por Adrián Ferrero
Tengo toda la sensación, por diálogos con amigos lectores, por la
apreciación de críticos especializados, o colegas que no mencionan su nombre a
la hora de citar poéticas interesantes, con contenido e innovadoras en el campo
literario argentino. Consideran evidentemente que leer a Liliana Bodoc consiste
en un ejercicio ingenuo, acaso candoroso. Probablemente para edades que no son las
de las de un adulto y que están dirigidos a un público evidentemente crédulo.
Si esa es la creencia (en la que puedo errar), quien la sostenga es en verdad
el que incurre en un ejercicio ingenuo. La poética de Liliana Bodoc presenta
conflictos relativos a la sociocultura metaforizados en la fantasía épica que
por otra parte no calca de J.R.R. Tolkien en modo alguno sino de quien toma solo lo que le conviene y
lo que admite de él. Porque hay una clara posición de rebelión frente a una
hegemonía con la que disentía. Sí recuperaba una cierta noción de lo épico
fantástico, aplicado a las tramas y a las estructuras narratológicas (y no en
todos sus libros). Hay en Bodoc un ejercicio obstinado por nutrirse de otras
poéticas que no tuvieron que ver con la fantasía épica únicamente, como la de
Lewis Carroll y sus Alicias, El Mago de Oz, el fantástico de Borges,
con su rigor formal y todas las poéticas que trabajaran con referentes
imaginarios ligados a una mímesis no realista. Esto lo mencionó en una
intervención pública en el marco de una entrevista que le realicé por escrito
para la revista académica Hispamérica. Revista de literatura
(University of Maryland, EE.UU.) en el número 114 de 2009. Por otra parte,
Bodoc toma distancia de vertientes estéticas tanto de clase social como en lo relativo
a la estética del fantástico rioplatense puro de Borges, Bioy Casares, Silvina
Ocampo, J. R. Wilcock. Incluso de la ciencia ficción de Bioy Casares y de la
más insular de Borges, de la cual se podrían contar unos pocos y contados
casos. Sí se podría hablar de ficción especulativa y explícitamente solo
conozco un cuento de Borges de ciencia ficción en homenaje al escritor
Lovecraft. Bodoc no se manifiesta interesada en la extravagancia ni en la
crueldad de Silvina Ocampo o la de J. R. Wilcock. Esto es: tiene perfectamente
en claro hacia dónde quiere y hacia dónde no quiere adscribirse en términos de
tradiciones. Y considero que en tal sentido en términos del crítico cultural
Raymond Williams, de la Universidad de Birmingham, Inglaterra, su índole
consiste en la invención de una tradición, por más que hayan existido previamente
poéticas no realistas. No son comparables a las de Bodoc bajo ningún punto de
vista. Tampoco la ambigüedad con rasgos ocultos o por debajo de la lo visible y
nítido que encubre asuntos prohibidos de José Bianco tiene asomo alguno con la
ficción de Bodoc. Esto es otra cosa. Esta invención de una tradición da cuenta
de una operación excepcional porque supone síntesis, asimilación, condensación,
absorción de fuente muy dispares del universo de la poética no solo fantástica
o épica, esto es importante y relevante.
La ficción de Bodoc no se limitó a la épica fantástica exclusivamente. Se
introdujo por territorios mucho más amplios también. Quizás porque lo hizo con
distintos lectoradosa además de por su ductilidad en el manejo de la creación. Bodoc
politiza la épica fantástica porque trabaja su referente imaginario a partir
del acervo de los mitos y la cultura americana, sus gestas pero también toma
nota de sus atropellos. Motivo por el cual sus ficciones no solo se ajustan a
una realidad concreta en lo relativo a
la conquista de América transpuesta a la épica fantástica sino también a
la violencia con que aquella se gestionó. En tal sentido, afirma en la citada
entrevista académica de EE.UU. que le realicé: “(…) El proceso fue inverso.
Primero pensé en escribir una épica fantástica. Enseguida tuve que determinar
el referente que me interesaba ficcionalizar. Entonces el continente americano
precolombino se presentó como indiscutible por un tema de cercanía
cultural y, sobre todo, por el
deseo de expresar una postura respecto
de la conquista y sus consecuencias. Tema épico por excelencia…A partir de eso,
comencé mi tarea de rastreo bibliográfico. Tanto la tradición aborigen como los textos de los conquistadores me sirvieron de soporte fundamental (…)” (p. 57).
En lo relativo a la violencia de género, a la violencia semiótica de los
discursos sociales, en lo relativo a la sociocultura en términos generales que
se impuso por la fuerza en el continente relegando a los pueblos originarios su
posición así como su actitud es clara. Reivindica su cultura en el sustrato de
sus ficciones como alimento que las consolida al tiempo que las constituye. Y
sustituye a toda otra que ha sido empleada por figuras desde Tolkien hasta
otras tentativas de épica fantástica.
Sabemos que en la poética de Liliana Bodoc (Argentina, 1958-2018)
predominan los componentes fabulosos, mágicos, incluso maravillosos. Sería
ingenuo y hasta inexacto atribuir tales componentes exclusivamente a la ficción
de J.R.R. Tolkien, tal como ha devenido lugar común en el periodismo cultural y
cierta crítica especializada. Es suficiente abrir un suplemento literario de un
diario que le consagra una nota para escuchar alegar que es la “Tolkien de
Argentina y feminista”, como vengo leyendo hace rato, lugar común que resulta
tan simplista como impreciso resto de la definición de la poética de Liliana
Bodoc que reproduzco de un diario cuya nota central era abordar la poética de
Bodoc macrotextualmente.
Respecto de sus fuentes están todas la sagas de tradición nórdica,
anglosajona, los mitos griegos, los celtas, los aborígenes de distintas partes
de América tanto del Norte como del Sur, entre muchos otros recursos de los
cuales pudo haber echado mano y los acontecimientos de naturaleza constatable
en los cuales las batallas y los combates adoptan matices épicos, aunque no
intervengan rasgos fantásticos en ellos. Esto no significa que lo haya hecho.
Porque si eligió el continente americano está claro que su referente imaginario
fue otro. No obstante, el abanico se abre hacia otros recursos. Esto es otra
cosa. Una poética fundamentalmente diestra, que se atrevió a afrontarlo todo.
Desde la literatura para adultos hasta la juvenil, desde la infantil hasta
demostrar que era capaz de escribir libros que podían ser leídos por todas las
edades a la vez, por toda clase de público simultáneamente. Tal acontecimiento
escriturario unánime merece ser saludado con la celebración como parte de un
virtuosismo que no conoce parangón entre las poéticas argentinas no solo
contemporáneas, tan ávida de catálogos e inventarios en sus colecciones para
sus escaparates y estantes. Además de por confinar a los buenos libros de las
grandes creadoras a las zonas menos visibles y menos nítidas. Las que no gozan del aval de
los expertos pero no son tampoco bestsellers ¿Dónde ubicar los de Liliana Bodoc
que estaban supuestamente según los formatos destinados a los adultos pero eran
leídos por adolescentes o incluso niños y niñas con una cierta madurez
cognitiva, ávidos por consumir ficción portadora de grandes sucesos de
confrontaciones o batallas entre bandos por diversos motivos? ¿Y su nouvelle
sobre la vida de Jesús, El perro del
peregrino, narrada por su perro Miga de León, que de modo desafiante refiere
una emasculación por adulterio a un servidor de un visir en un harén en una
novela infantil/juvenil de naturaleza, lo que sucede de manera sanguinaria? O
bien pacíficamente y sin beligerancia revisa los Evangelios atravesando el
dogma de la Iglesia en su dimensión oficial más prescriptiva y fanática porque
hacía devenir discurso poético, ficcional, derealizando una palabra que se
aspira sea siempre literal, siempre ratificada según los mismos términos. El
dogma de la Iglesia exigía otra clase de discurso: el normativo, de naturaleza
unívoca, pero también impuesto como mandato de conducta respecto de la
sexualidad. Ella no ofende a los católicos en modo alguno. Los inteligentes se dejan
conmover con este libro. Los santurrones recelan. Pero si uno sabe leer
entrelíneas ese libro descubrirá de inmediato la revisión a que somete el
relato bíblico, que no es palabra revelada en ese marco sino fábula de una
historia que jamás pierde benevolencia pero en la cual hay violencia, hay toda
una serie de emociones que el relato oficial tiende por lo general a encubrir o
disimular. Y a subrayar los rasgos más virtuosos de una figura como la de Jesús.
Para Bodoc esa es palabra sagrada que en todo caso merece respeto. Es palabra
que puede ser recreada sobre todo como discurso poético, por lo tanto traducido
en un alto nivel de atributos connotativos (como casi toda su prosa), no
denotativo, motivo por el cual elementos ficcionales ingresan al orden de las
historias de modo indudable. Ello no significa que adultere los Evangelios.
Sino que se permite una recreación libre
de sus zonas más ricas y más permeables a ser narradas con espíritu creativo
incluso mediante otros narradores, como para el caso un pequeño perro, una
mascota fiel. Este es otro libro que ha de haber despertado repudio,
descalificación entre los escritores o bien de culto de las poéticas argentinas
o bien los de naturaleza atea o bien aquellos que la consideraron una materia
con la que entrometerse era sinónimo de una fe anticuada. Era imperdonable en
una narradora que para los bienpensantes escritores abordara tema semejante
porque consagrarse en la ficción a un relato de la vida de Jesús era ser una
escritora preocupada por temas que no eran profanos ni ensayaban la
experimentación (lo que no es cierto si uno lee la nouvelle) sino cuya
preocupación era la de narrar capítulos conservadores de la sociocultura de los
católicos. Era materia que llamaba a ser desdeñada, descalificada cuando no abiertamente
despreciada. Ahora bien: no hace falta sino echar una mirada a la maestría con que crea el personaje del
Satanás para comprender su capacidad creativa desplegada con el objeto de generar
atmósferas y personajes, climas y acciones. Atributos de un personaje que no es exactamente divino sino
que posee poderes producto de que es un ángel caído, más capaz de tentar y
seducir que de hacer milagros. Bodoc se manifiesta interesada en la maldad. Una
vez más el sentido de la ética es lo que queda expresamente puesto en un primer plano en su ficción en virtud de que interviene
para poner en interacción a un ser divino con un ser que lo fue pero que por
soberbia optó por su caída según lo narra la Biblia. El recorte que hace Bodoc,
la estampa, el clima con que recrea la figura de Satanás estremece. Pocas veces
la he visto realizada con tal eximia factura.
También en Liliana Bodoc nos encontramos con la novela histórica en la
cual la Revolución de Mayo como marco contextual se cruza con una historia de
amor de otra clase de emancipación que no resulta ser precisamente de las más
pacatas sino que es de naturaleza claramente profana y alimenta fantasías de
todo tipo en el marco de la adolescencia, a la cual está dirigida, de modo
respetuoso, sin golpes bajos ni tampoco un discurso que llama al descontrol o
al desorden de las pasiones. Nuevamente ensaya aquí otras técnicas narrativas.
La novela histórica, lo sabemos, es por esencia conflicto entre el orden de lo
constatable y el referente imaginario. Un tira y afloje entre ambos imbuyendo
de una tensión a la obra literaria que puede distinguirse o no pero que latente
está. Y todo el ciclo consagrado a los cuatro elementos: agua, tierra, fuego y
aire, contiene elementos tan heterogéneos y de tal infinita riqueza que nos
permite percibir la originalísima dimensión en el orden de la invención tanto
como de abordaje de contenidos con matices poéticos nuevamente connotativos de
esta creadora irreprochable que fue Liliana Bodoc en su dimensión ilimitada al
momento de concebir historias o tramas. Pero también el abordaje de las mismas.
Esta es la clave en Bodoc. El alto valor connotativo de su discurso poético.
Estos libros narran historias tan distintas con una pericia que no se parece a
nada. Son múltiples sus argumentos, variados, producen matices, inclusión de la
ética en sentido positivo o negativo, lo que como vimos es un asunto de
naturaleza recurrente en esta narradora.
Diría de su ficción infantil sin temor a equivocarme en modo alguno que es
de naturaleza experimental. No corrobora modelo anterior alguno. No ratifica el
relato infantil o juvenil tradicional ni el cuento popular que por lo general
trabaja a partir de fórmulas. Indaga, urde, busca de modo obstinado formas
nuevas y con capacidad imaginativa inaudita inaugura nuevas maneras de hacer
narrativa infantil desde la innovación para "ser" de otro modo en la
infancia. De esos niños y niñas se aspira a que gracias al acercamiento a esa
ficción también puedan adquirir nociones y un trato hacia el semejante que sea
no necesariamente edificante (lo que sería moraleja por no decir moralina) pero
sí un tratamiento hacia la alteridad en tanto que semejante desde la dignidad. Para
que la infancia aprecia el cosmos, el universo desde otro lugar a partir de formas
literarias de avanzada. Para promover conductas y pensamientos probablemente
más elevados o, quizás (sobre todo) más complejos. Escribe nada menos que
poemas para niños, lo que representa un desafío de naturaleza sin superlativa
en una narradora. Imagina mundos
alternativos con leyes, normas, pueblos, ciudades, seres inusitados, concebidos
como producto de su calidad imaginación narrativa. Como por ejemplo dragones
que circulan por la ficción de un díptico que estaba pensado como una
tetralogía que no llegó a terminar en virtud de que la alcanzó llegó su partida.
Y, sin pretender agotar una poética excepcional en nuestro país, escribe contra
la discriminación y la persecución del diferente o del distinto en términos
normativos una ficción que guarda con el referente social una dimensión
ajustada y claramente en consonancia con los hechos. En este caso efectivamente
realista porque así debe ser para ser claros y eficaces a la hora de la crítica.
La magia aquí queda abolida. No se mueve un ápice de su posición libertaria,
por dentro de la cual, como para coronar esta poética deslumbrante, concibe,
identifica, formula, luego para inaugurar un lugar para la mujer que
resemantiza y resignifica a partir del cual el referente imaginario permita
revisar críticamente en el orden de la realidad social tal como se la concebía
hasta la fecha. Un lugar para la mujer al que aspira en la sociedad por las que
pocas poéticas, tan pretendidamente progresistas y ponderadas por virtuosas o
por su alto grado de perfección en el uso de intertextos implícitos o
explícitos, capacidad teórica, uso de la teoría literaria y un ponderado afán
exploratorio, cuando no iconoclasta, tan llena de prestigios, jamás repara en
el semejante al que ella consagró su poética casi en forma total. Debería ser
revisado seriamente el canon argentino a la luz de una crítica que de modo
autocrítico esté alerta. Un canon en el seno del cual poéticas consagradas
están gastadas de tanto que se ha hablado de ellas o bien en otro punto han
aportado más o menos todas apuntando hacia los mismos aportes. Y un canon que resignifique
otras poéticas que han quedado relegadas o en su defecto son mal leídas. Se
hace una lectura de ellas simplista. Y en los peores casos abiertamente son ignoradas
por falta de lecturas. Y me refiero al canon particularmente académico, para
ubicar en el merecido lugar que corresponde por investidura estética a una
creadora que lo abordó todo y todo lo puso en cuestión. Sin acudir a la
violencia hacia sus adversarios ni a la confrontación, sino pacificando pero
sin embargo sin dejar de acudir a la escritura insurgente. Fue un caso que no
se repetirá. No en estos términos al menos. Lo hizo desde el orden imaginario
proyectándose hacia el orden de lo real concibiendo propositivamente a cambio
una poética alternativa, constructiva, de una coherencia total con principios
en los que el semejante fuera éticamente reconsiderado en un tiempo histórico
como el presente de naturaleza tan atroz como desconsiderada hacia el prójimo. Liliana
Bodoc se entrometió con el poder. En ese entredicho salió victoriosa. Esa lucha
tuvo lugar en varios frentes. Todo lo que silenciaba. Todo lo que inhibía la
libertad subjetiva. Todo lo que destruía al semejante bajo la forma de la
discriminación o la mordaza, la represión o la desconsideración. Todas las
matrices del poder que profanaban la noción de dignidad fueron puestas en
jaque. Deploró de la infamia, la inmoralidad y la amoralidad (dos conceptos tan
nocivos para el entendimiento humano tanto en el orden del pensamiento como del
comportamiento). Jamás se quedó cruzada de brazos, esto es, jamás calló, cuando
hubo que tomar partido y tal vez, y solo tal vez, esa virtud es la que a mis
ojos le atribuye más noción de grandeza, junto con una humildad sin parangón de
un modo que manifestado bajo esta forma, no he conocido en las poéticas argentinas.
Al menos en lo que va de mi vida. Puede que Griselda Gambaro sea la otra figura
de naturaleza pública que por humildad manifiesta, sentido de apertura y
aprecio de la libertad disponga de similar atributo de carácter que como una
gemela del sueño se le acerca con iguales principios pero con poéticas radicalmente
distintas (si bien por ejemplo ambas escribieron para niños y por lo visto
Bodoc también teatro póstumo, aunque no fue precisamente una dramaturga). Y la
reconozco indudablemente en la grandeza de dos autoras argentinas entrañables: Adela Basch y Susana
Szwarc. Como para cerrar este
artículo diría algo que no pasaría de largo por la poética de Liliana Bodoc.
Merece nuestro respeto nos solo como creadora sino como persona de una
integridad de naturaleza intachable. Haya o no adhesión a su poética hasta
donde he podido apreciar por parte de creadores incluso que están en sus
antípodas se la respeta. Se la respeta como creadora que asumió su oficio con
sentido de responsabilidad literaria y con seriedad. Si como en mi caso, agrego
a ello su radical originalidad, su entrañable personalidad y su innovación en
tantos frentes, me parece que no hay demasiadas cosas que agregar para volverla
una figura que señala un hito por dentro de las poéticas argentinas y en lengua
española.
Excelente y profundo artìculo, producto de una lectura respetuosa e inteligente de la gran obra de nuestra amada Liliana Bodoc
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