literaria plantea una fuerte oposición a la cultura represiva imperante y dominante que impide la libertad subjetiva, el desenfreno de la imaginación, la posibilidad sensible de sentirnos comunicados mediante formas alternativas al dibujo de lo que proponen fórmulas convencionales que no aportan sustantivamente nada al panorama de la biografía de un sujeto en la sociedad contemporánea que pueda eludir la prohibición de crear, de recrear por dentro de la cultura y su, diría Freud, malestar. Pero, por sobre todo, a partir de una poderosa intervención en el orden de lo simbólico que se proyecta hacia el orden de lo material o físico, afectándolo notablemente. Y modificándolo. Gabriela Casalins publica cuentos en antologías colectivas, forma parte de un libro cuya Editora es nada menos que la Dra. en Ciencias de la Comunicación y escritora Graciela Falbo (quieran estuviera muy ligada a la literatura infantil durante una buena etapa de su vida; luego se volcó, en una singular e importante producción de la lírica). Esta antología institucional, porque fue publicada por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, social (el marco institucional dentro del cual había tenido lugar el taller de escritura del que ambos participamos junto con otros asistentes, muchos de ellos escritores), dio por resultado en 2002 el libro Cara y ceca de la escritura. Cuentos y procesos creativos. Allí de un lado del libro figuraba una selección de relatos a partir de la misma consigna impartida a todo el grupo. Y del otro, en una cara invertida, la reconstrucción de los procesos creativos a partir de los cuales habían tenido lugar.



     Llega luego un libro con el que obtiene un premio importante, el Primer Premio Internacional Hespérides con su libro Historias familiares (2005). Este punto ya nos sitúa frente a un sujeto mujer en primer lugar, diría yo, con poder de iniciativa, atento a reconstruir sus propias tramas identitarias, las de sus mayores y lega a su descendencia toda una riquísima memoria que, transmutada en relato, deviene un capital difícilmente olvidable para ella y para los suyos. También para quienes somos sus amigos o participamos de su entorno afectivo, atentos y ávidos por conocer estas historias que siempre dejan abiertos los sentidos en lugar de cerrarlos. Suelen ser fuente entrañable y, naturalmente, como no podía ser de otra manera ponen el acento en un cierto tipo de educación (y no otra). Sientan las bases de una ética hacia el semejante. Y de la construcción de la concepción de ese semejante en función fue formado este sujeto mujer de lo que es capaz de brindarle, de aportarle, de darse tanto intrafamiliarme como por fuera de ella como exogámicamente. Asimismo, de qué modo las generaciones mayores trazan un puente hacia las que están comenzando a florecer para ponerlas al tanto de dónde vienen. Y de dónde vino su madre. Sienta las bases de un pacto, también, con sus ancestros. Gabriela Casalins ya demarca, eso queda claro, un territorio sagrado. Lo hace adoptando la forma de un corpus de historias interesantes, bien escritas, con trama y argumento que cautivan (como toda su literatura, que jamás pierde de vista el interés y la atención del lector, no perder a ese lector al que aspira a conquistar con las armas de la seducción del relato bien escrito, no solo con emociones o contenidos que sean fuertes y atractivos, en libros donde pasen cosas que son apasionantes, si bien pueden ser dolorosas (como en su cuento “Desagelada”, a propósito de una chica de la calle, en plena orfandad), con emociones, que conmuevan, que movilicen pero sin efectismos, sin moralejas ni didactismos simplistas, sino por una poética, a secas. Por lo tanto, que atraen porque constituyen una tipología de discurso literario altamente atenta a estar pendiente del receptor. Una poética que no es partidaria de la codificación del discurso literario sino de su liberación hacia todas sus dimensiones creativas posibles. También es la escritura de factura trabajada, urdida cuidadosamente, la que le interesa a Casalins (sin llegar al extremo del adorno o la escritura ornamental, plagada de florituras, prácticamente vacía o falta de toda intensidad emotiva o de ideas, axiológicamente connotada sin clase alguna de valores). El libro clave de toda su producción (lo que por supuesto puede ser objetable por parte de otros especialistas) es a mi juicio Animalia (2009). Un bestiario medieval para el cual se documentó, estudió, leyó, pero también para el cual fue tremendamente original en lo relativo a sus tramas, argumentos y atribución de fisonomías a estos seres fabulosos que, una vez más, venían como proponía Rosemary Jackson a romper con una tipología de personajes y protagonistas habituales, instalados en la ficción según el sentido común, una estereotipia que nada venía a aportar a la poética (y al mundo, en un sentido mucho más amplio, agregaría yo). Casalins, en cambio, será desafiante. Organizará un conjunto de tramas que no serán concesivas con lo que la literatura propone en su normalización sino en la “subversión” (palabra de Jackson). Sus personajes adoptarán la forma que ella desea y no la que la sociedad impone. Y el universo poético de Casalins será el de personajes fabulosos en diálogo sin embargo con el universo humano. No elimina a los humanos de ese cosmos sino que integra ambas dimensiones. Criaturas fabulosas con criaturas humanas, con seres humanos. Así, introduce un contrapunto riquísimo. No hay agresión ni hay ataques  ni hay violencia. No hay antagonismo (al menos que yo recuerde en lo primordial) sino que más bien hay extrañamiento, para usar un término propio de los formalistas rusos. Pero tampoco hay una suerte de perplejidad asustadiza que conduzca ni al trauma ni al terror. Se trata de figuras claramente distintas del humano pero que no han llegado para depredarlo. Esta es la zona de la imaginación que más finamente a mi juicio Casalins desata, pone en estado de libertad subjetiva. Y de rebelión contra los límites de la ficción realista.



     Finalmente, llegarán dos libros para niños: un díptico. Lo que Teo no dice (2014) y Lo que Teo descubre (2018). Es aquí donde la tortuga Antigua Pasolento será la protagonista que vaya al rescate de un niño (Teo) que padece la discriminación en el ámbito escolar (universo que la autora conoce a la perfección, como veremos más adelante por qué y de qué  modo), a lo que se suma la trágica inundación de nuestra ciudad de La Plata en la cual hubo incluso (como se recordará) numerosos muertos, casas devastadas y miles de libros arruinados (ya que nos estamos refiriendo a datos de la poética, sin querer por ello homologar en modo alguno pérdida de vidas humanas con  pérdida de libros). Entre este universo escolar y esta tortuga poco convencional, que por ejemplo habla y entabla diálogos con el protagonista, se producirá una interacción a mi juicio interesante. La tortuga Antigua le permitirá a Teo encontrar “la maravilla” que hay dentro de él, que ya está, pero él ignora que la posee. “La maravilla” se oculta. Solo se trata de buscarla, de sacarla a la luz. La segunda novela trabaja con una trama relativa más a un afán aventurero en el que interviene la salvación de animales que corren peligro y, por otro lado, la introducción al universo de la ficción de un tortugo. Esta novela, publicada por la Editorial La Brujita de papel, de Buenos Aires, será lo que permita a Casalins salir al ruedo, salir del ghetto de la literatura platense y sumirse en el campo literario de Buenos Aires. Lo que importa un salto cualitativo sumamente importante para una autora “de provincias” (así nos denominan los porteños o bien "del interior", con despectiva contracción a desprestigiar poéticas de portento como la de Gabriela Casalins, perfectamente a la altura de cualquiera de las de Buenos Aires) que sin ser una ambiciosa seguramente se habrá sentido indudablemente gratificada y reconfortada de encontrar eco, tal como de hecho sí ocurrió, en Argentina en general, no solo en Buenos Aires o La Plata. También el Gobierno de Chile, la distinguió y su primera novela fue distribuida en colegios para la enseñanza primaria. De modo que este libro adquirió una proyección potente ya en términos internacionales. Se realizaron numerosos trabajos fundamentalmente en escuelas en torno de esta novela. Y ella misma fue agente de cambio trasladándose a esos ámbitos escolares, llevando la voz de una autora para que los niños supieran y conocieran que por detrás de la voz de las historias se agazapa un ser de carne y hueso. Alguien quien es la artífice de esos milagros que quedaban plasmados por escrito pero por detrás de los cuales había una imaginación que ponía en movimiento una creación así como un trabajo de un alto nivel reflexivo porque estaba interesada en focalizar su atención no en cualquier dimensión de la invención. Hay en Casalins una urdimbre entre preocupación por las prácticas de la enseñanza y el sistema educativo en general que se articula en su ficción y ello resulta tangible. Resulta legible, mejor. Resulta un trabajo, en definitiva, noble, porque pone en directa relación prácticas sociales con discursos literarios que los integra. Lo que en las circunstancias por las que atraviesa la educación requieren de un profundo sentido crítico pero también propositivo.

     En la etapa de su blog infantil “El Mono de la tinta” que modera junto con otras dos responsables con una alta calidad de producciones publicadas, por un lado. Por el otro, con una pluralidad de géneros literarios, mantiene una zona de la producción que permite dar a conocer, incluso, la escritura literaria de los propios niños, "El Mono de la tinta" se vuelve un ámbito de discusión de ideas, de debate, un  foro de exposición de trabajos de especialistas, de difusión de propuestas sensibles, de la inteligencia lúcida, del trabajo colectivo, de una literatura, lo sabemos, en términos generales puesta al margen, entre paréntesis del corpus de las poéticas nacionales. Esta me parece tarea encomiable por parte de “El Mono de la tinta” que difunde, promueve, interroga a un tipo de discurso literario completamente desjerarquizado que, esta vez sí, se debe manejar en ghettos: editoriales específicas, Ferias del Libro Infantiles y Juveniles, Jornadas y Congresos específicos en lugar de integrarse al gran concierto del corpus de una literatura nacional. Esta penosa circunstancia, sobre la que ya he hecho singular hincapié en numerosos trabajos preliminares, me exime de todo desarrollo que, por otra parte, para las personas interesadas en este campo de la producción (no solo como estudiosas o productoras literarias), resulta a ojos vista una obviedad porque salta a los ojos.



     Vale agregar que aproximadamente entre 2000 y 2008 participé en un colectivo de literatura con la escritura Gabriela Casalins, la escritora Adriana Coscarelli y el escritor Luis Edgardo Soule de Diagonautas, una experiencia virtual que consistió en el Primer Portal Literario de la ciudad de La Plata, en formato digital, dando a conocer desde entrevistas hasta poesía, relatos, entre otros corpus de autores y autoras de Buenos Aire y La Plata, destacados profesionales.

     ¿Y qué decir del presente histórico? Dado que mantengo una relación de amistad con la autora no me atrevería a hacer ninguna clase de declaración en el sentido de revelación acerca de lo que está escribiendo en este momento. Sí diría que se encuentra profundamente cautivada y comprometida por el universo mágico de los títeres, desde su factura material hasta la escritura de obras cortas. Lo que importa ya sumergirse en una nueva dimensión de la creación: la escénica. He tenido acceso a registros audiovisuales de dichas creaciones y me han parecido de excelencia, me han impresionado vivamente, además de resultarme profundamente conmovedoras. Remueven los entresijos del alma en el mejor sentido de la palabra. Nada queda por fuera de esta palabra tan viva como vivaz, que se mueve grácilmente por el universo de los significados sociales y del discurso estético.

      Entre su larga trayectoria de un pasado como docente de Lengua y literatura graduada en la Universidad Nacional de La Plata, en colegios de ese misma Universidad Nacional de La Plata u otras instituciones educativas privadas, en su trabajo como docente en institutos terciarios, Gabriela Casalins ha llevado adelante en esta ciudad de La Plata un movimiento impetuoso que ha impulsado una renovación desde la docencia, desde cargos directivos en escuelas  secundarikas, desde planes de estudio de innovación, desde la investigación, desde la edición virtual y desde la producción creativa en el formato libro una promoción destacable de la cultura literaria y, con ella, enriquecido el patrimonio de nuestra ciudad de La Plata. En tal sentido, su foco ha estado puesto siempre en la lectoescritura creativa desde múltiples foros. De la educación a los talleres de escritura que ha dictado. De las charlas públicas con alumnos hasta el trabajo con docentes o su trabajo en institutos de educación por el pensamiento de naturaleza experimental. Merece a mi juicio un reconocimiento unánime y definitivo por su trabajo sostenido que ha debido ser compatible (esto sí quisiera dejarlo asentado, porque lo considero tarea noble y encomiable) con responsabilidades con una familia numerosa en lo referente a una maternidad que, me consta, ha sido de una maternidad responsable y amorosa. Todo me resulta destacable. No escribo estas líneas con motivo de una amistad, esto es, producto de un compromiso adquirido de antemano, de hecho ella no sabía que yo iba a hacerlo y fue la primera sorprendida (o, en todo caso, no solo por ello, en todo caso porque es eso lo que me ha permitido tener acceso a la cocina de su producción y a su trayectoria, a la recuperación y conocimiento de sus procesos creativos, a sus cavilaciones en un intercambio frecuente y fecundo con diferencias pero también de mucha afinidad, de mutuos consensos, de comprensión, porque si algo la caracteriza es el pluralismo y la tolerancia). Señalaría en ella un profundo sentido de la ética que se pone de manifiesto, naturalmente, por transposición natural y espontánea, como sucedía, por citar un caso paradigmático, con Liliana Bodoc, nuestro faro para todos los que escribimos con ese mismo sentido, al universo de los textos literarios de imaginación con vistas a principios humanistas. A concebir a la alteridad como semejante. Los principios le importan tanto como los comienzos de las historias. Y los conflictos la preocupan, la desasosiegan. Y los desenlaces hace lo imposible porque sean lo más descarnados posibles en ocasiones tanto como lo más dichosos posibles en otros casos. Dependerá del público, de la historia que esté narrando, de su intención al narrar (si la tiene). No pretende ni idealizar ni tampoco escandalizar ni incomodar innecesariamente al lector. Cada historia demanda una cierta clase de tratamiento, de abordaje, se señalamiento social que no siempre resulta grato ni tampoco resulta ejemplar en lo relativo a la felicidad. Es una escritora que apunta a ser, ante todo veraz, pertinente y coherente con lo que ha escrito. Una preocupada por la realidad empírica pero también atenta a la capacidad infinita por el vuelo imaginativo. Por lo tanto, experiencia vital y experiencia estética tendrán la misma argamasa. El mismo potente poder de convicción porque hay ideas, hay ideales y hay un credo. Pero en toda ella hay un principio de coherencia y afán de libertad. La imaginación furiosa, desatada es la que, por fin, gana la partida.

 

La Plata, 31 de julio de 2021

 

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