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domingo, 12 de noviembre de 2023

.A 40 años de la democracia, luchar contra los ogrontes

 

Por María Cristina Alonso

Es necesario a 40 años de la democracia, celebrar, sí, pero también ver los lugares por donde se filtra la amenaza. Como lo imagina Graciela Montes en un cuento de 1991, cada tanto hay ogrontes que se quieren comer a un pueblo y amenazan la preciada democracia. Por suerte, también hay Irulanas que están dispuestas a refundarlo. Una nueva lectura de Irulana y el Ogronte, de Graciela Montes.


 Graciela Montes Publicó Irulana y el ogronte en 1991, pero imaginamos que vendría masticando desde mucho más atrás esa historia que narra en la edición de Gramón,  Colihue. Porque el cuento nos avisa, de entrada, que es de miedo y que los protagonistas son una niña y un monstruoso personaje con mucha ansiedad devoradora. Deglute pueblos con sus casas, sus plazas, sus torres, su gente. Y así lo describe a la hora en que se pone el sol: “la cabeza peluda del ogronte brillaba como la melena de un león inmenso. Y la gente del pueblo sentía mucho miedo”.

 

El pueblo que recrea Montes e ilustra Claudia Legnazzi en esa primera edición, vive en la incertidumbre ante los cambiantes estados de ánimo del poderoso y temible personaje al que no le bastan los alimentos que la gente le regala para calmarlo. Sus enojos son irracionales, grita y ruge sin causa alguna, siembra el terror. Todo esto contado con guiños entre escritora e ilustradora –un juego metaliterario- que recrea esas historias que se van inventando en voz alta e incluyen comentarios: (“…Miren: acá la dibujante se asustó tanto que dejó el dibujo sin terminar y salió corriendo,)”, “Ahí está la nena, - ¿la ven? -; es esa de rulitos en la cabeza: Irulana.”

 


Otra vez David y Goliat, una niña pequeña, Irulana, vence al ogro gritando su nombre tan fuerte que el monstruo dormido, después de haber tragado al pueblo entero y provocado la huida de sus habitantes, queda enredado en la palabra que termina enterrándolo en un pozo.

 

La democracia en la Argentina empezó, como el cuento de Graciela Montes, con un pueblo y una dictadura que se había comido todo y una palabra que inauguraba un nuevo tiempo y fue proclamada en el Juicio a las Juntas: “Nunca más”. Esa palabra, tejida con la otra tan importante que es “Memoria”, armó una trama de historias que le fueron dando sentido a estos cuarenta años de democracia. Años complejos en los que, de tanto en tanto, el ogronte de Graciela Montes sale a pasear para intentar comerse una plaza, romper una calle, deglutir un árbol con raíces, y todo como si fuera un manojo de apio. Pero las y los Irulanas de la Argentina, (Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, militantes políticos, artistas, escritores, gente con memoria) inmediatamente echan a volar las palabras mágicas que suturan las rajaduras, reponen los pedazos faltantes y seguimos adelante.


¿Cómo peligra la democracia? En el país de los cuarenta años hay una Reina de corazones que proclama -por  radio,  televisión, en tic-toc -y otras ranuras comunicacionales- que cortará cabezas; un rey siempre despeinado determina que, si es gobierno, los pueblos pequeños y pobres desaparecerán y que, junto con ellos, se irán los ciegos, los rengos, los que no pueden hablar, los que piensan distinto. En las fracturas de la democracia, en esos lugares por donde se cuelan la injusticia y la insolidaridad, aparecen ogrontes que gritan muy fuerte, brujas que nos quieren cocinar crudos y balas destinadas a los niños que ensayan su murga para el carnaval. Porque esto ya pasó en esas rajaduras que se le hacen a la democracia, en 2016, en el Bajo Flores. Un  hecho horrible que quedó narrado en un libro: Hasta la vida, de varios autores, ECuNHI Ediciones, 2016.

 


En el Bajo Flores, en Buenos Aires, un febrero de 2016, la murga “Los auténticos reyes del Ritmo” recibe una lluvia de balas de goma y de plomo mientras ensaya sus pasos para el próximo carnaval. La mayoría son niños y jóvenes. ¿Se podrá escribir un cuento con esta historia en la que el verdadero lobo es la gendarmería?

 La literatura suele escribirse sobre lo urgente y necesario y nos señala dónde se rompe la tela tan sutil de la democracia. Ese día de verano de 2016 es un ejemplo. Los chicos de la murga “Los Auténticos Reyes del Ritmo” sufrieron una agresión en manos de la gendarmería. Eran 140 chicos y chicas del barrio, que se juntaban en la calle Bonorino, dos o tres veces por semana, a preparar sus pasos y sonidos. Pero llegaron móviles de Gendarmería para hacer un supuesto operativo. El director de la murga pidió por los niños, pero los patrulleros aceleraron y después dispararon. Dejaron el saldo de dieciséis heridos y dos niños internados. La indignación frente a ese hecho tomó forma de libro. Un grupo de escritores, ilustradores y trabajadores de la LIJ decidió unirse para contar que balear la alegría de una murga, lastimar y aterrorizar a niños inermes es un límite que, una vez traspasado, ya no tiene retorno.

  El libro se denominó Hasta la vida y fue publicado en 2016 por el Espacio Cultural Nuestros hijos, de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Lo integran poemas, canciones, relatos, ilustraciones que tematizan la indignación.

 


“Un colectivo de autores -escribe María Teresa Andruetto en su aporte Meten bala- reacciona al atropello que sufrieron los chicos de la murga “Los Auténticos Reyes del Ritmo”, en la villa del Bajo Flores, que representará, para quienes trabajamos en cultura de la infancia, un punto de inflexión”.

 En un poema de Alejandra Erbiti, “¿Me miraste bien?”, habla uno de los niños invisibles de la Argentina: “Cuando sea grande, muy grande, / recordaré esta historia. / Y aunque creas que no sé, / que no soy un político, / quisiera decirte algo más: si agujereás un país/ nos caemos los chicos.”

 Recordar este episodio en la conmemoración de los cuarenta años de la democracia nos convoca a seguir aferrándonos a las bibliotecas para que los ogros, los lobos, las brujas que la hieren sigan siendo vencidos por nuestras palabras, nuestra imaginación, nuestra historia y nuestra memoria. Como en el cuento de Graciela Montes, siempre hay un montón de gente que vuelve cuando todo parece perdido. “Si miran bien –nos dice en el final de Irulana y el ogronte- allá lejos, en el fondo de la hoja, hay un montón de gente que vuelve. Si acercan la oreja al papel; tal vez oigan la música. Porque traen guitarras, violines y panderetas. Vienen a fundar un pueblo. “



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