por Jenny Fraile (*)
INTRODUCCIÓN
Desde épocas ancestrales el hecho de descubrir quiénes somos se ha constituido en una pregunta filosófica que ha orientado desde la duda más existencialista hasta una de las frases más célebres de una obra literaria “ser o no ser, he allí el dilema”,1 tanto en lo personal como en lo social, y nuestra sociedad latinoamericana y caribeña no escapa de esta inquietud, de esta búsqueda identitaria. ¿Quiénes somos? Definitivamente somos mucho más que la reminiscencia de pueblos indígenas diezmados, o pueblos africanos desarraigados, despatriados, que se mezclaron, se fundieron, se amaron, se odiaron, se reconciliaron, la intención de estas líneas es presentar una revisión de los signos de identidad caribeña reflejados por diversos autores revisados a lo largo del seminario de Literatura Latinoamericana y del Caribe en un corpus de cuentos de literatura infantil, como parte de esta búsqueda de respuesta a una inquietud, o quizás, en el mejor de los casos, el encuentro con muchas otras preguntas que llevarán a buscar sus respuestas, o seguir preguntándonos si somos flores o somos pájaros, si volaremos por el mundo, si perfumaremos al mundo o simplemente seremos una espina, una pregunta sin respuesta. Jenny Fraile 532 Opción, Año 32, No. Especial 11 (2016): 531 - 543
La revisión de los documentos propuestos en literatura latinoamericana y del Caribe abrió un nuevo panorama, que ha permitido resignificar un territorio y cómo este es visto, plasmado en la literatura infantil. En esta búsqueda de respuestas nos topamos con el pensamiento latinoamericano de Zea, quien recoge buena parte de esa triple visión histórica en la que se ha debatido “el hombre americano”, “¿es un conservador, un expectante o un revolucionario permanente?”. A hora bien, la inquietud por el término “identidad”, esta rondando desde la década de los setenta (70), sin embargo, parece que ha sido en la últimas décadas motivador de arduos debates, tema de congresos, simposios, eje filosófico, pero es en realidad un problema propio de la existencialdad humana, como se dijo en líneas iníciales, y que a lo largo de la historia ha dado lugar al surgimiento de diferentes corrientes del pensamiento, ya que como bien planteo Galíndez (s/f) “la universalidad se alcanza comprendiéndose como hombre para poder así comprender a otro hombre”. Latinoamérica tiene tiempo en la búsqueda de su identidad, ha pasado por diferentes etapas, han surgido términos como la hibridación, negritud, tercer espacio; tanto los estudiosos de los textos literarios de Latinoamérica como del Caribe2 , según la revisión preliminar coinciden en los mismos problemas; pareciera que a lo largo del territorio, tanto en su zona insular como continental, con la llegada del europeo se desdibujo al indígena, se dominó al negro y el blanco de allá o de aquí siempre guió. Con lo cual, en la generalidad de los casos se obvia el mestizaje cultural, étnico y social.
En los albores de la historia América Latina, Sajona se acrecentaron las luchas internas, según cuenta Zea, se “arrancó el cetro a España pero se quedaron con su espíritu, se logró la libertad pero no se formó para vivirla, se mantuvo la esclavitud, la diferencia mantuana; una frase de Alberdi (1886:159) citado por Zea nos llamó poderosamente la atención, y creemos resume en buena medida lo que ocurrió en gran parte de nuestra América luego de la gesta independentista “ La Patria es libre, en cuanto no depende del extranjero; pero el individuo carece de libertad en cuanto depende del Estado de un modo omnímodo y absoluto”. De tal forma que se siguió anulando al indígena y al negro, tanto en las regiones peninsulares como insulares que conforman Latinoamérica y el Caribe. Esta falta de identidad era un problema, según los documentos revisados a finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, pero al leer algunos documentos emanados de las cumbres de las Américas paLa literatura infantil: una forma de leernos y ver la identidad caribeña 533 reciera que sigue vigente este conflicto de identidad, por lo cual se torna interesante realizar una revisión de algunos libros de autores latinoamericanos de literatura infantil e indagar en sus textos esos rasgos que pueden fomentar la construcción de la identidad caribeña en conexión con la latinoamericana ya que como bien lo señala Kamau Brathwaite, citado por Bonfiglio (2014) …en lo que respecta a lo que escribimos, a nuestros modelos perceptuales, somos más conscientes (en términos de sensibilidad) de la caída de la nieve, por ejemplo —los modelos están todos allí para la caída de la nieve— que de la fuerza de los huracanes que ocurren cada año. En otras palabras, no tenemos las sílabas, la inteligencia silábica, para describir el huracán, que es nuestra propia experiencia, mientras que podemos describir la experiencia ajena importada de la caída de la nieve (Brathwaite “Historia”, en Bonfiglio:121).
Claro está que nuestros niños, niñas y adolescentes, en su mayoría, han crecido, y hemos crecido, con la influencia de los clásicos europeos, nórdicos y hemos dejado en un segundo plano los textos de la literatura indígena, latinoamericana, de tradición oral, con lo cual evidentemente tomamos posición sobre indigenismo y negritud sobre la mirada eurocentrista, ya que lo que se quiere resaltar es el proceso de construcción de identidad caribeña y latinoamericana. Rescatamos de nuevo lo propuesto por Zea en su compilación del pensamiento latinoamericano en relación a la identidad, ya que propone como de manera sistemática en el proceso de construcción identitaria se ha anulado al indígena y al negro, por lo que si en la construcción de esa identidad, en lo adelante a partir de los textos de literatura infantil y juvenil, deben estos, no negar la historia, sino mostrarla, valorar y presentar nuestros culturas de pueblos originarios y la herencia afrodecendiente. Cita también Zea a Darcy Ribeiro, quien propone tres ideas de formación de identidad, a saber: pueblos testimonios, pueblos nuevos y pueblos trasplantados. Los primeros se corresponderían a nuestros pueblos originarios como los aztecas, wuayúu, waraos; los segundos se corresponden con los grupos llegados a América bien para reiniciar su vida con mejores opciones o traído a la fuerza para su explotación; y los terceros son exclusivamente grupos europeos quienes migraron con la idea de reconstruir el continente y su vida.
Ahora bien, desde estas diferentes miradas y opciones, tenemos una gama, un abanico de posibilidades para construir nuestra identidad, ser pájaro, ser flor, ser espina. Seguir apegados al pasado, o construir futuro. Seguir en el papel de víctimas o levantarnos sobre esa sombra y volar, volar, volar. En las siguientes líneas pasearemos por algunos textos de literatura infantil que permitirán leernos y construir, fortalecer nuestra identidad latinoamericana y caribeña.
1.- EN EL MAR… Hablar de identidad caribeña lleva de inmediato a pensar en el mar, en ese mar que baña las costas de las Antillas, de buena parte de Colombia, Venezuela, de Guyana. Evocar su aroma, el romper de sus olas, es sin duda parte esencial, pero no única de las imágenes que constituyen la identidad caribeña. La revisión teórica ha llevado a concluir que ciertamente el mar es fundamental, pero que está acompañado por imágenes, conceptos, evocaciones, vivencias de: plantación, negritud, la violencia de la esclavitud, la música, el mar, la diversidad de la lengua (español-francés-inglés-creole), el cimarroneo como resistencia, la dominación histórica, la colonización, el despojo, religación de los fragmentos; temas estos que se repiten en los ensayos de tres autores fundamentales al hablar de la identidad caribeña como los son Ortiz, Brahtwaite y Glissant. Bonfiglio (2014) al analizar diferentes producciones de Ortiz, Brahtwaite y Glissant, no sólo nos presenta los lugares comunes o categorías que se repiten en sus propuestas identitarias de Caribe, sino que alude a esa discusión postmoderna en relación a la visión de la mirada, es decir, el Caribe seguirá viendo hacia el horizonte con la mirada lánguida y pérdida en el mar hacia una Europa que dominó y domina, o una mirada que busca en la profundidad de ese mar los restos de los galeones hundidos, sus tesoros, sus recuerdos, sus historias, o una mirada de remonta la ola, surca el viento, reconoce el galeón, mira el horizonte, pero sabe, siente que es mucho más que todo eso. Es el momento de construir una identidad que nos permita honrar el pasado, vivir el presente, pero sobre todas las cosas mejorar las posibilidades del futuro, sin que se repita el Caribe, sin que cambiemos el color del esclavista, sin que repitamos la fuga del cimarrón, el dolor de la planLa literatura infantil: una forma de leernos y ver la identidad caribeña 535 tación, y solo le cambiemos el traje, el año, pero el tema de la canción sea el mismo, el dolor sea el mismo, el despojo sea el mismo. Llama la atención que tanto en el Caribe que se repite, como en ¿de qué Caribe hablamos?,se alude a la fragmentación del Caribe (anglófono, francófono, español, antillano, peninsular) y a la necesidad de unificar, de concientizar y percibirnos como parte del mismo, como diversamente unidos. Como lo dejan ver Reinosa y Valdés (2013): Para un barbadense común es familiar relacionarse con otro westindian, al cual consideraría caribeño, no así a un haitiano o a un dominicano. Mientras para un guadalupeño, la Caraïbe no va más allá de la Martinica y la Guyana francesa, certeza que a cada instante se le reafirma desde los medios masivos de comunicación y la perspectiva metropolitana (Reinosa y Valdés, 2013:21-22). Es decir, reclamamos que otros nos reconozcan, pero aun nosotros que formamos parte del Caribe seguimos percibiéndonos separados, fraccionados, la tarea de construcción de identidad unitaria, o en palabras de Girvan, citado por Reinosa y Valdés (ob.cit) “Hay que hacer un viaje de conquista mutua de nuestra mismidad colectiva” (p.22) al hablar de Caribe se convierte en un término polisémico que se alimenta de lo político, de lo ideológico, geográfico, cultural, lingüístico, literario, étnico, pero si aun después de mirar los componentes, de reconocer todas las acepciones, seguimos empeñados en fraccionar el Caribe cómo podemos esperar que el norte o Europa reconozca lo que nosotros aun no reconocemos, seguimos sin saber si ser pájaro o flor, pero pareciera que empeñados en mirar solo las espinas. 2. HABÍA UNA VEZ A muchos en algún momento nos durmieron leyendo o contando un cuento, o en una tarde de parque uno de nuestros abuelos deleitaba a todos contando sus historias, o quizás una maestra, o una tía, o…de alguna forma nos hemos visto acercados a la literatura infantil, en la mayoría de los casos a aquellas que inician con las frases habían una vez, en un reino muy lejano, en un bosque, en un hermoso castillo, porque durante muchos años la influencia de quienes conquistaron siguió dominando el territorio aunque ya habíamos declarado en la mayoría de nuestros pueblos la independencia.
Leímos y escuchamos historia de princesas rubias, de príncipes en hermosos caballos, y de bosques encantados cuando nuestro entorno es mayormente selva, sabana, o cuando mucho bosque tropical. Y seguimos repitiendo el modelo colonial, ninguneando al indígena, al negro y el blanco de aquí creyéndose blanco de allá, o al menos comportándose igual o peor que aquel. Torres (1996) cita a Martí quien en su literatura pretendía forjar ese ideario de libertad, despertar en los niños, niñas nuevas formas de mirar y mirarse para que no repitiesen ese Caribe, forjaran y construyeran un nuevo y mejor Caribe con conciencia de mar, de río, de selva, de negro, de blanco, de indígena. “... para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy, en América, y en las demás tierras... Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros” (Torres, 1996:12-13). Este mismo autor nos pasea por una selección de poemas, cuentos, retahílas y otros géneros literarios de diferentes autores en los cuales se pueden apreciar temas como el mar, la negritud, la esclavitud, la plantación, la crueldad. Algunos como la mayoría de los clásicos que originariamente no fueron pensados para niños pero que estos lectores se los apropiaron y los hicieron suyos, otros que de forma deliberada los autores los escribieron pensando en este público a fin de forjar la identidad latinoamericana y caribeña desde las primeras aproximaciones a la lectura. Veamos el siguiente poema:
Negrón, negrito,
ciruela y pasa,
salga y despierte,
que el sol abrasa,
diga despierto
lo que le pasa...
¡Que muere el amo,
muera en la brasa!
ya nadie duerme,
ni está en su casa.
(Nicolás Guillén. Siglo XX)
La literatura infantil: una forma de leernos y ver la identidad caribeña 537 Obsérvese en él todos los elementos que distinguen al Caribe, es decir, se hace referencia a un tema recurrente tanto en el Caribe insular como en buena parte del Caribe peninsular, la negritud. Ese negro que fue traído desde diferentes regiones de África para trabajar en la plantación de algodón, de caña, de cacao, que fue maltratado, que fue abrasado por el sol, por el látigo, y que hizo de su dolor canción, poesía, tambor, y que como se leyó en el poema de Guillén que forma parte de una antología publicada en el 2000 como Clásico de Literatura Infantil Latinoamericana y del Caribe. Veamos este otro de la argentina María Elena Walsh:
CANCIÓN DE LAVANDERA
Lávate paloma con aire mojado,
las patas y el pico,
la pluma y el vuelo
volando, volando.
Lávate la sombra,
Luna distraída,
con jabón de estrella
y espuma de nube salina, salina.
Lávate las hojas
dormido verano,
con agua llovida
y esponja de viento salado, salado.
El aire me lava,
la luz me despeina,
la traviesa espuma
me pone peluca de reina, de reina.
Al leerle se identifican esos rasgos a pesar que geográficamente Argentina pues no pertenece al Caribe, pero definitivamente si a Latinoamérica, por lo que no es de extrañar que haya presencia de elementos que nos son comunes, que nos tocan, mucho más cuando tienen ciudades tan cercanas al mar, independientemente que no sean bañadas por el Caribe. Por lo que podemos apuntar que ciertamente la literatura infantil es una herramienta poderosa para construir esa identidad, sensibilizar, ya que a través del manejo poético del lenguaje, de las imágenes se pueden evocar ambientes y permitir que los niños, niñas, y adolescentes viajen por Latinoamérica y el Caribe.
La importancia de la literatura infantil es su voz narrativa, que cuenta temas difíciles, que nos permite leernos, encontrar respuestas, preguntas, emocionarnos, vivir experiencias, encontrar múltiples significados en un mismo texto. Así como Torres realizó una revisión de algunos textos en su momento, nosotros presentaremos un breve comentario sobre algunos rasgos Caribe que permitirán desarrollar en los niños, niñas una mayor conciencia de unicidad en la diversidad, de conocimiento del pasado, para mirar al futuro, no con los ojos llenos de lágrimas por el daño recibido, sino con la mirada diáfana en que somos mucho más que negro, muchas que blanco, mucho más que indígenas, en realidad, somos mucho más que pájaros y flores. Somos todos los cantos y sus olores.
3. ¿QUIÉRES QUE TE CUENTE UN CUENTO? Podemos a través de la literatura revivir la época de bucaneros como lo hace Laura Antillano en Diana en la tierra Wayúu, en cuya novela corta, Juyá, el mejor de Diana, es de la etnia wayúu con lo cual la autora no solo recrea ese Caribe del Siglo XVIII- XIX, sino que además pone sobre el tapete la integración social, cultural, étnica tan deseada, que nos permite reconocernos mucho más que pájaros, mucho más que flores.
Yolanda Reyes en El terror de sexto “B” tiene un cuento que se llama Frida, de hecho, es el segundo de ocho cuentos, en él nos narra una hermosa historia de amor que tiene lugar entre un niño de Cartagena y una niña de Estocolmo. Alo largo del cuento describen a Frida su cabello blanco, cejas, blancas, piel blanca y ojos cielo, pero nunca dicen como es
Santiago; al leer el cuento en uno de los quinto grados de la UEE Consuelo Navas Tovar ubicada en Petare, uno de los niños me dijo: “profe es de Cartagena, cómo va a ser pues, negrito como yo”. Es decir, no solo el cuento evoca como personaje casi vital al mar, sino que la ubicación geográfica del cuento Cartagena marca de manera inmediata la evocación de un pasado de plantación, por ende, de predominancia de negritud en la zona.
En el cuento Niña bonita de Ana María Machado tenemos un caso bien particular, primero porque rompe con el estereotipo de la protagonista rubia, la niña más bonita es negra, negrita como una pantera, y cada evocación a su negro es con un referente negro profundo. Pero de forma adicional, la ilustradora no solo recrea un pueblo de la costa, sino que incluye como personaje al mar que dentro del texto escrito nunca es mencionado, pero que es absolutamente necesario para completar esta historia en la que un conejo, blanco muy blanco admira y suspira por la niña bonita, que es bien negrita. La imagen de la portada es la niña bonita, el conejo blanco, el mar, y la niña tiene en sus manos una guarura, y cuando uno se coloca esa guarura en el oído, uno escucha al Caribe que susurra cerquita, que ruge, y no lo hace ni en español ni en francés, ni en inglés, ni en patuá, ni en creole.
En Angélica de Lygia Bojunga Nunes se nos cuenta la historia de dos personajes bien singulares que deciden dejar de ser lo que son (to be or not to be), Angélica decide dejar de ser una cigüeña y Puerco que decide ser un Puerto. La primera se viene desde el África, a voluntad, el segundo desde el campo, pero nuevamente surgen en esta novela los elementos que nuestros filósofos determinaron que marcan y se repiten en el Caribe. Una esclavitud que golpea y lastima, la huida del cimarrón, y esa lucha constante entre la colonización y la libertad.
Liliana Bodoc en El espejo africano nos narra toda la historia del desarraigo desde que Atima Imaoma es arrancada de las manos de su madre en algún lugar del África y traída hasta América, hasta cuando su hija se va como servicio doméstico de la antigua ama de su madre. Nos muestra todo el proceso de esclavitud, la plantación, la huida del cimarrón, las penurias de un esclavo liberto, el proceso de guerra de independencia, y como el blanco de aquí sustituyó en todo al blanco de allá, así que la independencia conquistada parece que no fue para todos por igual, o al menos no al principio. El blanco se siguió creyendo más que el negó y el indígena, sin recordarse que todos venimos más o menos de la misma semilla o del mismo huevo. Todos podemos ser pájaros o flores, todos somos mucho más canto y perfume.
En el 2011 se publicó un cuento titulado Picuyo, en él Kurusa nos narra la historia de Juan y su familia de pescadores. Todo inicia el día en el que Juan cumple 10 años, y como es iniciado en su vida como pescador, le entregan su primera atarraya, su primer pocillo con café, ya puede ir a su primera pescar tal como fueron sus hermanos, su padre, su abuelo y el abuelo de su abuelo. A lo largo del cuento se nos adentra en el mar, en la relación entre el pescador, las sardinas, el jurel, los cangrejos; la tradición, las costumbres cómo ven el atardecer, cómo se relacionan con la luna y las mareas, con las aves y los presagios. En este cuento Kurusa atrapa un poco de las tradiciones de nuestros pueblos pescadores de oriente, los atardeceres que bien se pueden replicar y encontrar eco en tantos otros pueblos del Caribe, o bañados por cualquier otro mar.
Para finalizar este paseo por algunos textos de literatura infantil tenemos a Churquitos, en cuyo texto a pesar de estar ambientado en la ciudad y en la contemporaneidad se evidencia en los personajes la marca Caribe, no solo por el color de su piel, sino por el lugar de procedencia, los padres del protagonista vienen a Caracas de la Costa Colombiana, es decir, puede que sean de Cartagena, pero además, en el trato entre los personajes se evidencia una reminiscencia a la plantación en el que se deja ver la casa grande y la casa pequeña, “la niña Manuela” que es la forma como todos se refieren a la niña de la casa grande, observando como de forma inconsciente la autora del cuento mantiene en la historia un eco de la colonial dormido en el imagen de la plaza, con su iglesia, con la casa de gobierno en todos los pueblos de América. Y para cerrar este pequeño corpus comentado un poema de Gabriela Mistral:
CANCIÓN DE PESCADORES
Niñita de pescadores
que con viento y olas puedes,
duerme pintada de conchas,
garabateada de redes.
Duerme encima de la duna
que te alza y que te crece,
oyendo la mar-nodriza
que a más loca mejor mece.
La red me llena la falda
y no me deja tenerte,
porque si rompo los nudos
será que rompo tu suerte...
Duérmete mejor que lo hacen
las que en la cuna se mecen,
la boca llena de sal
y el sueño lleno de peces.
Dos peces en las rodillas,
uno plateado en la frente
y en el pecho, bate y bate,
otro pez incandescente...
Vemos como de forma recurrente el personaje principal es sin duda el mar, o como dirían algunos la mar dejando en claro una vinculación afectiva mucho más cercana con él. En este poema se destacan todos los elementos que constituyen los elementos del día adía del pescador, y dibuja el paisaje que ronda la mirada de aquellos que viven en las cercanías del mar, al igual que en muchos de los textos revisados con lo cual se evidencia que en la Literatura Infantil se logra lo que Colomer llama el imaginario universal, y se constituye así en una herramienta fundamental para construir la identidad que tanto se desea concretar en nuestros pueblos.
4. CONCLUSIÓN Podemos concluir que, de manera efectiva se encontraron elementos suficientes en los textos de Literatura Infantil revisados para esta investigación, que se encontraron en ellos los elementos claves de la identidad caribeña, y que al igual que no solo en los textos considerados clásicos de literatura, sino en textos mucho más contemporáneos, los temas, las imágenes, los recursos, dan cuentan de los elementos necesarios y suficientes para facilitar a nuestros niños y niñas la construcción de su identidad Latinoamericana y caribeña, ya sin el dolor del látigo del negro de la plantación, ya sin el lamento del indígena saqueado, ya sin la posición arrogante del blanco, y sin ánimo de revancha, sino con la convicción que es mucho más que eso y puede poblar de cuentos, cantos y perfumes un mar, un río, un continente.
Notas 1. HAMLET: To be, or not to be? That is the question— Recuperado de: http://nfs.sparknotes.com/hamlet/page_138.html
2. Para efectos de este papel de trabajo Caribe englobará tanto al insular como al continental, al anglófono, al francófono y al hispano hablante.
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(*) Fraile, Jenny La literatura infantil: una forma de leernos y ver la identidad caribeña Opción, vol. 32, núm. 11, 2016, pp. 531-543 Universidad del Zulia Maracaibo, Venezuela
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