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miércoles, 16 de septiembre de 2020

“Jorge Luján: escritor y juglar de América Latina”





 por Adrián Ferrero

 

    Conocí la obra literaria de  Jorge Luján (Córdoba, Argentina, 1943)  gracias a algunos libros que me facilitó una colega,  experta en literatura infantil, residente en la ciudad de La Plata, donde resido, en virtud de que lo había invitado a participar de una Jornada sobre este campo de estudios en Argentina. Jorge Luján finalmente por un imponderable no pudo asistir, pero yo sí leer sus libros, en varias oportunidades ilustrados por la argentina Isol, ella misma asimismo autora infantil. Me causó tal impacto la poética de Jorge Luján, que de inmediato comencé una búsqueda en torno de su trayectoria y su poética. Tiene más de 40 libros publicados, traducidos a 12 idiomas. Ha grabado varios álbumes y recorrido el mundo dando recitales. Sus libros han recibido reconocimientos por parte del New York Times, el Ministerio de Educación de Francia, el Banco del Libro de Venezuela, ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil Argentina), IBBY-Brasil, The White Ravens List y A Junior Library Guild Selections, ente otros.

     Una vez en contacto con sus libros, leí su poesía y sus cuentos. Difundí sus poemas por las redes sociales. Me parecieron de una sutileza, un cuidado, una atención selectivarespetuosa desde la palabra dispensada al lector infantil, en una época que se ha consagrado precisamente a todo lo contrario: profanarla. Este ejercicio de Jorge Luján resulta verdaderamente encomiable. Además de serlo la fundación de una poética de la restitución a la palabra de su dignidad hurtada. Había un trabajo de artesanía, de sopesar cada palabra, cada verso, cada silencio, su relación con la imagen, el contrapunto entre ambas bajo la forma de un pentagrama. Se presentía por detrás de cada poema un proceso creativo y madurativo notables. Dos poemarios como Palabras manzana (2003) y Un ángel todavía (2011), cada cual en su singularidad, trazando un arco de tiempo que evidentemente también afectaba una evolución en su poética, no dejan de explorar zonas que los ponen en diálogo así como nos ponen a nosotros en contacto con su poética desde rincones distintos. En su faceta como narrador, sus cuentos, por lo general ampliamente desplegados en el espacio con ilustraciones ricas, coloridas y siluetas variadas, brindan otro paisaje igualmente diverso, que en conjunción con la palabra dan por resultado una poética que se proyecta hacia nuevas perspectivas de la investigación creativa infantil. Por otra parte, iniciativas poéticas dan lugar, indudablemente, a búsquedas paralelas en el orden de la ilustración igualmente ricas, porque la una es disparadora de la otra.     

     También Jorge Luján es compositor, intérprete, canta y conjuga todas estas artes en un proyecto creador sin fisuras. Actualmente imparte clases en la Maestría de Creación Literaria en Casa Lamm y en el Colegio Williams, además de que se presenta en diversos foros con sus espectáculos para niños y el grupo musical Baúl de Luna.

 
 

                          

  Como para conocer su formación y su recorrido, podría sumar en lo relativo a su vida de estudios y profesional que se graduó de arquitecto en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina; obtuvo una beca Fullbright para perfeccionamiento en Antioch College, Ohio, y realizó una pasantía con los arquitectos Harrison & Abramovitz en Nueva York. Asimismo, en la Universidad de Córdoba terminó dos años de Composición Musical y dos de Cinematografía pero debió interrumpir sus estudios ante el golpe militar de 1976. Emigró a México donde se Licenció con Mención Honorífica en Lengua y Letras Hispánicas en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Todo ello nos habla de un creador con una educación y una capacitación (además de un talento) que evidentemente le brinda las herramientas para dotarlo de una ductilidad indudable en el terreno de la invención.

      Tiene un canal de Spotyfie, donde se puede acceder a su producción musical y mediante diversas estrategias que van desde el libro a los álbumes, desde los recitales a la docencia en espacios específicos, tiende puentes entre todas las distintas zonas de América Latina, en especial  Argentina y México, desde una perspectiva continental, si bien su poética es de naturaleza universalista. Su refinada producción infantil es de lento proceso creativo, como me lo confió. Los ilustradores de sus obras son profesionales de dotados en consonancia con el autor. Como si la palabra solicitara de una cierta clase de ilustración que la ratificara en su excelencia.

     Le envié una solicitud de amistad vía Facebook, tuvo la amabilidad de aceptarla y con atrevimiento le envié uno de mis cuentos infantiles, “Dicho y hecho”. En ese preciso momento él estaba rodeado de unos niños, a quienes se los leyó, y me escribió de inmediato acerca del efecto que mi cuento había concitado. Este gesto en el que un colega consagrado dispensa generosidad hacia otro que en etapa de crecimiento profesional, denota humildad al mismo tiempo que pone el acento en la importancia que le otorga más al brindar y el brindarse a otros que a hacer una carrera en la que solo importa su propio beneficio o la celebridad que eventualmente le confiera su trabajo. También, en el rol de importancia para él que tiene la literatura, más allá de la antiüedad en el oficio. Para el presente caso, traza también una congruencia entre los contenidos que su poética postula, y su traducción en acciones concretas en lo relativo no solo a sus colegas, sino al semejante en general.

     Los niños seguramente si son estimulados en su justa medida e informados en todo su alcance encuentren en él un caudal inagotable de riqueza recreativa. Y también de calidez humana que he podido verificar a través de videos y grabaciones. Jorge Luján empapa de un carácter que está en sintonía absoluta con lo que ha escrito o está interpretando. Su accesibilidad, su ternura, su veracidad, hacen de él un individuo confiable y e íntegro. Pongo el acento en estos rasgos de personalidad, lo que no suelo realizar en mis abordajes críticos, porque no son frecuentes de encontrar conjugados en un colega que brinda un arte de excelencia del mismo modo que se brinda a través de él con el mismo desinterés y la misma sinceridad. En este sentido, estamos ante alguien coherente entre lo que predica y lo que practica. Entre lo que es y lo que hace.

     ¿Cómo definir a Jorge Luján? ¿como un escritor? ¿como un músico? ¿como un artista? A mí me gustaría, si me lo permiten, acudir a la palabra “juglar”. Esa que nos remite a épocas antiquísimas de reyes y reinas, tan propia de la Edad Media, en las que en la plaza pública la palabra o bien reinaba, tanto en el carnaval del pueblo o bien, por el otro, en la corte. El teórico Mijaíl Bajtín se ha ocupado de estudiar el fenómeno del carnaval durante esa etapa, lo que me resulta sobresaliente para comprender precursores en estos roles culturales en Occidente. El trabajo de los juglares era siempre divertimento. No hay aquí un mecenas al cual hace falta rendirle cuentas de lo que se hace o dice, de entretener. Porque Jorge Luján por sobre todo trabaja con la mayor libertad subjetiva que imaginarse pueda en virtud del resultado de sus producciones. Jorge Luján es un poeta y un narrador para quien las palabras tienen un peso específico, un volumen, una superficie a la par que una contundencia que se proyectan hacia un orden estético que viene a desordenar este mundo mediante una estrategia cuidadamente estética. Y, por otro lado, subvierte un uso del lenguaje instrumental que tiende a volverse agresiva o bien excesivamente simplista. Más bien Luján logra crear (sin moralejas) universos (verbales, musicales, visuales) que en tanto que alteridad se oponen a este otro que ha cobrado hegemonía: el unívoco. Su poética, destaca lo deseable de que la palabra sea ambigua, polisémica, en el sentido de semánticamente connotada.

     Su poética no está organizada según estructuras rígidas. Sino que por el contrario explora, juega, investigando en la dimensión lírica del lenguaje. Pone en diálogo la dimensión visual del texto, la icónica (además de las ilustraciones propiamente dichas) con el blanco del papel, los significantes con los significados provocando toda clase de cadenas asociativas. Pero también se ajusta a un público olvidado (del cual no resultaría interesante reflexionar por qué los autores y autoras suelen ser olvidadizos) por la poesía: el infantil. La poesía infantil conoce los aportes de la literatura popular, pero no tanto por las poéticas de autor, si las comparamos en la cantidad de plumas que se han consagrado al público adulto, que han sido tan caudalosas.



     Cierta vez, Jorge Luján me explicó el largo tiempo de acopio y corrección que dedicaba a sus poemas antes de “echarlos a volar”, en una metáfora aérea, según la cual aves y pájaros, palabras y aire en suspensión, organizaban una ecuación perfecta. Los poemas de Jorge Luján despiertan multitud de resonancias, de ecos, reminiscencias, de reverberaciones. Están tan rigurosamente construidos, que cierran en su estructura por de modo perfecto, pero se abren hacia los múltiples significados. Suscitan el admirable milagro de plasmar la belleza pero también de que el lector prosiga un largo viaje por sus versos de modo interminable. E indetenible sin perder la posibilidad de contemplación. Son obras poéticas más para releer que para simplemente leer. Sus poemas son eso: interminables. Uno cierra un libro de Jorge Luján con la convicción más profunda de que no ha cerrado una puerta detrás de sí, sino que la ha dejado entreabierta para, más tarde o más temprano, regresar a ese sitio infinito donde la relectura, como lo ha expresado el propio Luján, resulta a sus ojos tan esencial. Y pensemos un poco: ¿qué significa releer? En su sentido más obvio, superficial, volver a transitar los signos de una obra poética. Pero en un sentido profundo, en desandar nuevamente por los caminos de sus formas y sus significados, sus nervaduras más hondas, habiendo conocido su índole pero teniendo la posibilidad de investigar en todos los caminos que en tanto que propuesta estética, perceptiva y receptiva, permite una obra viva. Invita a encontrar nuevos significados en un reencuentro con los antiguos. A partir de esos recorridos que las primeras lecturas trazan, por lo general lineales, resulta posible ahora un trabajo desde el punto de vista de una perspectiva de revisitación.

    Probablemente María Elena Walsh pueda ser otro referente que también se dio a conocer a través de manifestaciones tan dispares como Jorge Luján: la canción popular infantil, la canción popular para adultos, la narrativa infantil, la  poesía popular infantil, el ensayo, la poesía para adultos, dos novelas para adultos. Si bien no estoy planteando que se trate de personalidades idénticas ni de un paralelismo literal, sí me gustaría ensayar como hipótesis: la de una cierta cualidad de semejanza parcial entre ambos proyectos creadores. En el caso de María Elena Walsh se sumaron sus trabajos en torno de la musicología, la TV y los films. Jorge Luján, en cambio, también hace docencia, como dije, en instituciones específicas, lo que Walsh no hacía. Y pertenece a esta tradición de artistas que han consagrado a la infancia su vida con afán totalizador, de modo que se vislumbra aquí una vocación compleja que en su vida ha articulado disciplinas, artes y prácticas sociales hasta la configuración de un resultado con atributos que le confieren una definitiva identidad pero que permanece abierta también a nuevas posibilidades indetenible. Para regresar al anterior ejemplo: la docencia es seguramente para él un marco por dentro del cual seguir experimentado. Junto con los recitales en los que capta de modo inmediata el impacto de sus creaciones en el público infantil, sin mediaciones, además del adulto.  

     Sus premisas son claras: existe un universo de valores. Pero lo que se ha  propuesto como proyecto es indagar en las infinitas posibilidades de la palabra poética y del lenguaje en su dimensión estética. Un lenguaje que en ocasiones es abordado siempre desde la sutileza. Por mi parte, vengo releyendo sus poemarios y cuentos desde hace tres años. Y encuentro cada vez que me interno en ellos la sensación de que estoy frente a nuevos libros. La misma frescura en cada relectura. La misma condición que pareciera previamente inédita. Esta condición no es de calidad habitual. La idea de relectura como premisa a la hora de escribir un libro o un poema, en primer lugar sienta las bases de un principio exigente que se le imprime a la creación y, muy en especial, al lenguaje poético. Eso por un lado. Por el otro, una intención mediante la cual el lector entra en contacto con el libro según una serie de procesos, en los que nada queda ligado a la espontaneidad sino a un riguroso trabajo artesanal que jamás es ingenuo porque se espera de ese trabajo la eficacia de que lo haga ser nuevamente otro al momento de un retorno del lector a sus páginas. Y con un alto grado de perfección. Precisamente, diera toda la impresión de que la poética de Jorge Luján reniega de toda clase de uso  naïve del lenguaje. Sus claves son otras. Hay una consciencia sobre el uso de los procedientos y las formas poéticas de naturaleza eficaz. En su poesía cada componente ocupa un lugar (y no otro) con el objeto de provocar un efecto que resulta de naturaleza irrepetible. Sin acudir a fórmulas sino a la innovación, Jorge Luján no está dispuesto a hacer concesiones ni al mercado ni a la literatura con pedagogías. Elige el siempre el camino más difícil, no por rebuscado sino por aspirar al mejor producto estético. 

     En México, se dedica a sus diferentes oficios, pero uno tiene la impresión (o al menos yo la tengo), de que está cumpliendo un mismo objetivo que se ha propuesto, en diferentes dominios de la producción cultural. Del cuento al poema, de la música popular infantil a los talleres, de los estímulos en sus semejantes (en el marco de diversos contextos) a los resultados producto de esa creación que también acepta la improvisación creativa, las asociaciones libres, el juego. 

     En el medio hay ya una larga trayectoria, según la cual Jorge Luján tiene un oficio en el arte que se articula en la creación en el espacio (¿en la página, como el trazo de un  plano? ¿con la pluma del arquitecto como precursora?) con la creación en el tiempo: la progresión del lenguaje poético o la música (¿y la partitura a la que ya me referí?).



     Los niños de América Latina y del mundo encuentran en él la figura que llama a lo lúdico, al desafío sofisticado del hallazgo feliz de forma elaborada con contenido imprevisible. Jorge Luján ubica a sus lectores y lectoras en un rol activo en el orden de la recepción porque así han sido concebida su poética y sus espectáculos. En esa génesis respetuosa tiene en cuenta tanto la excelencia, la atención dispensada a lo que hace, con énfasis en el público al que va dirigido, motivo por el que está doblemente atento a que la preparación sea exhaustiva. Pero también su literatura y sus espectáculos son sinónimo de gratificación inteligente de naturaleza inclusiva. Me sentí de inmediato convocado por su poesía personalísima y al mismo tiempo dichosa, de un humor delicioso que convoca de forma automática la complicidad. Trabajando las formas breves, Jorge Luján logra el contrapunto perfecto entre condensación y expansión creativa de orden polisémico.

     Abre un espacio específicamente a la lírica, a la narrativa y al cancionero popular de autor de naturaleza excepcional que le permite pensarnos desde el punto de vista de la pertenencia cultural con perspectiva continental. Su nacimiento y primera formación en Argentina, su radicación posterior en México y su trabajo por el mundo entero lo proyectan sin embargo hacia todas las zonas planetarias, si tenemos en cuenta la cantidad de idiomas a los que ha sido traducido y su vigoroso caudal de giras.

     Con esta visión de conjunto definiría (de modo siempre parcial) el arte incomparable y la poética de Jorge Luján a grandes pinceladas, pinceladas que merecerían el trabajo de una urdimbre crítica atenta a sus más mínimas inflexiones. Un trabajo que solicita para el crítico la mirada atenta de quien no descuida la forma en que la poética ha sido concebida. De orden casi pictórico en el caso de Jorge Luján, con trazos finísimos, pero también atento a un mensaje que descansa en una poética humanista en la que los vínculos entre humanos son fundamentales. Por dentro de la cual, hasta donde pude apreciarlo, subyace una contundente perspectiva existencial dispuesta a encontrar sentidos con el objeto de revitalizar vidas ávidas mediante una imaginación estimulante. Hasta terminar, de modo culminante, con estos versos de Como si fuera un juguete (2013) “Si lo que escribimos no toca el corazón de nadie aún no se ha escrito. Si lo que dibujamos no enciende una mirada aún no se ha dibujado”.

 

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