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lunes, 9 de septiembre de 2024

CERNUDA Y LORCA


Por Reina Roffe

El Hormiguero Lector se complace n compartir este articulo de la prestigiosas escritora e investigadora  Reina Roffé (*) sobre la amistad de dos grandes poetas de nuestras letras castellanas.



Cuando el joven, y todavía desconocido, Luis Cernuda va al encuentro de Federico García Lorca, que ya era un autor popular, nota en él algo que le disgusta, algo de matador histriónico, de niño mimado y presumido. Pero advierte, al mismo tiempo, que, bajo la fachada de triunfador, había otra cosa, un ser tímido y humano que buscaba aceptación, calidez desinteresada. Entonces, se hacen amigos. De inmediato, el sentimiento compartido de no ser aceptados íntegramente por una sociedad prejuiciosa y homofóbica los une, profundiza la relación. El día del primer encuentro, Lorca depone su teatralidad no bien puede abrirse paso entre la corte de admiradores que lo asedian. Teatralidad, cuenta Cernuda, que se desvaneció con una sonrisa de alivio y, quizá también, de reconocimiento. Posiblemente, había captado el punto de confluencia entre ellos, ese que no sólo era el de la poesía. Tiempo después, Cernuda publica en el “Heraldo de Madrid” un retrato de Lorca y dice que el poeta había sido tocado por muchas hadas prodigiosas que le otorgaron una cantidad sin fin de dones; entre ellos, destaca el de la simpatía, el de la poesía y, muy especialmente, el don de saber vivir, que es extraordinario en él, porque infundía en los demás tal entusiasmo por las cosas que no parecía ser de este planeta. Cernuda no estaba errado. Había en Lorca una energía vital muy impresionante, que algunos adjudicaron al carácter andaluz y a los éxitos que cosechaba. Pero no era sólo eso, habitaba en el poeta un espíritu realmente excepcional, de Ave Fénix, pues resurgía espléndido, desbordante de energía y de amor por las personas cada mañana sin importar la noche de angustia y llanto que hubiera pasado. En ese retrato, Cernuda le adjudica a su amigo otra cualidad importantísima. Pocos autores la tienen, ni siquiera los que más fervorosamente desean triunfar, y es lo que el escritor sevillano llama esa “exquisita oportunidad del momento” que posee Lorca para conocer su valor y exaltarlo. Como los poetas orientales, el granadino supo “dar perennidad a lo transitorio”. 

(*) Del muro de Reina Roffé.

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