Por María Cristina Alonso
Duendes, gnomos, enanos, hadas pequeñas del tamaño de una mariposa, países de habitantes diminutos pueblan los relatos infantiles. El mundo de lo pequeño dialoga con el tamaño de los juguetes que la industria crea para la infancia, acorde con las manos que los manipulan. En la tierra de los niños y niñas, todo se organiza a una escala acorde a quienes lo habitan. Casas de muñecas, la casa en el árbol, los playmóbil que reproducen oficios, los indios, los transformers, los piratas, los aviones, los autos, los soldaditos de plástico, los camiones en miniatura, los juegos de té del tamaño de un dedal, los muñecos, los animales de plástico…
Ilustración de Mark Yyden
Del mismo modo, los relatos destinados a los más pequeños, se han poblado, desde el fondo de los tiempos, de enanos y duendes, de elfos y gnomos, de ínfimas criaturas con alas y sin ellas.
Niños mineros
Por analogía con el tamaño del público al que están destinadas, los enanos son protagonistas de muchas historias. En Blancanieves, uno de los cuentos más famosos recogidos por los Hermanos Grimm, hay siete enanos que brindan ayuda a la princesa cuando se refugia en el bosque huyendo de la madrastra. La amparan con la condición, claro, de que les mantenga todo limpito y ordenado. “-Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, hacer las camas, lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltará nada.” Los enanos del cuento no tenían un pelo de tontos. Habían conseguido servicio doméstico completo y en negro.
Ilustración Francesca Dell’Orto
Lo cierto es que los enanos en cuestión del relato recogido por
los Grimm tienen su correlato. Según
algunos investigadores, en un hecho real.
Un historiador alemán Eckhard Sander, investigó el origen de
Blancanieves y descubrió que se basaba en una figura histórica, la de
Margaretha von Waldeck, una condesa del siglo XVI, hija de Felipe, conde de Waldeck-Wildungen, un hombre muy rico
que tenía minas de cobre. Muchos de los mineros que trabajaban para extraer el
metal eran niños pequeños que vivían solos en una villa cercana. Para no lastimarse con la rugosidad de las
piedras, llevaban gorros y abrigos largos. Ese parece ser el origen de los
enanos mineros del cuento.
Snowhite por Ana Juan
Otro historiador alemán, Karlheinz Bartel, rebate el dato de Sander y sostiene que
la Blancanieves real fue la joven alemana María Sophia
Margaretha Catharina von Ertha, nacida en 1792 en un pueblo minero de Lohn. Una
muchacha bondadosa y caritativa que se pasaba el día rodeada de los desnutridos
niños que trabajaban en las minas de Von Waldek.
Como vemos, los cuentos esconden en sus múltiples pliegues, las
violaciones a los derechos de la infancia que se vienen perpetrando desde el
fondo de la historia. Sin duda la minería es una de las formas más crueles del
trabajo infantil, y no es sólo cosa del pasado. Cuando usamos nuestros
teléfonos y computadoras solemos ignorar que, UNICEF, calcula que unos 40.000 niños y niñas
trabajan como mineros artesanales en el sur de la República Democrática del
Congo. Esos niños son los que extraen el
cobalto que hace funcionar las baterías de las que dependen nuestros
teléfonos y otros dispositivos electrónicos portátiles.
Blancanieves ilustrado por Iban
Barrentxea
Niños
y niñas mineros, algunos de siete años en el Congo, en las minas de Potosí, en Bolivia, realizando
trabajos extremadamente pesados como cargadores, haciendo los orificios para colocar explosivos, en tareas
que les insumen más de diez horas al día, niños pequeños en las minas de oro de
Tanzania. La minería, uno de las peores formas de trabajo infantil quedó
sutilmente registrado en el cuento Blancanieves que recogieron los hermanos
Grimm y que Disney se encargó de edulcorar y suavizar.
Niños mineros en el Congo y Perú
¿Cómo se inventan las historias?
Volviendo
a los seres pequeños, uno de los cuentos de Rodari tiene como protagonistas a
un grupo de enanos que quieren dejar de serlo: Los enanos de Mantua. La historia se despliega en varios
niveles. Comienza con la visita de un escritor y un grupo de niños al Palacio Ducal
de Mantua, antigua residencia de los Gonzaga. En él hay una
serie de habitaciones muy pequeñas, conocidas como Appartamento
dei nani, diseñadas -según se creía- para albergar a los enanos de la
corte. El escritor y los niños al ver una zona con habitaciones en miniatura
inventan una historia de enanos y de gigantes, la transcriben y dibujan en
cartones. Desfilan con ella por el
pueblo como los antiguos juglares. Y
entonces, un poco en verso y otro poco en prosa, se despliega el relato de los
enanos, humillados por los poderosos duques y sus esbirros, el capitán Bombardo
y el bufón de la corte, Rigoletto, robado a la ópera de Giuseppe Verdi.
Infelices
por ser enanos, intentan mil y una tretas para crecer y siempre son derrotados
y humillados. Uno de ellos, Habichuelo, se escapa del palacio para encontrar el
secreto que los hará crecer. En el Palacio de Té, construido por los duques en
el Renacimiento para descansar, los gigantes de un fresco donde se los muestra derrotados por Júpiter y arrollados por las laderas
del monte Olimpo, le
dan al enano una críptica clave: “¿Quieres
saber por qué tú y tus compañeros sois enanos? ¡Porque vivís en habitaciones de
enanos!”
Como buen maestro, Rodari va dejando en el texto referencias
al arte, la literatura clásica, la música, la historia del Medioevo y, de paso
una lección de autovaloración y dignidad conseguida por medio del trabajo.
Ayudados por los habitantes de los barrios humildes, los enanos terminan
venciendo a sus perseguidores: “Huye,
capitán Bombardo! Cuéntale a toda la gente que los enanos unidos en gigantes se
convierten”.
Liliput
No es verdad que Los viajes de Gulliver es
una novela dirigida a los jóvenes lectores de aventuras, pero ellos se la
apropiaron. No es verdad que Jonathan Swift escribió en 1726 las aventuras del
cirujano náufrago Lemuel Gulliver para solaz de los lectores ávidos de mundos
exóticos. Lo hizo para denostar a la raza humana de la que pensaba que era “la más perniciosa casta de gusanos que la
naturaleza permite que se arrastren por la tierra”. Y aunque es un libro
cruel porque encubre una sátira de la Europa de su época, es también una historia
llena de fantasía y encanto. De las cuatro partes que conforman el libro, la
más recordada, adaptada, convertida en dibujos animados y llevada al cine, es
el primer viaje de Gulliver cuando, después de naufragar llega a una costa y
despierta rodeado de seres diminutos, de quince centímetros de altura. Y no es
del todo amable la recepción recibida en Liliput.
Prisionero primero, y luego favorito de la corte liliputiense, Gulliver se convierte en un observador de la política del pequeño país. Es que lo Liliputienses están en guerra con un país vecino, Belfuscu, al parecer por una disputa trascendental sobre cómo se cascan los huevos hervidos. Los liliputienses sostienen la postura de que deben ser cascados por el lado más angosto, mientras que los blefuscuenses creen en cascarlos por el lado más grueso.”
Jonahtan Swift escribe en Los
viajes de Gulliver, una sátira
desencantada de la política inglesa de su tiempo, pero para ello abreva
en los relatos maravillosos de la imaginería popular que fascina a todas las
edades. El tema del personaje diminuto se encuentra en muchas historias
populares como Pulgarcito, el relato recogido por Perrault que cuenta la
historia del más inteligente de los hermanos, y el más pequeño.
En Liliput se opinan cosas que
excluirían al libro de la mirada de los niños: “los liliputienses se niegan a aceptar que un niño deba sentir
reconocimiento hacia su padre por haberlo engendrado”; “… (los
liliputienses) sostienen que los padres
son los últimos a quienes corresponde confiar la educación de sus hijos”.
Sin embargo Gulliver siguió viajando por los siglos en miles de adaptaciones.
El mundo de los seres pequeños siempre es fascinante. Se supone que Swfit se
inspiró la descripción de un cuadro que hizo Filóstrato en el siglo III. En él
aparecía Heracles rodeado de pigmeos. Los cuadros a los que alude Filóstrato se
perdieron, pero sobre la base de sus descripciones, los hermanos Dossi, pintaron
el lienzo con Hércules y los pigmeos, diminutos habitantes que ya habían sido
mencionados por Homero en la Ilíada.
Los liliputienses triunfaron sobre el
mal humor de Jonathan Swift y eso que Swift llegó a escribir: “Para cuando sea
viejo: no amar a los niños y evitar que se me acerquen”. No obstante, gracias a
él Liliput es propiedad de la literatura infantil de todos los tiempos.
Para
no crecer nunca
La cuestión de la pequeñez fue un
problema para James Matthew Barrie (1860-1937), el autor de Peter Pan, que
apenas llegó a medir de adulto un poco más de metro y medio. Sus biógrafos
sostienen que padeció trastornos de crecimiento por un trauma de la infancia. A
los seis años su hermano David murió. La madre no pudo recuperarse de la
pérdida y, en muchas ocasiones, le hablaba a James como si fuera su hermano. Lo cierto es que desde niño intuyó que el
mundo de los adultos era un lugar incómodo y, por eso, inventó a Peter Pan, el
niño de diez años que nunca crece y
puede volar gracias al polvo que el hada Campanilla -otro ser pequeño- esparce
sobre su cuerpo.
Como Peter, Barrie nos
dice con su historia que a veces no es bueno crecer y que, para vivir aventuras
en el País del Nunca Jamás hay que olvidarse del mundo de las personas grandes que nunca
entienden nada, solo ven un sombrero en lugar de un elefante tragado por una serpiente,
como nos contó Saint Exupery.
Peter Pan ilustrado por Antonio Lorente
Entre los más pequeños
de este relato de gente que no crece, el hada Campanilla no sólo arregla ollas
y teteras, sino que es la poseedora del polvo mágico que permite volar. En la obra de Barrie la existencia de las
hadas depende de la creencia de los otros. Viven porque nosotros creemos que
existen. Pequeña y frágil, Campanilla
por su tamaño no puede tener más de un sentimiento a la vez.
La obra de teatro Peter Pan y Wendy se
estrenó en Londres en 1904 y más tarde se transformó en un libro para niños. En
una breve síntesis, es la historia de tres niños ingleses que una noche reciben
la visita de Peter Pan, otro chico con poderes mágicos, que los lleva volando a
la isla donde vive, el País del Nunca Jamás.
Campanilla ilustrada
por Antonio Lorente
Peter Pan es una obra que se convirtió
en mito y que fue visto por los psicólogos como un síndrome que padecen personalidades que se caracterizan
por la inmadurez y el narcisismo, que incluye rasgos de irresponsabilidad,
dependencia y negación al envejecimiento.
Barrie plasmó en su Peter Pan un personaje válido para todas las épocas como
Otelo, Don Juan o Hamlet, un arquetipo básico de la psicología humana.
Esta historia inolvidable se le
ocurrió a Barrie, en los jardines de Kensington, mientras contaba historias de
hadas a los hijos pequeños de un matrimonio amigo.
Ilustración de Robert Ingpen
Adiestrando
brownies
Otros seres pequeños como los Brownies, susurran en el oído de los
escritores interesantes argumentos. Tal es el caso de Robert Louis Stevenson,
el autor de La isla del tesoro, que aseguraba haber domesticado a una
familia de brownies que se mantenían alejados con prudencia, pero que, en
sueños, le sugerían argumentos, entre ellos el de Doctor Jekill y Mr Hyde.
En su ensayo sobre los sueños escribe Stevenson: “Y en cuanto a esta Gente Menuda, confesaré que no son otra cosa que mis Brownies, ¡Dios los bendiga!, que hacen para mí la mitad de mi trabajo mientras duermo a pierna suelta y que, con toda la verosimilitud humanamente presumible, igual hacen para mí también el resto cuando estoy bien despierto y orgullosamente supongo haberlo hecho por mí mismo.”
Robert Louis Stevenson
Provenientes
de la mitología celta, también se los llama Brùnaidh,
“marroncitos”. Como los enanos y los gnomos son bajitos, visten con harapos y
chaquetas gastadas. Llevan botas enormes y botones brillantes en sus chalecos.
De todas las criaturas mágicas son las que más a gusto se sienten entre los
humanos.
Borges en El libro de los seres imaginarios
los describe así: “Son hombrecillos
serviciales de color pardo, del cual han tomado su nombre. Suelen visitar las
granjas de Escocia y, durante el sueño de la familia, colaboran en las tareas
domésticas. Uno de los cuentos de Grimm refiere un hecho análogo. El ilustre
escritor Robert Louis Stevenson afirmó que había adiestrado a sus brownies en
el oficio literario. Cuando soñaba, éstos le sugerían temas fantásticos; por
ejemplo, la extraña transformación del doctor Jekill en el diabólico señor
Hyde, y aquel episodio de Olalla en el cual un joven, de una antigua casa
española, muerde la mano de su hermana”.
En esa realidad paralela de la que participa la infancia, en ese territorio imaginario, los seres de pocos centímetros esconden secretos que sólo revelan cuando nos convertimos en adultos y ya hemos sido expulsados del mundo de lo pequeño para siempre.
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