por Alejandro Seta
Tengo un mago. Es éste.
El número de títeres es muy sencillo. El mago es un mago chino: Wong. Pero nadie sabe su nombre porque es mudo. Tiene una varilla, un pañuelo, una galera.
Son estos sus elementos.
Cris es la verdadera titiritera. Cuando la conocí, ella llevaba una bolsa con cabezas de títeres. Nos conocimos en el andén de Lomas, el que va para Banfield. Yo le pregunté si era una profesora de la Universidad de Lomas, y me había confundido. No era. Le dije que era parecida. Lo único que ella tenía de la profesora era un paraguas rojo que le había prestado un día de lluvia y jamás se lo devolvió. Ese paraguas estuvo con nosotros hasta que sucumbió a la vejez y siguió el camino de toda la tierra. Pero, mientras tanto, era el vínculo real de una confusión que permitió el encuentro. Me dijo que era titiritera. Me dijo que el sábado le iban a poner el nombre de Lucho Claeyssen a una sala de la escuela. Lucho era un titiritero amigo de mi papá al que yo le había hecho una nota para una revista poco antes de que él muriera.
Cada vez que hacemos el número del mago, Cris me pide que no muestre el fondo de la galera.
El fondo de la galera es éste.
El mago pone el pañuelo sobre la galera, de la galera sale una flor. A la flor la saca Cris por la galera sin fondo. Todos saben cómo es el truco.
Pero a nadie le importa.
Esta es la flor.
Poco después de encontrarnos en el tren, entonces, nos vimos en la fiesta de la escuela de actores-titiriteros de Avellaneda donde le pusieron el nombre de Lucho a una sala. Desde eso día nos vimos siempre.
En esos días se estaba editando mi libro de poesía “Sones de la libertá y la morte”. Es éste.
Algunos de sus versos dicen:
todo lo que cuento tiene
brújula de pájaro
se enrieda en el árbol del mañana
y mañana (quién sabe) se enmagia
A Cris le gustó y se lo llevó a su maestro Pablo. Pablo Di Pasquo Gall. Sin saberlo, a Pablo yo le había hecho una nota junto a otros titiriteros jóvenes, poco antes, en la misma revista donde Lucho. A Pablo le gustó el libro, y, para finalizar la cursada, prepararon la puesta en escena de la poesía con titeres.
¿Dónde está el truco? El truco está a la vista. La magia, los magos, necesitan de trucos. Pero están visibles. En “La carta robada”, Poe propone que la mejor manera de ocultar algo es poniéndolo a la vista.
Si querés ocultarlo, te será descubierto como una mentira. Pero no hay mentira cuando lo estás mostrando y los otros no lo ven. Sólo el elegido podrá descubrirlo; el adiestrado para verlo es el que mira donde otros no miran, es el que está preocupado por la felicidad de los demás y que se incluye en ellos. Se enmagia mañana.
Pero si mirás en tus deseos, en buscar el éxito por lados donde sólo está tu egoísmo, entonces no verás el truco.
Luna nació el mismo día en que íbamos a estrenar una obra que aún hoy representamos. Luna tiene 25 años. O sea, se suspendió el estreno (que se realizó un mes después). Desde ese día, la valija de los títeres se convertía en camita detrás del retablo. Cuando Cris estaba embarazada de ella, le hacía escuchar “La canción del jardinero” de María Elena. “Mírenme, soy feliz...”. Entonces, ya de este lado de la vida, nuestra obra empezaba con esa canción. Y se dormía inmediatamente hasta que terminábamos.
¿Dónde está el trueque? ¿Quién o quiénes cambian algo por otra cosa en el acto de la magia o aquello que llamamos magia y no es más que dar para que otros reciban y recibir al mismo tiempo (casi de inmediato) porque algo fue dado? ¿O es ese el truco? ¿Al resultado llamamos magia, cuando no es más que una ley física que se cumple inexorablmente?
Choque los cinco. Las dos manos se golpean, las dos están de acuerdo, las dos manos se estrechan para pedirse perdón, para hacerse amigas, para respetarse.
Trato hecho.
Hace diez años, casi se quema nuestra casa. El fuego se había iniciado debajo del auto que estaba en el garaje; por el techo subió el fuego y entró, por encima de las paredes, a una de las piezas. El cartón con brea que estaba en el techo empezó a derretir esa brea encendda que caía sobre las cosas. Muebles, libros y títeres murieron aquel día. Pero todos nosotros estábamos afuera. Éramos cinco. Y un humo negro que devoró todo el oxigeno, llenaba la casa. Cris abrazaba a sus hijos y yo corría con baldes de agua. Ella habrá visto mi cara, porque me dijo: “Estamos todos bien. Hicimos una casa, podemos volver a hacer otra”. En ese momento lo supe. Puede faltarnos todo, podemos ser despojados de todo, quedar literalmente en la calle, pero todo será restablecido, si estamos nosotros abrazados. Supe por un instante que no íbamos a tener casa, pero ya no importaba. Llegaron los bomberos, el fuego no se había extendido por la falta de oxígeno, apagaron las pocas llamas, mojaron todos los libros, aún hoy las manchas de humedad en las páginas son el recuerdo de aquella lección aprendida.
Muchas veces, el público vio el fondo de la galera. Creo. Cris se propone ocultarlo todo lo que puede. Luego, una flor con un tallo extremadamente largo sale tapada por el pañuelo de la copa cinco veces más corta que ella. El mago saca el pañuelo. ¿Estará desfondada la galera? No importa. A nadie le importa. Nadie preguntó nunca jamás.
Te estamos diciendo: “Te propongo que lo creas ¿ves? Te estoy mostrando el truco”. Juan Rulfo decía que la literatura es una mentira para decir la verdad. Enmagiate mañana.
Wong tiene un compañero. Es éste.
En realidad, es el primero que aparece. Baila. El fondo musical es un flamenco español con orquesta. Una filarmónica interpretando una pieza flamenca. Es circense, en realidad. En verdad, la orquesta está tocando en el foso del picadero. El payaso baila, luego Wong. No sabemos el nombre del payaso. Es Payaso, nomás.
Wong es el patrón. Le da indicaciones precisas de que va a salir, volver, y traerá el pañuelo para tapar la galera.
Lo hace. Sale.
Cuando Wong sale, el payaso se queda a solas con la galera. La galera se mueve a sus espaldas y él trata de sorprenderla en movimiento. Él intuye que se mueve. Es apenas una milésima de segundo antes de que se de vuelta, pero no puede ver el movimiento de la galera, sólo ese triz de movimiento final que bien podría haber sido ocasionado por el movimiento propio de los objetos en reposo, (porque -¡no seamos incrédulos!- los objetos se mueven cuando no los vemos. ¿O por qué creen que todos los días pierdo algo y luego vuelvo a encontrarlo donde había mirado mil veces?). Pero no es este el caso de la galera; la galera tiene vida, es un personaje, toma decisiones. La dificultad de este número titiritero es querer moverla cuando la titiritera quiere; el secreto es moverla cuando la galera quiere. Ese es el truco. El payaso no podrá verla si respetamos la forma de ser de la galera, su psicología, su duendidad.
Otro truco más: Wong tiene un compañero. Se llama Payaso.
El truco del compañero es fácil: si cada compañero del grupo respeta la forma de ser del otro (su duendidad) entonces el truco tendrá éxito. Salida. La energía eléctrica se restablecerá, el agua fluirá, no habrá contaminación.
Trabajé con chicos en situación de riesgo. Al principio quisieron asustarme. Me asusté. Me hablaron de sus hermanos o primos o vecinos asesinados por la espalda, porque cualquiera puede matar a un chico si es un ladrón. Yo les enseñaba teatro de títeres, pero antes siempre les leía un cuento. Cuentos para niños chiquitos, y ellos tenían diecisiete, dieciocho, diecinueve años. Los escuchaban con devoción. Un día estábamos pegando papel sobre una cabeza, y Paucci me dijo: “Me di cuenta de que no sirve robar”. Él era en quien más tenía confianza, era (es) mi amigo. Y pensé que había robado hacía unos dos años atrás y me iba a contar cómo había dejado de hacerlo. - ¿Cuándo? - le pregunté.
- Ahora.
Cuando Wong vuelve, esta vez con la varita, la galera se detiene. La galera ya no es más la galera. Ahora es Galera. Galera , entonces, ahora no se mueve. Hace de objeto burgués. No se mueve, no se ríe, no juega, no llora, no nada. No olvidemos que Wong es el patrón del circo. Entonces, retomando, y reciclando, Galera en realidad no se detiene por obediencia, ahora se está riendo, pero por dentro, porque está jugando a que cumple las reglas del patrón. Pero minga.
Galera está más viva que Wong y Payaso juntos, y, en verdad, si ella no estuviera viva, el número no se podría hacer. Si la titiritera creyera que manejar la galera es una tarea menor, tampoco. La titiritera, en este caso, sabe muy bien el valor de Galera.
Cris es hija de un padre quichuista. A él lo dejaron que aprenda porque era el nieto criado por su abuela que lo consentía. Pero a los niños, en el siglo pasado, no se les enseñaba quichua, para que no se les burlaran en la escuela. Yo le digo a mi suegro que él es bilingüe, pero él hace un gesto y dice: “Qué importancia va a tener el idioma de los indios”. Le explico. Y otras veces (el revés de la moneda) me dice: “Yo soy descendiente de los Incas”.
Wong le explica a Payaso los detalles de sus próximos movimientos. Entonces, practica (una, dos y tres veces) la bajada de la varita después de la cual se producirá la magia. Pero antes de llegar al tres, Payaso espía dentro de la galera, tal vez para ver si ya se está produciendo el efecto esperado y la varita de Mago cae sobre su cabeza de manera feroz y certera. Payaso, con dolor, se frota la cabeza. Esto vuelve a suceder otra vez. En los títeres hay cosas que suceden dos y hasta tres veces. Pero a la tercera, lo reprende y Payaso no se asoma/no se asombra. Se aleja; dice, con las manos, que no va a volver a pasar. Que esta vez no lo hará.
Este es el segundo gran truco.
Wong tiene un compañero: su opuesto, su sombra maldita, su amigo. Lo odiará y lo necesitará. Por momentos, no querría haber nacido. Quien vive solo nunca conocerá la magia. Tiene que ir a buscar al otro, sacarse todo el orgullo, intentarlo de alguna manera, decirle que lo necesita. Nadie puede vivir de su propia historia, porque hay mucha historia detrás de nosotros; detrás de cada alfarero hay miles de manos que pergeñaron el barro; detrás del más grande actor, hay miles de actores que inventaron fantasmas, ellos claman aplausos cuando él se eleva sobre sus propios talones; detrás y por delante, a los costados de cada oficio, de cada acto de virtud, de cada pensamiento que abrió una puerta, hay cientos y cientos de actos, pensamientos y oficios que hacen posible este trayecto, y que, a su vez, hará posibles otros.
Que nadie se sienta el dueño de sus actos porque no es verdad: detrás de cada cosa que hacemos hoy, hay una necesidad de que lo hagamos mañana. Y tal vez no sepamos que somos parte de ese itinerario que un día nos será develado, aunque es preciso de que nos demos cuenta, antes, de que es así.
Wong finalmente toma la flor del fondo de la galera, Payaso toma el pañuelo: ambos salen por detrás. Entonces sucede lo inaudito, lo que nadie sabe: los titiriteros se sacan los títeres de sendas manos, Galera queda en el proscenio, el público se da cuenta de que no todo terminó. Ahora sí que no sé cómo lo hace. Pero juro que sí. Cada vez que nos damos vuelta, papeles brillantes vuelan mágicamente de su interior.
Mi hijo Galileo, una vez, hace muchos años, era muy pequeño, y tratando de encontrar el oficio de su futuro, dijo que él querría ser mago. “Pero sin magia” - fueron sus palabras. ¿Hay veces en que no se ve el truco? Sí. Podés hacer cursos, tener muchas estrategias, elucubrar, pergeñar planes infinitos, pero cuando te toca el amor, nadie puede decir cómo pasó.
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