“A los niños no se les ha de decir más que la verdad, y nadie debe decirles lo que no sepa que es como se lo está diciendo, porque luego los niños viven creyendo lo que les dijo el libro o el profesor, y trabajan y piensan como si eso fuera verdad, de modo que si sucede que era falso lo que les decían, ya les sale la vida equivocada, y no pueden ser felices con ese modo de pensar, ni saben como son las cosas de veras, ni pueden volver a ser niños, y empezar a aprenderlo todo de nuevo”[1].

José Martí, “La galería de las máquinas”, La Edad de Oro.

 

I

En la historia de nuestro teatro para niños, niñas y de títeres profesional está José Martí. Unos hermosos bocetos para el montaje de Los zapaticos de rosa[2], hechos por Pepe Carril desde su Teatro de Títeres de Oriente, en Preston, Mayarí, hoy provincia de Holguín, ostentaban la huella martiana, en los inicios de los años ‘50. En La Habana, en 1957, los hermanos Pepe y Carucha Camejo, con el propio Carril como integrante del ya fundado en 1956 Guiñol Nacional de Cuba, llevaron a escena “Los zapaticos…” con marionetas, y luego lo retoman, pero con títeres de guante en el principio de los años ‘60.



Los zapaticos de rosa, Guiñol Nacional de Cuba, 1960. Foto: Cortesía del autor
 

El triunfo de la Revolución en 1959, inspiró a estos creadores escénicos, pioneros en el titerismo profesional, a nombrar a partir de La Edad de Oro a los grupos de teatro donde la importancia principal era la del actor en vivo. Carucha Camejo, reconoce que utilizaron el nombre de Guiñol para los grupos titiriteros que fundaron por toda la Isla, como justo homenaje a la referencia que sobre el arte de los retablos hace Martí en su cuento “Bebé y el Señor Don Pomposo”: “…el teatro Guiñol, donde hablan los muñecos, y el policía se lleva preso al ladrón, y el hombre bueno le da un coscorrón al hombre malo”. [3]

Inédito y sin estrenar permanece todavía el guión de Pepe Carril, escrito en 1961, para teatro de sombras, inspirado en el poema “Los dos príncipes”.[4] Entre los años ‘60 y ‘80 el dramaturgo y director artístico Modesto Centeno estrenó en el Teatro Nacional de Guiñol, fundado por los Camejo y Carril en 1963, un espectáculo que incluía El aya de la francesa, una pequeña obra de la escritora Reneé Potts, que hace referencia a uno de los personajes testigos de la acción bondadosa de Pilar en el conocido cuento “Los zapaticos de rosa”. La puesta en escena se completaba con Bebé, texto teatral de Centeno inspirado en el cuento homónimo de Martí.

Otros creadores de los años ‘80 estrenaron piezas con el sello martiano. Héctor Pérez a cargo del guiñol capitalino del municipio Plaza, estrenó La caja de las maravillas, un espectáculo basado en varios textos de La Edad de Oro. El Guiñol de Santiago de Cuba, estrenó La muñeca negra,[5] versión de Rafael Meléndez, para títeres y actores. Meléndez también llevó a escena un espectáculo titulado Para un príncipe enano, con poemas y canciones inspirados en la obra literaria de Martí. Por su parte José Saavedra, otro director artístico del guiñol santiaguero, estrenó El camarón encantado,[6] versión libre de Ramón Pardo sobre la versión de Martí a partir del cuento del francés Laboulaye. La Teatrova, destacada agrupación de la ciudad indómita, estrena su versión poético-musical de Los zapaticos de rosa, protagonizada por María Eugenia García, con música en vivo y actuación del trovador Augusto Blanca. El dramaturgo Francisco Garzón Céspedes escribió la pieza Redoblante y Meñique,[7] sobre otro cuento de Laboulaye, que también versionara José Martí para la revista La Edad de Oro en 1889. Lo mismo harían los dramaturgos y directores artísticos Bebo Ruiz, en La Habana, y Mario Guerrero, del Guiñol de Camagüey, con Los dos ruiseñores,[8] el primero escribe una versión juglaresca para el titiritero Pedro Valdés Piña, y el segundo un guión de pantomima y ballet para su elenco camagüeyano. En tierra yumurina, en el Teatro para Niños y Jóvenes de Matanzas, antes de nombrarse Teatro Papalote, en 1982, el investigador Urbano Martínez Carmenate escribió dos espectáculos con textos alusivos a la obra de Martí: Si el poeta eres tú y Para un príncipe enano, ambos bajo la dirección artística de Eddy Socorro. Hasta el prestigioso Ballet Nacional de Cuba y los Estudios de Animación de la Televisión Cubana, realizaron sus versiones para niños y niñas de “Los zapaticos de rosa”, la primera con coreografía de Gladys González y la segunda un corto con títeres en stop motion de Reinaldo Alfonso y música de José María Vitier.  

 

En los años ‘90 del siglo pasado, jóvenes dramaturgos como Norge Espinosa y William Fuentes, acudieron también a ese caudal de magia y fascinación existente en La Edad de Oro. Fuentes lo hizo para su Teatro 2 con Cuenta cuentos presenta a Meñique y Espinosa con Sácame del apuro, versión bufa de El camarón encantado, escrita expresamente para el capitalino Teatro Pálpito; ambos espectáculos alcanzaron un gran éxito de público y crítica. La Compañía Infantil de Teatro La Colmenita, estrenó su Meñique, escrita para el teatro de participación, ideal para su labor comunitaria por todo nuestro territorio y allende los mares. El maestro Armando Morales asombró a todos en 1995, con un elenco mixto, conformado por Teatro Nacional de Guiñol y Títeres El Trujamán, con el que estrena Abdala,[9] una puesta en escena de títeres para jóvenes y adultos. 

Esta recurrencia a Martí en las últimas cinco décadas del siglo pasado, comenzó a volverse escasa en los albores del siglo XXI (Los zapaticos de rosa, Teatro de Las Estaciones,[10] de Matanzas; El ruiseñor, Títeres Retablos, de Cienfuegos; Bebé, de Títeres Nueva Línea, en La Habana y el Teatro Dripy, de Santa Clara, que estrenó en 2011 Nené traviesa.[11] Tal parece que la palabra y la inspiración de Martí cedieran terreno en momentos en que su permanencia se hace imprescindible, en medio de un mundo marcado por la globalización, las guerras, la tecnología de punta y el maltrato excesivo de las reservas naturales y la fauna, entre otros males.

II

La cultura cubana vive un momento especial por su responsabilidad con las ideas y el crecimiento espiritual del hombre. Está en plena batalla contra lo necio y lo superficial. Los personajes martianos concebidos para los pequeños y pequeñas están necesitando regresar a los escenarios y los retablos de hoy; reflejar desde su comportamiento, más que la expresión de un juicio definitivo, la enseñanza que se desprende de las circunstancias y los hechos expuestos en historias que hablan de la necesidad de amor, bondad, desprendimiento, ternura, arrepentimiento, generosidad, antirracismo, esos rasgos esenciales del carácter humano que deberían estar más presentes que nunca en la personalidad de nuestros niños y niñas.


Ilustración del artista cubano Alexis Gelabert

El actual teatro para infantes y de títeres debería estimular aquellos sentimientos que van quedando sepultados ante los comportamientos miserables y violentos, con una concepción del mundo que pasa por el filtro rapaz de los aspectos económicos. El ideal político-social de los personajes de Martí, tiene una similitud entre niñez y futuro, tiempo pendiente que necesita a toda costa apostar por el progreso y la virtud. Las actuaciones naturales de infantes como Pilar, Bebé, Piedad o Nené, poseen el equilibrio necesario entre lo didáctico, lo emotivo y lo ético, pues acoplan con la realidad sin hacer de ellos niños míticos o héroes intachables. Recordar las simpáticas burlas de Bebé a Luisa, la criada francesa que no le quiere dar más dulces, o las páginas rotas del libro antiguo del papá de Nené, los caprichos y la terquedad de Pilar por lograr sus objetivos de ir a la barranca de todos o el gesto airado de Piedad ante la bella muñeca de porcelana que no le habla.


 

Cualquier argumento original de un texto dramático en la actualidad, que exponga la actuación de un niño o una niña, debiera tener las características de las obras escritas para ellos por el apóstol. Nadie como él para reflejar los latidos de la vida misma, con sus alegrías, descubrimientos, la belleza a veces imperceptible de lo cotidiano. Es algo a tener en cuenta por los dramaturgos y las dramaturgas que escribirán las piezas teatrales necesarias en esta centuria.

Es curioso que el mayor período de permanencia en Cuba de José Martí fuera el de la infancia y adolescencia, después solo vivió en la Isla de manera esporádica. ¿Será por eso que los personajes infantiles de Martí, obviamente de origen nacional, viven entre la añoranza y la ternura de una Patria que late al otro lado del océano? ¿Cuál es el himno que, al entrar en casa, canta Nené montada sobre los hombros de su padre? No puede ser otro que el nuestro. La revisitación oportuna de la obra del maestro, o al menos el desarrollo en textos originales de sus cualidades esenciales, necesita ir al rescate de un espacio donde lo cubano tiene que salir fortalecido, lo cubano como inspiración, lo cubano como aliciente, como escudo y luz.


Ilustración del artista cubano Alexis Gelabert

 
Notas:
[1] José Martí, “La galería de las máquinas”, La Edad de Oro, Nueva York,1889, t. 18, pp. 500-501.
[2]“Los zapaticos de rosa”, poema cuento original de José Martí, publicado en el tercer número de la revista La Edad de Oro, Nueva York, 1889.
[3]“Bebé y el señor Don Pomposo”, cuento original de José Martí, publicado en el primer número de la revista La Edad de Oro, Nueva York, 1889.
[4]“Los dos príncipes”, poema de José Martí sobre una idea de la poetisa norteamericana Helen Hunt Jackson, publicado en el segundo número de de la revista La Edad de Oro, Nueva York, 1889.
[5]“La muñeca negra”, cuento original de José Martí, publicado en el cuarto y último número de la revista La Edad de Oro, Nueva York, 1889.
[6]“El camarón encantado”, un cuento de magia del francés Laboulaye, recreado por José Martí y publicado en el tercer número de de la revista La Edad de Oro, Nueva York, 1889.
[7]“Meñique”, una recreación literaria de José Martí, sobre el cuento del francés Laboulaye, publicado en el en el primer número de la revista La Edad de Oro, Nueva York, 1889.
[8]“Los dos ruiseñores”, versión libre de José Martí sobre un cuento de Andersen, publicado en el cuarto y último número de la revista La Edad de Oro, Nueva York, 1889.
[9]Abdala, texto teatral publicado el 23 de enero de 1869 en el único número de Patria Libre, pequeño periódico editado por Martí e impreso en la imprenta y librería El Iris. Obispo 20 y 22, La Habana.
[10]Teatro de Las Estaciones estrenó Los zapaticos de rosa en 2007 y en 2016 su versión para teatro de sombras de “Los dos príncipes”.
[11]“Nené traviesa”, cuento original de José Martí, publicado en el segundo número de la revista La Edad de Oro, Nueva York, 1889

(*) texto extraído de la Revista La Jiribilla, revista digital cubana, nro 883 (http://www.lajiribilla.cu/)