Translate

miércoles, 13 de noviembre de 2024

La literatura siempre habla más alto

 

(Sobre la polémica en torno a los libros de la colección literaria “Identidades Bonaerenses”, que cuenta con 122 títulos de ficción y no ficción de prestigiosos escritoras y escritores, en su mayoría argentinas y argentinos o bonaerenses, y que la misma comenzó a distribuirse en septiembre de 2023.)

La literatura siempre habla más alto

Por María Cristina Alonso

La acción de prohibir libros de literatura ya es una vieja historia conocida por los argentinos. Pasó en la dictadura. Sería largo enumerar todos los libros que fueron cuestionados, pero baste recordar El Principito de Antoine de Saint- Exupéry, Un elefante ocupa mucho espacio de Elsa Bornemann, los libros de García Márquez, de Haroldo Conti, de Cortázar. Y sigue la lista que es muy extensa. Algunos eran acusados de todo un hallazgo: “exceso de imaginación”. La gente los seguía leyendo y también se leían en las escuelas a escondidas porque, si hay algo que mueve a un lector es la curiosidad. ¿Por qué no puedo leer este libro? ¿Quién tiene autoridad para decidir que páginas deben o no leer los jóvenes?

Leer se sigue leyendo. En el caso de los libros cuestionados de la Colección Identidades Bonaerenses, la cuestión no es porque adoctrinan sino porque sexualizan. Sexo. Y mezclan todo, porque, como el cuestionamiento se hace a través de unos fragmentos que andan circulando en los medios, se los asocia con la ESI, “son para enseñar educación sexual, horror, con sexo explícito”. No, no son para educación sexual. Son para leer. Leer literatura, de la buena. Los censores nunca fueron buenos lectores de literatura, ni tampoco los predicadores. Así que, de esta manera, se confunde todo.



Los libros en cuestión son textos literarios y, la literatura, no es sierva de nadie. Nos conmueve, nos enseña, nos convierte en seres críticos, nos habla de la belleza y de la maldad, de la sociedad patriarcal, de lo oscuro y de lo luminoso, de la felicidad y de la soledad, pero nunca se propone expresamente adoctrinarnos. La literatura trabaja con la tela suave e invisible de la imaginación. No adoctrina; eleva, fascina, nos hace discutir. Calma, enerva, inquieta, tranquiliza, cuestiona, pero se empobrece cuando la  escuela la utiliza como panfleto pedagógico y cuando la sociedad la juzga sin haberla leído.

Estamos en el mundo del hablemos sin saber. Invito a que lean Cometierra de Dolores Reyes. El título de la novela es el de la protagonista, una chica del conurbano bonaerense que tiene el don de ver lo que ha sucedido con las mujeres que desaparecen comiendo la tierra donde fueron vistas por última vez. Puede saber si aún están vivas, quien les hizo daño. La novela habla, disparándose hacia lo fantástico, de la tragedia del femicidio que tiene record en nuestro país. Publicada en 2019 por Sigilo, en Buenos Aires, fue editada en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia, Holanda, Polonia, Australia y Turquía. Dice la autora: “Yo quería contar la historia desde una lengua particular, que se reconozca en cualquier parte del libro. La voz de pibes y pibas del conurbano súper golpeados, con la violencia de género como algo casi omnipresente. Pibes y pibas enojados, retraídos, que hablan poco y tienen contestaciones brutales”, aclara Reyes. “Ahora, yo puedo describir esa voz o contarte un terreno con alambre y reja con candado. Pero la violencia de género, los cuerpos sustraídos que terminan en una fosa, la identidad negada. Lo que se destruye ahí llega a todo el mundo”. Creo que no es necesario decir más sobre la universalidad de esta novela.

También los convoco a leer Las primas de Aurora Venturini. Quien fuera amiga de Eva Perón y después del golpe de Estado del 55 vivió en París y cultivó la amistad de Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus, Enugène IoescoJuliette Gréco y, en Sicilia, con Salvatore Quasimodo.

Tuvo que esperar a los 80 años para ser reconocida cuando ganó un concurso con Las primas, una historia de iniciación contada por Yuna Riglos y ambientada en La Plata en los años 40. Un texto disruptivo, a veces delirante, que extrema el lenguaje y rompe con sus convenciones. Una novela tan original que es una delicia de imaginación y sarcasmo.

Recomiendo, además,  a quienes hablan sin leer que recorran las páginas de Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara. Un texto que ingresa en el universo de la gauchesca, en el ámbito del Martín Fierro para narrarnos, desde la voz de la mujer de Fierro, una utopía queer. Esta voz femenina -en un género donde casi no aparecen las mujeres como la gauchesca- presenta una versión desorbitada de los hechos conocidos del poema de Hernández. La autora reelabora una mirada femenina sobre la tradición literaria argentina.

Una reseña de este libro publicada en 2020 en The New York Times señala que es “una visión sorprendentemente fresca de la vida en las pampas del siglo XIX. Y también  una subversión magistral de la identidad nacional argentina. (…)Las legendarias hazañas de Fierro se limitan en Las aventuras... a algunas indiscretas borracheras, mientras que su esposa anónima, que retoma las cuatro palabras de la epopeya original (su china, ‘su mujer’, como suele decirse), se convierte en la verdadera heroína.” Nominada Premio Booker Internacional  en el que cada año se elige a los mejores libros traducidos al inglés, fue calificada por The New York Times  como “uno de los mejores libros de ficción iberoamericana de 2017″. También, The Guardian, el prestigioso medio británico, realizó una elogiosa crítica sobre la obra: “un viaje salvaje a través de las pampas que deja en el polvo los roles tradicionales de género”.

¿Que hay escenas de sexo? ¿Y qué esperaban? La literatura cuenta los incendios, las perversiones, los crímenes, el amor, el placer, el espanto. Habla de la vida y de la muerte, habla de los traidores y de los héroes. Habla de lo humano.

Ayer escuché en televisión que El matadero fue escrito por Mansilla. Que se leía Cometierra para educar sexualmente a los chicos, leí que una libertaria decía que eran libros aberrantes exhibiendo sólo un fragmento de la novela.

Los chicos y chicas de la escuela secundaria tienen esa hermosa colección que ha distribuido el Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires para que conozcan voces y problemáticas que conforman nuestra identidad. Por lo contrario de lo que se está discutiendo, a mí me preocupaba ver esa colección de libros, tan rica y heterogénea, etiquetada en el último estante de las bibliotecas escolares y que nadie moviera esos libros, que los estudiantes no supieran cuántos libros interesantes tenían para leer. Y ahora saben que existe.

Creo que los chicos concurrirán en masa para ver de qué se trata. Y la literatura ganará como siempre porque habla más alto que todos los ignorantes que no sólo la cuestionan, sino que nunca han leído libros de verdad.
El escritor Sergio Olguín señaló con mucha suspicacia que
"con esta estupidez de querer censurar libros como Cometierra, Las aventuras de la China Iron o Las primas, lo único que van a conseguir es que los pibes de todo el país se pongan a leerlos para ver qué les están ocultando”.

Y esto ocurre en un país cuyo presidente se lo pasa evocando escenas sexuales pedófilas, hambreando a niños y ancianos, dejando a la intemperie a los discapacitados, desfinanciando a la educación y a la salud pública. Defendamos nuestro derecho a leer.

(María Cristina Alonso es escritora y profesora en letras por la UNLP. Dicta las asignaturas Literatura  Española y latinoamericana y Literatura Argentina en el profesorado de Lengua y Literatura del Instituto Superior de Formación Docente y Técnica 78 de Bragado, Provincia de Buenos Aires).


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

La literatura siempre habla más alto

  (Sobre la polémica en torno a los libros de la colección literaria  “Identidades Bonaerenses” , que  cuenta con 122 títulos de ficción y n...