por Adrián Ferrero
Entonces la bruja Raimunda les dijo al Rey Orlando y a la Reina Josefina en una de sus
visitas a palacio: “Tendrán tres hijas. La mayor se llamará Margo y será un búho sabio y soñador, pero con una vida como una caballera enrulada. Será melancólica pero tendrá estudios. Será una mujer letrada. Eso la volverá más retraída y vulnerable. Pero también poderosa. La segunda se llamará Bendita, y lo suyo será gozar de la vida marital y de laagricultura y los sabores. La más pequeña, Brígida, será impertinente, segura y golosa. Pero herederá la templanza de su padre.
Los reyes Orlando y Josefina quedaron perplejos. Jamás imaginaron que una bruja les podría anticipar cómo sería su familia de modo tan preciso. Jamás imaginaron que tendrían justamente tres hijas. Jamás imaginaron que su familia estaría integrada por mayoría casiabsoluta) de mujeres. Y que todas serían tan distintas. Hasta opuestas en su temperamento y sus inquietudes. Pero que fueran tres hijas era mejor que una sola porque de ese modo se podrían entretener jugando entre ellas. A la escondida. A la mencha venenosa. A la rayuela.
Y de adultas serían una buena compañía las unas para las otras. Era importante crecer juntas con amor. Y de adultas podrían sentarse a conversar alrededor de un hogar a leña sobre sus vidas. Acerca del reino. Acerca de las fiestas que darían en sus palacios.
La Reina Josefina efectivamente concibió una primera hija. Tal como lo había pronosticado la bruja, le pusieron de nombre Margo. La bruja al advertirles de su futuro, también se los había dictado. ¿Era una orden o era una profecía? ¿La bruja querría poder? ¿más del que tenía? ¿Había tenido acceso la bruja Raimunda a La Verdad? No obstante, obedientes o crédulos, comenzaron a suceder algunas cosas ciertas de lo que les había adelantado la bruja.
Dos años más tarde, la reina volvió a quedar embarazada, y tal como se los había adelantado la bruja Raimunda, le pusieron de nombre Bendita. Llegaba a este reino como una bendición. Por el momento, la premonición seguía cumpliéndose al pie de la letra.
Y año y medio después nació Brígida. Era una bebé a la que no le costaba repartir sonrisas por todo el palacio. Hacía sonreír y conquistaba a todos con sus simpatía. A su vez hacía reír a la mucama, a la planchadora, a las costureras, a los pastores, a las bordadoras, a
las tías, al guardia del puente levadizo, al perrito de la Reina Josefina, que se llamaba Ron.
Así sería para siempre Brígida. Puro bienestar en compañía de otros. Hacía sentir a gusto a
cualquiera que llegara a palacio.
Las vidas de Margo, Bendita y Brígida, transcurrieron entre juegos, paseos y en visitas
reales a lo de sus primas. Eran tres hermanas y tenían un carácter, una educación similar a
las de las tres princesas que había pintado la bruja Raimunda en su brujería. Pero ¿las
habrían educado sus padres de ese modo para que se ajustaran sus vidas a las de una
hechicería? ¿no sería al revés, que la profecía se cumplió porque los reyes fueron
obedientes? Las tres princesas corrieron aventuras, se treparon a los árboles, hicieron
grandes partidos para jugar al crichet, organizaban fiestas para animar al reino, que era
bastante monótono en sus entretenimientos. El juego del cricket se los había enseñado su
padre. Practicaron toda su vida de niñas con este entretenimiento. Y lo compartían todo.
Desde la leche con canela que se tomaba por las tardes en palacio, las habas, el dulce de
naranjas, los dátiles, las ciruelas, las nueces y las anchoas cubiertas con perejil, tomillo y
ajo. A ellas no les gustaba el ajo. Porque les dejaba mal aliento. Por más que se cepillaran
los dientes, el olor a ajo no se iba. Y no se iba. Porque llegaba de una zona más profunda
del cuerpo. No estrictamente de la boca. Igual que las mandarinas, que después que uno las
ha comido como postre o en el desayuno, dejan un terrible olor a pulpa y gajos. Ese es el
sabor que tiene el color naranja, incluso para los pintores: a mandarinas..
Cierta vez, cuando ya eran más grandes, un novio se peleó con Margo por el aliento a
ajo que tenía. ¿Cómo iba a besar a alguien que olía tan mal, un olor que le subía desde las
tripas? No. No era una persona comprensiva. A Bendita, que era toda risas, daba largos
paseos por el lago de palacio con tres porcionees de postre de frutillas con crema, la vida no
la dejó en soledad. Pese a que rompió un novio con ella un día que apestaba a mandarinas
(que sin embargo no es un fruto maloliente, sino que huele casi casi a jugo de naranjas).
Brígida no se peleó con ningún novio. Era mandona y quería que se cumpliera su santa
voluntad. Era una líder y había salido a recorrer el reino con una escolta en su caballo
Sombra. Ella quería vivir libremente, recorrer mundo. Pero por hahora se conformaba con
conocer el reino que a cierta altura de su vida, le tocó gobernanr. A su caballo le había
puesto ese nombre porque por donde ella anduviera, el caballo la seguía. Parecía su sombra.
De ahí que su gran compañero de juegos tuviera semejante nombre tan negro y oscuro
siendo tan blanco.
El tiempo pasó. Margo no se casó, pese a que había tenido tres o cuatro pretendientes
que terminaron por salir ahuyentados frente a su cuarto de estudio, sus bibliotecas y sus
cartapacios, sus globos terráqueos y sus libros de botánica. Bendita sí se casó. Con un
Duque con castillo, cercano al de los reyes. Josefina y Orlando miraron a esa pareja con
aprobación. Bendita y el Duque fueron esposos para toda la vida. Esto se los puedo
adelantar porque soy el narrador de esta historia. Tengo el poder de adelantarme y regresar
en el tiempo de los cuentos porque soy yo quien los escribo. Hurgo en recovecos. Reviso
roperos, me acerco a la cocina mientras prreparan puercos. Espío tras las puertas. Investigo
en las hatiaciones cuando nadie duerme. En fin, un peligro. La pareja no tuvo hijos pero sí
tuvieron una casa grande con muchos animales: cuatro perros, dos canarios, cinco gatos,
una tortuga, un guacamayo y un estanque lleno de peces con colas como tules.
Brígida era temperamental. No era maleducada pero sí le gustaba tener el poder. Habían
arreglado con sus hermanas Margo y Bendita que ellas dos heredarían los campos para que
los cultivaran. Los reyes le encomendaron a Brígida que se ocupara del granero y de las
caballerizas. Porque ella disfrutaba a lo grande de recorrer el lago de palacio. Montar en
pelo a su caballo. Brígida viviría por el resto de su vida en el castillo del foso color azul
caspio. Así fue Brígida. Y le gustaba mucho comer tortas de merengue con dulce de leche.
De modo que una vez que sus padres fueron mayores, octogenarios más precisamente,
decidieron delegar el trono en sus manos. Al fin de cuentas, era la más despabilada, la más
segura, la que sabía dirigir las finanzas del reino con mano de hierro y ojos que se abrían y
cerraban a gran velocidad. Hasta cierta vez debió sofocar con su ejército un levantamiento
que había tenido lugar en el reino.Hombres que aspiraban a tener más tierras y llenar de
monedas de oro sus bolsillos se levantaron en armas. Pensaron que el hecho de que al reino
lo gobernaba una mujer, volvería más simple la victoria. Pero no conocían el brazo de
hierro de Brígida ni la carrera de su caballo Sombra. El peso de su espada y el grueso de su
escudo.
Margo llevó una vida independiente. Se mudó a un castillo igual de grande que el de sus
padres, herencia que el rey le tenía guardado en secreto. Pero sus hermanas no se quejaron
al conocer esa decisión. Los campos eran tan fértiles que grano que sembraran se
multiplicaba de un modo desmesurado. Cualquier semilla que plantaran de inmediato daba
como resultado una espiga de oro para la molienda, flores para vender en el mercado del
pueblo, perejil para las comidas, maíz para sembrar choclos o hacer polenta. ¡Y ajo! Ella
ningún pretendiente le iba a decir lo que debía comer y de qué modo hacerlo. Su menú lo
conversaba con las cocineras cada semana y se daba sus buenos atracones de rabas fritas
debidamente sazonadas.
Margo quería aprender a estudiar y leer. Y en el castillo póximo a en el que había
residido con sus padres, había en él una maestra de artes que también sabía de matemáticas,
de geografía, de historia y de literatura. Le enseñó a leer y escribir. Margo lo hizo
rápidamente, porque era inteligente, imaginativa y preguntona. Toda duda que se le
presentara, la maestra colaboraba para orientarla en sus vacilaciones o dificultades. Era una
maestra generosa.
Fue así que sus hermanas fueron princesas sin ser ilustradas ni eruditas, como ella. En
tanto Margo fue una princesa única en sus estudios y empezó a escribir historias de
caballerías. Sus hermanas en cambio andaban a caballo o remaban en el lago. Con el paso
de los años Margo se volvió sabia. Y mejoró notablemente su carácter retraído. Tuvo
muchos amigos. Le gustaban las fiestas, o tomar té de menta con tarta de damascos. Nunca
se casó. Vivió toda su vida sin saber lo que era amar profundamente a un hombre.
Y ahora la protagonista de esta historia será Margo. Lo digo yo que soy el narrador. Era
una mujer brillante. Brillaba su casa porque tenía mucamas que le hacían la cama, le
preparaban guisos de verduras, sopa de municiones con apio y cebolla. También la cebolla
era olorosa. Un aroma ácido les quedaba a las cocineras en las manos. Y tenían que ventilar
la cocina y el resto del palacio para evitar olor tan espantoso. O, peor aún, el del brócoli y el
coliflor cuando los hervían para hacerlos con salsa bechamel.
Como dije, Margo había decidido que además de ser la princesa mayor de las tres
hermanas, no quería ser ignorante sino tener día a día mayores cualidades y conocimientos.
Quería ser una mujer ilustrada. Supo que le resultaban apasionantes la Historia y la
Geografía. La Historia sobre cómo se había creado el mundo. “¿Qué es el universo?”, le
preguntó cierta vez a su maestra. Ella se quedó muda. Pero con un gesto del cuerpo,
extendió los brazos en el aire y abarcó toda la habitación. Margo tuvo una idea aproximada
de a lo que se refería su maestra. Ese gesto era una metáfora del tamaño real de la creación.
Pero se dio cuenta de que era una palabra tan difícil de explicar y entender, que buscó el
modo mediante el cual su cuerpo le permitiera definir a qué se refería con esa pregunta
complicadísima. Y si a mí, que soy el narrador alguien me hace esa pregunta, le devolvería
la pregunta, haría el mismo gesto de la maestra de Margo. Sucede que los narradores y las
princesas somos todos muy distintos. Uno habla, y escribe y escribe. Y las princesas
disfrutan de la vida. También, si son curiosas, estudian y aprenden. También hacen otras
cosas. Porque lo mejor de la vida es construir sólidos vínculos con sus amistades y
parientes. Estudiar con una maestra para gozar de más conocimientos. Y comer higos en
almíbar. Ella no iba a ser maestra. Pero quería ser una princesa conocedera de todo aquello
que la rodeara. Del planeta Tierra y de las constelaciones de estrellas. De las hojas del roble
y del tronco del cedro. Por qué los mosquitos son pequeños y pican. Y por qué los caracoles
llevan su casita encima y se meten dentro de ella ante cualquier amenaza dejando un rastro
brillante. De dónde llegan los diamantes y qué son las aguasvivas, dónde viven los
cormoranes o en qué estación del año los tulipanes florecen.
Brígida y Bendita jamás estudiaron nada. Fueron personas que vivieron en el mundo
ignorando en qué consistía y cuál era la teoría de la existencia de los dinosaurios y cómo se
habían extinguido. A Margo le resultaba una historia apasionante y pese a que en algunas
reuniones en que su hermana Brígida convocaba a tomar un té, hizo el intento de contarles
la teoría del Big Bang.
Margo, con su cabecita llena de saberes, colaboró con Brigida para gobernar el reino.
Fue su asesora de palacio. Margo no era envidiosa ni tampoco competitiva ni malvada.
Menos aún cobarde. Era bondadosa pero también cuando se enojaba (siempre por un
motivo que lo ameritaba, era capaz de echar de palacio al rufián que había venido a robar o
molestar de una patada en el culo cuando los guardias no estaban presentes.
Brigita le enseñó a Margo, eso sí, cómo hacer huevos fritos. Y le mandó dos docenas de
huevos cada quince días gracias a las gallinas ponedoras de palacio Y luego una sartén
especial para freírlos, no sin antes haber hecho uno delante de su hermana. “¿Ves que es
muy fácil?. Ahora freí uno vos misma como prueba”. De ese modo Margo aprendió
riquísimas recetas que cocinaba. Desde mediaunas, flan de claras, budines de manzana con
caramelo, roscas de Pascua.Y sabía hacer dulce de frutas. El de higo era su favorito..
Bendita y su esposo, vivieron siempre en la soledad de su castillo. No se interesaron por
nada del mundo en estudiar, en aprender, sino en comer, comer y comer. En esa casa todos
fueron obesos. Y ese sobrepeso hizo que muchas personas se rieran de ellos. Pero no les
importó. Se tenían a sí mismos para disfrutar semejante compañía agradable.
Brigita siguió siendo asesorada por Margo. Pese a estar casada, su esposo vivía en las
tabernas, de juerga, lejos de palacio. Llegaba solamente para dormir y comer en el
almuerzo, al día siguiente. Ni siquiera se levantaba para desayunar. Dormía hasta el
mediodía porque se acostaba muy tarde por la madrugaba.
Margo comenzó a viajar largamente por el mundo. Para empezar fue a Chipre y a
Turquía. Conoció países extraordinarios. Ríos con una cascada de la que tomar agua y
bañarse cuando no había nadie a la vista. Y también tuvo amigos en abundancia en otros
países. Incluso en los cuales se hablaran otros idiomas.
Aprendió inglés, francés, italiano y chino mandarín. A la larga o a la corta, se
entendían. Las hermanas no se pelearon jamás. Reinó la armonía por siempre jamás. Solo
que comenzó a distanciarlas el temperamente de cada una.
Brígida vivió para gobernar su castillo. Para dar órdenes claras a los sirvientes de
palacio. Se casó engañada. Lo cierto es que se vio en la situación de tener que soportar a un
bueno para nada. Debía recibirlo borracho al regresar de sus juergas o de apostar a las
carreras de caballos. A las riñas de gallos. Prácticamente desplumó a Brígida. Hasta que su
hermana Margo, inteligente como era y tan cariñosa siempre, le explicó que no podía seguir
conviviendo con un holgazán. Un bueno para nada. La dejaría en la ruina.
Brígida un día que se quedó despierta hasta tarde y cuando él llegó, le dijo que era un
inútil. Lo desterró de su reino y de su palacio. Ella no iba a vivir con atorrantes que no
trabajaban ni tampoco se ocupaban de cuidar de su amor.
Bendita vivió en su castillo a solas con su esposo hasta que fueron viejos. Brígida no se
volvió a casar jamás. Le bastaba con dedicarse todo el tiempo a gobernar el reino. Y
supervisar a quienes se ocupaban de las gallinas, los caballos, los chivos y las ovejas para
tejer con su mullida lana abrigos suaves para el invierno. Era lo mejor del mundo la
libertad.
Y Margo no solo era inteligente y culta. Una mujer preparada para digitar los rumbos de
su propio castillo. Ayudar a sus amigos en problemas. Y compartir la vida con toda esa
gente maravillosa como eran las damas de compañía de palacio. Jugaba al cricket y leía.
Conversaba con las costureras y las planchadoras, de donde de aprende mucho, dicho sea
de paso.
Los reyes no alcanzaron a ver toda esta historia completa. Fallecieron muchos años
antes. Pero en lo esencial los presagios y los vaticinios de la bruja Raimunda se cumplieron
porque todo fue en ese reino involuntario (las cosas ocurrieron solas, la vida discurrió sin
planes, las relaciones simplemente acontecieron), pero también deliberado (fue producto
del Plan que había trazado la bruja o alguien más poderoso). La bruja como tenía poderes
no murió sino que cierta vez asustó a un hombre con sus premoniciones. Cenaba
murciélagos, cucarachas, culebras, sapos y cienpiés. Y fueron las tres hermanas las que
decidieron echar a la bruja del reino. Distante de ese reino lleno de amor y princesas
buenas. La bruja supieron que en primer lugar gozaba de reírse de los demás (empezamos
mal), con una sonrisa como una media luna, socarrona. Las premoniciones de la bruja se
volvieron tenebrosas. Y todos estuvieron de acuerdo en expulsarla del reino. Aquí termina
esta historia. Pero las vidas de Margo, Bendita y Brígida continuaron hasta que fueron
viejitas y arrugadas como una uva pasa. Y comenzaron a juntarse con sus hermanas cada
miércoles por la noche para cenar y hablar de los avatares del reino. De su pasado. De sus
padres. De los campos que habían cultivado. Y de la soledad que rondaba a Margo y
Brígida. Pero ellas dos fueron también grandes confidentes. Y no hubo secretos en esos dos
castillos ni nada para esconder. Es que cuando uno dice la verdad la vida comienza a tener
mayor sentido. Las tres princesas que no habían nacido debido a las profecías de la bruja.
Sino porque el destino así lo había despuesto. Sus padres le habían creído sus embustes a la
Bruja y sus predicciones. Pero ella hacía una profecía para que luego fuera imitada por los
desprevenidos que la habían consultado. La bruja cayó en descrédito. Nadie nunca más
decidió solicitar sus poderes. Hasta que a estos castillos y a estas princesas, las llegaron a
visitar las hadas. Hadas que les enseñaron que la magia debe ser usada para hacer el bien.
Porque de otro modo, es causa de estragos, mentiras y hasta tragedias. Las hadas velaron
por ese reino. Y el mundo fue más diáfano. Por los ventanales de palacio entró más luz, el
aroma de las fresias fue más intenso. Y las tres hermanas supieron que mentir no deja
dormir en paz. Y que en lugar de mentir, comenzaron a hacerles a las hadas promesas que
efectivamente siempre cumplieron. El palacio de Brígida se llenó en algunas noches de luna
llena, de un polvillo blanco, todo oro y plata.