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lunes, 27 de enero de 2020

La ilustración del libro infantil en la época de la cultura de la imagen”


                                                                                                  por Adrián Ferrero






     Me proponía reflexionar en este artículo acerca del modo como en los últimos tiempos ha  cobrado un protagonismo sustantivo en los libros infantiles la ilustración. En efecto, si bien la dimensión icónico siempre estuvo presente en los libros para niños, ha crecido y se ha complejizado proporcionalmente en desmedro del discurso propiamente literario. El código verbal ha sido absorbido por el discurso visual. En épocas de una cultura de la imagen (puesta de manifiesto en diversos contextos y soportes) esto no debe resultar sintomático. Se propone una poética de la imagen mediante una narrativa de la imagen que corren en paralelo con la narrativa verbal. Esta circunstancia plantea varios dilemas. Uno de ellos (y no el menor) es que se introducen en el seno del libro infantil, una suerte de doble lectura. ¿Se opta por alguna de ellas? ¿se opta por la más directa e inmediata? ¿se pone en un primer plano a una por encima de la otra? Este es uno de los puntos. Y no el menor. La convivencia no la considero equivalente sino, en un punto, desde una más dominante que la otra.

     Dentro de este panorama, del que, en un marco muy diferente participaba el cómic, el uso de la lengua literaria no solo se ve restringido en su desarrollo narrativo, poético o dramático. También en sus significados. En efecto, si la imagen define mediante una función de anclaje, en términos de Roland Barthes, esto es, si la ilustración plasma algunos de todos los significados libres y flotantes de la escritura, los significados de la escritura literaria quedan retringidos. Es poco lo sugestivo y demasiado lo denotado. Esto es: lo denotado supera mediante el discurso visual a lo supuestamente connotado por la dimensión literaria. En virtud de que, como es sabido, la polisemia y el rasgo connotativo es lo que caracteriza al discurso literario.

     De este modo, el lenguaje devenido lengua literaria, con todas sus posibles resonancias, significados y sentidos se ve acotado. En lugar de desplegar mediante potentes imágenes o una retórica plagada de metáforas u otras figuras retóricas sugestivas (en los casos de excelencia), se acude a un lenguaje que, si bien puede ser de talento, no tiene la misma riqueza de matices, desde mi punto de vista, que el verbal. El repertorio de colores y formas, la estética visual dependerán ya no del autor de la trama literaria, sino del talento de un ilustrador o ilustradora que sepa, según los casos, interpretar y traducir a imágenes según su singular criterio, la estética de ese escritor o escritora. Esta punto, aunque no lo  parezca, resulta crucial. Porque define la identidad que tendrá un libro. Si está volcado más hacia su costado connotado que el denotado, como  dije.

     Simultáneamente, si como dije el discurso visual no es polisémico, como sí lo es el lenguaje literario y muy especialmente la poesía, la capacidad expresiva también se empobrece. Se trata de un tipo de discurso con contornos demasiado nítidos y, por más que sus figuras sean abstractas y cuenten con la apertura que permita que los significados no se vean menos reducidos, evidentemente eso ocurrirá de modo inexorable.

    El lenguaje visual es de naturaleza concreta, aún el abstracto. Goza de formas, contornos, colores, figuras, transmite o no perspectivas, sugiere volúmenes y dimensiones. De modo que aún acudiendo a una ilustración abstracta, la lectura tampoco será completamente connotativa. Siempre habrá elementos que ese ilustrador definirá en términos descriptivos en un diálogo con el escritor que no siempre depende de un intercambio. Hay ocasiones en que no hay comunicación entre ambos. En otros, los de mayor riqueza, si hay entendimiento, el resultado puede ser magnífico. De modo que la ilustración llegará, en ocasiones, “a posteriori”, esto es, llegará a destiempo para la construcción de significados. Y puede condicionar vivamente la índole del libro. Pero conozco casos en que el trabajo puede ocurrir a la inversa: en que llegan en primer lugar las ilustraciones para inspirar historias y tramas. Lo que resulta una posibilidad de carácter prodigioso. Este sí me parece un trabajo sin precedentes y pone de manifiesto el señalado carácter creativo de los ilustradores cuando son destacados.



    Sabemos por otra parte que hay ilustradores más dotados que otros. Así como hay humoristas más dotados que otros en el cómic. Hay una especialización en ilustración de libros infantiles que se ha ido perfilando en términos cada vez más profesionales hasta devenir un oficio. Esto corre parejo con una cierta formación, una experiencia y bajo la consigna de una determinada clave de lectura de esos textos literarios. Se lee para ilustrar según una determinada manera de implementar ese trabajo. De modo que se supone que los mejores ilustradores están entrenados para interpretar y luego realizar una traducción a otro código aquel en el que ha sido originariamente concebida la trama. De modo que no estoy planteando que toda ilustración resulta limitante, nociva o hay que eliminarla para que el caudal vigoroso de la literatura infantil sea calificado. Simplemente tomo nota del rol dominante que, frente al espacio que tradicionalmente se le otorgaba a la ilustración en la Historia literaria del libro infantil, ha adoptado ahora. En este presente histórico se ha vuelto una tendencia hegemónica.

    No desestimo la ilustración ni la minimizo sino, más bien, busco las razones de su carácter predominante. Lo atribuyo a la potencia que en el marco de la sociedad contemporánea ha adquirido el discurso audiovisual y la cultura de la imagen. Y a la cultura digital, en segundo término. Desde que venimos asistiendo a las grandes revoluciones mediáticas y luego la de la Internet se ha producido una intrusión de lo visual (y lo audiovisual) en el orden de lo cotidiano y de los discurso perceptible por ejemplo en los diarios mediante la fotografía, pero también la ilustración y el cómic en la Sección de humor. Tampoco conviene olvidar las caricaturas que tienen una larga tradición en los medios gráficos. Y en las revistas que se remontan a épocas tempranas en la industria cultural no deja de llamar la atención el espacio otorgado en el seno de la representación frente a la escasa cuando no una mera nota a pie aclaratoria de innumerables fotografías. De modo que no se trata de un fenómeno aislado. Forma parte de una cierta clase de cultura, de modo de relacionarse entre el trabajo gráfico con la dimensión icónica. No olvidemos tampoco la fotonovela. Todos elementos que, en mayor o menor medida, han tendido a acentuarse y a instalarse en un desplazamiento de la palabra en la imaginación colectiva, instalándose, arrinconándola en espacios cada vez más restringidos al discurso verbal. Hago todo este desvío para poner en un contexto mayor de lo que considero la hegemonía de la cultura de la imagen a una sociedad que ha entronizado más lo que puede y hasta debe ser visto que decodificado mediante el lenguaje. Como si lo que en verdad fuera capaz de dar cuenta del fenómeno de lo real (además de sus variantes más atractivas) fuera su dimensión icónica.

    El surgimiento de los libros álbum no me parece casual. Su concepción, su emergencia, su desarrollo y despliegue son las notas que definen a una cultura de la imagen en la cual también el orden de lo tridimensional ha comenzado a interactuar con los sujetos infantiles, aunque no se trate de un dispositivo de naturaleza tecnológica, al mejor estilo de La invención de Morel  (1940), de Adolfo Bioy Casares, un gran precursor en lo que sería la gran revolución del universo de la imagen en el orden del discurso literario de la alta literatura. Doblemente meritorio porque lo hizo en épocas tempranas.

    Probablemente el cine haya contribuido a empapar también como otro antecedente fundamental y fundacional a los libros de la dimensión icónica, junto con, previamente, la fotografía y el daguerrotipo. No obstante, está claro que las políticas editoriales más recientes en lo que hace a la industria del libro infantil colocan al discurso literario en un espacio día a día más secundario, llegando incluso a casos extremos en ciertas oportunidades, en especial de los pequeños lectores, en que prácticamente las palabras quedan suprimidas o limitadas a su más mínima expresión.

     Sinceramente emitir un juicio de valor en este sentido me parece apresurado. Tal vez estemos asistiendo a otra clase de objeto estético que no responde al formato libro tradicional o convencional al que nos tenía acostumbrados o nos venía acostumbrando la cultura literaria antes de este revolución de la imagen. Sino a novedosos formatos en los que la ilustración ha cobrado tanta pregnancia como la propiamente verbal. Lo que no le resta riqueza. Hay ilustradores de talla. Puesto en estos términos, cabría una revisión de en qué términos por esta época se está presentando el fenómeno de la literatura infantil para proceder a un abordaje crítico acorde a su corpus. Quiero decir: ya las antiguas herramientas de la crítica literaria no alcanzan. Hace falta entonces un abordaje crítico interdisciplinario del libro infantil en el que tanto lo icónico (diagramación, diseño, ilustración) esté contemplado junto con su dimensión puramente literaria. Razón por la cual harían falta dos clases de expertos o una formación en los estudiosos en dos especialidades: en el orden de lo visual (o audiovisual llegado el caso) y el universo de los sentidos propios de la crítica literaria. Me refiero a si aspiramos a realizar trabajos serios.

     De manera que el único aspecto que era tenido en cuenta por parte de los estudiosos de la literatura infantil en el estudio del canon en su sentido más estricto hasta donde estoy informado y también en los análisis de las obras literarias debería ser fuertemente revisado. En este momento entonces un trabajo crítico sobre fenómenos editoriales recientes demanda preparación en las dos dimensiones de la representación social y de la propuesta estética.

     También pueden surgir nuevas versiones de viejos clásicos esta vez ilustrados en nuevos formatos. Esto contribuye indudablemente la posibilidad riquísima de volver más atractivas historias que parecían confinadas a un desván en el que ahora pueden ser revisitadas gracias a que han sido remozadas merced a lápices, pinceles, pinturas y computadoras, además de una evaluación ideológica por parte tanto de editores como del ilustrador que se supone tendrá en cuenta los tiempos contemporáneos, para no incurrir en anacronismos ni en un sentido ni en otro.

     Hay un punto importante, me parece a mí, y que no quisiera dejar pasar, del que tomé  nota pero no desarrollé. Toda ilustración de un libro infantil supone una lectura en cierta clave de la historia. Por lo tanto, la puesta en juego de una determinada ideología ¿quién será el responsable de definir esa dimensión interpretante? ¿solo el dibujante o ilustrador? ¿habrá una intervención editorial? ¿qué criterios se adoptarán? Estas me parecen preguntas elementales que plantean claves de lectura en el plano de la creación pero que no son inofensivas sino hasta decisivas en la industria del libro infantil. Dado que revisten un impacto de naturaleza incluso ética.

    No obstante, para quienes somos escritores, somos lectores y lectoras de literatura también para adultos habitualmente, vivimos esta presencia de la ilustración como una invasión intrusiva que viene a pauperizar la posibilidad expresiva de la lengua literaria. Esta circunstancia a mi juicio debería ser repensada. Comenzar a manejarnos según una libertad subjetiva que ennoblezca las tramas Claro: somos adultos. No requerimos de una motivación más que la de leer el libro. Sin embargo, los libros con fotografías resultan sumamente interesantes. Y hasta hay algunos con pinturas u otras formas de arte, como los libros objeto. De modo que también el orden de la imagen ha alcanzado al universo de los para las edades más adultas y ello no los descalfiica. Trabajar con ilustradores, entonces, sería interesante si supusiera un diálogo y una colaboración en el mejor sentido de esta palabra para la realización del libro: el más fecundo. En el que el valor de las historias se amplifique en y para la ilustración. Así, se verá iluminada por historias contundentes que las vuelvan más brillantes.

    Por otra parte, también el dibujo puede ser de naturaleza sumamente original y creativa. Lo que habría que deslindar entonces es qué clase de libro esta sociedad ha contribuido a dar por resultado en este presente histórico y sus razones, lo que constituye el punto de partida de este artículo. Cuál es la mejor manera de que esos libros sean realizados con excelencia sin pensar bajo ningún punto de vista que se trata de opciones dilemáticas sino complementarias. Según las cuales lo verbal es tan relevante como lo visual, o bien uno en el que la trama no diverge sino confluye entre lo visual y lo verbal. Me parece que generalizar no es pertinente sino, más bien, atender a estudios de caso y asistir al modo como interactúan imagen y discurso verbal en cada ejemplo. De ese modo, el análisis será más fructífero y más certero..

2 comentarios:

  1. Sabés Adrián en lo que se refiere a la ilustración creo que debe ser convenido y que mostrar muy poco de lo que hay en la historia enriquece a ambos ya que atrae sin dejar todo servido a los nenes les encantan lad imágines pero valoran lo propio y es un llamado a la creatividad.

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  2. Look at the way my partner Wesley Virgin's adventure begins with this SHOCKING AND CONTROVERSIAL VIDEO.

    You see, Wesley was in the army-and soon after leaving-he found hidden, "SELF MIND CONTROL" tactics that the CIA and others used to obtain everything they want.

    These are the exact same methods lots of celebrities (especially those who "became famous out of nothing") and top business people used to become wealthy and famous.

    You've heard that you only use 10% of your brain.

    That's mostly because most of your brain's power is UNCONSCIOUS.

    Maybe that thought has even occurred INSIDE your very own mind... as it did in my good friend Wesley Virgin's mind around 7 years back, while driving a non-registered, beat-up bucket of a car without a license and with $3.20 on his debit card.

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    Your very own success story is going to start. All you need is to believe in YOURSELF.

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