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miércoles, 24 de febrero de 2021

"Literatura infantill: exclusión y ghetto"




                                                                                     por Adrián Ferrero

En ocasiones me he preguntado como estudioso (y muy seriamente) por qué la crítica literaria (en especial la académica, pero también la del periodismo cultural argentino, de variada seriedad), está sobresaturada de ciertos nombres que regresan, en un leitmotiv, o un bis en el que ciertas personas evidentemente se manifiestan interesadas (en especial si son expertas) hasta el agotamiento. O quizás daría un paso más allá: se obstinan. Ello a mí me resulta cansador. Inhibe el deseo de leer crítica por falta de pluralismo y variedad. Y, en cambio, hay toda otra serie de propuestas literarias, de otros nombres, de similar talento pero pertenecientes a un campo de la producción literaria alternativo a aquél, que no figuran en esa aparentemente “literatura oficial”, de modo evidente funcionando por exclusión (estimo que no por ignorancia, porque son de pública y amplia circulación).

Aquella agenda no la tienen en cuenta, la descalifica o la ignora. Por otra parte, no se trata de la literatura canonizada por los críticos más influyentes (quienes dispensan la fama, diría Borges) ni sobre la que ellos reflexionen. No sé si se trata de una necesidad de legitimación y aprobación por parte de estos críticos que así la requieren de la institución académica y de sus autoridades hacia sus trabajos e investigaciones. Es más, bien mirado, les conferiría hasta una saludable dosis de originalidad de sus papers o ponencias en congresos escribir sobre estos autores o autoras que tanto de bueno vienen a decirnos y a decir. Pero evidentemente ellos sospechan, acarician la idea de que habría en tal caso una desaprobación. Por parte de los comités académicos o evaluadores, quiero decir. Pero naturalmente. No existe una tradición importante en lo relativo a abordajes críticos respecto de los últimos creadores y creadoras a los que acabo de aludir.

No obstante ¿alguien sería capaz de poner en duda su talento, su capacidad de trabajo, su perfeccionismo, su trayectoria, sus muchos premios y becas, sus subsidios, sus principios ideológicos de avanzada y progresistas, la buena terminación de sus obras, su concepción sin pedagogías de la literatura infantil y juvenil, su novedosa concepción del sujeto infantil? (porque a ellos me estoy refiriendo) ¿A qué atribuir esta indiferencia, incluso este desdén? ¿alguien sería capaz de poner en duda el talento de los poemarios infantiles de
Guillermo Saavedra
, la novedosa poesía y los cruces semióticos en la narrativa de Liliana Bodoc, la narrativa con abordaje sin tabúes de la sexualidad además de la inmigración así como el diálogo con la realidad política y social argentina más agresiva de
Maria Teresa Andruetto
, el trabajo fino con el humor y la parodia en Ema Wolf, el humor, lo risueño y la labor de recreación de los mitos griegos y bíblicos de Graciela Montes, la desacralización de los relatos tradicionales de
Patricia Suárez
, en una relectura crítica, dándole la voz a los victimarios además del despliegue en clave crítica de la fantasía de los cuentos maravillosos o de hadas, la narrativa de ritmo poético lento de
Perla Suez
, tan conectada con las tramas del dolor social, en especial del pueblo judío, en la que se produce la irrupción en muchos casos de grupos destructivos en aldeas inermes o bien el valor de la espera recompensada en el encuentro con reciprocidad, el trabajo pionero de María Enea Walsh, que directamente dio el giro maestro e imprescindible a las poéticas argentinas que andaban necesitando para la libertad subjetiva de crear, el nonsense, el desparpajo, la utilización de los neologismos, su autorización definitiva, su permisividad para el deleite del juego, del cuento a la poesía, del teatro a los guiones? ¿la poesía sutil de desde México, que trabaja con la palabra como grafía, como significado y lo fonológico en directo correlato con las ilustraciones de sus libros, los libros de escaso texto pero con condensación poética y elocuentes pero sutiles diálogos de Canela (
Gigliola Zecchin
), los combates dilemáticos entre el bien y el mal, el humor, las reflexiones éticas, la lírica, los trabajos críticos sobre lectoescritura con énfasis en literatura infantil en Laura Devetach, la picardía, la trampa y el humor en Gustavo Roldán (además de su valiosísima recuperación de manera imprescindible del legado de los pueblos originarios y de la fauna y flora del Alto Chaco), la impertinencia, la irreverencia, la parodia, el humor, la proliferación significante del discurso en
Adela Basch
?

Estos son solo algunos pocos y contados ejemplos de los muchos grandes de los disponemos en Argentina. Y ahora sí que me quedo corto por falta de espacio. También porque nombro solo a una cierta generación además de a una cierta tradición, en particular crítica y de ruptura con los recursos que le precedieron (en términos generales, si bien se pueden establecer algunas ciertas clases de genealogías). Pese a que puedo advertir que esta tendencia al descuido se ha comenzado a revertir en nuestro país (en el mundo hace rato), con maestrías, diplomaturas, Ferias del Libro, Congresos, Jornadas, Simposios, seminarios (lo que no hace sino confinar en un tranquilizador ghetto a esta producción tan variada y tan rica, su crítica y su mercado del libro). Pues a mi juicio esa no es la respuesta más acertada ni la más saludable a este fenómeno de desdeñosa recepción. Sino que la tal respuesta (si es que la hubiera o existiera) a mis ojos pasa por un respeto por considerarla de igual a igual en tanto que poéticas estéticamente nobles y de jerarquía, como si se tratara de un semejante, hacia esa producción otorgándole la misma excelencia, la misma dignidad que la de los productores culturales así llamados "para adultos" de naturaleza consagrada. La solución no es poner paños fríos para que una producción de tal infinita riqueza sea preservada en un elegante "corral de la infancia", para servirme de un feliz título de un libro de Graciela Montes, separado del resto de la literatura. Sino en el respeto genuino hacia ella en el reconocimiento de lo que es: una igual, una par. No ubicarla en un aparte para tranquilizar consciencias perturbadas por la culpa literaria de la exclusión. Sino integrarla a los debates de una literatura nacional, a su corpus, en las mismas mesas redondas, en las mismas conferencias que la otra, en los mismos foros de discusión, en los mismos seminarios, en los mismos congresos, en los mismos festivales de lectura de modo inclusivo.

Como parte lo que vagamente suele llamarse una literatura propia de una nación, propia de un territorio y del uso de una cierta variante de la lengua. De otro modo se la circunda en un peligroso aparte. Y reconocer que se trata de un campo de estudios y, mucho más aún, de producción de textos también literarios de referencia mundial, como el otro, únicamente con otros nombres y, quizás, atributos relativamente (y acentúo este “relativamente”) matizados ¿Que acude a otros recursos y apunta a otro receptor? ¡Pues naturalmente! Pero ello no es razón para descalificarla o proceder a su apartamiento o indiferencia respecto de su consideración en los estudios literarios académicos u otros, como los de divulgación periodística, como así cité, de diversa calidad. Más bien, por fuera de esa marginalidad, subalternidad, periferia, bueno sería acercarla hacia una zona de mayor centralidad.

Inscribiéndola en la misma agenda de trabajo e indagación en profundidad de sus poéticas. En una mayor difusión. Ubicándola en los mismos estantes de las librerías por orden alfabético o a lo sumo por temática, no por estar dirigida a tal cual edad en sectores de las librerías que funcionan como otra clase de ghettos solapado, también de apartamiento. A la literatura infantil se le debe respeto. Es el que le corresponde por su excelencia, la que le confiere su dignidad, su tradición ya notable en Argentina (omití los nombres de Enrique Banchs, Silvina Ocampo, María Granata y Sara Gallardo, entre otros) y su trabajo sostenido con reconocimiento nacional e internacional. La que le corresponde por derecho propio. Un comportamiento opuesto solo denota una ideología plagada de prejuicios de actitud despectiva que solo diera la impresión de no contribuir a una noción de literatura con integridad y con sentido de tolerancia y pluralismo. Sino más bien a la univocidad y a una posición intransigente respecto de lo que debe y no debe estudiarse. De lo que es y no es una literatura argentina en su sentido total. Cordialmente, Adrián Ferrero

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