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sábado, 16 de mayo de 2020

“Parodia, humor, reescritura: La galleta marinera de Ema Wolf"




por Adrián Ferrero


La galleta marinera (1990), libro de cuentos infantiles de la escritora argentina Ema
Wolf (Bs. As., 1948), recrea, a través de intertextos históricos, librescos o de la más
pura invención creativa, toda una tradición de relatos de viajes o relatos de navegantes.
En una gran parte de los casos los relatos son de naturaleza maravillosa, fantástica o
fabulosa. En otras, a partir del humor, el desparpajo y el más sutil desacomodo respecto
del orden de lo referencial, Ema Wolf narra episodios inverosímiles que quedan
plasmados siempre en narración de navegantes pero ese referente imaginario cierra por
completo porque, lo sabemos, la ficción permite contemplar universos autónomos de
modo persuasivo.

Diría también que lo hace a partir del orden de lo paródico, en tanto hay un “cara
parodiada” (los relatos de viajes) y una “cara parodiante” (los relatos humorísticos que
desvían su sentido originario del orden de lo serio al orden de lo risible). En esta “cara
parodiante” intervienen infinidad de recursos, porque desde alusiones a relatos bíblicos
como el Arca de Noé hasta seres fabulosos que efectivamente sin embargo formaron
parte de los documentos de Indias (luego desechados por su confusión) la amplitud de
temas a la que acude Wolf es notable. No le basta con servirse del referente más
habitual de lo relativo a los relatos de navegantes, sino que puede desde trabajar con el
género fantástico hasta el absurdo. Los sentidos se precipitan en el seno de libro de un
modo torrencial enriqueciéndolo con matices muy variados que a la vez trazan
contrapuntos los unos con los otros.

Este ejercicio de Ema Wolf de la conversión de un orden serio, como lo es el género
de los relatos de viajes, las Crónicas de Indias, los Viajes de Marco Polo, Moby-Dick, la
novela de Herman Melville paradigmática como ficción monumental del mar, pasando
por fragmentos de la Biblia en los cuales interviene el viaje por mar o bien, vale
recordarlo, las historias de piratas de Salgari o los de a bordo de Robert Louis Stevenson,
todo contribuye a construir un universo semántico asociado al cual la vida de a bordo se
carga de renovados sentidos literarios. Esto es: Ema Wolf resemantiza un género que
pertenecía a una tradición “seria” y lo cambia de signo. Este trabajo de corrosión sobre
narrativas consagradas me resulta digno de ser destacado. Y que por añadidura lo haga
una mujer, que se introduzca en un mundo regido por el género masculino por
excelencia, politiza su trabajo de escritura. Se trata de una escritura de literatura infantil
que sin embargo es cuestionadora incluso de sistemas de sexo/género. En efecto, Wolf
se interna en un espacio de tradición patriarcal, como son los relatos de hombres de mar,
y desarticula mediante su escritura ese poder de naturaleza simbólicamente dominante.


En el caso de intertextos históricos, como las crónicas de Indias, en las cuales existe
un referente constatable trabajado desde la parodia, la escritura literaria se vuelve
riquísima. Se alude a algunos de sus componentes, se los tratrueca de signo pero
también se los desarma tal como fueron concebidos. En efecto, el trabajo de revisión
crítica de Ema Wolf vuelve desde el nonsense al absurdo a estas historias que pueden o
no haber tenido tintes maravillosos en su origen, pero ahora abiertamente sí los tienen.
Hay otros intertextos interesantes. El de La Biblia que cité alude al del Diluvio
Universal durante el cual Noé con su familia (en este caso hijos y nueras, esposa y
veterinario), deben marcharse en la célebre Arca. El veterinario se declara incompetente
para analizar y catalogar a una especie que no conoce ni alcanza a discernir a qué
especie pertenece: el que inferimos, dada la descripción, es un ornitorrinco. Cifrado en
términos de ave, mamífero, animal que se reproduce por huevos, que tiene pico de pato
pero pezuñas y pelo, desconcierta por completo al veterinario Münzenmayer.

La familia estará desesperada porque se les está terminando el desodorante de ambiente. El
Arca está pensada como un zoológico por el cual vela Noé. Pero uno de sus hijos saca a
pasear a dos caniches, se entrena laboralmente. Por otro lado, dos gusanos devenidos
mariposas desconciertan a Noé, en fin, todo resulta desopilante. Cabría agregar a todo
ello que el cuento adopta una sutil forma dramática al comienzo, cuando se nombra el
reparto de los personajes que lo protagonizarán, bajo la forma de un dramatis personae
con los nombres y roles de cada personajes, sin que el relato adopte sin embargo la
forma de una dramaturgia.

Habrá monstruos, brujos, dioses y sirenas. Una mitología que podría remitir a la
cosmovisión politeísta de los griegos y de los romanos. Esos seres paganos o
simplemente imaginarios se enfrentarán al hombre y cuando un brujo pretende
obstaculizar al dios realizando una serie de tretas que parecieran de índole grave, el dios
los neutralizará con facilidad, doblando e introduciéndose el barco en el bolsillo, en
tanto se marcha hacia la costad donde lo espera “su chica”. Se irá caminando por el
océano de modo que quedará en claro que existen en el libro ciertas castas: un brujo no
es un dios. Toda la imaginería propia de los relatos marítimos también asociados a las
deidades estará presente en este libro. Pienso por ejemplo entre los griegos en una
figura como la del dios Poseidón, que sí era poderoso y evoco la presencia de una
potencia en el marco de los relatos de viajes. El viaje de Ulises (recordemos que narrado
en la epopeya La Odisea de Homero, al regresar de la Guerra de Troya a su reino, la isla
de Ítaca) es aludido en numerosas oportunidades. Por lo general naturalmente asociado
al encantamiento de posibles sirenas. Pero a diferencia de las que entonan cantos que
producen encantamientos estas en cambio seducen con el aroma de las empanadas que
cocinan. Y el castigo para quienes se dejan cautivar por su influjo es cortar carne a
cuchillo para hacer empanadas en el fondo del mar o bien preparar la masa para las
empanadas también en el fondo del mar, con moldes.

También los relatos de navegantes parecieran ponerse por escrito, inferimos como
resultado de la lectura de este libro Ema Wolf. No solo se los cuenta oralmente. No solo
se los historia. No solo son hazañas serias y formales que forman parte de la memoria
colectiva sino que son ocasión de inspirar la imaginación creativa de los modernos
escritores y escritoras. Por otra parte, cabría distinguir con claridad la diferencia entre
los relatos de viaje de naturaleza documental. Y la gran tradición ficcional de relatos de
viaje, una ínfima parte de la cual acabo de citar arriba. Sin embargo, la presencia de
seres fabulosos vuelve a este libro una clase singular de relato de navegantes. No se
trata solamente de viajes. Sino de viajes en los que interviene lo maravilloso o lo
teológico en sus diversas variantes.

Y como decía, que esto suceda con escritoras argentinas contemporáneas reviste un
valor agregado superlativo. Dado que las narrativas de relatos de viajes han estado
siempre en boca de varones o bien bajo su pluma. Y han sido narrados en un tono de
seriedad y, a lo sumo de inevitable aventura que Ema Wolf cambia automáticamente de
signo. La escritura insurreccional somete a estos materiales a un trabajo con la escritura
literaria y a los códigos, a las convenciones del género y del pasado que la vuelve una
pluma particularmente poderosa. La escritura paródica de Ema Wolf reescribe nuevas
versiones de relatos de navegantes desde una voz de mujer que tiene mucho para decir y
es más, mucho para agregar o sumar a lo que no estaba escrito previamente. De hecho el
primero de todos estos cuentos consiste en una novia que cosa el barco de su novio,
escéptica frente a clavos oxidados y de cabeza torcida. Hasta el punto de coserlo a él
mismo por las dudas procure marcharse o recalar en algún puerto. Aspira a cerciorarse
de que le ha dicho la verdad y de que ella podrá corroborarla.




“La galleta marinera” es uno de los cuentos que juega naturalmente con la doble
acepción de esta expresión: un alimento y una galleta que está consagrada a la tarea de
grumete en una nave. Título del libro, da la pauta más clara de que pese a cualquier
ocurrencia magnífica que este relato pueda presentar, no menos cierto es que también es
uno de los más inspirados. Aquí la galleta es la que orienta el camino para encontrar un
estrecho para atravesar el Atlántico siguiendo a una de sus ojotas, motivo por el cual el
absurdo y la casualidad, el azar y el nonsense se ponen de manifiesto de modo asertivo.
Así, entre lo lúdico, la reescritura, el trabajo de reelaboración creativa, las búsquedas
por nuevos territorios de la invención partir del pasado literario, la inscripción paródica
en una tradición de relato de navegantes o, más ampliamente, de relatos sobre el mar,
sumado a la voz de la mujer como figura tonal profundamente transgresora, el libro da
por resulta una empresa formidable. Ema Wolf es desafiante no solo por las
operaciones a las que somete al material literario en relación con la intertexutalidad a la
que ya hice referencia. Sino porque lo hace atravesada por la categoría de género.
Porque buena parte de quienes protagonizan estas historias son mujeres o bien cumplen
un rol importante en las tramas. También ella misma en tanto que escritora lo hace,
desde la enunciación literaria. Si todo texto literario seriamente escrito por una mujer es
un texto politizado en virtud de un sistema que atributivamente asigna a la mujer un
lugar subalterno, La galleta marinera es un testimonio cabal de que la literatura escrita
por mujeres está tras la pista de senderos nuevos también en la literatura infantil. Y
mucho más importante resulta a mi juicio que esto así suceda dado que son las primeras
formadoras de las ideas que circulan por entre las ideologías a edades tempranas en las
personas. De modo que la sociedad se ve sacudida desde los comienzos de la vida por
representaciones que desestabilizan las concepciones codificadas y cristalizadas por el
poder del varón en este caso puntual en el viaje por el mar, un territorio por excelencia
vedado a la mujer.

De modo que desde una economía de la corrosión y desde una economía de la
renovación de la representación literaria en el seno del género literario desde lo temático
Ema Wolf plantea una revisión del canon de los relatos de viaje y, más concretamente,
de los relatos de viaje de navegantes. Entre todas estas operaciones transgresoras Ema
Wolf demuestra en una pirueta maestra que la escritura puede perfectamente ser
invención y reinvención a la vez. Escritura y reescritura. Creación y recreación también.
Todo parte, eso sí, de una lectura para llegar a una relectura. Y si en Perafán de Palos
(1995) había acudido a los viejos relatos de Indias, ahora acude a los relatos de
navegantes, desde todos los ángulos y fuentes conocidas, hasta concebir un material
cuyo verosímil suele ser no realista ni mimético pero que al mismo tiempo plantea un
anclaje en el universo de lo referencial de la Historia o bien de las tramas literarias
previas que vuelven a este libro una pieza no disparatado por completo. En todo caso
podría decirse que, a partir de un verosímil realista en algunos casos, fabuloso en otros,
construyo uno propio que trabaja con matices de varios registros, pero
fundamentalmente con el del absurdo.

En estos términos definiría algunas de las claves de lectura fundamentales de La
galleta marinera. Seguramente hay muchas otras. Un libro que francamente me parece
una obra maestra, de hechura inobjetable, de escritura grácil, vertiginoso, atrapante por
donde se lo mire. Un portento imaginativo porque a partir de un espacio asociado a la
dimensión imaginaria, realiza un trabajo que no es ingenuo ni perpetua tradiciones sino
contribuye a fundar nuevas. Ema Wolf, entonces, inaugura un nuevo modo de leer los
relatos de navegantes. Un nuevo modo de reescribirlos, por lo tanto.

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