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lunes, 13 de octubre de 2025

Derecho a la fantasía: La literatura que inspiró la creación de la República de los niños

 

Por María Cristina Alonso

Los relatos fantásticos infantiles más clásicos cuentan el paso del mundo real a otro lugar donde las cosas funcionan diferentes y tienen sus propias leyes. A ese otro mundo se pasa a través de un umbral: un libro  en La historia sin fin, el ropero con tapados viejos de Las crónicas de Narnia, el polvo de hadas en Peter Pan que permite a los chicos trasladarse desde Londres hasta el país del Nunca Jamás, la madriguera que lleva a Alicia al increíble mundo subterráneo. Como en ellos, pasar por el monumental arco del acceso principal de la República de los niños, en Gonnet, La Plata, es introducirse, a través de su arquitectura, en las páginas del más fascinante libro de cuentos de hadas.


Cuentan que esta ciudad en miniatura fue inspiración del gobernador Domingo Mercante que quiso hacerle un regalo a Evita. Dicen que le dijo al arquitecto Jorge Lima, del estudio Lima, Cuenca y Gallo, que quería hacer algo para los niños que fuera original. Pero que había que hacerlo rápido.

Corría el año 1949. Hacía un año que funcionaba la Fundación Eva Perón, una institución que no solo distribuía libros, ropa, comida, máquinas de coser, juguetes para las familias carenciadas, sino que se encargaba de construir hospitales, campos deportivos, escuelas, hogares para ancianos y para madres solteras entre otras actividades asistenciales en las que la misma Eva ponía el cuerpo en larguísimas jornadas de atención solidaria.

Todo en aquel tiempo parecía urgir. Nadie lo sabía, pero Eva iba a enfermar y morir tres años más tarde, y el golpe militar de 1955 destruiría de un plumazo todo lo que recordara la era de bienestar de la  que habían disfrutado los niños más humildes. No debía quedar ni el recuerdo, por lo tanto se destruyó la vajilla con que desayunaban los niños en los hogares de la fundación, se quemarían frazadas y libros, se tiraría la sangre de los hospitales por ser sangre peronista, se confiscarían los muebles de las distintas sedes de la fundación, se destruirían los pulmotores y se expulsarían a los niños de los albergues. Nada que tuviera el logo FEP (Fundación Eva Perón) sobrevivió al saqueo y al odio antiperonista.



Tal vez porque intuía los tiempos venideros, Mercante apuró al arquitecto Lima,  que aquella noche imaginó la calle principal de un mundo de fantasía, pintó los bocetos con acuarelas y echó mano al imaginario del mundo que la literatura infantil proponía. Una arquitectura de la fantasía inspirada en los cuentos de los hermanos Grimm y los relatos de Hans Christian Andersen, en leyendas históricas como las del poeta Tennyson. Basta recorren las calles de la República para descubrir esas referencias literarias. Construcciones inspiradas en la Europa Medieval, castillos que pueden albergar, de manera natural, dragones, princesas cautivas, elfos y hadas. La geografía donde transcurren cuentos como La Cenicienta, Los vestidos nuevos del emperador de Christian Andersen, Las leyendas del Rey Arturo de Tennyson y la arquitectura de Las Mil y una noches sostienen el imaginario que, aquella noche, Jorge Lima echó mano para hacer los bocetos.

Los libros de lectura que se usaban en las escuelas de la primera mitad del siglo XX contenían historias que representaban niños trabajadores, porque el trabajo infantil era considerado una necesidad inevitable. Se exaltaba el amor al trabajo y se condenaba el ocio a través de lecturas sobre vendedores ambulantes, lustradores de botas, talleristas, dependientes de comercio. La escuela enseñaba hábitos saludables sin el auxilio de la imaginación, reproduciendo miméticamente la realidad que vivían muchos niños hijos de inmigrantes hacinados en los conventillos de la ciudad. Textos moralizantes, que advertían como debían ser las conductas del niño sin recurrir a seres fantásticos o a animales y plantas humanizadas.

Los cuentos de hadas en los libros de lectura que se leían en las escuelas empiezan a aparecer en la década del 30, y también ilustraciones en las que se ve niños jugando con muñecas, triciclos y balancines. Una incipiente industria del juguete que va creciendo en el país con los saberes que aportaban artesanos inmigrantes. Lejos quedaban, por supuesto, del acceso a las clases populares.

La Convención de los Derechos del Niño de la ONU se firmó el 20 de noviembre de 1959  donde se reconoció el "derecho del niño al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas”. El peronismo se anticipó 15 años a ese tratado. Por primera vez se habla del derecho del niño a jugar, al juego como medio natural para su desarrollo social y emocional. La Fundación Eva Perón consideraba que había que rodear de cuidados a los niños, promoverles deporte, salud, educación,  vacaciones en el mar o en las colonias.

En el mismo año en que se inicia la construcción de la República infantil, la Fundación Eva Perón inauguró la Ciudad Infantil Amanda Allen en el marco de la creación de decenas de Hogares-Escuela en todo el país. Esta ciudad tal vez sirvió de antecedente para la que bocetó el arquitecto Lima, ya que recreaba la vida de una ciudad en miniatura. En ella se daban clases de música, de danza, los chicos hacían huerta, asistían a sesiones de cine y teatro, practicaban natación. En la ciudad infantil había cuatro casas, un almacén, un banco, iglesia, estación de servicio y lago artificial cruzado por un puente.



En el libro La  Razón de mi vida, Evita explica que dejó la arquitectura para los profesionales que trabajaban en la Fundación, pero que ella misma se encargó de sus interiores. Todo debía ser amable para los niños. “En mis hogares ningún descamisado debe sentirse pobre. Por eso no hay uniformes denigrantes. Todo debe ser familiar, hogareño, amable: los patios, los comedores, los dormitorios. He suprimido las mesas corridas y largas, las paredes frías y desnudas, la vajilla de mendigos, todas estas cosas tienen el mismo color y la misma forma que una casa de familia que vive cómodamente. Las mesas del comedor tienen manteles alegres y cordiales y no pueden faltar las flores; que nunca faltan en cualquier hogar donde hay una madre. Las paredes deben ser también así, familiares y alegres: pinturas agradables y evocadoras, cuadros luminosos”.

Mi hermano y yo- cuenta Adriana (77)- compartíamos la misma habitación. Éramos chicos, íbamos a la escuela, primaria. El, dos años menos que yo. Mamá subía todas las noches a arroparnos, una camita junto a la otra. Seguramente era invierno, hacía frío. Cuando le toca a mi hermano, mamá sentada al borde de la cama, antes de darle el beso de despedida le dice: “Viste Julito, vos acá calentito, bien arropado, y quién sabe cuántos chicos habrá que estén pasando frío. Y mi hermano le responde con su vocecita: “No mami, ahora con el segundo plan quinquenal no habrá más chicos que pasen frío”. Mamá se quedó callada un ratito, le dio un beso, y se fue.”

Libros escolares y materiales de lectura como la revista Mundo Infantil y la Biblioteca Infantil General Perón estuvieron al alcance de los niños. Allí se explicaba cómo era esa nueva Argentina donde se respetaban los derechos

Con el peronismo en el gobierno, el niño y la niña dejaron de ser sujetos pasivos y meramente receptores de las políticas que impulsaba el Estado para pasar a ocupar un lugar y un rol activo en la construcción colectiva del proyecto político de país. Los niños y niñas tenían derechos, y uno de los principales, el derecho a la fantasía, al mundo de la creación artística.



Con el doble propósito, de ser un lugar recreativo para la infancia, habitado por el imaginario de los cuentos de hadas y lugar de aprendizaje para ejercer derechos y obligaciones del ciudadano, la República tuvo casa de gobierno, Palacio Legislativo y Judicial, un Palacio de Cultura, banco, correo, ferrocarril. Diversos estilos arquitectónicos se dan cita en los 35 edificios que se erigieron en el lugar. Algunos son copias de palacios famosos como Palacio Ducal de Venecia y el Taj Mahal hindú, el Parlamento inglés, muchos tienen elevadas torres medievales que remiten a cuentos de dragones y princesas cautivas

El Instituto Inversor de la Provincia de Buenos Aires dirigió el proyecto de la República de los niños y los fondos fueron aportados por el Instituto de Previsión Social Bonaerense. La construcción se realizó en lo que fuera un campo de Golf del Swift Golf Club.


Fueron dos años de fervorosa construcción. Lima había pensado edificios pintorescos, pintados de colores vivos y pequeños, a la medida de chicos y chicas que serían sus visitantes. Así lo plasmaba una maqueta que el arquitecto instaló en su casa donde trabajaba, una réplica que había montado en su estudio y, según cuentan,  con la que solía jugar su hijo.


Para realizar el Estado en miniatura con la velocidad que las circunstancias requerían necesitaron 1600 obreros, en su mayoría trabajadores italianos, españoles, polacos, yugoslavos, artesanos especializados. Fue inaugurada el 26 de noviembre de 1951. Evita ya estaba enferma y no pudo asistir a la apertura del mayor parque temático destinado a los niños hasta ese momento. Lo hizo Juan Domingo Perón que recibía en su nombre el regalo del gobernador Mercante.




Evita no pudo disfrutar del regalo de Mercante, pero sí los chicos y chicas desde aquel 1951 hasta la actualidad, a pesar de todas las vicisitudes que sufrió la República en los sucesivos gobiernos. Hoy luce tan hermosa como en sus primeros tiempos.

La Justicia Social y la Justicia Redistributiva del peronismo de aquellos años en que se construyó la ciudad en miniatura garantizaron el trabajo, la educación, la salud y la asistencia social. La nueva Argentina hacía foco en la conciencia social, algo desconocido en esos términos. Hasta entonces, había prevalecido una Argentina de privilegios. 


Con proyectos como el que contamos, los niños dejaron de ser invisibles e ignorados para pasar  a ser protagonistas de las políticas públicas.

“No es filantropía -había escrito Eva en La razón de mi vida-ni es caridad, ni es limosna, ni es solidaridad social, ni es beneficencia. (…) Para mí es estrictamente justicia”.




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