por Adrián Ferrero
En el
presente artículo no ocultaré una relación con su autora de ya muchos años, de
compartir experiencias vitales, existenciales, metafísicas, expresivas y
afectivas que desde una amistad franca nos mantienen en continuo intercambio
fecundo. Ello no es sinónimo bajo la ningún punto de vista de una ponderación hiperbólica,
imprudente o bien de una ausencia de toma de distancia crítica. Tampoco la de
ser su apólogo. Pero sí la de reconocer sus méritos. En todo caso, garantiza el
conocer a fondo su trayectoria por haber asistido de cerca, que ese sendero ha
sido transitado con honestidad intelectual, con sentido de la ética. Y también
haber comprobado su capacidad en virtud de que hemos compartido tanto trayectos
formativos y profesionales como colectivos de arte. Por un acto de franqueza intelectual
quisiera poner estos datos sobre la mesa para evitar equívocos o
improcedencias. De modo que de entrada pongo sobre aviso de que hablaré de una
poética a cuya génesis de escritura he
asistido, de suya productora cultural pudo dar fe actúa desde el sentido
de la ética. Y se compromete con el semejante. . Pero vamos a la cosas.
Rosemary
Jackson, la investigadora norteamericana, ha estudiado los alcances de la
literatura fantástica o lo que ella ha dado en llamar “fantasy”, en su libro Fantasy. Literatura y subversión (versión original en inglés
de 1986) que, en un sentido amplio, comprende a todo campo de la producción
literaria que transgreda las leyes de verosimilitud propias de la literatura
realista. En esta categoría ingresarían naturalmente obras fantásticas en
primer lugar, pero también el cuento extraño, la ciencia ficción, el gótico,
entre otros géneros desde lo temático afines. En tal sentido, habría toda una
serie de unidades que el fantasy y su construcción tanto desde lo semántico
como desde lo formal pondría en cuestión. La unidad de personaje (adoptando
formas, tipos, figuras, encarnaciones, figuraciones) que rompen con el
estereotipo de la literatura realista. En efecto, se trata de una literatura
que a la noción de personaje entendida en los términos más estereotípicos y
tradicionales la desarticula. Existen personalidades múltiples. Los personajes
cambian de identidades. Las identidades nos son fijas, estables, hay
metamorfosis, entre otras variantes. Igualmente ocurre con la unidad de tiempo
y la unidad de espacio, que por ejemplo en la ciencia ficción se ven
fuertemente comprometidas. En estos géneros son frecuentes la discronías y las
ucronías. Y, en el orden de las relaciones humanas, las distopías, entre otras
formas de la transgresión también del universo social, lo que genera confusión,
destrato, caos o bien violencia, tal como lo apreciamos en su dimensión de la
realidad empírica, constatable. Estas son algunas notas que plantea el fantasy (no
todas) muy a grandes rasgos. Por otro lado, sí diría que la hipótesis de
Jackson es que el fantasy lo que sí hace es plantear (en sus palabras)
“imposibles semánticos”, esto es, circunstancias, episodios, hechos,
acontecimientos, relaciones, vínculos, sucesos, climas, atmósferas, que según
las leyes del convencional discurso realista, más lineal, más naturalizado, más
unívoco, en lo relativo al referente no solo imaginario, no tendrían cabida
bajo ningún punto de vista. A la luz de estos atributos, dibujados muy a
grandes trazos sí diría que la escritora de La Plata (Argentina) Gabriela
Casalins (La Plata, 1961), autora de literatura para niños y para adultos, de
poesía, narrativa, obras para títeres, entre toda una amplia diversidad y
variedad de registros por dentro del orden de la producción literaria, en
ocasiones manteniendo la unidad de sentido, es un ejemplo cabal de este tipo de
literatura. De una poética que desde la representación literaria plantea una
fuerte oposición a la cultura represiva imperante y dominante que impide la
libertad subjetiva, el desenfreno de la imaginación, la posibilidad sensible de
sentirnos comunicados mediante formas alternativas al dibujo de lo que proponen
fórmulas convencionales que no aportan sustantivamente nada al panorama de la
biografía de un sujeto en la sociedad contemporánea que pueda eludir la
prohibición de crear, de recrear por dentro de la cultura y su, diría Freud,
malestar. Pero, por sobre todo, a partir de una poderosa intervención en el
orden de lo simbólico que se proyecta hacia el orden de lo material o físico,
afectándolo notablemente. Y modificándolo. Gabriela Casalins publica cuentos en
antologías colectivas, forma parte de un libro cuya Editora es nada menos que
la Dra. en Ciencias de la Comunicación y escritora Graciela Falbo (quieran
estuviera muy ligada a la literatura infantil durante una buena etapa de su
vida; luego se volcó, en una singular e importante producción de la lírica).
Esta antología institucional, porque fue publicada por la Facultad de
Periodismo y Comunicación Social dependiente de la Universidad Nacional de La
Plata, social (el marco institucional dentro del cual había tenido lugar el
taller de escritura del que ambos participamos junto con otros asistentes,
muchos de ellos escritores), dio por resultado en 2002 el libro Cara y ceca de la escritura. Cuentos y
procesos creativos. Allí de un lado del libro figuraba una selección de
relatos a partir de la misma consigna impartida a todo el grupo. Y del otro, en
una cara invertida, la reconstrucción de los procesos creativos a partir de los
cuales habían tenido lugar.
Llega
luego un libro con el que obtiene un premio importante, el Primer Premio
Internacional Hespérides con su libro Historias
familiares (2005). Este punto ya nos sitúa frente a un sujeto mujer en
primer lugar, diría yo, con poder de iniciativa, atento a reconstruir sus
propias tramas identitarias, las de sus mayores y lega a su descendencia toda
una riquísima memoria que, transmutada en relato, deviene un capital
difícilmente olvidable para ella y para los suyos. También para quienes somos
sus amigos o participamos de su entorno afectivo, atentos y ávidos por conocer
estas historias que siempre dejan abiertos los sentidos en lugar de cerrarlos.
Suelen ser fuente entrañable y, naturalmente, como no podía ser de otra manera
ponen el acento en un cierto tipo de educación (y no otra). Sientan las bases
de una ética hacia el semejante. Y de la construcción de la concepción de ese semejante
en función fue formado este sujeto mujer de lo que es capaz de brindarle, de
aportarle, de darse tanto intrafamiliarme como por fuera de ella como
exogámicamente. Asimismo, de qué modo las generaciones mayores trazan un puente
hacia las que están comenzando a florecer para ponerlas al tanto de dónde
vienen. Y de dónde vino su madre. Sienta las bases de un pacto, también, con
sus ancestros. Gabriela Casalins ya demarca, eso queda claro, un territorio
sagrado. Lo hace adoptando la forma de un corpus de historias interesantes,
bien escritas, con trama y argumento que cautivan (como toda su literatura, que
jamás pierde de vista el interés y la atención del lector, no perder a ese
lector al que aspira a conquistar con las armas de la seducción del relato bien
escrito, no solo con emociones o contenidos que sean fuertes y atractivos, en
libros donde pasen cosas que son apasionantes, si bien pueden ser dolorosas
(como en su cuento “Desagelada”, a propósito de una chica de la calle, en plena
orfandad), con emociones, que conmuevan, que movilicen pero sin efectismos, sin
moralejas ni didactismos simplistas, sino por una poética, a secas. Por lo
tanto, que atraen porque constituyen una tipología de discurso literario
altamente atenta a estar pendiente del receptor. Una poética que no es
partidaria de la codificación del discurso literario sino de su liberación
hacia todas sus dimensiones creativas posibles. También es la escritura de
factura trabajada, urdida cuidadosamente, la que le interesa a Casalins (sin
llegar al extremo del adorno o la escritura ornamental, plagada de florituras, prácticamente
vacía o falta de toda intensidad emotiva o de ideas, axiológicamente connotada
sin clase alguna de valores). El libro clave de toda su producción (lo que por
supuesto puede ser objetable por parte de otros especialistas) es a mi juicio Animalia (2009). Un bestiario medieval
para el cual se documentó, estudió, leyó, pero también para el cual fue
tremendamente original en lo relativo a sus tramas, argumentos y atribución de
fisonomías a estos seres fabulosos que, una vez más, venían como proponía
Rosemary Jackson a romper con una tipología de personajes y protagonistas
habituales, instalados en la ficción según el sentido común, una estereotipia
que nada venía a aportar a la poética (y al mundo, en un sentido mucho más
amplio, agregaría yo). Casalins, en cambio, será desafiante. Organizará un
conjunto de tramas que no serán concesivas con lo que la literatura propone en
su normalización sino en la “subversión” (palabra de Jackson). Sus personajes
adoptarán la forma que ella desea y no la que la sociedad impone. Y el universo
poético de Casalins será el de personajes fabulosos en diálogo sin embargo con
el universo humano. No elimina a los humanos de ese cosmos sino que integra
ambas dimensiones. Criaturas fabulosas con criaturas humanas, con seres
humanos. Así, introduce un contrapunto riquísimo. No hay agresión ni hay
ataques ni hay violencia. No hay
antagonismo (al menos que yo recuerde en lo primordial) sino que más bien hay
extrañamiento, para usar un término propio de los formalistas rusos. Pero
tampoco hay una suerte de perplejidad asustadiza que conduzca ni al trauma ni
al terror. Se trata de figuras claramente distintas del humano pero que no han
llegado para depredarlo. Esta es la zona de la imaginación que más finamente a
mi juicio Casalins desata, pone en estado de libertad subjetiva. Y de rebelión
contra los límites de la ficción realista.
Finalmente,
llegarán dos libros para niños: un díptico. Lo
que Teo no dice (2014) y Lo que Teo
descubre (2018). Es aquí donde la tortuga Antigua Pasolento será la
protagonista que vaya al rescate de un niño (Teo) que padece la discriminación
en el ámbito escolar (universo que la autora conoce a la perfección, como
veremos más adelante por qué y de qué
modo), a lo que se suma la trágica inundación de nuestra ciudad de La
Plata en la cual hubo incluso (como se recordará) numerosos muertos, casas
devastadas y miles de libros arruinados (ya que nos estamos refiriendo a datos
de la poética, sin querer por ello homologar en modo alguno pérdida de vidas
humanas con pérdida de libros). Entre
este universo escolar y esta tortuga poco convencional, que por ejemplo habla y
entabla diálogos con el protagonista, se producirá una interacción a mi juicio interesante.
La tortuga Antigua le permitirá a Teo encontrar “la maravilla” que hay dentro
de él, que ya está, pero él ignora que la posee. “La maravilla” se oculta. Solo
se trata de buscarla, de sacarla a la luz. La segunda novela trabaja con una
trama relativa más a un afán aventurero en el que interviene la salvación de
animales que corren peligro y, por otro lado, la introducción al universo de la
ficción de un tortugo. Esta novela, publicada por la Editorial La Brujita de
papel, de Buenos Aires, será lo que permita a Casalins salir al ruedo, salir
del ghetto de la literatura platense y sumirse en el campo literario de Buenos
Aires. Lo que importa un salto cualitativo sumamente importante para una autora
“de provincias” (así nos denominan los porteños o bien "del
interior", con despectiva contracción a desprestigiar poéticas de portento
como la de Gabriela Casalins, perfectamente a la altura de cualquiera de las de
Buenos Aires) que sin ser una ambiciosa seguramente se habrá sentido
indudablemente gratificada y reconfortada de encontrar eco, tal como de hecho
sí ocurrió, en Argentina en general, no solo en Buenos Aires o La Plata. También
el Gobierno de Chile, la distinguió y su primera novela fue distribuida en
colegios para la enseñanza primaria. De modo que este libro adquirió una
proyección potente ya en términos internacionales. Se realizaron numerosos
trabajos fundamentalmente en escuelas en torno de esta novela. Y ella misma fue
agente de cambio trasladándose a esos ámbitos escolares, llevando la voz de una
autora para que los niños supieran y conocieran que por detrás de la voz de las
historias se agazapa un ser de carne y hueso. Alguien quien es la artífice de
esos milagros que quedaban plasmados por escrito pero por detrás de los cuales
había una imaginación que ponía en movimiento una creación así como un trabajo de
un alto nivel reflexivo porque estaba interesada en focalizar su atención no en
cualquier dimensión de la invención. Hay en Casalins una urdimbre entre
preocupación por las prácticas de la enseñanza y el sistema educativo en
general que se articula en su ficción y ello resulta tangible. Resulta legible,
mejor. Resulta un trabajo, en definitiva, noble, porque pone en directa
relación prácticas sociales con discursos literarios que los integra. Lo que en
las circunstancias por las que atraviesa la educación requieren de un profundo
sentido crítico pero también propositivo.
En la
etapa de su blog infantil “El Mono de la tinta” que modera junto con otras dos
responsables con una alta calidad de producciones publicadas, por un lado. Por
el otro, con una pluralidad de géneros literarios, mantiene una zona de la
producción que permite dar a conocer, incluso, la escritura literaria de los
propios niños, "El Mono de la tinta" se vuelve un ámbito de discusión
de ideas, de debate, un foro de
exposición de trabajos de especialistas, de difusión de propuestas sensibles,
de la inteligencia lúcida, del trabajo colectivo, de una literatura, lo
sabemos, en términos generales puesta al margen, entre paréntesis del corpus de
las poéticas nacionales. Esta me parece tarea encomiable por parte de “El Mono
de la tinta” que difunde, promueve, interroga a un tipo de discurso literario
completamente desjerarquizado que, esta vez sí, se debe manejar en ghettos:
editoriales específicas, Ferias del Libro Infantiles y Juveniles, Jornadas y
Congresos específicos en lugar de integrarse al gran concierto del corpus de
una literatura nacional. Esta penosa circunstancia, sobre la que ya he hecho
singular hincapié en numerosos trabajos preliminares, me exime de todo
desarrollo que, por otra parte, para las personas interesadas en este campo de
la producción (no solo como estudiosas o productoras literarias), resulta a
ojos vista una obviedad porque salta a los ojos.
Vale
agregar que aproximadamente entre 2000 y 2008 participé en un colectivo de
literatura con la escritura Gabriela Casalins, la escritora Adriana Coscarelli
y el escritor Luis Edgardo Soule de Diagonautas,
una experiencia virtual que consistió en el Primer Portal Literario de la
ciudad de La Plata, en formato digital, dando a conocer desde entrevistas hasta
poesía, relatos, entre otros corpus de autores y autoras de Buenos Aire y La
Plata, destacados profesionales.
¿Y qué
decir del presente histórico? Dado que mantengo una relación de amistad con la
autora no me atrevería a hacer ninguna clase de declaración en el sentido de
revelación acerca de lo que está escribiendo en este momento. Sí diría que se
encuentra profundamente cautivada y comprometida por el universo mágico de los
títeres, desde su factura material hasta la escritura de obras cortas. Lo que
importa ya sumergirse en una nueva dimensión de la creación: la escénica. He
tenido acceso a registros audiovisuales de dichas creaciones y me han parecido
de excelencia, me han impresionado vivamente, además de resultarme profundamente
conmovedoras. Remueven los entresijos del alma en el mejor sentido de la
palabra. Nada queda por fuera de esta palabra tan viva como vivaz, que se mueve
grácilmente por el universo de los significados sociales y del discurso
estético.
Entre
su larga trayectoria de un pasado como docente de Lengua y literatura graduada
en la Universidad Nacional de La Plata, en colegios de ese misma Universidad
Nacional de La Plata u otras instituciones educativas privadas, en su trabajo
como docente en institutos terciarios, Gabriela Casalins ha llevado adelante en
esta ciudad de La Plata un movimiento impetuoso que ha impulsado una renovación
desde la docencia, desde cargos directivos en escuelas secundarikas, desde planes de estudio de
innovación, desde la investigación, desde la edición virtual y desde la
producción creativa en el formato libro una promoción destacable de la cultura
literaria y, con ella, enriquecido el patrimonio de nuestra ciudad de La Plata.
En tal sentido, su foco ha estado puesto siempre en la lectoescritura creativa
desde múltiples foros. De la educación a los talleres de escritura que ha
dictado. De las charlas públicas con alumnos hasta el trabajo con docentes o su
trabajo en institutos de educación por el pensamiento de naturaleza
experimental. Merece a mi juicio un reconocimiento unánime y definitivo por su
trabajo sostenido que ha debido ser compatible (esto sí quisiera dejarlo
asentado, porque lo considero tarea noble y encomiable) con responsabilidades
con una familia numerosa en lo referente a una maternidad que, me consta, ha
sido de una maternidad responsable y amorosa. Todo me resulta destacable. No
escribo estas líneas con motivo de una amistad, esto es, producto de un
compromiso adquirido de antemano, de hecho ella no sabía que yo iba a hacerlo y
fue la primera sorprendida (o, en todo caso, no solo por ello, en todo caso
porque es eso lo que me ha permitido tener acceso a la cocina de su producción
y a su trayectoria, a la recuperación y conocimiento de sus procesos creativos,
a sus cavilaciones en un intercambio frecuente y fecundo con diferencias pero
también de mucha afinidad, de mutuos consensos, de comprensión, porque si algo
la caracteriza es el pluralismo y la tolerancia). Señalaría en ella un profundo
sentido de la ética que se pone de manifiesto, naturalmente, por transposición
natural y espontánea, como sucedía, por citar un caso paradigmático, con
Liliana Bodoc, nuestro faro para todos los que escribimos con ese mismo
sentido, al universo de los textos literarios de imaginación con vistas a
principios humanistas. A concebir a la alteridad como semejante. Los principios
le importan tanto como los comienzos de las historias. Y los conflictos la
preocupan, la desasosiegan. Y los desenlaces hace lo imposible porque sean lo
más descarnados posibles en ocasiones tanto como lo más dichosos posibles en
otros casos. Dependerá del público, de la historia que esté narrando, de su
intención al narrar (si la tiene). No pretende ni idealizar ni tampoco
escandalizar ni incomodar innecesariamente al lector. Cada historia demanda una
cierta clase de tratamiento, de abordaje, se señalamiento social que no siempre
resulta grato ni tampoco resulta ejemplar en lo relativo a la felicidad. Es una
escritora que apunta a ser, ante todo veraz, pertinente y coherente con lo que
ha escrito. Una preocupada por la realidad empírica pero también atenta a la
capacidad infinita por el vuelo imaginativo. Por lo tanto, experiencia vital y
experiencia estética tendrán la misma argamasa. El mismo potente poder de
convicción porque hay ideas, hay ideales y hay un credo. Pero en toda ella hay
un principio de coherencia y afán de libertad. La imaginación furiosa, desatada
es la que, por fin, gana la partida.
La Plata, 31 de julio de 2021
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