por Reina Roffé
LOS RECUERDOS DEL PORVENIR. Dos mexicanos, Juan Rulfo y Elena Garro, en las décadas del 50 y del 60, volvieron a ficcionalizar la Revolución Méxicana y la guerra de los Cristeros, tratadas a principios del siglo XX desde la perspectiva realista, apelando a componentes fantásticos y a la desmitificación de los hechos para ofrecernos una nueva versión de este período histórico. Rulfo creó Comala, en “Pedro Páramo” (1955), ese lugar sobre las brasas habitado por seres de ultratumba. Garro, Ixtepec, en “Recuerdos del porvenir” (1963), pueblo imaginario que es memoria y se mira a sí mismo para examinar su cambiante destino.
“Recuerdo todavía los caballos cruzando alucinados mis calles y mis plazas, y los gritos aterrados de las mujeres llevadas en vilo por los jinetes”, leemos en las primeras páginas de esta novela con la que Elena Garro trazó un mapa rico en acontecimientos, por el que circula la historia, pero encalla el alma humana y se exhiben sus tensiones como en el Purgatorio dantesco. Ixtepec, curiosamente, habla y resulta imposible substraerse a la magia de la primera persona, a la sobriedad poética de sus descripciones, al paisaje que nos presenta y a los personajes que extrae de un tiempo remoto otorgándoles voz y vida.
Todo confluye en un mismo espacio: los soldados que generan desorden y producen violencia y dolor, la intimidad devastadora de las familias, los locos y las solitarias que sufren mal de amores, un cura, un sacristán, el coro perturbador de las devotas, y una joven enamorada del general Francisco Rosas, Isabel, que se convierte en piedra. Todo rezuma misterio, suscita inquietud, engarza en el intersticio de lo fantasmal, de lo onírico y mitológico, en aquello que, poco después, recrearía el fundador de Macondo, García Márquez. En efecto, tanto
R.R.
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