Eduarda Mansilla perteneció a una familia ilustre y tradicional de la Argentina del siglo XIX. Sin embargo, pocas son las voces que nos hablan de su vida, pocas, las que revelan su rol literario fuera de su Pablo o la vida en las Pampas, novela costumbrista escrita sin embargo en francés. Los discretos datos que se conocen alrededor de esto no pasan de anecdóticos. No obstante es un equívoco que debe ser subsanado, pues en ella puede descubrirse, acaso, el origen del género fantástico en Argentina, adelantándose por varias décadas incluso a quien se considera el padre del género en Latinoamérica: Leopoldo Lugones. Su libro Creaciones (1883) es un buen exponente para acreditar esa suposición.
La tarea de abordar su obra de manera unívoca pierde sentido, pues sus caminos indagan por igual las sendas del pensamiento, de la razón, y los pasajes siempre misteriosos, plagados de obstáculos y bifurcaciones de sentidos que ofrece la ficción. Eduarda Mansilla se mueve con delicadeza en esos caminos duales; opera en ella un desdoblamiento, una metamorfosis que le permite pendular entre el personaje destacado que fue en la cultura de su época y aquel que, detrás de las sombras de la ficción, se desdibuja, que se oculta entre los pliegues del sentido hegemónico para minar con sus intervenciones la supuesta solidez del positivismo cientificista del siglo XIX.
Pero, ¿es Mansilla la constructora de su literatura, o es ésta la que finalmente la configura, una especie de maquinaria a través de la cual compondrá su imagen de escritora? La literatura, se sabe, no puede ser ya reducida a mera expresión, consecuencia de una causa externa, resultado de la subjetividad de alguien. Por tanto, es lícito entonces pensar un abordaje del autor desde el otro lado, invirtiendo los términos: pensarlos desde sus obras y cómo éstas construyen la idea que de ellos nos formamos.
Así, Creaciones surge de una delicada alquimia entre lo real y lo fantástico: fluye en sus líneas cierto desorden de la razón, que funciona, a fin de cuentas, como arista del extrañamiento. La obra parece estar ya no supeditada a la ambivalencia aparente de su autora, a su desdoblamiento entre lo público y lo privado, sino que es ella, la obra misma, quien nos da la posibilidad de una mirada distinta sobre Mansilla. La obra cobra vida y pone en evidencia, a la vez, su propio desdoblamiento: por un lado, la intensidad con que sus relatos están constituidos atrapará al lector, mientras que por el otro, la lectura polisémica que propone lo liberará del sentido unívoco.
En Galería fantástica, la escritora y ensayista María Negroni nos invita a pensar el gótico como el costado oscuro del Iluminismo, una especie de “grieta, que en la arquitectura del orden, se abre para impedir la calcificación del sentido y las jerarquías del pensamiento”. Algo de ello está latente en Creaciones: la tensión entre realidad y ficción crea un espacio donde habitan sueños y locuras, agentes con que la obra construye una Eduarda capaz de amenazar y desequilibrar el orden establecido y la normalidad de su época.
En uno de los cuentos de esta colección, “El ramito de romero”, la muerta en la sala de disección resalta ese estado en que la ciencia positiva ve el final definitivo de toda historia, pero también parece advertir y proponer, a la vez, un comienzo, un volver a nacer para el protagonista Raimundo. Porque la ciencia no puede penetrar los misterios de más allá de la muerte, territorio liberado de la razón y fértil a la creación artística. Una vez la razón hubo abandonado al protagonista, yace a sus pies una nueva imagen del mundo que cristaliza en un despertar: “si bien aquella revelación inaudita, semi febril (…) abrió un surco inllenable en mi ser, aquella convalecencia vino a revelarme verdades que ni siquiera sospechaba”, afirmaba un renovado Raimundo.
El sueño también es la arcilla de sus creaciones: si en Hoffmann, Gautier o Poe funcionó como alternativa de una realidad, este “proceso de recombinación y creación” funciona en la literatura de Mansilla como estrategia para introducir otro lenguaje, que pueda filtrarse a través de los pactos discursivos convenientes para una mujer de la época. Sus personajes, todos ellos hombres, sobrellevan revelaciones, se reconvierten cuando no caen perdidos en los abismos de la locura. Siempre, en tal caso, sufren también ellos un desdoblamiento, una distorsión de sus realidades estáticas e imperturbables.
En “Dos cuerpos para un alma”, otro de los relatos que componen Creaciones, este ejercicio nos llega de la mano de la hipérbole, donde se precipita el desenlace cuando aparece la ciencia y su exacerbación, que deviene perversión: “¡Oh ciencia (…) cuándo serás tú la reina absoluta del universo!”, y que propone al desesperado protagonista un plan tan fantástico como escabroso, propio de alucinadas invenciones frankenstianas. Al acercar, mediante el retorcido uso de la ciencia, una alternativa que le permita vencer las adversidades, el científico no hace sino precipitar al conde Ladislaff a una metamorfosis, a un desdoblamiento que se completa cuando la locura sale a la luz, es decir, cuando aquello que hasta ahora parecía razonable deja de serlo y la materia que conforma al protagonista se resquebraja, cede ante su transformación, ante ese Otro que irrumpe desde dentro: “Ladislaff, necesitas doblar, o mejor dicho, desdoblar tu cuerpo”. Aquí, eso que se construye no es ensamblado, pues no proviene del exterior, de partes extrañas al propio cuerpo, sino que se configura con aquello que va a sublevarse e irrumpir desde el más profundo interior.
En ese Otro interno que aflora puede verse, acaso, el verdadero ser, que oculto bajo opresivas apariencias, pugna por inquietar las leyes de la normalidad y el sentido: “la tiranía absurda de las leyes sociales, se me volvió más odiosa e insoportable que nunca”, afirmaba el conde Ladislaff, anunciando el desenlace que vendrá.
Borges decía que soñar es esencial, que “puede ser la única cosa real que exista”. Tal vez la locura y el sueño, habitantes latentes en el espacio entre lo real y la ficción en la obra de Eduarda Mansilla, nos permita abordarla desde una postura más fértil, más creativa y genuina, más real, para que la autora se abra paso a través de su literatura, y desde allí se constituya como una escritora potente que inquieta la solemne sala de la tradición argentina. Así la Historia corrige su olvido, así, la proyecta al porvenir.
Descarga disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra/creaciones/
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