—¿Por qué se te ocurrió ser escritora?
Más que una ocurrencia, fue una necesidad. La cabeza se me llenaba de
palabras que querían salir y se me empezaron a desparramar por los ojos, los
oídos, la garganta y la nariz. Después pasaron al resto del cuerpo, me llegaban
hasta la punta de los pies. Yo veía palabras, las olía y las oía, se me
atragantaban, se cruzaban con las líneas de mis manos y hasta me cosquilleaban y
me bailoteaban por todas partes. Comprendí que si yo les abría la puerta y las
dejaba salir, iba a explotar en cualquier momento. Así que les abrí la puerta
de par en par y de inmediato se esparcieron sobre las hojas de papel que tenía
a mano. Se adhirieron a ellas con tanta fuerza, que nunca intenté sacarlas.
—¿Se puede decidir ser escritor, o se nace?
Sinceramente no lo sé. En esto, como en casi todo, mi sabiduría es muy
limitada. Lo que sí sé es que por más que alguien pueda haber nacido con una
fuerte inclinación por la escritura, y la mía era muy fuerte porque durante el
embarazo mi mamá comía mucha espinaca y porque yo, al nacer. tuve una
inclinación de 120 grados, sé que si se no trabaja sobre esa inclinación con persistencia, aunque se corra el riesgo de
caer de tan inclinado que se ve el mundo, si no se hace infinidad de
borradores, si la persona no se forma como lector o lectora, (yo me tuve que
formar mucho porque en mi adolescencia era bastante deforme) es difícil que se
logre escribir algo que valga la pena. Aunque sí se puede lograr escribir algo
que dé pena. Y realizar todo ese trabajo significa tomar una decisión.
—¿Cuando escribís, dejás volar siempre tu imaginación o mirás la
realidad?
Es la imaginación la que me deja volar a mí. Lo que yo intento es que nada
me corte las alas, porque se armaría un desparramo de plumas que mejor ni te
cuento. Y el vuelo me lleva por tantos lugares, tan dispares y tan asombrosos
que no puedo dejar de mirar fascinada. Uno de los lugares por donde me lleva es
lo que solemos convenir en llamar realidad. Pero es muy diferente mirar la
realidad o lo que fuere a una distancia de 20 centímetros, de 50 metros o de
cientos de miles de kilómetros. Creo que la imaginación es parte de la realidad
y que esta es parte de la imaginación. O al menos, eso es lo que imagino.
— ¿De qué trabajaste antes de dedicarte a ser escritora?
Tuve algunos trabajos insólitos. Trabajé muchos años de alumna, pero
nunca conseguí que me pagaran aguinaldo ni vacaciones. Fui profesora de
dactilografía y taquigrafía, aunque nunca entendí cómo lo pude hacer. Traduje
libros del inglés al español, que es una tarea rarísima porque traducir de una
lengua a otra es imposible. Y también di clases de lengua y literatura y me
sigo preguntando qué clase de clases daba.
—¿Cuál fue el libro que más te gustó escribir?
Me es muy difícil encontrar solo uno. Y tal vez eso sea para mí un hecho
afortunado, porque quizás si alguno me hubiera gustado más, no habría seguido
escribiendo. Por ejemplo, si el primer
libro que escribí, Abran cancha, que aquí viene don Quijote de La Mancha,
hubiera sido el que más me gustó escribir, seguramente no habría escrito ningún
otro. Creo que siempre el que me gusta más es el libro que esté escribiendo en
el momento presente. Y cuando lo termino, estoy segura de que el próximo me va
a gustar más. Pero cuando llego al final de ese libro, tengo la certeza de que
el siguiente va a gustarme todavía más. Y cuando lo termino, no tengo duda de
que el que estoy a punto de empezar será
el que más me va a gustar. Sin embargo, cuando lo termino... me doy cuenta
de que tendré que escribir muchos otros para descubrir cuál me gusta más.
—Se habla mucho de la lectura y la
escuela, ¿cómo es la relación dentro de la escuela? ¿Cómo te gustaría que fuera
la escuela de hoy para los niños?
Me gustaría que la escuela fuera un lugar
al que los niños y las niñas quieran ir, donde se sientan a gusto, cuidados,
felices. Es la base para que el conocimiento se desarrolle. La literatura ayuda
mucho a que esto ocurra. A veces funciona como un bálsamo que les trae alivio,
un rato de disfrute, un momento para encontrarse con algo distinto. A los niños
y también a los maestros y bibliotecarios. Es muy importante que el tiempo de
lectura y el acercamiento al libro esté bien diseñado, sin presiones ni la sensación
de que es algo obligatorio. Y puedo asegurar que, por suerte, me crucé con
infinidad de maestros y bibliotecarios que hacen un trabajo excelente.
.
—¿Sos muy sensible, como tus personajes?
Sí, porque todos mis personajes, desde los más queribles hasta los más
detestables, me representan en alguna medida. Por eso cuando tengo que
comprarme ropa es un lío, soy de tantas maneras que ni sé qué talle me queda
bien. Y en este momento aparecen unas líneas de Walt Whitman que dicen “Sí, me
contradigo. Contengo multitudes”.
—¿Qué te hizo ser así?
Tal vez el hecho de que cuando era chica los domingos en el almuerzo en
lugar de mirar televisión (que no teníamos) mi papá nos contaba cuentos de “Las
mil y una noches” (que posiblemente fueran los únicos que sabía bien) y
mientras mi cuerpo comía ravioles mi imaginación se alimentaba de alfombras
voladoras, lámparas maravillosas, Simbades y Alí Babás. O que cuando nos íbamos
a dormir mi mamá nos contaba a mi hermano menor y a mí cuentos que inventaba y
nos cantaba canciones de industria casera, y entonces mi cabeza se apoyaba sobre
la almohada y mi mente viajaba sobre las alas del encantamiento de las
palabras. O que cuando aprendí a leer y escribir tuve la certeza de que por fin
podría conocer los secretos del universo, el sentido de la existencia y
expresar lo inexpresable. O que durante mi infancia era muy tímida y los únicos
con los que podía hablar libremente eran los libros. O que mis hermanos mayores
tuvieron la feliz ocurrencia de leerme poemas de Alfonsina Storni y Rubén Darío
y en ellos encontré un ritmo que se unía a mi respiración.
—¿Cómo ves la literatura infantil y juvenil en Argentina? ¿Y en
Latinoamérica?
La veo con un poderoso nivel
de crecimiento, sobre todo en estas últimas tres décadas. En toda
Latinoamérica, pero más que nada en Argentina, país que siempre se destacó por
tener una oferta editorial asombrosa. Da gusto ver las cosas maravillosas que
están haciendo los escritores y los ilustradores de LIJ. Se abrió un espacio
que estaba a la espera de ser construido, y se vino con todo. Antes éramos muy
pocos los que hacíamos libros para chicos, con lo cual los chicos leían menos y
la industria no era fuerte. Ahora hay muchas editoriales, grandes o pequeñas,
que apuestan a la literatura infantil. Como Abran Cancha, la editorial de LIJ
que creé y dirijo desde hace casi veinte años. Me da una satisfacción enorme
hacer libros para chicos, y también ver que la lectura crece, crece y no para
de crecer entre los niños y las niñas. Me hace feliz.
—Si un niño o niña quiere ser escritor, ¿qué tiene que hacer?
Desde mi punto de vista, lo primero
que tiene que hacer es no dar demasiada importancia a lo que le digan que tiene
que hacer. Creo que es mejor que cada quien vaya viendo por sí cómo llega a ser
escritor o escritora. Sin embargo, también puede ser de ayuda escuchar a
quienes ya tengan un trayecto hecho en ese sentido, pero eso no significa que
haya que creer a pie juntillas que lo que a una persona le ha dado buen
resultado necesariamente le tenga que ser útil a otros. El camino de la
escritura, me parece, es diferente para cada persona. Y cada persona se merece
aprender a escuchar su propia voz del modo que pueda. De todos modos, me atrevo
a decir que si se quiere ser escritor, es indispensable leer mucho. La lectura
es otra cara de la escritura. También creo que es importante tener paciencia.
Suele ser imperioso hacer muchos borradores y corregir y corregir para escribir
algo que despierte el deseo de leer y pueda sostenerlo. Y también creo que es
necesario aprender a ponerse en el lugar de otros, de los potenciales lectores.
—¿Crees que la literatura debe ser estremecedora, conmovedora, molesta o
indomable? ¿Por qué?
Prefiero no poner a
la literatura epítetos ni calificativos. Me digo: ¿Quién soy yo para dictaminar
cómo debe ser la literatura? Me parece mejor que sea como ella misma quiera y
no imponerle mi modo de ver, qué sé que es muy parcial, fragmentario y siempre
provisorio.
--Adela, ¿cómo ha sido y es tener un
propio sello editorial?
Ha sido y es un
sueño, una quijotada, una utopía, una locura, un noble propósito, una
insensatez, una carrera de obstáculos, un acto de fe, un esfuerzo constante, una
navegación contra la corriente, una prueba de que hay mucho en este mundo de lo
que entiendo muy poco o nada, un absurdo, un desafío permanente, un aprendizaje
sin fin, una vertiginosa aventura, una alegría.
—¿Cómo se amalgama el tener que
tratar con escritores, ilustradores, sobre todo teniendo en cuenta que vos sos
un par, una colega?
Es sencillo. El hecho de ser un par, una colega, me permite tener una
profunda empatía con las personas que trato. Sé cómo se sienten, porque con
frecuencia me toca a mí estar en el mismo lugar que ellas.
@ Eduardo Raúl Burattini
Hermosa entrevista. Toda Adela en pocas palabras. Gracias! Todo sí.❤️
ResponderBorrarMuy buena entrevista.
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