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domingo, 4 de abril de 2021

"Desandar la memoria ancestral: Gustavo Roldán y el legado de los pueblos originarios"








por Adrián Ferrero

Ya me he referido a la poética de Gustavo Roldán en tres oportunidades (Sáenz Peña, Chaco, 1935-Bs. As., 2012), así como a sus numerosos y merecidos premios. He puesto especial hincapié en su nacimiento y crianza en un pueblo de la provincia de El Chaco, Sáenz Peña, junto al río Bermejo, de aguas opacas. Y también de cómo se trepaba a los árboles descalzo durante las siestas y había aprendido tempranamente a andar a caballo. Había aprendido a escuchar narraciones orales que luego les refirió a su vez a sus hijos (veremos por qué este punto resulta ser tan fundamental). Porque fueron ellos quienes cierto día le propusieron (según su testimonio en una entrevista que vi), que en un ejercicio de rememoración regresara a esas historias algo olvidadas (pero preciosas) para escribirlas, en lugar de hacerlo para adultos, que consistía en otra cosa, a lo que él se había dedicado hasta ese momento. Evidentemente Gustavo Roldán tenía vocación para este otro público. Para este otro oficio. Porque la cosa anduvo. Y anduvo muy bien.

En los tres artículos que le consagré puse especial énfasis en el modo como este “regreso al Edén”, como lo llamé yo, ese Edén que se tuvo o en el que se vivió en la infancia, que significa su literatura con una galería de personajes del monte del Alto Chaco lo hace concebir tramas entre costumbristas, picarescas, humorísticas, en fin, un teatro por delante del cual como sombras chinescas personajes de la fauna de monte chaqueño en ocasiones mentirosos o tramposos desfilan para explicar el funcionamiento del mundo de un modo absurdo o refieren anécdotas disparatadas como si efectivamente las hubieran vivido, o hubieran mantenido enfrentamientos con otros animales de un modo imposible. También, es cierto, en otras ocasiones se formulan preguntas importantes que parecieran no tener respuesta. Y las buscan obstinadamente.



En particular el sapo suele ser el habitante más mentiroso del monte. Y Roldán suele crear un mundo que intratextualmente configura un universo totalizador. Porque ciertos cuentos remiten a otros de su misma producción, al igual que a los mismos personajes. Pero hay toda otra zona de la producción de Gustavo Roldán, me atrevería a decir que fundacional en el marco de las poéticas infantiles argentinas, según la cual, por citar un ejemplo, en el libro “Cuentos que cuentan los indios” (1999) narra luego de una intensa y extensa investigación antropológica realizada en profundidad, a partir de la consulta de fuentes directas, sobre la cultura literaria oral de los pueblos originarios del Alto Chaco, los tobas, los matacos y los guaraníes, recuperando su legado ancestral. Este trabajo resulta encomiable por su valiosa preservación de un material literario, de naturaleza simbólica, que caso contrario con el paso de las generaciones se hubiera perdido irremediablemente.

En efecto, de modo combativo Gustavo Roldán se planta frente al silencio de que han sido objeto los pueblos originarios mediante distintas clases de masacres o de despojos (y etapas de esos atropellos) y luego de conversar con aborígenes, de consultar algunos documentos de transcripción muy elemental, de ir tras testimonios, procede a narrar con sus palabras o en las más parecidas que escuchó estas historias frente a las cuales se le presentan numerosos dilemas éticos, pero en las que también existen personajes, por lo general animales que también encarnan valores y principios: la astucia del zorro, la fiereza pero también la tontería del jaguar, por citar tan solo dos ejemplos paradigmáticos. Porque lo que narra ¿puede ser referido en otro idioma de modo inofensivo y neutral? Estos “Cuentos que cuentan los indios”, según sus palabras, ¿es posible que sean reconfigurados en lengua española , según otro alfabeto, otra sintaxis, otra puntuación, tal como fueron concebidos en su lengua nativa? ¿Hay una tal fidelidad al original que impida que al traicionemos sin deliberación? De la oralidad a la escritura, de la voz a la grafía ¿todas las operaciones de transposición son legítimas? ¿hasta qué punto puede él como escritor intervenir ese material desde un punto de vista ético porque compromete a una cultura literaria que debe permanecer fiel a su versión primera? En fin, frente a la posibilidad de que este legado se perdiera definitivamente, acallado, hurtado a los habitantes de nuestro país que solo conocen una tradición letrada evidentemente occidental o acaso chispazos de la oriental, podríamos decir que la hegemonía está en manos de la del hombre blanco. Gustavo Roldán ha considerado fundamental este trabajo también de difusión, de divulgación, de naturaleza vinculada de modo incuestionable al discurso informativo, además de haberlo hecho con el máximo de los respetos, con el máximo de los cuidados y con la máxima idoneidad y prolijidad. Por otra parte, que esté dirigido al público infantil, ha supuesto una adaptación seguramente al menos parcial, que lo ha de haber ubicado nuevamente frente a un comprometido ejercicio moral. Se trata de un libro que recomiendo calurosamente, y que ni ningún niño o niña, ni ningún adulto, deberían perderse o acaso permanecer ajenos a él.

Gustavo Roldán decía que un escritor tiene que saber también hacer algo con las manos. Él eligió la carpintería. Cuando se mudó de Córdoba a Buenos Aires con su esposa, Laura Devetach, también escritora para niños, en lugar de exiliarse, para que la dictadura no los identificara con facilidad, siendo disidentes al régimen, se hizo carpintero profesional para ganarse la vida. Fue así como también realizó varios muebles de su casa y de su vida: las bibliotecas, las camas y las cunas para sus hijos. Esos muebles entrañables ya no digamos para un escritor, sino para un padre que sentado junto a ellas contará aquellas historias que, muchos años más tarde, cuando ellos sean adultos, lo estimularán para que regresen a él mismo de forma especular: otra forma de retorno al Edén. Este corpus infantil ya no oral, ya no es anónimo, no estará dirigido a sus amorosos parientes, sino compartiendo ese patrimonio con sus lectoras y lectores de cuya edad estos cuentos invitan a ser leídos, o escuchados por narradores o narradoras orales. Cordialmente, Adrián Ferrero



1 comentario:

  1. Excelente!! Tuve la oportunidad de conocer personalmente a Gustavo en un encuentro en Tacuarembó.

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