por Adrián Ferrero
Conocí
la obra literaria de Jorge Luján (Córdoba,
Argentina, 1943) gracias a algunos
libros que me facilitó una colega, experta en literatura infantil, residente en la
ciudad de La Plata, donde resido, en virtud de que lo había invitado a participar
de una Jornada sobre este campo de estudios en Argentina. Jorge Luján
finalmente por un imponderable no pudo asistir, pero yo sí leer sus libros, en
varias oportunidades ilustrados por la argentina Isol, ella misma asimismo autora
infantil. Me causó tal impacto la poética de Jorge Luján, que de inmediato
comencé una búsqueda en torno de su trayectoria y su poética. Tiene más de 40
libros publicados, traducidos a 12 idiomas. Ha grabado varios álbumes y
recorrido el mundo dando recitales. Sus libros han recibido reconocimientos por
parte del New York Times, el Ministerio de Educación de Francia, el Banco del
Libro de Venezuela, ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil
Argentina), IBBY-Brasil, The White Ravens List y A Junior Library Guild
Selections, ente otros.
Una vez en contacto con sus libros, leí su poesía y sus cuentos. Difundí
sus poemas por las redes sociales. Me parecieron de una sutileza, un cuidado,
una atención selectivarespetuosa desde la palabra dispensada al lector infantil,
en una época que se ha consagrado precisamente a todo lo contrario: profanarla.
Este ejercicio de Jorge Luján resulta verdaderamente encomiable. Además de serlo
la fundación de una poética de la restitución a la palabra de su dignidad
hurtada. Había un trabajo de artesanía, de sopesar cada palabra, cada verso, cada
silencio, su relación con la imagen, el contrapunto entre ambas bajo la forma
de un pentagrama. Se presentía por detrás de cada poema un proceso creativo y
madurativo notables. Dos poemarios como Palabras
manzana (2003) y Un ángel todavía
(2011), cada cual en su singularidad, trazando un arco de tiempo que
evidentemente también afectaba una evolución en su poética, no dejan de
explorar zonas que los ponen en diálogo así como nos ponen a nosotros en
contacto con su poética desde rincones distintos. En su faceta como narrador,
sus cuentos, por lo general ampliamente desplegados en el espacio con
ilustraciones ricas, coloridas y siluetas variadas, brindan otro paisaje
igualmente diverso, que en conjunción con la palabra dan por resultado una
poética que se proyecta hacia nuevas perspectivas de la investigación creativa
infantil. Por otra parte, iniciativas poéticas dan lugar, indudablemente, a
búsquedas paralelas en el orden de la ilustración igualmente ricas, porque la
una es disparadora de la otra.
También Jorge Luján es compositor, intérprete, canta y conjuga todas
estas artes en un proyecto creador sin fisuras. Actualmente imparte
clases en la Maestría de Creación Literaria en Casa Lamm y en el Colegio
Williams, además de que se presenta en diversos foros con sus espectáculos para
niños y el grupo musical Baúl de Luna.
Como para conocer su formación y su recorrido, podría sumar en lo relativo a su vida de estudios y profesional que se graduó de arquitecto en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina; obtuvo una beca Fullbright para perfeccionamiento en Antioch College, Ohio, y realizó una pasantía con los arquitectos Harrison & Abramovitz en Nueva York. Asimismo, en la Universidad de Córdoba terminó dos años de Composición Musical y dos de Cinematografía pero debió interrumpir sus estudios ante el golpe militar de 1976. Emigró a México donde se Licenció con Mención Honorífica en Lengua y Letras Hispánicas en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Todo ello nos habla de un creador con una educación y una capacitación (además de un talento) que evidentemente le brinda las herramientas para dotarlo de una ductilidad indudable en el terreno de la invención.
Tiene un canal de Spotyfie, donde se puede
acceder a su producción musical y mediante diversas estrategias que van desde
el libro a los álbumes, desde los recitales a la docencia en espacios
específicos, tiende puentes entre todas las distintas zonas de América Latina, en
especial Argentina y México, desde una
perspectiva continental, si bien su poética es de naturaleza universalista. Su
refinada producción infantil es de lento proceso creativo, como me lo confió. Los
ilustradores de sus obras son profesionales de dotados en consonancia con el
autor. Como si la palabra solicitara de una cierta clase de ilustración que la
ratificara en su excelencia.
Le envié una solicitud de amistad vía Facebook, tuvo la amabilidad de
aceptarla y con atrevimiento le envié uno de mis cuentos infantiles, “Dicho y
hecho”. En ese preciso momento él estaba rodeado de unos niños, a quienes se
los leyó, y me escribió de inmediato acerca del efecto que mi cuento había
concitado. Este gesto en el que un colega consagrado dispensa generosidad hacia
otro que en etapa de crecimiento profesional, denota humildad al mismo tiempo
que pone el acento en la importancia que le otorga más al brindar y el
brindarse a otros que a hacer una carrera en la que solo importa su propio
beneficio o la celebridad que eventualmente le confiera su trabajo. También, en
el rol de importancia para él que tiene la literatura, más allá de la antiüedad
en el oficio. Para el presente caso, traza también una congruencia entre los
contenidos que su poética postula, y su traducción en acciones concretas en lo
relativo no solo a sus colegas, sino al semejante en general.
Los niños seguramente si son estimulados en su justa medida e informados
en todo su alcance encuentren en él un caudal inagotable de riqueza recreativa.
Y también de calidez humana que he podido verificar a través de videos y
grabaciones. Jorge Luján empapa de un carácter que está en sintonía absoluta
con lo que ha escrito o está interpretando. Su accesibilidad, su ternura, su
veracidad, hacen de él un individuo confiable y e íntegro. Pongo el acento en
estos rasgos de personalidad, lo que no suelo realizar en mis abordajes
críticos, porque no son frecuentes de encontrar conjugados en un colega que
brinda un arte de excelencia del mismo modo que se brinda a través de él con el
mismo desinterés y la misma sinceridad. En este sentido, estamos ante alguien
coherente entre lo que predica y lo que practica. Entre lo que es y lo que
hace.
¿Cómo definir a Jorge Luján? ¿como un escritor? ¿como un músico? ¿como un
artista? A mí me gustaría, si me lo permiten, acudir a la palabra “juglar”. Esa
que nos remite a épocas antiquísimas de reyes y reinas, tan propia de la Edad
Media, en las que en la plaza pública la palabra o bien reinaba, tanto en el
carnaval del pueblo o bien, por el otro, en la corte. El teórico Mijaíl Bajtín
se ha ocupado de estudiar el fenómeno del carnaval durante esa etapa, lo que me
resulta sobresaliente para comprender precursores en estos roles culturales en
Occidente. El trabajo de los juglares era siempre divertimento. No hay aquí un
mecenas al cual hace falta rendirle cuentas de lo que se hace o dice, de
entretener. Porque Jorge Luján por sobre todo trabaja con la mayor libertad
subjetiva que imaginarse pueda en virtud del resultado de sus producciones. Jorge
Luján es un poeta y un narrador para quien las palabras tienen un peso
específico, un volumen, una superficie a la par que una contundencia que se
proyectan hacia un orden estético que viene a desordenar este mundo mediante
una estrategia cuidadamente estética. Y, por otro lado, subvierte un uso del
lenguaje instrumental que tiende a volverse agresiva o bien excesivamente
simplista. Más bien Luján logra crear (sin moralejas) universos (verbales,
musicales, visuales) que en tanto que alteridad se oponen a este otro que ha
cobrado hegemonía: el unívoco. Su poética, destaca lo deseable de que la
palabra sea ambigua, polisémica, en el sentido de semánticamente connotada.
Su poética no está organizada según estructuras rígidas. Sino que por el
contrario explora, juega, investigando en la dimensión lírica del lenguaje. Pone
en diálogo la dimensión visual del texto, la icónica (además de las
ilustraciones propiamente dichas) con el blanco del papel, los significantes
con los significados provocando toda clase de cadenas asociativas. Pero también
se ajusta a un público olvidado (del cual no resultaría interesante reflexionar
por qué los autores y autoras suelen ser olvidadizos) por la poesía: el infantil.
La poesía infantil conoce los aportes de la literatura popular, pero no tanto por
las poéticas de autor, si las comparamos en la cantidad de plumas que se han
consagrado al público adulto, que han sido tan caudalosas.
Cierta vez, Jorge Luján me explicó el largo tiempo de acopio y
corrección que dedicaba a sus poemas antes de “echarlos a volar”, en una
metáfora aérea, según la cual aves y pájaros, palabras y aire en suspensión, organizaban
una ecuación perfecta. Los poemas de Jorge Luján despiertan multitud de
resonancias, de ecos, reminiscencias, de reverberaciones. Están tan
rigurosamente construidos, que cierran en su estructura por de modo perfecto,
pero se abren hacia los múltiples significados. Suscitan el admirable milagro
de plasmar la belleza pero también de que el lector prosiga un largo viaje por
sus versos de modo interminable. E indetenible sin perder la posibilidad de
contemplación. Son obras poéticas más para releer que para simplemente leer. Sus
poemas son eso: interminables. Uno cierra un libro de Jorge Luján con la
convicción más profunda de que no ha cerrado una puerta detrás de sí, sino que
la ha dejado entreabierta para, más tarde o más temprano, regresar a ese sitio infinito
donde la relectura, como lo ha expresado el propio Luján, resulta a sus ojos
tan esencial. Y pensemos un poco: ¿qué significa releer? En su sentido más
obvio, superficial, volver a transitar los signos de una obra poética. Pero en
un sentido profundo, en desandar nuevamente por los caminos de sus formas y sus
significados, sus nervaduras más hondas, habiendo conocido su índole pero
teniendo la posibilidad de investigar en todos los caminos que en tanto que
propuesta estética, perceptiva y receptiva, permite una obra viva. Invita a
encontrar nuevos significados en un reencuentro con los antiguos. A partir de esos
recorridos que las primeras lecturas trazan, por lo general lineales, resulta
posible ahora un trabajo desde el punto de vista de una perspectiva de
revisitación.
Probablemente
María Elena Walsh pueda ser otro referente que también se dio a conocer a
través de manifestaciones tan dispares como Jorge Luján: la canción popular
infantil, la canción popular para adultos, la narrativa infantil, la poesía popular infantil, el ensayo, la poesía
para adultos, dos novelas para adultos. Si bien no estoy planteando que se trate
de personalidades idénticas ni de un paralelismo literal, sí me gustaría
ensayar como hipótesis: la de una cierta cualidad de semejanza parcial entre
ambos proyectos creadores. En el caso de María Elena Walsh se sumaron sus
trabajos en torno de la musicología, la TV y los films. Jorge Luján, en cambio,
también hace docencia, como dije, en instituciones específicas, lo que Walsh no
hacía. Y pertenece a esta tradición de artistas que han consagrado a la infancia
su vida con afán totalizador, de modo que se vislumbra aquí una vocación
compleja que en su vida ha articulado disciplinas, artes y prácticas sociales hasta
la configuración de un resultado con atributos que le confieren una definitiva
identidad pero que permanece abierta también a nuevas posibilidades indetenible.
Para regresar al anterior ejemplo: la docencia es seguramente para él un marco
por dentro del cual seguir experimentado. Junto con los recitales en los que
capta de modo inmediata el impacto de sus creaciones en el público infantil,
sin mediaciones, además del adulto.
Sus premisas son claras: existe un universo de valores. Pero lo que se
ha propuesto como proyecto es indagar en
las infinitas posibilidades de la palabra poética y del lenguaje en su
dimensión estética. Un lenguaje que en ocasiones es abordado siempre desde la
sutileza. Por mi parte, vengo releyendo sus poemarios y cuentos desde hace tres
años. Y encuentro cada vez que me interno en ellos la sensación de que estoy
frente a nuevos libros. La misma frescura en cada relectura. La misma condición
que pareciera previamente inédita. Esta condición no es de calidad habitual. La
idea de relectura como premisa a la hora de escribir un libro o un poema, en
primer lugar sienta las bases de un principio exigente que se le imprime a la
creación y, muy en especial, al lenguaje poético. Eso por un lado. Por el otro,
una intención mediante la cual el lector entra en contacto con el libro según
una serie de procesos, en los que nada queda ligado a la espontaneidad sino a
un riguroso trabajo artesanal que jamás es ingenuo porque se espera de ese
trabajo la eficacia de que lo haga ser nuevamente otro al momento de un retorno
del lector a sus páginas. Y con un alto grado de perfección. Precisamente,
diera toda la impresión de que la poética de Jorge Luján reniega de toda clase
de uso naïve del lenguaje. Sus claves
son otras. Hay una consciencia sobre el uso de los procedientos y las formas
poéticas de naturaleza eficaz. En su poesía cada componente ocupa un lugar (y
no otro) con el objeto de provocar un efecto que resulta de naturaleza
irrepetible. Sin acudir a fórmulas sino a la innovación, Jorge Luján no está
dispuesto a hacer concesiones ni al mercado ni a la literatura con pedagogías.
Elige el siempre el camino más difícil, no por rebuscado sino por aspirar al
mejor producto estético.
En México, se dedica a sus diferentes oficios, pero uno tiene la impresión
(o al menos yo la tengo), de que está cumpliendo un mismo objetivo que se ha
propuesto, en diferentes dominios de la producción cultural. Del cuento al
poema, de la música popular infantil a los talleres, de los estímulos en sus
semejantes (en el marco de diversos contextos) a los resultados producto de esa
creación que también acepta la improvisación creativa, las asociaciones libres,
el juego.
En el medio hay ya una larga trayectoria, según la cual Jorge Luján
tiene un oficio en el arte que se articula en la creación en el espacio (¿en la
página, como el trazo de un plano? ¿con
la pluma del arquitecto como precursora?) con la creación en el tiempo: la
progresión del lenguaje poético o la música (¿y la partitura a la que ya me
referí?).
Los niños de América Latina y del mundo encuentran en él la figura que
llama a lo lúdico, al desafío sofisticado del hallazgo feliz de forma elaborada
con contenido imprevisible. Jorge Luján ubica a sus lectores y lectoras en un
rol activo en el orden de la recepción porque así han sido concebida su poética
y sus espectáculos. En esa génesis respetuosa tiene en cuenta tanto la
excelencia, la atención dispensada a lo que hace, con énfasis en el público al
que va dirigido, motivo por el que está doblemente atento a que la preparación
sea exhaustiva. Pero también su literatura y sus espectáculos son sinónimo de
gratificación inteligente de naturaleza inclusiva. Me sentí de inmediato convocado
por su poesía personalísima y al mismo tiempo dichosa, de un humor delicioso que
convoca de forma automática la complicidad. Trabajando las formas breves, Jorge
Luján logra el contrapunto perfecto entre condensación y expansión creativa de
orden polisémico.
Abre un espacio específicamente a la lírica, a la narrativa y al cancionero
popular de autor de naturaleza excepcional que le permite pensarnos desde el
punto de vista de la pertenencia cultural con perspectiva continental. Su
nacimiento y primera formación en Argentina, su radicación posterior en México
y su trabajo por el mundo entero lo proyectan sin embargo hacia todas las zonas
planetarias, si tenemos en cuenta la cantidad de idiomas a los que ha sido
traducido y su vigoroso caudal de giras.
Con esta visión de conjunto definiría (de modo siempre
parcial) el arte incomparable y la poética de Jorge Luján a grandes pinceladas,
pinceladas que merecerían el trabajo de una urdimbre crítica atenta a sus más
mínimas inflexiones. Un trabajo que solicita para el crítico la mirada atenta
de quien no descuida la forma en que la poética ha sido concebida. De orden
casi pictórico en el caso de Jorge Luján, con trazos finísimos, pero también
atento a un mensaje que descansa en una poética humanista en la que los
vínculos entre humanos son fundamentales. Por dentro de la cual, hasta donde
pude apreciarlo, subyace una contundente perspectiva existencial dispuesta a encontrar
sentidos con el objeto de revitalizar vidas ávidas mediante una imaginación
estimulante. Hasta terminar, de modo culminante, con estos versos de Como si fuera un juguete (2013) “Si lo
que escribimos no toca el corazón de nadie aún no se ha escrito. Si lo que
dibujamos no enciende una mirada aún no se ha dibujado”.
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