(Sobre la polémica en torno
a los libros de la colección literaria “Identidades Bonaerenses”, que cuenta con 122 títulos de ficción y no ficción
de prestigiosos escritoras y escritores, en su mayoría argentinas y
argentinos o bonaerenses, y que la misma comenzó a distribuirse en septiembre
de 2023.)
La
literatura siempre habla más alto
Por María Cristina Alonso
La acción de prohibir libros
de literatura ya es una vieja historia conocida por los argentinos. Pasó en la
dictadura. Sería largo enumerar todos los libros que fueron cuestionados, pero baste
recordar El Principito de Antoine de
Saint- Exupéry, Un elefante ocupa mucho
espacio de Elsa Bornemann, los libros de García Márquez, de Haroldo Conti,
de Cortázar. Y sigue la lista que es muy extensa. Algunos eran acusados de todo
un hallazgo: “exceso de imaginación”. La gente los seguía leyendo y también se
leían en las escuelas a escondidas porque, si hay algo que mueve a un lector es
la curiosidad. ¿Por qué no puedo leer este libro? ¿Quién tiene autoridad para
decidir que páginas deben o no leer los jóvenes?
Leer se sigue leyendo. En el
caso de los libros cuestionados de la Colección Identidades Bonaerenses, la
cuestión no es porque adoctrinan sino porque sexualizan. Sexo. Y mezclan todo,
porque, como el cuestionamiento se hace a través de unos fragmentos que andan
circulando en los medios, se los asocia con la ESI, “son para enseñar educación
sexual, horror, con sexo explícito”. No, no son para educación sexual. Son para
leer. Leer literatura, de la buena. Los
censores nunca fueron buenos lectores de literatura, ni tampoco los
predicadores. Así que, de esta manera, se confunde todo.
Los libros en cuestión son textos literarios y,
la literatura, no es sierva de nadie. Nos conmueve, nos enseña, nos convierte en
seres críticos, nos habla de la belleza y de la maldad, de la sociedad
patriarcal, de lo oscuro y de lo luminoso, de la felicidad y de la soledad,
pero nunca se propone expresamente adoctrinarnos. La literatura trabaja con la
tela suave e invisible de la imaginación. No adoctrina; eleva, fascina, nos
hace discutir. Calma, enerva, inquieta, tranquiliza, cuestiona, pero se
empobrece cuando la escuela la utiliza
como panfleto pedagógico y cuando la sociedad la juzga sin haberla leído.
También los convoco a leer Las primas de Aurora Venturini.
Quien fuera amiga de Eva Perón y después del golpe de Estado del 55 vivió en París
y cultivó la amistad de Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus, Enugène Ioesco, Juliette Gréco y, en Sicilia, con Salvatore
Quasimodo.
Tuvo que esperar a los 80 años para ser reconocida cuando ganó
un concurso con Las primas, una historia de iniciación contada por Yuna Riglos
y ambientada en La Plata en los años 40. Un texto disruptivo, a veces
delirante, que extrema el lenguaje y rompe con sus convenciones. Una novela tan
original que es una delicia de imaginación y sarcasmo.
Recomiendo, además, a quienes hablan sin leer que recorran las
páginas de Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara. Un
texto que ingresa en el universo de la gauchesca, en el ámbito del Martín
Fierro para narrarnos, desde la voz de la mujer de Fierro, una utopía queer.
Esta voz femenina -en un género donde casi no aparecen las mujeres como la
gauchesca- presenta una versión desorbitada de los hechos conocidos del poema
de Hernández. La autora reelabora una mirada femenina sobre la tradición
literaria argentina.
Una reseña de este libro publicada en 2020 en
The New York Times señala que es “una visión sorprendentemente
fresca de la vida en las pampas del siglo XIX. Y también una subversión magistral de la identidad
nacional argentina. (…)Las legendarias hazañas de Fierro se limitan en Las
aventuras... a algunas indiscretas borracheras, mientras que su esposa anónima,
que retoma las cuatro palabras de la epopeya original (su china, ‘su mujer’,
como suele decirse), se convierte en la verdadera heroína.” Nominada Premio Booker Internacional en el que cada año se elige a los mejores libros
traducidos al inglés, fue calificada por The
New York Times como “uno
de los mejores libros de ficción iberoamericana de 2017″. También, The Guardian, el
prestigioso medio británico, realizó una elogiosa crítica sobre la obra: “un viaje salvaje a través de las pampas que
deja en el polvo los roles tradicionales de género”.
¿Que hay escenas de sexo? ¿Y qué esperaban? La literatura cuenta
los incendios, las perversiones, los crímenes, el amor, el placer, el espanto.
Habla de la vida y de la muerte, habla de los traidores y de los héroes. Habla
de lo humano.
Ayer escuché en televisión que El matadero fue escrito por Mansilla. Que se leía Cometierra para educar sexualmente a los
chicos, leí que una libertaria decía que eran libros aberrantes exhibiendo sólo
un fragmento de la novela.
Los chicos y chicas de la escuela secundaria tienen esa hermosa
colección que ha distribuido el Ministerio de Educación de la provincia de
Buenos Aires para que conozcan voces y problemáticas que conforman nuestra
identidad. Por lo contrario de lo que se está discutiendo, a mí me preocupaba
ver esa colección de libros, tan rica y heterogénea, etiquetada en el último
estante de las bibliotecas escolares y que nadie moviera esos libros, que los
estudiantes no supieran cuántos libros interesantes tenían para leer. Y ahora
saben que existe.
Creo que los chicos concurrirán en masa para ver de qué se
trata. Y la literatura ganará como siempre porque habla más alto que todos los
ignorantes que no sólo la cuestionan, sino que nunca han leído libros de
verdad.
El escritor Sergio Olguín señaló con mucha suspicacia que "con esta estupidez de querer censurar libros como Cometierra, Las
aventuras de la China Iron o Las primas, lo único que van a
conseguir es que los pibes de todo el país se pongan a leerlos para ver qué les
están ocultando”.
Y
esto ocurre en un país cuyo presidente se lo pasa evocando escenas sexuales
pedófilas, hambreando a niños y ancianos, dejando a la intemperie a los discapacitados,
desfinanciando a la educación y a la salud pública. Defendamos nuestro derecho
a leer.
(María
Cristina Alonso es escritora y profesora en letras por la UNLP. Dicta las
asignaturas Literatura Española y
latinoamericana y Literatura Argentina en el profesorado de Lengua y Literatura
del Instituto Superior de Formación Docente y Técnica 78 de Bragado, Provincia
de Buenos Aires).