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domingo, 30 de julio de 2023

Liliana Bodoc: ecos musicales del milagro

 




por Adrián Ferrero


     Los libros para niños y jóvenes de la autora Liliana Bodoc (Argentina, 1958-2018) tienen la particularidad de empapar de frescura, lirismo y belleza a los lectores. Tanto a los adultos como niños.  Si bien hay una primera impresión de que el niño y la niña son los destinatarios directos y por excelencia de su literatura, los adultos también están en condiciones de percibir en todo su alcance el poder de su palabra. Bodoc lo logra (aparentemente), no solo por su talento deslumbrante, sino que acude a una prosa que adopta matices de humanismo, brillo y destellos por lo ajustado de su léxico y su sintaxis, que se deslizan suavemente hacia la prosa poética, sumiendo a lectores y lectoras en la más completa satisfacción. Se produce una suerte de encantamiento producto de su embrujo vivificante. El componente vertiginoso de la fábula se mantiene intacto el atributo de la fascinación. Esta circunstancia feliz sucede también en otros de sus libros, en particular los que a son una revelación de su poder por poner en juego la antigua batalla del bien contra el mal. De América Latina Bodoc dará la batalla del bien, encarnado en personajes prodigiosos, como dragones, guerreros, alquimistas, magos, hechicería en la dosis justa que ella está siempre atenta a graduar con inteligencia, poniendo el acento en el afán de justicia entre humanos y seres fabulosos. Pero también de personajes con un rol  protagónico. Luego, edificará con pinceladas de otras culturas propias de la épica fantástica que acude a lo medieval y también al universo de las sagas antiguas, de las epopeyas griegas hasta las antiguas sagas de los países nórdicos.  

     Todo esto siendo sus propuestas novedosas y renovadoras, que con innovación cautivan con pinceladas fabulosas una lectura ávida de alimento inteligente. ¿Qué detecto en las proezas de Bodoc?  Una prosa reflexiva, con un ritmo mesurado, armónico, con una cadencia singular, cajas de música de exquisita imaginación creativa. 

     Pese a que hay  batallas, Bodoc  evita escenas sanguinarias. Las neutraliza para que pese a los choques violentos entre las fuerzas, no aspira a impresionar con el impacto de la sangre. Es cierto que sí insinuara con mesura en su épica fantástica más canónica y respetuosa del género épico.  La eterna batalla del Bien contra el Mal que como sombras chinescas se recortan sobre la superficie de sus libros, da por resultado una literatura para niños que se sostiene en una ética con sus enfiladas palabras. Esto sin desmedro de referir sucesos y acontecimientos (fantásticos o no), con humor, amor, miedo, ira, risa, ternura, sonrisa, miedos, todos en su primera intervención un shock emocionante. Sus finales jamás son previsibles. Una combinación alquímica que traza las fronteras entre diversas formas o modelos literarios que no acuden al adorno sino son una zona de cruce transparente, con una gramática interesante en su formulación. Bodoc no acude a figuras retóricas de amplia proliferación emocionante, sino que persigue, en cierta medida un “grado cero” (diría Roland Barthes), sin barroquismos. Se trata de una ficción narrativa que jamás aburre. Por el contrario, da por resultado mayor interés y concentración aún. Cuentos y novelas imaginativos, originalísimos, lúcidos, con argumentos claros, pero sin una sola gota de oportunismo, realismo del cual se despega como una marca personal de su poética. Pero evita incurrir en el gesto ingenuo con afán de aleccionar. Bodoc escribe prácticamente como despegando del suelo hacia zonas aéreas o celestes por cómo se despide y despega del referente. El vuelo literario es el de su pluma precisamente de modo arborescente (también por sus intrincados argumentos), con inclusión de otros incluso realistas.  Todo sucede en medio de una experiencia en la que parece haber escuchado al mar o al resto de los elementos para componer sus ficciones de manera musical (de hecho escribió una tetralogía de novelas sobre los cuatro elementos). 

     Lo cierto es que el carácter alquímico de su pluma salva a su poética de vulgarismos, pero también de un recato que tampoco llega a lo sangriento, como dije.

Llama poderosamente la atención de qué modo los libros de Bodoc pueden ser leídos y comprendidos en todo su alcance, por todas las edades. Su literatura, tal vez con un adulto junto a ellos, permite que incluso niños de edad muy temprana pasen por encima de las edades siempre tiránicas de las colecciones o de las estanterías de las bibliotecas o librerías. Aquí Bodoc pone en juego un emocionante diálogo en el que los niños y niñas se dejan tentar sin titubeos por la materia extraordinaria de un talento que trabaja para el conjunto de una familia y, por extensión, de una sociedad.

     El citado caso de su tetralogía, que aborda los cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra, titulados con alusiones sagaces en sus respectivos casos, reúnen una serie de cuentos por lo general no extensos, pero en los que también ella sacude el remezón de aquello que pasa por encima de clichés o bien de estereotipos.  Cuando todos esperaban de ella una saga de épica fantástica, ella los sacudirá con un nuevo tipo de fábula en el sentido de tramas y textos  que con belleza y brillo deslumbrantes nos pintan a una Bodoc inesperada.




Bodoc no espera del corazón de las intrigas el golpe bajo que como un fantasma agita a los lectores y lectoras con una impresión que desconcierta.

     Y cierro con esto. Si  sus lectores y lectoras pretenden (en particular nosotros, los críticos literarios, lectores profesionales en la habitual reescritura del palimpsesto de su arte) encontrar a una autora que no tiene nombre sí en cambio sostiene en su mirada estética una narrativa de la búsqueda del héroe por encontrar el camino peregrino del varón y la mujer. Inútil sustraerse a la sustancia de su poética. Más bien sus libros se hacen a la medida de un conjunto de lectores y lectoras ávidos de encontrar en la ficción algunas claves también para que su vida tenga, mucho de aventura y mucho de su creación. Un arte que, en dos palabras, transita, cómplice, un sendero que también sin petulancia o pedagógico va al encuentro de las zonas más recónditas del espíritu de la pasión sensible de sus lectores sin prejuicios.     

1 comentario:

  1. Entrañable escritora. Su sensibilidad atraviesa corazones y pone en evidencia emociones invalorables . Mucho se la echa de menos. Gracias por recordarla.

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