Por Elisa BOLAND (*)
Este mes de febrero del 2024, se cumplen 20 años desde que Graciela Cabal iniciara su vuelo hacia la luz. Es por ello, que la Biblioteca Popular Madre Teresa de Virrey del Pino La Matanza ha decidido dedicar a la Cabal este año como su año: "AÑO GRACIELA CABAL"..., a través del Programa Cabalmente.
En este espacio iremos realizando diversidad de actividades donde el foco, el centro será Graciela Cabal y su obra.
Hoy compartimos esta conferencia e investigación sobre la "Cabalita", sus escritos y pensamientos en la pluma de una gran Maestra de la LIJ, Premio Nacional y Latinoamericano de LIJ La Hormiguita Viajera (2023): Profesora y Escritora ELISA BOLAND. El Hormiguero Lector agradecido por este honor.
GRACIELA CABAL, SU OBRA es el título que nos convoca.
Si me permiten voy a usar el término “obra” en un sentido coloquial y amplio, ya que se aplica mejor a las características de Graciela Cabal.
Para poder decir algo sobre ella voy a valerme de anécdotas personales y luego también voy a referirme a los rasgos autobiográficos de una parte de su producción literaria.
Graciela era una y era varias. Había muchas Gracielas y cada una de ellas iba tejiendo con las otras la obra con la vida.
Había una Cabal arriesgada y una tímida, otra pudorosa que se refugiaba en el humor para poder decir y ser lo que quería. A veces desopilante o desmesurada. Querible siempre. Comprometida con todas las causas justas. Daba charlas incansablemente, a veces más allá de sus fuerzas. Capaz de leer capítulos enteros por teléfono del libro que estaba escribiendo.
Tenía la generosidad de abrir su casa, compartir su familia y su mesa en alguna celebración de Pascuas o Navidad.
A veces quería oficiar de Celestina, pero omitía la realidad y pretendía unir seres incompatibles absolutamente, con el afán de que no estuvieran solos en la vida.
A su manera, era coqueta, con su pelo rubio lleno rulos, impecable y sus vestidos claros, de hilo, que lucía tan bien como los sombreros.
Lo que pueda decir de ella, no es una novedad, Graciela hacía de muchas cosas privadas algo para compartir en la ficción o en su personaje público.
Se movía con gracia e histrionismo en todos los oficios que emprendía y donde la convocaran, aun con cierta timidez. Fue sobre todo una escritora, y más adelante, narradora oral, en todos los espacios llegó a ser respetada y querida.
Fue una gran escritora pero también fue una maestra en épocas donde se necesitaba gente como Graciela que deja huella. Tenía un fuerte compromiso con el trabajo, muy estudiosa. Contagiaba entusiasmo en sus charlas, ojalá también haya contagiado esa dedicación al estudio, a la investigación, a profundizar los temas que tanto la apasionaban.
Jugaba a ser kitsch pero tenía un gran sentido estético.
En su literatura se colaba la oralidad o la oralidad se hacía escritura. Leerla es escuchar su voz.
Entre las anécdotas, elegí contar algunas porque muestran varias facetas que ella dejaba ver de sí. Elementos de la vida que luego transformaba en parte de las ficciones. Por ejemplo cuando viajamos a la localidad de Castelli, al castillo La Raquel, de los Guerrero. Paseando por el parque descubrimos un ejemplar de ciprés funerario (después lo supimos) que motivó toda una investigación botánica y luego apareció en Las cenizas de papá.
Diría que su literatura era un acto autobiográfico.
Otro hecho que la tuvo por protagonista ocurrió una tarde de verano, cuando con un grupo de gente alquilábamos una casa en Arturo Seguí, cerca de La Plata. Allí organizamos una reunión con amigos de distintos ámbitos y la invitamos para que diera una charla sobre los pájaros de la zona. Por supuesto, terminó con una conferencia deliciosa sobre W.H.Hudson, muy documentada, casi un tratado de ornitología (Vidas de cuento).
Viajar con ella siempre fue divertido. Recuerdo cuando en el congreso del Ibby en Sevilla, recorriendo la ciudad, ella de pronto nos dijo: “vamos por esta calle que conozco que tiene unos lugares lindísimos”. Ella jamás había pasado antes por allí. La idea era perdernos para descubrir nuevos lugares.
De otra excursión, conservo una fotografía que nos tomamos en Ávila donde sugirió posar detrás de las rejas del convento donde había vivido Santa Teresa y poner “cara de monjas clausura”. Mirando la foto ahora se aprecia con qué seriedad compuso aquel papel.
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Con respecto a su escritura, me interesa observar aspectos que tienen que ver con el género autobiográfico.
Sabemos que la biografía, propia o de otros, es siempre representación. Esto es, un volver a contar, un relato que nos contamos a nosotros mismos a través de rememoración, relato que oímos contar o que leemos, si son vidas ajenas.
Lo interesante no son tanto los sucesos en sí, como la manera de articularlos.
Sabemos que se trata de una sabia mezcla de memoria y ficción. En el caso particular de la escritura autobiográfica, se plantean ciertos dilemas a la escritura que en el caso de Graciela supo resolver muy bien. Salía airosa de esos desafíos, casi como si no le costara esfuerzo esa compleja trama que componía. Aunque sabíamos del enorme trabajo previo para entregar un texto que, al final, fluía con naturalidad y, además, lograba páginas muy entretenidas y conmovedoras.
Allí, creo, es donde ella alcanzó su plenitud como escritora.
Entre sus libros, pienso en Secretos de familia y creo que puede ser leído por adultos como el relato de su vida y también admite que algún capítulo sea leído por los chicos como ficción, y logre divertirlos.
Aparentemente, en su escritura no se advierte el conflicto o la vacilación entre la persona pública y el yo privado.
En su obra hay una necesidad, empecinada diría, por indagar acerca de la naturaleza del yo. Trabajo complejo si los hay, ya que nuestros yoes no nos resultan tan transparentes, por algo esa necesidad de hablar de ellos a nosotros mismos. Nosotros construimos y reconstruimos continuamente un yo.
Intentamos representarnos a nosotros mismos mediante el relato, de un modo tan natural que nuestra identidad parece ser el producto de nuestros relatos.
Creo que ese fue uno de los grandes intentos de Graciela. Con la escritura se buscó a sí misma y logró, en parte, exorcizar el miedo, “la emoción más antigua”, tal el título de su libro. Allí decía: “La escritura me salva. Al poner la confusión interior en palabras, al nombrar lo innombrable, ahuyento los fantasmas.
Buscando las palabras –las verdaderas, las únicas posibles porque llegan de muy atrás, de muy adentro: las de la infancia- me busco. Armando las palabras me compongo, me recompongo. Me hago. Recojo mis pedazos y me invento.”
Hay algo de Graciela que se nos escapa aunque ella haya sido siempre tan cercana a todos y a cada uno, algo que tal vez ella misma desconocía y pretendió atrapar en esas páginas.
Su propia imagen, la imagen que ella tenía de sí gobernó ese proyecto enorme de sus libros. Libros donde volcó su figura individual pero supo reflejar dimensiones colectivas, mostrar una época y un lugar contemporáneos a su vida.
También supo plasmar el interés por la vida de otros, como las biografías de Vidas de cuento donde retrata escritores (uno de ellos es W.H.Hudson) de distintas épocas y países y siempre de manera respetuosa, queriéndolos, como si los hubiera conocido.
Lo interesante de las historias de vida propia o ajena es que no son solamente relatos de actos y obras realizadas. Son también la personalidad de quien los lleva a cabo, la emoción y el pensamiento, los pequeños detalles de la vida interior y exterior. Graciela combinó eficazmente la imaginación del biógrafo con el arte del novelista, para crear esos seres encarnados, lo más parecido a un ser humano. Como decía Virginia Woolf esa “extraña amalgama de sueño y realidad”. Y, como sucede con las autobiografías o las biografías, ninguna es completa, sólo se la puede terminar.
Me gustaría mucho que Graciela Cabal estuviera aquí, sin embargo, me parece que en las cosas buenas que pasan ella sigue teniendo algo que ver y nos guía con afecto y picardía. Me quedo con el gesto aquel que hizo en Sevilla, cuando me guiñó el ojo y dijo “vengan, es por acá”.
Elisa Boland
Bibliografía de consulta:
Bruner, Jerome. Realidad mental y mundos posibles. Los actos de la imaginación que dan sentido a la experiencia. Barcelona: Gedisa, 1998.
Molloy, Sylvia. Acto de presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica. México: El Colegio de México/Fondo de Cultura Económica, 2001.
Woolf, Virginia. Horas en una biblioteca. Barcelona: El Aleph, 2005.
Revista La Mancha.
Libros de Graciela Cabal citados:
Secretos de familia. Buenos Aires: Sudamericana, 1995. (Norma, 2011)
La emoción más antigua. Lecturas, escrituras, el encuentro con los libros. Buenos Aires: Sudamericana, 2001.
Vidas de cuento. Buenos Aires: Santillana, 2001.
Las cenizas de papá. Alfaguara. Madrid: Alfaguara, 2005. (Norma, 2009).
(*) Jornadas Internacionales de literatura infantil y Foro teórico de narración oral. “Te doy mi palabra” del 21 al 24 de julio 2011. Biblioteca Nacional Argentina, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Dirección General Claudio Ledesma
Viernes 22 de julio- Sala Jorge Luis Borges. Mesa 4- “Graciela Cabal, su obra.”
Participan María Azucena Villoldo, Claudio Ledesma, Nora Lía Sormani y Elisa Boland. Presenta Raúl Cuevas.
La conferencia de los pájaros. Éramos unos 50 en el living de esa hermosa casa. Lastima que no existían los celulares con cámara. Fue en los 90. Sus saberes eran desopulantes.
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